jueves. 28.03.2024
Juanma Moreno
Juanma Moreno celebra el triunfo en la noche electoral.

Los resultados de las elecciones autonómicas en Andalucía han sido claros y rotundos. Hoy hay más andaluces que desconfían de la izquierda que los que había en el año 2018. El conjunto de lo que podríamos llamar partidos de las derechas (PP, VOX y Ciudadanos), han obtenido 862.000 votos más que los obtenidos por los partidos de la izquierda (PSOE, AA y PA), incrementando la diferencia que había hace cuatro años, que era de 112.000 a favor la derecha. En definitiva 750.000 personas han girado hacia su derecha, la inmensa mayoría procedentes de Ciudadanos, pero también una parte considerable de los votantes socialistas, mientras que posiblemente una parte del voto de la izquierda alternativa, hartos de las divisiones, se ha refugiado en el PSOE.

El éxito del PP, que más que duplica sus votos y sus escaños es impresionante y se apoya en un acertado mensaje de Juan Manuel Moreno y su equipo, que han conseguido cuatro importantes objetivos, alcanzar la mayoría absoluta con holgura, engullir casi totalmente a Ciudadanos, frenar el crecimiento de VOX y conseguir un porcentaje de antiguos votantes socialistas; y de paso ayudar a Núñez Feijóo en su camino a la Moncloa, previa moderación del mensaje del PP estatal y de los diversos PP autonómicos. 

Es cierto el relativo parón de VOX, que crece “solo” 97.000 votos, pero no podemos obviar que cerca de medio millón de votos andaluces han apostado por una candidata extremista y encima “cunera”.

Y lo más preocupante es el desastre de la izquierda alternativa y dividida, que pierde más de la mitad de sus escaños y 134.000 votos, el 23%.

Teresa Rodríguez, una estupenda agitadora política en la más pura tradición del trotskismo izquierdista y del anarquismo andaluz, se siente feliz por pensar que ella ha sido principal artífice del frenazo de VOX y no parece muy preocupada porque su papel en el futuro Parlamento andaluz y en la propia sociedad andaluza sea totalmente irrelevante. Teresa y los suyos no han movido un dedo para lograr una candidatura unitaria con los restos de Podemos e Izquierda Unida, seguramente muy quemada por el comportamiento sectario que con ellos han tenido en la pasada legislatura. Sería deseable una cierta reflexión autocrítica por ambas partes, pero soy muy escéptico al respecto.

La coalición encabezada por Inma Nieto, bajo el título tan descafeinado de “Por Andalucía”, tras un parto confuso y a trancas y barrancas, en mi opinión se ha equivocado de mensaje. Centrar su objetivo en representar al feminismo, a los colectivos LGTBI y al ecologismo, desde planteamientos radicales, así como en denunciar un futuro pacto PP-VOX, les colocaba de entrada en un papel de minoría, alejada de las preocupaciones e intereses de la mayoría de la población y por supuesto muy distante de lo que al parecer pretende poner en marcha Yolanda Diaz.

El PSOE también apostó por perder las elecciones (tras haberlas ganado en el año 2018), con un candidato poco ilusionante y un mensaje de denuncia más que de propuestas. Las caras de quienes comparecieron en la rueda de prensa en la noche electoral eran muy elocuentes del desfonde de los que han gobernado décadas en Andalucía y ahora no saben muy bien qué ofrecer a la ciudadanía andaluza.

Así las cosas, en la izquierda ya llevamos tres buenos batacazos seguidos, Madrid, Castilla y León y ahora Andalucía. Es verdad que no se deben hacer extrapolaciones mecánicas entre las elecciones autonómicas y las estatales, pero las perspectivas son cada día más preocupantes para la continuidad de un gobierno progresista.

Para empezar el equipo de Pedro Sánchez sigue sin conseguir contrarrestar la durísima ofensiva de la oposición, de la mayoría de los medios de comunicación y de las redes sociales. Los mensajes de la derecha calan y calan en buena parte de la población, que está asumiendo verdades, medias verdades y sobre todo muchas fake news sobre las políticas del gobierno y de la realidad económica, social e internacional de nuestro país.

En la izquierda estamos perdiendo la batalla de la comunicación, de las ideas y propuestas de avance y progreso de nuestra sociedad. El aire fresco que en su día aportó el 15-M, prácticamente ha desaparecido ante la opinión pública. Los portavoces y principales ministros y ministras resultan poco convincentes y sus mensajes sin fuelle o poco creíbles. A pesar de los numerosos y notables avances legislativos, la gestión del día a día no se sabe explicar con detalle y de forma comprensible para el común de la gente.

Y en este contexto, la ministra Yolanda Diaz, que une una brillante gestión, un talante cercano y amable y un mensaje constructivo, no lo tiene nada fácil. Sin una organización claramente identificada con ella, sin aliados suficientemente solidos (con Ada Colau y Mónica Oltra muy deterioradas e Iñigo Errejón bastante desdibujado), sin terminar de definir sus propuestas políticas y con el tiempo jugando en su contra, puede ver frustradas sus posibilidades de movilizar los millones de ciudadanos que se necesitan para dar continuidad a un gobierno de progreso.

Menos mal que este domingo nos ha traído buenas noticias desde Colombia y desde Francia. En el primer caso la izquierda ha llegado por fin a la presidencia de la república tras muchas décadas de marginación y persecución, respondidas con violencia guerrillera. A su vez nuestros vecinos franceses han reconocido el esfuerzo unitario de una izquierda diversa y durante mucho tiempo enfrentada, dándoles unos buenos resultados parlamentarios. Son dos ejemplos, que, respondiendo a realidades muy distintas a la nuestra, si pueden ayudarnos a la izquierda española a tirar para adelante.

Hoy más andaluces desconfían de la izquierda
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