martes. 19.03.2024

Escribo al hilo de un comentario casual lanzado en un grupo de amigos a través del móvil para dejar claro que, según mi punto de vista, estamos a las puertas de un periodo que va a estar dominado por la falsedad, la violencia y el odio, cosa que me preocupa enormemente.

Las redes a-sociales están llenas de mentiras que no podemos admitir de forma indolente pensando que “da igual”, pues esas mentiras son el preludio del daño personal, el odio, el desprecio y la retroalimentación de grupúsculos que están esperando los clarines que llamen  a la lucha.

Hay que arrinconarlos, silenciarlos, no darles el más mínimo eco a sus mensajes, a sus videos, a sus enloquecidas y perversas mentiras

La tecnología permite muchas cosas buenas, pero también otras muchas que no lo son tanto y que debemos enfrentar con toda nuestra responsabilidad y buen juicio. Si juntamos el potencial completo de la inteligencia artificial, los algoritmos de tercera y cuarta generación a la tendencia natural de dejarnos llevar por el llamado “sesgo de confirmación”, corremos el riesgo de estructurar la sociedad en base a grupúsculos endogámicos y aislados que sólo van a estar manejados por los manipuladores políticos que sepan aprovechar el enorme potencial de estas tecnologías a su favor y a costa de la verdad, el respeto, la sensatez y la concordia.

Cada gesto, cada acción, cada mensaje cuenta en la lucha contra ese pequeño porcentaje de “malos” que habitan los márgenes y que dominan de forma aplastante el uso de las plataformas tecnológicas. Más del 90% de los mensajes de algunas plataformas son lanzados por menos del 15% de sus usuarios, y casi todos ellos, se colocan en los extremos del arco político de cada país envenenando el ambiente hasta hacerlo tóxico y propicio al amotinado levantamiento de sus enfervorizados “creyentes”.

No, no da igual permanecer inertes ante los malos sin levantar la bandera de la lucha y reivindicación de la verdad, la honestidad y la sensatez

Hay que arrinconarlos, silenciarlos, no darles el más mínimo eco a sus mensajes, a sus videos, a sus enloquecidas y perversas mentiras que buscan que el 85% restante de la población, seres normales que sólo quieren trabajar, medrar de forma honrada y que consideran que la democracia es respeto por el que piensa en distintas formas de llegar al mismo objetivo común, acaben entregados a su mismo odio malsano y enfermizo. 

Haríamos bien en hacer caso a Antonio Machado y su sabia forma de actuar:

Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.

A distinguir me paro las voces de los ecos,

y escucho solamente, entre las voces, una.

No, no da igual, ni mucho menos da igual: la pasividad de la mayoría frente al mal siempre ha tenido nefastas consecuencias y hay que ser conscientes de la importancia y la trascendencia de “no colaborar”, de oponerse; de decirle al amigo que eso que ha mandado es falso, que hace daño, que destruye la convivencia y el buen entendimiento entre nosotros.

No, no da igual permanecer inertes ante los malos sin levantar la bandera de la lucha y reivindicación de la verdad, la honestidad y la sensatez. Hay que pensar que, cada vez que se nos escapa el gesto de reenviar un contenido perverso, “ellos” ganan y se alegran pues han conseguido nuestra indolencia y nuestra ayuda.

¿Os suena este poema de Martin Niemöller?

«Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,

guardé silencio,

ya que no era comunista,

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,

guardé silencio,

ya que no era socialdemócrata,

Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,

no protesté,

ya que no era sindicalista,

Cuando vinieron a llevarse a los judíos,

no protesté,

ya que no era judío,

Cuando vinieron a buscarme,

no había nadie más que pudiera protestar».

Nos habla claramente de la dañina pasividad ante el mal y de la necesidad de defender los principios y valores de una sociedad que trabaja por la paz, la justicia, el entendimiento y el avance contra esas fuerzas del mal que sólo buscan el poder a cualquier precio, aunque el precio sea la muerte de la verdad, de la justicia, el entendimiento y de la sociedad democrática que les ampara para que ellos puedan usar las armas de una tecnología avanzada para acabar con ella.

Mis queridos amigos: claro que no da igual.

No da igual