lunes. 07.10.2024

Carlos Valades | @carlosvalades

Sans Tambour documenta el derrumbe de una casa: una pareja rota, una casa llena de escombros y dentro, un piano que no es más que ruinas. Cuando el hombre se dispone a cantar, un pequeño grupo de músicos acude a ayudarle para que la música pueda seguir escuchándose. Hay que sacar los instrumentos de entre los escombros e inventar otros nuevos a partir de los restos de la casa. ¿Cómo se reconstruye una catástrofe?

Samuel Achache, cuyo trabajo como director está impulsado por la música, utiliza este escenario de catástrofe como punto de partida para construir una ficción sobre nuestro posible renacimiento. Se basa en el Liederkreis Op. 39 de Robert Schumann, gran obra romántica que pone música a textos del poeta Joseph von Eichendorff: separado de la amada o del país natal por una frontera infranqueable, el héroe debe ahora encontrar el camino de vuelta a través de una geografía reinventada. De forma íntima y en miniatura, el Lied es llevado aquí por varias voces.

Bajo esta premisa, el director investiga el colapso y el renacimiento de una pareja utilizando música y teatro. El escenario es una obra en permanente deconstrucción, hecha de capas del pasado y huellas del presente. Las canciones surgen de las ruinas y los instrumentos musicales de los escombros. Cada músico-intérprete intenta reconstruir lo que queda de sí mismo, de sus recuerdos distorsionados y su memoria subjetiva. 

El director investiga el colapso y el renacimiento de una pareja utilizando música y teatro. El escenario es una obra en permanente deconstrucción

La escenografía de Lisa Navarro, es excelente, destruyéndose a cada momento. Tabiques que caen, duchas reconvertidas, mesas desbaratadas bajo el peso de una maza.  Los músicos, ponen el contrapunto excéntrico al trabajo actoral. Todo goza de un equilibrio exquisito, es un totum revolutum, una demolición controlada en el que cada espacio está medido. Pianos que caen, lavabos como cajas de resonancia, escaleras que se pulverizan bajo el peso de los pies…

La soprano Sarah Le Picard, y el conjunto que forman Gulrim Choi (violón), Sébastien Innocenti(acordeón), Antonin-Tri Hoang (clarinete, saxofón alto) y Ève Risser (piano, piano preparado y flauta) desarrollan un trabajo de una gran destreza, acompañando a los actores en un tempo de una increíble exactitud.

Gran labor de Alberto Conejero seleccionando obras de calidad para este festival de Otoño. Una lástima su no renovación para la edición del 2024. Esperamos que no haya tenido nada que ver la censura que su obra “El mar” ha sufrido en algún ayuntamiento gobernado por el tándem PP-Vox, concretamente en el de Briviesca. 

Sirvan estos versos de Joseph von Eichendorff como bálsamo:

Adiós costa llena de equivocadas penas,
Temor, felicidad y miseria, ¡hundíos en el mar!
Ahora libre soy, por fin me siento a salvo.
No hay esperanzas vanas que lleguen hasta aquí.
¡Qué paz donde se posa mi mirada!
¡Qué amplitud y qué altura sin fin en derredor!

Sans Tambour o la demolición controlada