lunes. 29.04.2024

El episodio chocarrero de la moción de censura que tuvo, de la mano de Vox, a Tamames como candidato, ha servido, entre otros jugosos contrasentidos bufos, para terminar de descubrir cuál fue el verdadero rol de aquellos furibundos izquierdistas en el trasiego de la Transición o, dicho en román paladino político, como aquellos progres de ocasión sirvieron para dar legitimidad a la supervivencia del posfranquismo. Juan Carlos I, Carrillo, Tamames, González, Guerra, eran parte de un plan que no consistía en derogar al franquismo como el agipro del momento quiso imponer, sino todo lo contrario, pues al final se trataba de darle supervivencia a las entretelas del caudillaje dotándolo de la credibilidad que le confería las siglas del PSOE y el PCE controladas por nuevos, viejos y sorprendentes colaboracionistas con el enjalbegado del sistema sin Franco. Estos héroes en su día de la Transición, en su ancianidad han descubierto su verdadero pensamiento. Tamames trató el tema de la República española, la guerra civil y la sublevación militar, en la moción de censura, como lo hacían los ideólogos y panegiristas del franquismo, incluso menos moderado en el análisis histórico que Ricardo de la Cierva, el cual con dos voluminosos tomos quiso justificar el 18 de julio en el tardofranquismo como un fatum del que nadie tenía la culpa.

Estos héroes en su día de la Transición, en su ancianidad han descubierto su verdadero pensamiento

El Partido Popular, nunca en su trayectoria bajo el régimen del 78, ha tenido una línea de actuación diferente a la de su fundación llevada a cabo por siete ex ministros de Franco con la idea de aglutinar a las familias del caudillaje y preservar el legado de la dictadura. En la vida pública ha sido recurrente esa defensa del pasado. Presentó en el Senado una enmienda en la que condicionaba su apoyo a una propuesta socialista de condena del franquismo a que se prohibieran las organizaciones que exaltasen “el comunismo o aquellas ideologías populistas que fomenten el enfrentamiento entre ciudadanos.” Hay una trampa psicológica en esta autodefinición como constitucionalistas de la derecha y un efecto mágico. Las propuestas anticonstitucionales en nombre de la constitución, suponen una estrategia para confundir a la opinión pública y un epifenómeno mágico de índole material en el convencimiento de que la constitución sólo tiene validez en los aspectos que impiden la redistribución del poder real y favorecen la continuidad de los intereses y las influencias del franquismo sociológico. Un auténtico peligro para la democracia.

La derrota de Franco solo por la biología constituyó la pulpa nutritiva de la continuidad de un posfranquismo reformado que los gerifaltes del caudillismo habían anunciado en vida del dictador:”Después de Franco, las instituciones”. Y la Transición, como su propio nombre indica, era eso: continuidad con diferente atrezo para que fuera creíble. La actitud tan conservadora y retardataria de aquellos personajes que representaban a la izquierda en la Transición ha puesto a la vista las vísceras de un régimen con demasiados déficits democráticos de índole estructural por la carencia en su origen de un periodo realmente constituyente.

La Transición, como su propio nombre indica, era eso: continuidad con diferente atrezo para que fuera creíble

El notable éxito del gobierno de coalición en el manejo de la economía, con uno de los indicadores más favorables de la UE, la eficacia en el combate contra la pandemia, la sensibilidad social para evitar dramáticas intemperies a los más desfavorecidos, el concepto amplio de las libertades y los derechos cívicos, la recuperación de la convivencia en Cataluña, es algo realmente insoportable para las derechas y los jarrones chinos de la izquierda, singularmente porque el ejecutivo es sostenido por una mayoría parlamentaria rupturista con respecto a la Transición. Felipe González y Alfonso Guerra, montaron junto a empresarios, representantes del Ibex 35, de la patronal, de la derecha sociológica y política, un frente contra Sánchez encabezado por Susana Díaz que consistía en un peronismo chusquero que pretendía una Große Koalition que pasaba por facilitar la continuidad en la Moncloa de Mariano Rajoy.

Los estrategas de Vox debieron pensar que un personaje de la Transición sosteniendo los postulados de la derecha era un golpe de efecto eficaz con respecto a la opinión pública y como deslegitimación del gobierno de Sánchez, como tuvo ocasión de recalcar la portavoz del PP, por ser socio de terroristas y golpistas catalanes. Todo ello compone un daguerrotipo de una derecha estancada en un tiempo dedicado a pasar. Como indicó Marx, la doble aparición de los fenómenos, primero con ropajes augustos y luego con disfraces ajados, nos señala que ante el paso del tiempo, de la historia, debemos ser impiadosos con las manifestaciones que no están ajustadas a su época.

Tamames el franquista