La cúpula de Podemos, o más bien lo poco que resta del fulgurante núcleo inicial, continúa enrocándose. Antaño lo hizo en torno a la figura de su máximo e indiscutible líder, Pablo Iglesias, y ahora lo hace alrededor de Irene Montero. El primero forzó nuevas elecciones varias veces creyendo poder mejorar sus resultado y fue menguando paulatinamente sus escaños. Apartó a su tándem habitual, Íñigo Errejón, por tener otras ideas. También consideró una traición que abandonará el periodo para formar otro. Ambos compitieron en Madrid con el resultado que se conoce.
Acaba de abandonar sus cargos Nacho Álvarez, que se vuelve a la universidad pidiendo ser ministro de nuevo gobierno. Debe reconocerse que Podemos parece una centrifugadora y expulsa de sus filas a los elementos más valiosos o cuando menos a quienes consideran su compromiso político por encima de sus ambiciones personales. La lista va siendo muy abigarrada. Lejos de cuestionarse por qué ocurre todo eso, la dirección actual de Podemos opta por victimizarse y declararse la única izquierda genuina, personificada en que Irene Montero conserve “su” cartera de igualdad.
Alguna ve deberían mirarse al espejo y preguntarse si no habrán cometido algún que otro error. Quizá dentro de un tiempo y con mayor perspectiva histórica incluso sean capaces de hacerlo. De momento Mónica García podría ser ministra e Iñigo Errejón ocupar la cartera que se ha ofrecido a Podemos. Es muy probable que pasen al grupo mixto dentro del parlamento y operen como una opinión interna dentro de Sumar. Se presentarán a las europeas por su cuenta y cabe pensar que Irene Montero encabezará la lista, como si necesitara no dejar de tener algún pingüe ingreso permanente por su carrera política y careciera de una profesión alternativa. Poca igualdad hay en que su caso personal sea enarbolado como una cuestión de principios. Así No se puede llegar muy lejos.
