viernes. 29.03.2024
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La frustración es un sentimiento estrictamente desagradable en la que una persona deposita previamente todos sus esfuerzos físicos, psíquicos, actitudes, aptitudes y tiempo en conseguir un objetivo que se había fijado y que no consigue. Esto es, lo que suele experimentarse al no haber logrado con éxito una meta.

Abram Amsel (1922-2006) fue un distinguido investigador, teórico, docente y escritor en el ámbito del comportamiento humano y en las distintas ramas del conocimiento psicológico de la conducta humana. Es además autor del libro “La teoría de la frustración”, publicado en el año 1992. En términos generales, Abram Amsel se dedicó a estudiar el comportamiento humano mediante la investigación de los mecanismos de recompensa, los efectos psicológicos que produce la no recompensa y las diferentes reacciones psicológicas.

La frustración es una experiencia emocional que surge cuando deseo y realidad no coinciden

La teoría de la frustración comprende y aborda conceptos como la frustración secundaria, que es un tipo de respuesta aprendida de la misma frustración; la persistencia (seguir persiguiendo el objetivo aún sin obtener recompensa) y la regresión, que supone la aparición de un modo determinado de comportamiento (regreso a etapas anteriores) en la fase de frustración temprana.

La frustración es una experiencia emocional que surge cuando deseo y realidad no coinciden. Por ello, la frustración se convierte en un mecanismo psicológico que nos ayuda a ajustar nuestros deseos y a aceptar la realidad.

Chupete
La regresión supone la aparición de un modo determinado de comportamiento en la fase de frustración temprana

En los años 70, Walter Mischel realizaba un experimento denominado la “prueba del malvavisco” en el que se exponía una golosina ante un niño y se le pedía que esperara a comérsela unos minutos. Se le anticipaba que, en el caso de poder aguantar ese tiempo, la recompensa sería doble, pudiendo obtener dos golosinas por contenerse. Este estudio concluyó que, a mayor edad, mayor capacidad de regulación y contención. No obstante, esto también depende de otros factores tan relevantes como, por ejemplo, el nivel socioeducativo.

Daniel Goleman llamó analfabetismo emocional a una dificultad para gestionar el dinamismo de la espera, de la paciencia, de la frustración, conviviendo con ella. Son muchas las personas que sufren analfabetismo emocional. Son hábiles en el dominio de múltiples competencias, disponen de un sinfín de títulos y maestrías, pero hacen la misma gestión emocional que un niño de tres años.

La mayoría de nosotros sabemos cuáles son los principios de una buena salud física, a saber: una alimentación equilibrada y lo más natural posible, algo de ejercicio, dormir cada noche entre 7 y 9 horas y realizarnos revisiones médicas periódicas para asegurarnos que todo va bien. Hay que centrar la atención en los indicadores de nuestra salud emocional, es decir, en esa capacidad para sentir la vida y nuestras relaciones, en el estado de esa facultad para entender, controlar y modificar estados anímicos propios y ajenos.

Somos, por encima de todo, seres sociales y emocionales, dimensiones estas que quedan a menudo descuidadas, y hasta infravaloradas en las instituciones educativas

El ser humano es mucho más que una serie de competencias lingüísticas, matemáticas o tecnológicas. Somos, por encima de todo, seres sociales y emocionales, dimensiones estas que quedan a menudo descuidadas, y hasta infravaloradas en las instituciones educativas.

¿Cuáles son las dimensiones que caracterizan el analfabetismo emocional?:

  • Incapacidad para entender y manejar las propias emociones.
  • Dificultad para comprender las de los demás.
  • Esa falta de autoconciencia emocional los sitúa a menudo en terrenos muy sensibles. Reaccionan de forma desmedida ante cualquier problema, se sienten agobiados y superados ante cualquier dificultad, sea pequeña o grande.
  • No empatizan, son incapaces de situarse en la mirada ajena, de comprender realidades diferentes a la suya.
  • Sus habilidades sociales son muy rígidas y aunque en ocasiones pueden desenvolverse, les falta sensibilidad, asertividad y esa cercanía auténtica con la que crear lazos significativos y no solo relaciones motivadas por el interés personal.
  • Por otro lado, los costes del analfabetismo emocional pueden ser enormes: pensamiento polarizado, represión, racismo o sexismo, narcisismo o necesidad obsesiva por tener la razón, entre otras. Asimismo, hay un dato no menos importante que conviene recordar. El analfabetismo emocional, es decir, esa falta de recursos psicológicos y mecanismos emocionales con los que manejar mejores dimensiones como la tristeza, la rabia, el miedo o la decepción, nos hace a su vez mucho más vulnerables a una serie de trastornos mentales.

El analfabetismo emocional nos hace a su vez mucho más vulnerables a una serie de trastornos mentales

Es pues fundamental ante el analfabetismo emocional abordar cinco aspectos fundamentales, para trabajar en la escuela desde la perspectiva de la educación emocional:

  • Autoconciencia: tiene que ver con el conocimiento de uno mismo, con la autoestima. Conocerse a uno mismo para entender mejor a los demás.
  • Autogestión: tiene que ver con la autonomía personal, con la capacidad de emprender y la creatividad a la hora de afrontar diferentes situaciones. 
  • Conciencia socialización: saber que se pertenece a una colectividad a un grupo y que el trabajo colaborativo puede hacernos mejor.
  • Comunicación asertiva: escuchar activamente a los demás, tener buenas habilidades de relación.
  • Toma de decisiones responsable: saber que nuestras acciones tienen consecuencias para uno mismo y para los demás.

Por último, compartir esta reflexión de Daniel Goleman; “Cuando digo controlar las emociones, quiero decir las emociones realmente estresantes e incapacitantes. Sentir emociones es lo que hace a nuestra vida rica”.

La frustración como analfabetismo emocional