domingo. 28.04.2024

Emplear el concepto felicidad resulta escandaloso. A los pobres, porque no se puede ser feliz cuando se lucha a diario por comer. A los ricos, porque lo consideran un ultraje a su estrategia. Es ingenuo pensar en ello, pero, a veces, la ingenuidad puede ser revolucionaria.

En su imagen, en los valores que envían a los niños que les quieren emular, sólo hay soberbia, insolidaridad, egoísmo, dinero y la obsesión por los records, vendiendo ese concepto de superman tan alejado de la realidad cotidiana

No se asuste, querido lector. La cosa no va de tratados filosóficos, sino de fútbol. Sí, de fútbol, para sugerirle a Fernando Torres que vuelva al Atlético de Madrid para ser feliz y convertirse en el modelo de futbolista alternativo a las estrellas de la campana mediática que con tal de salir en la tele y conquistar el número uno reproducen los valores de la élite dominante. En su imagen, en los valores que envían a los niños que les quieren emular, sólo hay soberbia, insolidaridad, egoísmo, dinero y la obsesión por los records, vendiendo ese concepto de superman tan alejado de la realidad cotidiana.

Admirado Torres: ya sé que al sugerir esta idea es posible que te alejaras de la primera línea de la fama y que ganes mucho menos dinero. También se alejaría la posibilidad de jugar en la primera fila de la Champions. Todo eso ya lo has tenido, se puede vivir sin ello. Aunque no ganaras un céntimo más, supongo que podrías vivir cómodamente el resto de tu vida. Respecto a los éxitos deportivos, lo has ganado casi todo, tanto a nivel de las categorías inferiores como con la selección absoluta. Independientemente de lo que pase en el futuro, no necesitas más, ya es suficiente. Marcelino, tú e Iniesta, son los tres únicos jugadores que quedarán en la iconografía del fútbol español in secula seculorum. Curiosamente ninguno representa a la campana mediática, pero sí quedará en los libros de historia.

Resalto esto por puro afán estadístico aunque no comparto la filosofía “del número uno”. Por el contrario concibo el devenir de los acontecimientos como una labor de conjunto, de equipo, de la suma de muchos esfuerzos anónimos fuera de las luces de los focos. Así es la Selección Española de Fútbol donde todos los analistas coinciden que el eje central de su éxito es la desaparición de los egos y el espíritu colectivo.

Si este artículo llegara a tus manos y te gustara la idea, piensa qué supondría para el corazón de los atléticos y de todos aquellos amantes del fútbol que no lo vean como una competición ronalmouriñana. Sería un gesto sin precedentes, algo revolucionario en el mundo del fútbol, huir de los oropeles para volver a los orígenes e intentar hacer grande al equipo que te lo dio todo. Serías el anti-lider para convertirte en un dirigente, en un modelo del deporte mundial, algo que quedaría en el alma de todo buen amante del fútbol y que permanecería para siempre cuando pase el fuego fatuo de los records.

Observarás que no he empleado la palabra competitividad. Como habrás comprobado por tu experiencia, hagas lo que hagas, todos aquellos correveidiles de la campana mediática nunca te lo reconocerán, por la sencilla razón de que con tus éxitos has usurpado el puesto en el Olimpo reservado para otros. Y aquí que cada lector ponga el nombre que quiera. Siguiendo la vieja estrategia comunicacional de esconder los defectos par resaltar las virtudes, esos corifeos nunca te reconocerán tus méritos porque con tu modestia eres insultantemente heterodoxo.

Completa esa heterodoxia y vuelve al club de tus amores. No por dinero. No por fama. No por salir en los telediarios de China y USA. Simplemente para divertirte, para ser feliz y hacer feliz a quienes te vean jugando en España, soñando siempre con esa foto del gol a Alemania donde la cámara te retrata con un salto de ballet, imagen olvidada por los propagandistas pero que resaltarán los juglares. Deja de ser Fernando Torres para volver a ser El Niño...hasta que lleguen los Obama.

Torres, vuelve para ser feliz