viernes. 26.04.2024
madrid

A Oriol Bohigas, Manuel de Solá Morales, Jesús Gago.
Amigos y maestros


Una política urbanística respetuosa con el planeta y el ser humano nos aconseja no consumir más suelo rústico para el crecimiento y expansión de nuestras ciudades. Porque las ciudades en el mundo occidental ofrecen, por regla general, suficientes vacíos, huecos intersticiales, en la trama urbana ya consolidada, para responder y dar asiento a las "necesidades reales" de sus ciudadanos y no a las apremiantes exigencias del bloque financiero inmobiliario, ni a los sueños desmedidos de sus gobernantes.

Esos aparentes vacíos constituyen auténticos espacios de oportunidad para satisfacer las demandas justificadas de sus ciudadanos, paliar los déficits ya detectados y albergar las nuevas actividades que vengan a enriquecer la ciudad, sean viviendas, comercios, pequeñas industrias o nuevos parques que esponjen el tejido urbano ya saturado. Razones suficientes para que dichos vacíos sean considerados como terrenos de utilidad pública por los respectivos ayuntamientos, riqueza de habitantes y actividades en una fluida y continua interrelación.

Ciudades "contenidas y compactas" en determinadas zonas, al tiempo que más abiertas y aireadas en otras, mediante un incremento de espacios libres de uso público. Pues es en la buena localización, buen diseño y mantenimiento de calles, plazas y jardines urbanos donde se aprecia la calidad física y social de una ciudad. Ciudad más densa de actividades, que no de metros cúbicos de hormigón.

Ciudades "contenidas y compactas" en determinadas zonas al tiempo que más abiertas y aireadas en otras

Dejemos el suelo rústico para la agricultura o el paseo. O para garantizar aquella "distancia interesante" que reclamaba Manuel Solá Morales en los territorios metropolitanos, entre los núcleos urbanos y los grandes equipamientos asistenciales o productivos, que requieren esa "distancia" por razones medioambientales y paisajísticas, en su sentido más amplio.

Un nuevo territorio, una nueva morfología de la ciudad que siga manteniendo y fomentando la urbanidad, tal como la entendemos en nuestra cultura. La geografía, el paisaje, deben entenderse como la matriz de la ciudad y no como el resto de "suelo no urbanizable", ese suelo en el que las normas, siempre vulneradas, no dejan crecer los ladrillos. El suelo "marrón" que nunca llegará a ser "verde", salvo cuando un promotor, avispado y bien relacionado, lo convierta en un universo de pequeños jardines privados, en una repetida urbanización de "adosados", un campo de golf o una universidad privada.

El hambre de nuevo suelo es reflejo del hambre de nuevos nichos de acumulación de plusvalías para el negocio financiero inmobiliario, propiciado por los mal llamados Planes Generales de Ordenación Urbana. Una política dejada a los empujes de promotores privados, alimentados por una cultura especulativa, basada en el crecimiento y la expansión sin límites de la ciudad, grade o pequeña. Un urbanismo espontáneo, aceptado como algo natural por los ciudadanos, frente a una geografía voluntaria, propuesta y defendida por los poderes públicos.

Crecimiento exógeno a la propia ciudad, en muchos casos. Un crecimiento artificial, creado, impulsado e impuesto por el mercado, el capital, extractor de rentas y depredador de tierras.

El hambre de nuevo suelo es reflejo del hambre de nuevos nichos de acumulación de plusvalías para el negocio financiero inmobiliario

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“Pongamos que hablo de Madrid”, como Sabina. Y preguntémonos: ¿a qué necesidades reales o aspiraciones legítimas responde una macro "operación" en suelo rústico, al norte de Alcorcón? ¿A quién beneficia esa "operación", que no sea a los propietarios de los terrenos y sus socios especuladores? O, más céntrico y visible, ese “Chamartín del Sur” anunciado por el alcalde Almeida. Al parecer iluminado repentinamente y alarmado por la brecha entre norte y sur de Madrid denunciada por la impertinente izquierda. O subyugado por el fuego fatuo del “Chamartín del Norte”.

¡¡¡Qué peligroso es el lenguaje cuando es capaz de tornar un atentado urbano en un proyecto benefactor para todos los madrileños!!! Proyecto que promete miles de empleos y millones de euros a repartir a lo largo de veinte años. Todo resiliente, inteligente, feminista, limpio... Todo limpio, salvo los bancos corruptos, los ayuntamientos benévolos y los jueces que todo lo bendicen, con su culpable ceguera.

Tenía razón mi maestro cuando afirmaba que, más que una recualificación técnica, lo urgente y necesario es un curso de ética para urbanistas

Algún iluso dijo, y se atrevió a escribir, que el urbanismo, para merecer, respeto y credibilidad social, debe estar dotado, al menos, de estas cualidades: unos conocimientos técnicos que garanticen la eficiencia de la ciudad; un compromiso ético con el bienestar de los ciudadanos a los que sirve; y la "artisticidad", un compromiso con la belleza. Si no ostenta estos atributos, el mal llamado “urbanismo” no merece ningún respeto ni credibilidad. Y, menos aún, los llamados "urbanistas", aunque adornen esta titulación con la de "arquitecto urbanista". Así, el urbanismo se ha convertido en el camuflaje del negocio inmobiliario y financiero, y el "arquitecto urbanista" ha acabado siendo el portador del virus y su servil agente transmisor.

Tenía razón mi maestro cuando afirmaba que, más que una recualificación técnica, lo urgente y necesario es un curso de ética para urbanistas. 

Por favor, borremos la palabra "operación" y llamemos a las cosas por su nombre: ESPECULACION OFICIAL.


Reflexiones electorales: Madrid 2023 por Eduardo Mangada

No nos comamos el campo