viernes. 26.04.2024
feijoo

No recuerdo haber leído nada sobre la importancia de la formación de los presidentes de Gobierno y poco sobre la importancia de la formación supuestamente intelectual de los políticos. El mismo Keynes advirtió de la dependencia de los políticos de los economistas aun cuando no fueran conscientes de ello. Sabemos que lo intelectual y lo político es siempre un matrimonio mal avenido cuando no un divorcio permanente. Recordemos la formación de los presidentes de Gobierno españoles de la democracia: Suárez, González, Aznar, Zapatero y Rajoy eran leguleyos, de Derecho; Calvo Sotelo era ingeniero y tocaba el piano, Sánchez es economista y el aspirante ahora del PP al cargo vuelve a ser de Derecho, de nuevo leguleyo.

No digo que juristas porque ninguno de ellos han demostrado nivel intelectual en la materia para merecer tal calificativo. Es verdad que González y Aznar se manejaban en la economía en su fase descriptiva, tenían buena memoria, pero nada más, incapaces de hacer análisis económico. Rajoy y Zapatero los de peor manejo, pero a Rajoy se le veía más el plumero. Por ejemplo, el gallego creía que cuando él llegara a la Moncloa a la economía le iba ir mejor por ser de derechas; decía aquello de “generar confianza”: creía que con eso los inversionistas españoles y foráneos se volverían locos invirtiendo más o, al menos, significativamente más. Fracasó. Es más, prometió bajar los impuestos para ganar votos y también fracasó: fue el Gobierno que produjo la mayor subida de impuestos, que lo sepan los posibles votantes del PP.

Es verdad que no parecía ni parece que a sus votantes –a los del PP– les importe que les mientan porque es verdad que, al menos a los votantes de derecha que no son ricos ni medianamente ricos, no les importa que les prometan lo imposible: mejorar los servicios públicos y bajar los impuestos. Al menos eso dicen las encuestas en Andalucía, porque si ganara la derecha en esta autonomía será porque parte de los asalariados y pensionistas de rentas precisamente no excepcionales han votado esa opción. Al fin y al cabo los más pudientes, incluso aunque no sean ricos, pueden pagarse la sanidad y la educación privadas con sus dineros y patrimonios. Esto no es un problema para la izquierda; sí lo es que asalariados que no llegan a los 2.000 euros de media al mes voten a la derecha; sobre todo es un problema para ellos mismos. Lo mismo podría decirse de los pensionistas, de la mayoría de ellos, porque el Sr. Rajoy en el gobierno les subió el 0,25% durante 4 largos años. Pero volvamos al tema.

Rajoy demostró con sus promesas y sus políticas económicas que nunca logró descifrar los arcanos de la economía: del tema fiscal ya queda dicho y de lo demás fue terrible: aumento de la deuda pública en 350.000 millones, se gastó los 70.000 millones del fondo de reserva de la Seguridad Social (la hucha de las pensiones), hubo rescate europeo mediante un crédito de 100.000 millones que para el ministro Guindos era un “crédito en condiciones ventajosas”, prima de riesgo desbocada cuando llevaba más de un año de gobierno, aumento terrible de la desigualdad –para el PP esto no es un fracaso sino un éxito–.

En cuanto a Zapatero su problema no fue no dominar esos arcanos sino plegarse ante la Merkel y Bruselas congelando las pensiones y los sueldos de los funcionarios en el 2011. También inició una pequeña reforma laboral, que fue pequeña comparada luego con la que hizo Rajoy en el 2012.

Siempre hay dos alternativas: una política económica que mejora a la mayoría y otra que mejora a la minoría más pudiente

Tanto Rajoy como Zapatero se fueron de la Moncloa sin haber entendido nada de lo que pasaba: para ellos prima de riesgo, agencias de calificación, hipotecas subprime, mercados de futuros, austeridad expansiva, multiplicadores, etc., era mero lenguaje económico, jerga económica con la cual los economistas con título se convertían en meros chamanes y pitonisos rellenando cuartillas en medios de expresión. Pero su no entendimiento perjudicó a la economía: Rajoy practicó la austeridad y España ha tardado una década en recuperar el empleo que ahora, desde el 2019 y con otra política económica, se ha tardado solo dos años. Con Zapatero también se cayó en esa malhadada austeridad y no sirvió de nada su congelaciones sino todo lo contrario, porque frenó la demanda vía rentas cuanto tanto hacía falta. Siempre hay dos alternativas: una política económica que mejora a la mayoría y otra que mejora a la minoría más pudiente.

Y ahora viene el Sr. Feijóo y parlotea de economía como si alguna vez hubiera entendido de ella. Le puede dar clase su colega gallego Abel Caballero, que éste de eso sí sabe. Para empezar ya confunde el pepero prima de riesgo con tipos de interés; más aún y peor: ahora promete ¡bajar los impuestos para frenar la inflación! Que alguien le diga por favor que eso es una contradicción aunque eso le de votos. ¿Se imagina el lector con ese bagaje económico al Sr. Feijóo hablando en una conferencia de presidentes y jefes de gobierno en la UE? Con Rajoy por provinciano y con Zapatero por falta de inglés nuestra cuota de ridículo en Europa ya está cubierta.

Si el actual inquilino de la Moncloa se da cuenta –y creo que se dará– de los desconocimientos del gallego pretendiente a la Moncloa lo puede dejar en ridículo lo mismo que hizo el Sr. Borrell cuando en un debate el Sr. Álvarez Cascos –a la sazón secretario general del PP– confundió déficit con deuda publica.

Es verdad que para el PSOE y el resto de la izquierda el Sr. Feijóo puede ser un chollo dialécticamente, pero: ¿y qué pasa si llega a la Moncloa? Ya hubo algún pretendiente a la Moncloa que salió escaldado en sus pretensiones por mor de alguna moción de censura fallida –¿recuerda el lector al Sr. Hernández Mancha?–, porque un tonto y de derechas con poder es un doble peligro y no sé si más por lo primero que por lo segundo. Ya lo hemos visto con Rajoy, que perjudicó al país sin que la mayoría de las empresas se beneficiaran por el estancamiento de la demanda. También lo es uno de izquierdas que solo lo sea de pico y con el mismo desconocimiento.

Atravesamos momentos delicados. Es verdad que las cifras económicas actuales son mejor que las que se podían esperar, con mejoras del empleo, cotizantes y recaudación fiscal, pero el toro de la inflación hay que torearlo bien, sin entrar a descabello prematuramente, evitando en todo momento sus “cornás”.

Sr. Feijóo, que sepa usted que la inflación actual no es de origen monetario aunque haya que subir al final medio punto los tipos de interés; tampoco es una inflación keynesiana por el lado de la demanda, sino que es una crisis de suministros de algunas bienes de primera necesidad y de algunas materias primas y que, cuando ello se reponga o se reequilibre, la cosa de los precios volverá a su cauce aunque por el camino nos hayamos dejado algunos pelos en la gatera en términos de renta per cápita. No sea usted provinciano y nos diga –como algún compadre político suyo– que la culpa de la inflación actual la tiene Sánchez, no haga el ridículo tan temprano.

Sr. Feijóo, está en sus manos y en sus influencias que las autonomías gobernadas por ustedes dejen de deteriorar la educación y la salud públicas, mejoren la cuestión de la dependencia y colaboren en la lucha contra la desigualdad. Tienen para ello competencias las autonomías, tanto por el lado de los ingresos (impuestos propios, cedidos y compartidos) como por el lado del gasto.

Sr. Feijóo, “vaya a las cosas” y aminore en lo posible las mentiras y engaños de su partido, que para ganar votos sirven pero para gobernar no.

Feijóo y la economía: un oxímoron