martes. 19.03.2024
Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso

El gobierno de coalición PSOE-UP ha sabido sobresanar las crisis sobrevenidas, sanitarias, territoriales, energéticas, con la suficiente sensibilidad social como para cauterizar las múltiples intemperies que habrían podido producirse en amplios segmentos de las mayorías sociales.

Y todo ello, con una oposición instalada en una posverdad o propaganda goebbeliana donde la mentira como argumentario relapso es considerada una marrullería retórica inteligente. Y lo es cuando la finalidad de la política es salvaguardar los intereses de banqueros y oligopolistas.

Mucho antes que la invasión de Ucrania comenzó a subir la factura de la energía a golpe de ápices escandalosos y, como correlato, el precio generalizado de todo ya que la energía cara, aparte de someter a las familias a la pobreza energética, encarece el proceso productivo.

Y entonces aparece la inflación y la necesidad de combatirla, no atemperando la inflación energética sino con el desequilibrio de la economía a favor de los oligopolios y monopolios financieros.

John Maynard Keynes nos advertía que cuando los precios son demasiados altos la tendencia ortodoxa era el dinero caro y la restricción del crédito. Para Keynes, el objeto de la limitación crediticia es quitar a los empleadores los medios financieros para contratar trabajo al nivel existente de precios y salarios.

La política puede alcanzar solamente su fin, según Keynes, por medio de la intensificación del desempleo sin límite, hasta que los trabajadores estén dispuestos a aceptar la reducción necesaria de los salarios monetarios bajo la presión de los hechos. Ya sabemos que Keynes hizo las cosas de otra manera, pero, como todos, a largo plazo, hogaño está, también metafísicamente, muerto.

La política económica catastrófica que lleva el gobierno de Sánchez, según ritornello de los populares, no es sino un instrumento sustantivo para salvar los intereses de las clases populares y medias, por eso es catastrófica para la derecha, ante la conspiration continue de los poderes fácticos para empobrecer a las mayorías sociales y, con ello,  dilatar sus ya enjundiosos beneficios.

Los banqueros han amenazado con constreñir el crédito, pero eso, según hemos visto por Keynes, seguro que lo tienen ya pensado de cualquier manera.

Tranquilizar el caso catalán o la consolidación de una mayoría parlamentaria con las minorías que representan al país real supone, como ha conseguido el gobierno de coalición, un equilibrio democrático superior al constituyente del sistema y, por supuesto, al tolerable por una derecha nostálgica de un  tiempo destinado a pasar.

De nuevo el Partido Popular en el poder supondría la exhaustiva degradación del trabajo, salarios por debajo de la subsistencia, la supresión o constricción de los subsidios a los parados, la precariedad de los escasos empleos, y con ello, la marginación y la exclusión social de los trabajadores, mientras se anuncian rebajas de impuestos milmillonarias.

Como consecuencia, volver a un sistema en el cual el crecimiento económico crea ricos, pero no riqueza. Ni Feijóo ni Moreno aportan nada nuevo en el contexto de la derecha por mucho marketing sobreactuado con que se salpimienten sus roles públicos.

En el caso del presidente de Andalucía es el icono más plástico del gran error de Sánchez y la falta de regeneración del socialismo andaluz. La sonrisa de Susana Díaz, como la del Gato de Cheshire, suele verse cada atardecida por los jardines de la Moncloa.

La derecha catastrófica