viernes. 29.03.2024

Reflexiones electorales: Madrid 2023

El mayor recurso de que dispone la ciudad, es la ciudad misma.


Con la frase de “hacer ciudad en la ciudad y con la ciudad” se quiere identificar la naturaleza de un nuevo paradigma en la cultura urbanística, referido al modo de planificación y construcción de la ciudad y el territorio. 

  1. Los vacíos en la ciudad, una oportunidad
  2. Una recalificación urbanística controlada
  3. Vacíos de titularidad pública
  4. Compacidad y esponjamiento
  5. Complejidad y densidad

La sociedad de nuestro tiempo es consciente de que en los países desarrollados y en aquellos en acelerado proceso de desarrollo, la ciudad y la urbanización dispersa han consumido en exceso cantidades muy significativas de suelo rústico (agrícola, forestal, paisajístico) imprescindible para la salud del planeta y de la propia ciudad, por lo que es urgente protegerlo y mantenerlo con buena salud, impidiendo su progresiva y, al parecer, inevitable e incontrolable ocupación por el crecimiento arbitrario de la ciudad.

Los vacíos en la ciudad, una oportunidad

En Europa puede constatarse que en las grandes ciudades existen suelo e infraestructuras suficientes para un desarrollo de la ciudad que, renunciando al crecimiento por el crecimiento, la expansión por la expansión, opte por una política decidida de compleción y recualificación de la ciudad, en el ámbito ocupado por la trama urbana existente.

Así debe y puede entenderse en el caso de Madrid y así debería asumirlo un programa electoral de izquierdas comprometido con la defensa de la calidad medioambiental, el ahorro energético y la sostenibilidad. En la defensa de una ciudad culta y cultivada. Una política y practica urbanística que aproveche las oportunidades que aun ofrece la trama urbana consolidada, con sus vacíos actuales y potenciales, junto a las infraestructuras y servicios existentes, impidiendo una progresiva ocupación de suelo rustico y evitando así el triste ejemplo de la Estrategia del Sureste. 

En los países desarrollados la urbanización dispersa han consumido en exceso cantidades muy significativas de suelo rústico

Para hacer realidad una política así concebida, cobran capital importancia los vacíos existentes que ha ido dejando el desarrollo de Madrid, tanto en su periferia inmediata como en el propio corazón de la ciudad. Vacíos que han quedado como intersticios inacabados o como consecuencia de la desafección de muchas actividades públicas y privadas. 

Vacíos también expectantes, que irán surgiendo conforme vayan decayendo las actividades hoy aun vivas y vayan abandonado los suelos y edificios en que se asientan y alojan. Un proceso que se mantendrá acelerado y ampliado en los próximos años, dado el inevitable cambio en el tipo de las actividades urbanas, sus preferencias de localización, su dimensión y formas de gestión, tanto en la industria como en el sector terciario. 

Estos vacíos deben valorase como un recurso urbano y tener la consideración de un patrimonio público. Su función prioritaria no pude ser la de engordar el negocio inmobiliario, sino la de dar cobijo a nuevas dotaciones, incluida la promoción de viviendas públicas en alquiler, consideras como una dotación más. Nuevos usos que vengan a completar los equipamientos de su entorno y del conjunto de la ciudad. 

Con la misma consideración de vacíos, desde un punto de vista operativo, se entenderán los suelos y aprovechamientos cedidos al ayuntamiento en la proporción que establezcan la ley y el planeamiento. Por tanto, se prohibirá su enajenación en el mercado inmobiliario, debiendo estar destinados únicamente a la promoción de viviendas públicas en alquiler, bien directamente por las administraciones competentes o encomendadas a empresas de carácter cooperativo o fundaciones sin ánimo de lucro. Promociones encomendadas bajo la fórmula de la cesión del derecho de superficie. 

Para hacer realidad una política así concebida, cobran capital importancia los vacíos existentes que ha ido dejando el desarrollo de Madrid

Una recalificación urbanística controlada

Controlar y dirigir el futuro de estos vacíos compete al ayuntamiento, puesto que estas operaciones suponen, por regla general, un cambio de usos o de intensidades de edificación, junto a la exigencia de nuevos servicios e infraestructuras, que están sometidas a su autorización a través de las correspondientes licencias municipales, quedando así garantizada su idoneidad social y viabilidad económica. 

Como garantía de que la autorización municipal responde al beneficio general de la ciudad, cualquier operación sobre estos nuevos suelos o grandes edificios vacantes, deberá ir precedida de una memoria en la que claramente se describan el uso que se pretende, el promotor que la financia (público o privado), así como sus efectos (positivos y negativos) en el entorno inmediato. Memoria que debe figurar como un documento inexcusable, sometido a información pública durante el tiempo adecuado, para que los ciudadanos puedan dar su opinión razonada y formular las alegaciones que estimen oportunas y enriquecedoras. 

Para ello, el nuevo ayuntamiento redactará en los primeros seis meses un catálogo de estos vacíos, indicando su localización, dimensión y destino preferente en el conjunto de la política urbanística. 

Vacíos de titularidad pública

En el caso de los suelos, infraestructuras y edificios públicos, cualquiera que sea la institución u organismo que ostente su titularidad y que sean desafectados de su función actual, pasarán a formar parte del patrimonio público, considerados como un bien común y su destino será siempre el de albergar equipamientos públicos, así como promociones de vivienda pública en alquiler tasado.

Para mayor garantía, el ayuntamiento instará al estado y al gobierno regional para que prohíban por ley su enajenación en el mercado inmobiliario.

La ocupación de los vacíos de la ciudad, actuales o expectantes, supone sin duda una mayor compacidad de la ciudad

Compacidad y esponjamiento

La ocupación de los vacíos de la ciudad, actuales o expectantes, supone sin duda una mayor compacidad de la ciudad, con el riesgo de pérdida de las imprescindibles y adecuadas condiciones de soleo, ventilación, luz e intimidad de sus habitantes. Riegos que podrían considerarse compensados por el mantenimiento de la superficie de suelo rústico, con sus funciones agropecuarias y paisajísticas. Como grandes vacíos que impiden los efectos negativos de la conurbación y garantizan la distancia positiva (la “distancia interesante”, defendida por M. Solá Morales) entre los núcleos urbanos del “archipiélago metropolitana” (F. Indovina). 

En todo caso, la defesa de unas buenas condiciones de salubridad e higiene en la ciudad y de un paisaje urbano no opresivo, exigirá una mayor cultura y pericia profesional en los responsables de la ordenación y edificación de estos alveolos.

Aun así será necesario un proyecto de mayor escala que garantice los espacios públicos abiertos y arbolados que la ciudad requiere. Un esponjamiento de la trama urbana en las ya densas ciudades mediterráneas, que se convertiría en el contenido de un planeamiento especifico como tarea del nuevo ayuntamiento, que puede acometerse sin tener que esperar la formulación de un nuevo Plan General.

Será necesario un proyecto de mayor escala que garantice los espacios públicos abiertos y arbolados que la ciudad requiere

Complejidad y densidad

La potencial capacidad que ofrecen los vacíos de la trama urbana, actuales o expectantes, tienen coma primera finalidad suplir las necesidades ya presentes en la ciudad de hoy (vivienda, equipamientos y servicios). Pero también la de atraer y acoger nuevas personas y actividades, junto a nuevas tipologías edificatorias, que enriquezcan la complejidad del tejido físico y social de la ciudad. Por qué esa complejidad es uno de los indicadores que mejor miden la riqueza de la vida urbana. Y, en última instancia definen la razón de ser de la ciudad.

Complejidad y densidad, pero densidad de intercambios entre personas y actividades, más que una densidad en ladrillos y hormigón y medida en metros cúbicos edificados sobre metro cuadrado de suelo.

Una relación libre y segura, ejercida a lo largo del año con los matices que el calendario y el clima impriman.

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