domingo. 05.05.2024

La ciudadanía ha emitido su parecer en las urnas y los representantes electos deberían buscar acuerdos para formar gobierno. Eso sería lo suyo. Pero asistimos más bien al chalaneo propio de un bazar o cualquier mercadillo callejero. Los partidos esgrimen argumentos para sus votantes como si continuara la campaña electoral o se preparasen para una nueva. Feijóo se convertía en un estadista, siempre que le dejaran gobernar a él un par de añitos. En ese caso todo cuanto requiere mayorías parlamentarias cualificadas debemos posible por arte de birlibirloque, sin plantearse hacer nada similar como líder de la oposición. En ese papel solo sabe denigrar al presidente del gobierno por sus malas compañías.

Debe ser duro verse aislado por necesitar los votos de Abascal para formar gobiernos autonómicos que tienen serios problemas nada más arrancar su andadura. Esa compañía no parece llevarle a La Moncloa. En su desesperación llegó a pedir el voto a la gente de bien entre las filas del PSOE y ahora no sabe qué hacer para conservar su candidatura en unas próximas elecciones antes de verse sustituido por Ayuso.

Feijóo no sabe qué hacer para conservar su candidatura en unas próximas elecciones antes de verse sustituido por Ayuso

Puigdemont apura su momento de gloria, pero al final no querrá dar al traste con su amnistía. Una repetición electoral no le asegura mejores resultados y tiene que aprovechar la coyuntura. En ese contexto, Aragonés tiene que radicalizar su discurso para no verse acusado de traidor por los independentistas neoliberales. Al PNV sólo le interesa el ascenso de Bildu y cómo podría preservar el poder en su feudo.

Quizá el concurso del esperpento se lo lleve Podemos. Aunque hubiera desaparecido del mapa sin aliarse con Sumar, pretende seguir siendo la única izquierda genuina y eso al parecer significa reivindicar a Irene Montero como ministra de igualdad. No cumplir con esta peculiar exigencia podría comprometer sus escasos votos en la investidura.

Entre tanto regateo, Yolanda Díaz intenta hablar de cosas tangibles para la vida cotidiana, como reducir las horas laborables y otras cosas por el estilo.

Es cierto que las leyes no acaban con la precariedad o el maltrato a los trabajadores de repente. Ahora hay, por ejemplo, contratos indefinidos que dejan de serlo tras las prácticas y los intermediarios que subcontratan suspendiendo pagos tras ganar licitaciones proliferan como a modo de cáncer laboral. Pero con todo cambiar el marco jurídico puede atajar los abusos, paliar las desigualdades y suavizar el maltrato.

Mientras tanto Pedro Sánchez ejerce como presidente rotatorio de la Unión Europea y espera tranquilamente a que cesen los chalaneos partidistas para consensuar cuestiones programáticas. Contra lo que repiten sus adversarios, es quien menos tiene que perder desde un punto de vista personal. Desde La Moncloa podría ir a cualquier institución internacional con el reconocimiento adquirido allende las fronteras hispánicas. Esto pasará en un momento u otro. En esta hipotética legislatura será muy complejo acordar cualquier tipo de iniciativa y harto difícil agotar el periodo de cuatro años.

Caricaturizar constantemente a tus adversarios políticos puede servir para nutrir programas de humor, pero hace flaco favor al sistema democrático

Convocar elecciones cada poco en un contexto de malestar social y crisis económicas e incluso bélicas, es lo mejor para que admires candidaturas como las de Milei o Trump. La gente se cansa de inclinarse por el mal menor y decide abstenerse o apostar por quien promete desmantelarlo todo, al considerar equivocadamente que las cosas no pueden ir a peor y que todos los políticos vienen a ser iguales, lo cual afortunadamente no es así. Es cierto que las grandes expectativas nos defraudan. Obama estuvo dos mandatos en la Casa Blanca y comprobó que no todo se podía hacer de un día para el otro. Lula vuelve a presidir Brasil y se los olvidan los desmanes de su predecesor en el cargo.

Cuando me asalta la duda de no apreciar las diferencias entre unas u otras opciones políticas, me pongo a imaginar cómo nos hubiera podido ir en la pandemia bajo un gobierno con menor sensibilidad social. ¿Hubiera proliferado esos desaprensivos capaces de lucrarse con pingües comisiones al comprar mascarillas tan caras como inservibles? A Casado le costó su liderazgo advertir esto, mientras que han ascendido a la responsable del Ayuntamiento involucrada en el timo del proveedor inexistente. ¿Qué impacto habría tenido en el sistema sanitario la generalización del modelo Zendal, ese hospital sin quirófanos que siempre me ha parecido un trampantojo propagandístico? ¿Por qué no se asume la responsabilidad sobre un tríaje político para no enviar al hospital a los mayores internados en residencias madrileñas con ciertas patologías previas y sin seguro médico privado?

Ganar unas elecciones por mayoría relativa o absoluta no exime de rendir cuentas a la ciudadanía y no hacerlo es mofarse de las reglas del juego democrático que te han investido con esa responsabilidad. Caricaturizar constantemente a tus adversarios políticos puede servir para nutrir programas de humor, pero hace flaco favor al sistema democrático, que requiere de una deliberación seria y sosegada, sin polarizaciones que camuflan excesos y esconden la falta de argumentos e iniciativas a consensuar. Ese contrafáctico me hace vencer la desidia y acercarme a las urnas para escoger el mal menor, como acaba de hacer el pueblo argentino en primera instancia

Los regateos de la investidura y el mal menor en las urnas