viernes. 17.05.2024

Carlos Valades

El regreso de las golondrinas comienza con el matrimonio forzado entre Ma, un agricultor de mediana edad y Guiying, una mujer que no puede tener hijos y que además sufrió acoso escolar cuando era niña, lo que le provoca una incontinencia de orina. Las familias acuerdan la boda con el objetivo de apartar a dos personas que suponen un estorbo para ellos, como quien se deshace de dos muebles viejos para hacer sitio en casa. Dos desconocidos que pasan a compartir sus tristes vidas y que tiene su primer reflejo en el retrato de boda, en el cual la timidez y lo extraño de la situación les impide mirarse. 

Todo empieza en el suelo, le dice Ma a su mujer mientras siembran maíz. Y así, como las plantaciones, el amor entre estas personas en la frontera de la sociedad se va labrando y creciendo día a día. Toda una lección de humildad y de cuidados el uno por el otro.

El retrato que Li Ruijun, el director, hace de la China rural, con unas condiciones de vida terribles, no fue del agrado de los censores

Las cosas se complican cuando el terrateniente del pueblo cae enfermo y Ma es la única persona cuyo Rh es compatible, así que requieren de él para hacerle transfusiones periódicas que le salven la vida y aseguren el pago de las rentas a todos los agricultores del vecindario.

El filme fue retirado de las salas y de todas las plataformas chinas al poco tiempo de su estreno. El retrato que Li Ruijun, el director, hace de la China rural, con unas condiciones de vida terribles más dignas del siglo XIX que de los tiempos que vivimos, no fue del agrado de los censores. Esa transición del campo a la ciudad, que sigue presente hoy en día, se refleja de manera cruda. Ma visita uno de los apartamentos que le corresponden en ese afán chino por modernizarse a marchas forzadas, y responde a la pregunta de una periodista que allí no tendrá espacio ni para su burro ni sus gallinas. El turbocapitalismo, la dualidad entre el campo y la ciudad y la extinción de un modo de vida están presentes durante toda la película.

Con una fotografía deslumbrante y sutil, el paisaje se transforma en un personaje más. Vemos la furia de la lluvia o escuchamos el sonido del viento en el interior de la casa de adobe que con sus propias manos ha construido la pareja, metáfora del amor que se ha erigido entre ellos. La demolición de las casas que exige la rápida transformación de lo rural a lo urbano es una clara alusión del director a las intromisiones del gobierno chino en la vida de la sociedad. A pesar de ello la pareja salva los nidos de las golondrinas de las casas que las autoridades destruyen para buscarles y buscarse un nuevo refugio.

Una película bellísima que retrata a la China vaciada, y que por momentos nos hace pensar en nuestros Santos Inocentes, y en esa explotación que sufren las personas humildes y honradas cuyas vidas son más plenas que nuestra cómodas y pulcras vidas urbanas, y en lo importante que es crear una red de afectos y detalles que conviertan la unión entre dos personas en una verdadera fortaleza.

El regreso de las golondrinas