lunes. 29.04.2024
masoneria
Grupo de la logia ‘Germinal 96’ de San Roque (Cádiz). Los que aparecen señalados con una equis en la cara habían sido fusilados. (Imagen tomada del diario Público)

@Montagut5 | 

Indalecio Prieto sacó un artículo en el mes de abril de 1953 en El Socialista donde realizó una interpretación sobre la obsesión masónica de Franco

Para el viejo líder socialista, Franco se venía sirviendo de dos trucos políticos: la masonería y el comunismo. Se presentaba como la espada victoriosa que había decapitado a dos “terribles hidras”, que habían estado devorando a España, consiguiendo cortar las distintas cabezas que habían producido, impidiendo, por lo demás, que renaciesen. Habiendo conseguido sus objetivos en el país se ofrecía para hacer lo mismo en el extranjero.

Pero Franco era astuto, ya que sus alardes debían ser realizados con discreción ante determinadas situaciones. Era consciente de que muchos de los diplomáticos, militares, banqueros, congresistas y senadores norteamericanos eran masones, por lo que cuando trataba con los mismos, tan necesarios para el reconocimiento internacional de España, solamente atacaba al comunismo. Si los interlocutores, en cambio, era miembros de la Iglesia de cualquier lugar cargaba las tintas contra la masonería. Así pues, ante Washington se presentaba como el paladín contra el comunismo, y con el Vaticano como el campeón contra las logias.

Prieto confesaba que nunca había sido masón, pero no estar a favor de la masonería no significaba estar contra la misma

Prieto recordaba a los lectores que él ya había tratado sobre la supuesta victoria sobre el comunismo por parte de Franco, defendiendo la tesis de que en 1936 el comunismo en España apenas existía. La fuerza del mismo, en cambio, se había incrementado, precisamente, a raíz de la sublevación militar. El primer objetivo del artículo presente era analizar cómo la masonería española había sido aún más débil o minoritaria que el comunismo, por lo que era el segundo truco de Franco.

Prieto confesaba que nunca había sido masón, una afirmación que, en realidad, repetía. No le había atraído su estructura rígidamente jerarquizada y el régimen del silencio al que consideraba como absurdo, sin olvidar que no entendía sus ritos y símbolos, propios del pasado. Pero no estar a favor de la masonería no significaba estar contra la misma. Esta postura, en su opinión, le otorgaba plena libertad para plantear su objetivo.

Como era habitual en Prieto, las defensas de sus tesis venían precedidas de su propia experiencia personal. Así, afirmaba que su primer contacto con masones se produjo en Bilbao a fines del siglo XIX. Aquellos masones eran considerados por los que buscaban amedrentar a “gentes tontas o pacatas” como “seres endemoniados, criminales sin alma, ávidos de destruir todo lo divino y humano”. Prieto se extendió en esa experiencia de cuando era muy jovencito, refiriéndose a dos masones, -Cándido Palomo, y Salvador Segundo- dos personas “bellísimas, sencillas, buenas y afables”. También conoció a otros masones, aunque confesaba que eran pocos, en realidad. Esos contactos de infancia tenían que ver con su concurrencia a los festivales de la escuela evangélica, donde se donaba a los alumnos prendas de ropa. Debemos recordar que Prieto asistió de niño a una escuela protestante. Ya en Madrid tuvo relación con otros masones, y el artículo se alargaba con estas experiencias. Sí parece destacado citar que, al parecer, en 1918, Luis Simarro, que ocupó la vacante de Gran Maestre producida por la muerte de Miguel Morayta, le invitó a ingresar en la logia donde era Venerable Maestro. Prieto rehusó el ofrecimiento y Simarro no insistió. Prieto tenía un amigo cercano, Bernardino Sancifrián, copropietario del Café Fornos, que se inició en masonería, insistiéndole para hacer lo mismo. El artículo seguía dilatándose con un repaso de la historia de la masonería española, no sin cierta ironía, y que nos motiva para escribir otro artículo sobre la visión de la misma que tuvo el destacado líder socialista, ahondando sobre un trabajo que publicamos hace unos años sobre la asistencia de Prieto a un acto masónico para celebrar el fin de la Gran Guerra y la victoria aliada.

Para Prieto, Franco no había descabezado a la “hidra masónica”, pero no por impericia sino porque nunca había existido

Para Prieto, Franco no había descabezado a la “hidra masónica”, pero no por impericia sino porque nunca había existido. Quería seguir siendo irónico, aunque avisaba que no quería faltar al respeto a los masones perseguidos, pero afirmaba que, en todo caso, había descabezado una “modesta salamandra”. Franco no podía engañar al Vaticano, mucho más enterado de las “pequeñas proporciones de ese enemigo”, comentario, en todo caso, harto sugerente de Prieto.

Entonces, ¿a qué se debía la campaña emprendida por Carrero Blanco en ese momento? Al parecer, la motivación para publicar el artículo venía por los ataques que había realizado Carrero en el diario Arriba, además de por las revelaciones del diario falangista sobre las supuestas actividades de los masones exiliados desde 1939. Prieto añadía que, al mismo tiempo de esta campaña, se había hecho correr el rumor de que don Juan de Borbón era masón con vistas a desprestigiarle, recordando, además, que acusaciones de masonería sobre reyes de España no eran nuevas, aludiendo a las acusaciones sobre la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena, vertidas en un libro de José Domingo María Pascual Corbató, titulado, León XIII, los carlistas y la monarquía liberal. (Corbató fue un intenso tradicionalista). Prieto también aludía en este aspecto a una polémica que calificó de curiosa entre el corresponsal del ABC en Roma y varios exiliados sobre el interés de Alfonso XIII en ser masón, un asunto traído a colación sobre la campaña de desprestigio sobre don Juan, pero que a Prieto le interesaba bien poco.

El artículo terminaba con la segunda tesis de Prieto. Si la primera era demostrar que la masonería española no había sido poderosa, la segunda tenía que ver con la doble vara de medir a los masones por parte de Franco.

Así pues, recordó que el presidente de la Junta de Defensa Nacional, constituida en Burgos el 23 de julio de 1936, el general Miguel Cabanellas Ferrer tan vinculado, como explicaba Prieto, al encumbramiento de Franco al poder, y qué conservó a su lado como Inspector General del Ejército, era masón, y el dictador lo sabía.

Por eso, Prieto afirmaba que Franco había dividido a los masones en dos castas, castigando a los leales a la República, y premiando a los que la traicionaron. Así pues, fusiló al general masón Núñez de Prado por mantenerse fiel a sus juramentos, y ascendió al general masón Cabanellas por “faltar a ellos”.

Además, el dictador no repudiaba a todos los masones por igual. No repudiaba a los norteamericanos porque los necesitaba, como no lo había hecho con Cabanellas.

El artículo se publicó en el número del 23 de abril de 1953 de El Socialista.

Indalecio Prieto sobre la obsesión masónica de Franco