viernes. 26.04.2024

El informe de los expertos publicado por la revista The Lancet, aunque había precedentes para sospecharlo, ha supuesto una desagradable sorpresa, tanto por echar mano de los tópicos y lugares comunes publicados en algunos medios de comunicación, pero sobre todo por lo que supone de descalificación total de la gestión de la pandemia realizada por la OMS y por los gobiernos de la mayor parte de los estados, hecha desde una estrategia de salud pública dogmática y a partir de un prejuicio político, más que de la evaluación técnica que se pretende.

Nadie niega la necesidad de evaluaciones, bien sobre la gestión técnica así como de la política, de un proceso tan global, complejo y de consecuencias catastróficas como es una pandemia de la gravedad de la que hemos vivido. De hecho, la propia OMS ha venido adelantando las primeras conclusiones de la evaluación del equipo multidisciplinar del que forma parte, y en España, primero el parlamento hizo su propia evaluación política, y luego el gobierno y el consejo interterritorial del Sistema Nacional de Salud han nombrado una comisión encargada de la evaluación técnica, con un plazo amplio de elaboración a sabiendas de la magnitud de la tarea. 

Sin embargo, para esta treintena de expertos, resulta que la propia OMS y la gran mayoría de los gobiernos europeos y americanos no estaban preparados, fueron demasiado lentos en su respuesta a la pandemia y prestaron una escasa atención a los más vulnerables. Una suma de fallos masivos que, según ellos, fueron determinantes en la enorme magnitud de la cifra de muertes, muchas de ellas evitables, que en su estudio elevan a un total de más de diecisiete millones. Más que un informe, se trata de una descalificación total, y por tanto más política que técnica, a todas luces desproporcionada. Porque afirmar sin ningún tipo de matices que los diecisiete millones de muertos de la pandemia se debieron a un fallo de gestión masivo y que además se pudo evitar, no solo no es cierto, sino que entra en el género de la desmesura y el disparate.

Más que un informe, se trata de una descalificación total, y por tanto más política que técnica, a todas luces desproporcionada

Como también lo es afirmar, como principal conclusión, que todo se pudo hacer antes y que se pudo hacer mejor, cosa que no solo se trataría de una obviedad si no formase parte de la misma descalificación total de la gestión. Sin embargo, la declaración de pandemia se produjo de manera casi simultánea por parte de la mayor parte de los gobiernos, y también en un primer momento los problemas del estrangulamiento de la cadena de suministros afectaron a todos, como ya ocurrió en pandemias anteriores. Lo mismo se puede decir de la fragilidad de las instituciones de salud pública o de la saturación de los sistemas sanitarios ante el vendaval de la pandemia.

El equipo de expertos de The Lancer pontifica además desde la posición de superioridad de la estrategia denominada de covid cero, por la que asegura que los gobiernos europeos y americanos, “no pretendieron suprimir la pandemia, sino solo ralentizar la circulación del virus". Y según ellos esa fue la razón por la que no se actuó para evitar la transmisión desde el origen de la covid19 en China en los meses de Enero y Febrero, o por la que no hubo suficientes test de detección durante las primeras semanas de la pandemia.

En definitiva, un juicio de intenciones inaceptable en el que se acusa a los gobiernos de la elección perversa de un modelo de gestión perjudicial para sus propios ciudadanos. Algo no muy diferente a la teoría de la conspiración propia del negacionismo. Esgrimen de nuevo el ideal de la erradicación del virus frente a las condiciones concretas de la realidad de cada continente y de cada país, para desde él descalificar la estrategia de control de la pandemia a la que se vio abocada la mayor parte de la humanidad. Todo ello, en contraste con una supuesta excelencia que atribuyen a la gestión de los países del sudeste asiático, con los argumentos que la incidencia y el saldo de muertes a consecuencia de la pandemia, pero sin tener en cuenta ni las experiencias previas ni sus peculiares condiciones sociales y culturales.

Un juicio de intenciones inaceptable en el que se acusa a los gobiernos de la elección perversa de un modelo de gestión perjudicial para sus propios ciudadanos

Por último, consideran que los esfuerzos globales se vieron obstaculizados por la falta de cooperación internacional y por lo que denominan una “epidemia de desinformación”. Es cierto que, en particular, estas cuestiones fueron manifiestamente mejorables, pero tanto el esfuerzo de cooperación como el de información no fueron desdeñables en su contribución para paliar las consecuencias de la pandemia. Por tanto, es cierto que todo se puede hacer mejor, aunque el diablo se encuentre en los detalles, y la propia OMS en su réplica al informe les demuestre con datos que se equivocan en una parte de sus descalificaciones. Otra cosa bien distinta es que la desprotección de los más vulnerables, tanto social como sanitariamente, sea un hecho objetivo, sobre todo en lo que tiene que ver con los países empobrecidos, las diferencias de clase, así como la lentitud del avance hacia la universalidad del acceso a la atención sanitaria y en el objetivo de la accesibilidad universal a las vacunas y los medicamentos. Por último, la propuesta de más OMS pero con reformas y más prevención con menos desigualdad es un absoluto simplismo para el que tampoco haría falta ningún informe.

El esfuerzo de cooperación como el de información no fueron desdeñables en su contribución para paliar las consecuencias de la pandemia

Como conclusión, el grupo de expertos de The Lancet, con la ausencia no menor de cualquier implicado en la gestión pública de la covid, ni como funcionarios de salud pública ni como cargos públicos, lo cual es también una posición frente a la política, consideran que los baremos previos, como el Índice de Seguridad Sanitaria Mundial de 2019, que situaba a muchos países europeos entre los más preparados por su capacidad de detección y respuesta a las epidemias, resultaron ser malos predictores de la pandemia, ya que contra todo pronóstico, la región del Pacífico Occidental fue la mejor. Se trata de otra valoración a posteriori, y todo ello frente a un baremo elaborado por un extenso panel de expertos supervisado por la OMS.

En resumen, una descalificación política y un ejercicio de altanería desde una posición técnica parcial. Aunque lo peor del informe ha sido sin duda que, junto a una descalificación inaceptable y algunas recomendaciones obvias, el informe se permita suscitar dudas sin fundamento sobre el origen zoonótico del virus, sumado a cuestiones obvias como que "es el momento de emprender una acción colectiva que promueva la salud pública y el desarrollo sostenible para poner fin a la pandemia, que aborde las desigualdades sanitarias mundiales, que proteja al mundo contra futuras pandemias y que fomente la resiliencia de las comunidades de todo el mundo", proponga como prioridad que "se identifique el origen de esta pandemia", cuando éste han sido suficientemente investigados y aclarados.

Por último, el estudio no se refiere a la gestión de los países en concreto. Sin embargo eso no ha impedido su utilización política, ya que política era su intencionalidad. A pesar de ello, uno de los expertos agita todos los tópicos de la prensa conservadora en relación a la gestión en España: que si no se cerraron los vuelos con China, cuando ésta no fue la vía de entrada en nuestro país, que si la permisividad con las movilizaciones del ocho de Marzo, asegurando al mismo tiempo que no se debió recomendar llevar mascarillas por la calle ya que la transmisión se produjo sobre todo en lugares cerrados y mal ventilados. Contradicciones tengas.

Lo que entra de nuevo dentro del género del disparate son las críticas a la estrategia de vacunación en España y en Europa, a la que se atribuye haber iniciado su administración muy lentamente

Pero lo que entra de nuevo dentro del género del disparate son las críticas a la estrategia de vacunación en España y en Europa, a la que se atribuye haber iniciado su administración muy lentamente, cuando por el contrario la inoculación se produjo inmediatamente y la cobertura vacunal fue un récord, comenzando además por los más vulnerables, cosa que ha sido puesta de ejemplo por los organismos internacionales de salud pública.

Como colofón, la peregrina acusación de que tampoco tenemos un buen plan de cara al otoño-invierno, porque la gente ni siquiera sabe si debe ponerse una cuarta dosis ni cuándo. Otra muestra más del prejuicio o de falta de información sobre la gestión pública de la pandemia por parte de los gobiernos, cuando por el contrario la comisión de Salud Pública ya había decidido que la campaña de vacunación comience el próximo 26 de septiembre, empezando por los mayores de 80 años y por quienes viven en residencias y, posteriormente, se ampliará hasta llegar a los que tienen 60 años de edad. Y es que la cuarta dosis no está indicada para menores de esta edad que estén sanos.

El informe, como todo juicio catastrofista sobre la gestión de la pandemia, ha contado con una amplia difusión acrítica y también de una falta de respuesta por parte del gobierno. La única réplica contundente ha partido de la OMS, que ha respondido asegurando que en el mencionado informe hay “omisiones clave” y “malas interpretaciones” sobre la gestión de la pandemia del coronavirus.

En resumen, otro informe parcial en el que sobra soberbia y falta equilibrio y realismo. Otra contribución, pero de parte.

Disquisiciones de unos expertos no tan neutrales