lunes. 06.05.2024

La música, ha sido de vital importancia para el hombre en la cotidianidad, ya que en ella ha encontrado un ungüento para sanar algunas penas, marchitar heridas y también reinventar el camino andado ----cuando este--- nos ha llevado por senderos a los que, no pensamos volver ni mucho recordar debido a todo el insoportable dolor que nos ha dejado.

También, debemos acotar que históricamente la música ha sido utilizada de diferentes maneras, y en muchas ocasiones se ha convertido en un ritual para quien la escucha meditando, riendo, o incluso llorando en su más íntimo aposento. Así entonces, la música puede llevarnos a fraguar la noble caricia de la paz o también a erguir los martillos más hostiles de la guerra.

“Yo no me llamo Rubén Blades” no sólo es el último baile del creador de “la salsa intelectual” también es un testimonio de amor, de dolor y otro cúmulo de sentimientos que hicieron del nombre de Rubén Blades, una auténtica forma de resistencia ante tanta atrocidad que sigue invadiendo en la América Latina

Panamá es un país lleno de lugares hermosos y también de hombres y mujeres ejemplares, que lucharon para que su tierra quedara libre de tiranos y auténticos invasores. Todo esto lo fraguaron mientras estaban en compañía de la salsa, que quizá sea uno de los ritmos más representativo de esta hermosa nación. Este género musical viene siendo una mezcla de bailes excéntricos, tambores, trompetas y una letra que varía entre la ternura, las historias cotidianas y en algunas ocasiones la denuncia social.

Esta historia nos lleva hacia el documental “Yo no me llamo Rubén Blades” del cineasta de origen panameño Abner Benaim. En esta obra, nos encontramos con la historia de uno de los grandes autores de la salsa en la República de Panamá, me refiero al maestro Rubén Blades. Quien también se ha destacado en campos como el cine, la literatura y la defensa de los derechos humanos. Partiendo de todo esto, Benaim, nos entrega un retrato profundo ---y en primera persona--- sobre la ajetreada vida del autor de éxitos como “Pedro Navaja”, “Amor y control” y “Desapariciones” que con el paso de los años se fueron convirtiendo en clásicos de la música en nuestra América.

La negación en el título de esta obra, es una manera de asumir que, Rubén Blades se nos sigue presentando como el hombre de a pie, el que siempre estuvo al lado de los desposeídos en su tierra natal y fuera de ella, asumiendo que, su carrera también lo llevó a estar en el cine, con actores del calibre de Denzel Washington o incluso Clint Eastwood, pero todo esto no desfiguró a Rubén, por el contrario, creo que, lo volvió más humano y cercano a su gente que después de tantos años, sigue creyendo en la hondura de su trabajo y en la desnudez de su inefable historia.

El cineasta, termina de embellecer su obra sumando a personas importantes en la vida del llamado “Poeta de la salsa” y es por ello que, Sting de la mítica banda The Police, Gilberto Santa Rosa e incluso Residente (René) forman parte de este viaje, que parece ser el último en el que Blades se embarcará. Entonces, de manera más vivaz, la nostalgia se hace presente en este filme -cuando de la boca de Rubén- salen recuerdos de cuando daba sus primeras pinceladas en la música, en el cine o incluso en algún acto de resistencia política para cambiar la decadente situación de su natal Panamá.

“Yo no me llamo Rubén Blades” no sólo es el último baile del creador de “la salsa intelectual” también es un testimonio de amor, de dolor y otro cúmulo de sentimientos que hicieron del nombre de Rubén Blades, una auténtica forma de resistencia ante tanta atrocidad que sigue invadiendo en la América Latina.

“Yo no me llamo Rubén Blades” es el legado que nos quedará en la posteridad de un hombre que en su música, supo leer a cabalidad las tragedias de nuestro mundo y también convertirlas en verso y en una poética de la vida. Abner Benaim, supo narrar con profundidad en su documental, la vida de uno de los grandes paladines artísticos de nuestra Centroamérica

Yo no me llamo Rubén Blades, de Abner Benaim