miércoles. 24.04.2024
andalucia

Sobre las elecciones al Parlamento andaluz de este 19 de junio lo primero que hay que decir es que 2.197.000 andaluces han votado, bien al PP, bien a Vox, bien a Ciudadanos, lo cual supone que un porcentaje de estos votantes, que son asalariados y pensionistas, han votado al partido que en 2012 dejó a los asalariados sin convenios y que durante 4 años solo subió el 0,25% las pensiones, o bien han votado a los otros dos partidos que apoyaron esas reformas y medidas en el Congreso. Y por ello hay que felicitar a estos tres partidos de la derecha, porque han conseguido que votantes asalariados y pensionistas hayan votado –o se hayan abstenido– contra sus intereses económicos. No es un mérito menor, que diría el diletante gallego.

También han votado a favor de la privatización de la educación pública y la sanidad pública, puesto que desde que llegó el Sr. Moreno Bonilla no ha hecho más que deteriorar ambas con el fin de potenciar la educación privada y concertada y, en mayor medida si cabe, potenciar también la sanidad privada. Y no solo han votado los que “han votado”, sino los abstencionistas, que votan por omisión al gobierno que salga del juego de mayorías y minorías en los parlamentos. Y debemos respetar estas decisiones por más que resulte sorprendente que en la comunidad de los “señoritos”, del rocío para señoritos y de las cofradías reaccionarias, una parte importante de los pensionistas y los asalariados voten a los mismos partidos que votan los señoritos satisfechos. Los estudios socioelectorales indican que los niveles de renta y riqueza juegan un papel importante en el voto, no en cambio cuál es tu relación contractual en el trabajo o si ya no estás en activo. Y también indican una fuerte abstención de los más pobres.

El PSOE se ha dejado 127.182 votos respecto a las elecciones del 2018 y los dos partidos a su izquierda que son Por Andalucía y Adelante Andalucía han sumado 429.658, dejándose 155.000 votos respecto a Adelante Andalucía del 2018 (584.040 votos). Dicho de otra manera, los tres partidos de izquierda han perdido 282.182 votos de un total de 3.710.509 votos emitidos. Es verdad que el PP ha aumentado su cosecha electoral en 831.634 votos, pero es que Ciudadanos se ha dejado respecto al 2018 la cifra de 540.501 votos. Dicho de otra manera, el PP y Ciudadanos del 2022 han aumentado sus votos en 291.133 respecto al 2018. Y a eso hay que añadirle que Vox ha aumentado su recolección del 2018 en 97.325 votos. El voto del PP representa el 42,6% de los votos emitidos, pero la ley D'Hondt y los diferentes tamaños de las circunscripciones le dan la mayoría absoluta. La conclusión es que, en términos socio electorales, la izquierda sufre un revés pero no una debacle, por más que los medios de derechas y de extrema derecha los presenten como un varapalo ¡a Sánchez! En realidad nada ha cambiado en Andalucía desde el punto de vista de la gobernabilidad, puesto que Moreno Bonilla gobernaba con el perrillo faldero que era Ciudadanos y ahora lo ha mandado a la perrera. Otra cosa diferente es que hubiera necesitado a Vox para la investidura y para sacar leyes en el Parlamento andaluz.

Ahora toca a la izquierda sacar conclusiones. La derecha no lo necesita porque ya está en el poder en Andalucía, en Galicia, en Madrid, en Castilla y León y en alguna otra Comunidad de menor tamaño. Tenemos que desechar que sea la economía la causa de la bajada de la izquierda puesto que el Gobierno de coalición ha conseguido situar en cifras récord el empleo, las cotizaciones y los cotizantes, los ERTES han sido un éxito, han aumento también los contratos indefinidos –es verdad que contando como tales y como siempre los de tiempo parcial y fijos-discontinuos–, consiguió la excepcionalidad ibérica para contener la tarifa energética respecto de lo que ocurre en Europa, ha devuelto los convenios a los asalariados, a los pensionistas se les ha subido sus pensiones de acuerdo con el coste de la vida, ha aumentado el salario mínimo este año dejándolo en 1.000 euros en 14 pagas (por 14).

El PP ha triunfado porque para la derecha política la desigualdad es una virtud y no un defecto

Dos puntos negros: la inflación, pero esta es importada; también los precios de la energía a pesar de las medidas. Además el turismo y la restauración van a todo trapo y todo indica que superarán el nivel anterior a la pandemia (2019). Y, por supuesto, la desigualdad, pero eso no es cuestión de días, ni de meses, sino de lustros, con políticas de verdad de izquierdas. Es verdad que aquí el PSOE ha fracasado y el PP ha triunfado, porque para la derecha política la desigualdad es una virtud y no un defecto. El punto negro, verdaderamente negro de lo anterior, es la capacidad de la derecha y de los medios de comunicación de negar todo lo anterior con mentiras y engaños. Cada Autonomía tiene su autonomía socioelectoral, sus causas: Galicia es una región muy conservadora, pero en las ciudades se vota mucho a la izquierda; en Castilla y León, tierra de campesinos propietarios, aunque Valladolid tiene alcalde socialista; en Madrid, efecto capitalidad, dumping fiscal, renta relativamente alta, y Andalucía, cuna de la pintura española, allí triunfó el golpe franquista, región de señoritos como el sonriente Arenas, tierra de señoritos a caballo, pero también de revueltas campesinas –“andaluces de Jaén, aceituneros altivos”–, cofradías, procesiones, rocío y macarenas, ahora se decanta con sus votos y abstenciones por aquellos que la sometieron –“¿de quién, de quién son esos olivos?”–, abandonando políticamente a los que no hicieron lo suficiente para cambiarlo.

¿Entonces qué es lo que motiva a una de las Comunidades más atrasadas a dar el voto a los que confían solo en el mercado para resolver problemas? No creo en el mantra, el tópico del desencanto, porque si los asalariados y pensionistas que ahora han votado –o se han abstenido– contra sus intereses sintieran así tienen opciones a la izquierda del PSOE para depositar sus ansias, pero no lo han hecho. Sí creo que se está consolidando en España el voto egoísta y de búsqueda de privilegios (voto de derechas) frente al voto de la solidaridad y la justicia (voto de izquierdas) por el efecto demostración de Madrid, por el dumping fiscal de Madrid. Los ciudadanos, incluso muchos que se sienten de izquierdas, quieren una fiscalidad como Madrid pero un gasto público como el que da el Gobierno de la nación. Lo cual es un imposible, pero el problema no es de conocimiento sino de egoísmo. Y la culpa de ello la tiene la fiscalidad y financiación del Estado autonómico mediante impuestos propios, cedidos y compartidos, que permiten que las autonomías de derechas compitan en bajar los impuestos porque prevén poder echar la culpa al Gobierno de la nación dada la ignorancia aún sobre las competencias de la Autonomías, tanto en términos de ingresos como de gasto. Yo me he encontrado farmacéuticos que no se habían enterado de que las competencias también farmacéuticas están transferidas a las Autonomías en muchos aspectos. El propio PP intentó echar la culpa de la actuación criminal de la Sra. Ayuso en las residencias de mayores a Pablo Iglesias, que fracasó porque el propio Consejero de la Comunidad de Madrid –de Ciudadanos– dimitió por tales pretensiones. Si el PP se atreve a tanto, a esa mentira tan criminal como la propia actuación de la Sra. Ayuso, es porque confía en la capacidad de engaño de sus huestes y políticos. En USA o en Alemania –países federales– es mucho más difícil que eso ocurra porque llevan siglos en democracia, pero en España no y el Estado autonómico tiene poco más de tres décadas.

Pero, como queda dicho, no es solo un problema de conocimiento sino de egoísmo: pagar menos que los demás pero sin disminuir las prestaciones públicas es el lema del PP si es capaz de endilgar al Gobierno de la nación el gasto y la responsabilidad de los servicios públicos y a las Autonomías la fiscalidad a la baja. Dicho de otra forma, votadme a mí, al PP, que yo haré –por arte de birlibirloque– que paguéis menos y tengáis más servicios públicos y, si no lo consigo, la culpa es de Sánchez, como si parte de los ingresos fiscales fueran competencia de las Autonomías y no el gasto, que lo sería del Gobierno de la nación. Desde este punto de vista, esta distorsión insoportable, el Estado de la Autonomías en España es un fracaso, un rotundo fracaso. Parece obligado cambiar todo esto y, también, educar a los ciudadanos en todo esto: qué es el Estado, qué es la Administración, cuáles son las competencias de Administración Central del Estado, de las Autonomías, de los ayuntamientos, de las diputaciones, de los cabildos, como se financian, etc.

En España no es posible una coalición pre-electoral con el PSOE porque este partido se ha consolidado como partido socialdemócrata al estilo alemán o nórdico

Otra posible causa es la división de la izquierda a la izquierda del PSOE. Ese es un lujo pequeño-burgués que no se pude permitir por más tiempo. Y no solo por el efecto D'Hondt y demás, sino por lo desestimulante que puede ser una izquierda dividida, que siempre es indicativo de intereses, motivaciones personales, de egos mal curados, de machos-alfa entre bambalinas. En España no es posible una coalición pre-electoral con el PSOE porque este partido se ha consolidado como partido socialdemócrata al estilo alemán o nórdico, partido que en lo económico fue neoliberal y que ahora intenta ser al menos socialdemócrata con Pedro Sánchez, pero no más. Y eso da oportunidades programáticas a ese único partido –así debiera ser– a la izquierda del PSOE para ser distinto del socialista en temas laborales, de educación pública, ecológicos, derechos civiles, política exterior, migración, lucha contra la desigualdad, memoria histórica, etc., en los que el PSOE nunca acaba de rematar con coherencia y decisión. Así hemos visto que se ha hecho una contra-reforma laboral pero no una derogación de la reforma laboral, apenas se ha tocado “la ley mordaza”, no se han renovado tribunales ni CGPJ cuando tiene el Gobierno competencias y mayoría parlamentaria para ello, se ha conseguido la excepcionalidad ibérica pero es insuficiente aún para contener la factura de la luz y el gas, las Autonomías siguen potenciando y creando universidades privadas, lo cual es una contradicción en los términos y no debieran existir o, al menos, perder la condición de universidad, no se está haciendo nada en la práctica para acabar con la fiscalidad autonómica potenciadora del egoísmo y el privilegio del electorado, la enseñanza concertada distinta de la pública es alimento del egoísmo ciudadano, etc.

Una causa más tiene que ver de nuevo con el Estado autonómico, que hace que la izquierda de ámbito nacional necesita de un partido pequeño-burgués como es ERC, que es de izquierdas siempre que no esté en juego expectativas electorales nacionalistas, independentistas. Entonces ERC compite con posturas de derechas con JpC, es decir, con la derecha catalana de toda la vida. Y la necesidad de que el Gobierno de coalición cuente con el apoyo de la minoría catalana es una lluvia fina que va menguando las posibilidades de la izquierda real. Incluso el PP –la derecha en general– intentan de continuo resucitar el cadáver del terrorismo porque es consciente de los cientos de miles de votos que les ha reportado la existencia de ETA en el pasado. Por ello vemos que la derecha y los tabloides reaccionarios escritos de derechas como son el ABC, el Mundo y la Razón critican cualquier ley que saque el Gobierno y/o el Parlamento, independientemente de su contenido. El caso más escandaloso últimamente es la crítica desde la derecha mediática del cambio de postura del Gobierno respecto al contencioso saharaui.

No hay un giro a la derecha en el planeta como hemos visto en el próximo pasado en USA, Alemania, Perú, Chile, Honduras, ahora Colombia, quizá próximamente en Brasil, en Italia ya no gobierna Salvani y en Francia Macron ha perdido la mayoría absoluta de su partido. Sí hay una derechización de la propia derecha hacia la extrema derecha. El único punto negro es Putin, un aliado de las extremas derechas, un nacionalista reaccionario de la peor especie. El neoliberalismo intervencionista a favor de empresas y sistemas financieros ha sido el último capítulo de una ideología que, volverá a renacer, pero ya no será la misma. El BCE ya ha escarmentado de su neoliberalismo en la crisis comenzada en el 2017 en USA y repercutida en Europa y en otros continentes, y está resistiendo ante las voces conservadoras que pretenden arreglar la inflación simplemente con aumentar los tipos de interés hasta que muera la enfermedad pero también el enfermo. Sabe ahora que el monetarismo ha vuelto a fracasar porque estamos ante una crisis de oferta de algunas materias primas y productos agrícolas y no ante excesos insoportables monetarios.

Un problema en España es la falta de tradición democrática que hace que los ciudadanos tengan un bajo nivel intelectual político. En nuestras vidas influyen muchas cosas: nuestras herencias, nuestras decisiones, nuestras circunstancias orteguianas, etc., y… el BOE, es decir, la política. El nivel intelectual político es la capacidad de discernir lo que nos pasa entre las diversas causas de la que podemos tener margen de actuación de aquellas circunstancias que vienen dadas por las decisiones de nuestros gobernantes. Todos hemos oído aquello de que “todos los políticos son iguales”, frase empleada no siempre por los abstencionistas –sería lo coherente– sino por votantes de derechas. Mencionaba antes la increíble pretensión del PP de Madrid de hacer responsable a Unidas Podemos de la decisión criminal de la Sra. Ayuso de trasladar a los residentes de pago de las residencias a la sanidad pública o privada y de no hacerlo con las públicas. Eso es precisamente porque el PP confía en esa baja capacidad intelectual en lo político de los ciudadanos en general y, sobre todo, de sus posibles votantes. Esa capacidad no se adquiere estudiando de forma reglada simplemente –aunque estudiar nunca está demás– sino con la lectura crítica y cotidiana de los medios de comunicación durante años. Eso ya lo intuía Franco en aquella frase mítica: “usted haga como yo, no se meta en política”, siendo el jefe del Estado, sin dejar por ello de ser un sanguinario dictador.

La izquierda a la izquierda del PSOE tiene que reflexionar y caer en la cuenta de que el estado autonómico en España es una baza de derechas

Creo que la izquierda a la izquierda del PSOE tiene que reflexionar y caer en la cuenta de que el Estado autonómico en España es una baza de derechas porque permite potenciar el egoísmo de los ciudadanos y de que la permanente reivindicación independentista de los dos partidos pequeño-burgueses de Cataluña –JpC y ERC– no hacen más que potenciar a la derecha del resto del país. Y el primer problema tiene solución, el de la fiscalidad y gasto autonómico, su fiscalidad, el reparto de ambos entre competencias autonómicas y nacionales. El segundo problema, como dijo Ortega, no tiene solución por más que se diera cuenta de ello Miguel Roca –uno de los padres de la Constitución– cuando aquello de “café para todos”, criticando el acceso a los estatutos de lo que hoy son las Autonomías. Tenemos que darnos cuenta de que las reivindicaciones nacionalistas en su fase independentista solo son ciertas y coherentes en Euskadi y Cataluña; en Galicia, Canarias y Andalucía son solo instrumentos de la derecha para desgastar a la izquierda, porque los ciudadanos de estas autonomías no quieren la independencia ni nada que se le parezca, sino todo lo contrario: quieren el cobijo y la teta del conjunto del país porque sus ciudadanos o son más pobres, o se sienten más pobres, o se sienten desprotegidos de la Administración Central: Finisterre –fin de la tierra– en Galicia, insularidad en Canarias, falta de industria en Andalucía. En cambio, en Euskadi y en Cataluña el Ebro no es un problema sino, en todo caso, lo es porque no les separa lo suficiente del resto de la península; tampoco hay efecto insularidad en las Baleares.

O la izquierda reformula el Estado autonómico, sus competencias, su fiscalidad, o la derecha pasará a la izquierda utilizando el Estado autonómico como ariete aunque nunca haya creído en él. Recordemos que AP –el PP es su herencia– no voto el título VIII de la Constitución y que Vox quiere acabar simplemente con este incipiente estado federal, que se ha quedado en mitad de un puente que los legisladores del PP y del PSOE no han sabido o no han querido asentarlo con todas sus consecuencias.

Andalucía: elecciones, estado autonómico y fiscalidad