lunes. 29.04.2024
PP_feijoo

El aspirante a presidente de Gobierno, el Sr. Alberto Núñez Feijóo, es un tipo extraño o al menos eso es lo que parece desde tierras castellanas, aunque quizá no tanto desde las galaicas. Y lo es porque dice que quiere alcanzar ese cargo después de haber obtenido cuatro mayorías absolutas en su tierra gallega, pero la impresión que da es que está comprando todas las papeletas para no pisar la Moncloa salvo de invitado. Es el tercer gallego desde la Constitución que aspira al cargo después de el Sr. Fraga y de D. Mariano; el primero no llegó a pesar de que se decía que le cabía el Estado en su cabeza –no estaba mal dotado de torrado– y a D. Mariano le obligó el anterior a aprender gallego y echarse novia o al menos a casarse sin más preludios, porque sin ambas virtudes no podía aspirar en política más que a concejal o cargo menor. Y se ha dicho que tenía retranca gallega, cierto sentido del humor; también de Galicia era D. Camilo, el pesetero premio Nobel, D. Álvaro Cunqueiro –este era un genio– Valle-Inclán, creador del esperpento, y otro fino humorista y gran articulista como fue Torrente Ballester. Pero este Feijóo no ha heredado nada de eso y parece la simpleza detrás de unas gafas: ¿cómo ha podido este tipo ganar 4 mayorías absolutas en esas tierras? Para un madrileño resulta incomprensible, pero aquí ha ganado la Comunidad con mayoría absoluta una analfabeta funcional, con lo cual estamos empatados gatos y galaicos. El Sr. Feijóo dice pretender la Moncloa y, sin embargo, todo cuanto hace y dice parece alejarle de la misma. Veamos algunas cosas, algunos detalles que, uno por uno, parecen anécdotas, pero que todos juntos no parecen eludir esa intencionalidad. Por ejemplo, inopinadamente, no fue al debate a 4 en la televisión cuando parecía obligado políticamente porque cada vez son menos los debates en los medios y sí las entrevistas con periodistas afines o, simplemente, comprados de antemano por sus jefes de cadena. Todos sospechamos que tenía miedo a confrontar con Vox, con la extrema derecha, porque le iba a obligar a pronunciarse sobre la violencia machista, la necesidad o no del Estado de las Autonomías, Europa, el cambio climático, etc., y lo de la lumbalgia era una excusa, por favor, porque para debatir no tenía que coger peso, andar o agacharse. Es cierto, pero no parece razón suficiente para no asistir a estos lances y algunos politólogos de verdad –son más los aficionados al tema que están en los medios– que eso le ha podido costar las elecciones, aunque se olvidan estos estudiosos del arte de la cosa pública de que la cópula con la extrema derecha también ha debido ser un factor casi decisivo. No hubiera tenido ningún problema con Pedro Sánchez como se vio luego en el debate a dos porque este gallego miente sobre datos con tal descaro que para un observador advenedizo en estas cuestiones puede resultar un colador pero no para alguien tan avezado como el Sr. Sánchez. Ahí el actual inquilino de la Moncloa estuvo flojo. Está claro que a Feijóo lo que le produce terror es Vox, sea Abascal o alguno de sus lacayos que salen en los medios, porque le obliga a retratarse políticamente y el gallego parece que no ha dado con su perfil bueno en estas lides. Yo creo que no lo tiene, pero mientras lo busca no se obliga a informarse mejor de los datos y así le pasa a este gallego, que ha convertido la mentira en una práctica política y si tuviera un celemín de talento hasta podría ocupar un lugar en la teoría política.

Otra cosa que ha llamado la atención es la facilidad con que ha consentido a su partido los matrimonios políticos del PP y Vox, permitiendo que estos fascistas de nuevo cuño le marquen la agenda en las Comunidades. Es verdad que con ello ha contentado a sus barones con afán de cargos a cualquier costa, pero a cambio ha despertado a cierta izquierda durmiente que cree que las conquistas sociales y los derechos individuales no lo son de una vez para siempre, lo cual no es cierto. Hasta el Sr. Casado, el mozalbete que se creyó líder del PP, se enfrentó en un momento parlamentario concreto a Abascal y sus secuaces y ello le costó el cargo al no verse correspondido sus deseos en las urnas. Es lo que tiene la política, que puedes jugar bien, hacer buenos regates, dar buenos pases, defender con ahínco, pero si no marcas no ganas y el empate no vale, no suma puntos porque al BOE no se llega dividido.

Otro aspecto es la utilización sistemática de la mentira que ya hemos aludido. Es tan exagerado que hasta los medios de su cuerda ideológica se lo han hecho saber como es el caso de Onda Cero y otros. Y adjunto a esta afición compulsiva que padece este orensano se añade algo tan llamativo que promete cosas que ya están en vigor o cosas cuyo partido ha votado en contra. Resultó irrisorio en su fallida investidura que prometiera subir el salario mínimo al “60% del salario medio” –que es lo que indica la Carta social europea– cuando su PP se ha opuesto sistemáticamente en el Congreso a todas las subidas cuando aún no se ha llegado a esa cifra; hace falta tener cinismo, por ejemplo, para criticar las subidas de las pensiones del Gobierno por insuficientes cuanto el PP se ha opuesto a la subida última del 8,5% y cuando D. Mariano –a la sazón ocupante de la Moncloa– sólo subió el ridículo 0,25% durante 4 años; o señalar el paro cuando se han batido los registros de cotizaciones y cotizantes a la Seguridad Social en el último año, oponiéndose los de la calle Génova a la reforma de la reforma laboral de su propio partido. Tanta incoherencia se reflejó en la señoritinga marquesa de las tres menos cuarto Cayetana Álvarez de Toledo dando dos palmaditas con sus manos y, en cambio, sus compañeros de partido aplaudían a rabiar y sin rubor a su jefe cuando D. Alberto prometía lo de la subida del salario mínimo. En realidad todo lo propuesto por Feijóo es una enmienda a la totalidad de todo lo que ha votado con anterioridad su propio partido. ¿No se da cuenta este gallego de la ciudad gallega sin costa que está haciendo oposición a su bancada? ¿Será que no le resulta suficiente ni satisfactorio pretender ocupar la Moncloa y quiere ser oposición de sí mismo? ¿Querrá acaso dejar tan desquiciado a su propio partido que nadie pueda salvarlo salvo él? Alguien mal pensado podría decir que es rematadamente tonto pero yo eso lo creo exagerado, por lo menos lo de rematadamente.

Más incoherencias: critica al actual presidente de Gobierno que hable o negocie con Junts por pretender este partido la amnistía y un referéndum de autodeterminación y luego manda alguno de los suyos a negociar, perdón, a tantear al partido de la derecha catalana. Con ello toda la crítica al presidente de Gobierno actual se vuelve agua de borrajas, incluso se le viene en contra el agua y las borrajas. Claro que siempre puede decir que ellos, los peperos, tantean opciones y el Gobierno y el PSOE negocian, aunque empleen las mismas mesas, manteles y criterios.

No se puede intentar llegar al BOE sólo negociando con Vox, UPN y Coalición Canaria y tardar 2 meses en la tarea. A cualquier observador novato le resultaría curioso el rechazo que dos partidos tan conservadores en lo económico como son el PNV y Junts no quieran la compañía de otro partido afín ideológicamente como es el PP. Por ello El Sr. Núñez está obligado a hacer ese paripé, pero invertir dos meses en ello no le puede dar votos. Pero quizá los más llamativo fue simultáneamente el agradecimiento de los votos que le prometió el Sr. Abascal, el jefe de la extrema derecha, y la negación del derecho a tener posición política propia a todos los demás; a los nacionalistas e independentistas por serlo, a Bildu por su supuesta vinculación con ETA a pesar de que ninguno de sus representantes en el Congreso tenga ninguna imputación por delito alguno; a los socialistas porque ya no son los socialistas buenos, aquellos de los tiempos de González y Guerra; a Sumar porque son comunistas como si eso fuera verdad salvo un partido de la coalición. Es decir, según este gallego que en tal mal lugar deja a su tierra la mitad de los miembros del Congreso no tienen derecho a serlo porque no le gusta lo que piensan y defienden con la palabra. ¿Acaso no se acuerda el Sr. Feijóo que el Sr. Aznar tuvo que hablar catalán en la intimidad con tal de contar con el apoyo de CiU o que llamó a la banda terrorista ETA “movimiento de liberación vasco” con tal de conseguir lo mismo del PNV? No me puedo creer que el Sr. Feijóo sea tan tonto y tan ignorante, aunque esto último es posible después de lo del nacimiento de Picasso o lo de la Palma y Palma y tantas dosis de analfabetismo que está dejando a la Sra. Ayuso como una doctorando –como dicen allende los mares– en cultura general.

Y es que el Sr. Feijóo sigue mintiendo, dando datos falsos allí donde va. El Sr. Feijóo no tiene gracejo gallego ni retranca, pero sí resultó cómico decir en su intento de investidura que tenía los votos para ser presidente pero que no quería, sin darse cuenta de que para conseguir los apoyos del PNV sólo sería posible si perdiera los de Vox. ¿Acaso se cayó del guindo de esto cuando el Sr. Aitor Esteban, del PNV, se lo recordó en su turno?

Para terminar todas estas ignorancias e incoherencias, el Sr. Feijóo ha seguido insistiendo en que tiene derecho a gobernar por ser la lista más votada, cuando la Constitución no le da ese derecho per se. ¿Es que tampoco se sabe la Constitución? Claro que ello facilitó la réplica de Oscar Puente, del PSOE, cuando le recordó que él también había ganado las elecciones en Valladolid y no era alcalde porque el PP y Vox superaron sus votos, así como todos los gobiernos autonómicos en los que está o estuve el PP sin ser la lista más votada, al igual que en muchos ayuntamientos.  Es como si el Sr. Feijóo hubiera estado sembrando su futuro de mentiras e incoherencias para dejar a su partido en el estercolero político para disuadir a los que intenten desbancarle de su cargo en el próximo futuro.

Y se me olvidaba: al Sr. Feijóo no le importa en absoluto para su carrera política que haya estado de vacaciones en el yate –parecía, eso sí, pequeño– con un narcotraficante que toda Galicia -incluidas las Cíes– sabía que lo era cuando disfrutaban ambos de la fresca brisa gallega en amor y compañía: una nota pintoresca de su currículum, debe pensar el orensano cuando se lo saca a relucir la sediciente izquierda.

Mi conclusión es que el Sr. Feijóo no quiere gobernar en estas condiciones, con estos mimbres, que quiere la mayoría absoluta –a ser posible sin Vox– porque así ha gobernado Galicia creyendo que España es Galicia, como cree Ayuso que Madrid es como toda la nación, o mejor dicho, que toda la nación es como Madrid. La derecha sólo gobierna a gusto con mayoría absoluta en la democracia o tras golpes de Estado (siglo XX) o pronunciamientos (siglo XIX). Es una tradición  a la que el PP no sabe o no quiere renunciar. La otra posibilidad es que el Sr. Feijóo sea tonto de verdad pero que, viendo que una analfabeta funcional como la Sra. Ayuso es presidenta de la Comunidad de Madrid, se pregunte: ¿y por qué yo no?: también puedo ser. Mariano Rajoy tenía algo que era y es a la vez una virtud ética y un defecto político: tenía un cierto sentido del ridículo; Núñez Feijóo no tiene ese problema.

¿Es tan tonto el Sr. Feijóo como parece?