lunes. 29.04.2024

Acabo de leer el libro de Jorge Dioni López, El malestar de las ciudades. Privatización, turismo, vivienda, especulación, tráfico…Por qué es cada vez más difícil vivir en las ciudades (2023). Ya pude leer otro libro suyo de 2021 La España de las piscinas. Cómo el urbanismo neoliberal ha conquistado España y trasformado su mapa político, en este hace referencia a la aparición de chalets y/o urbanizaciones cerradas como principal modelo con el que se han expandido las ciudades desde el boom inmobiliario. Sus habitantes se sienten ricos por bañarse en la piscina o llevar a sus hijos a un colegio concertado y, cuando llega el fin de semana, agarran el coche y van al centro comercial tras haber visto una película franquicia. Estos no votan a las izquierdas, sobre todo lo hacían al color naranja. Resume el sentido del libro Enric Juliana: “La España del pelotazo creó un sueño: vivir fuera de la colmena”.

Lo fundamental de estas líneas está basado en el libro antes citado El malestar de las ciudades, aunque también incorporaré algunas otras consideraciones personales y de algunos otros autores. En la contraportada, Jorge Dioni, explica con claridad el mensaje. ¿Por qué se va la gente de las ciudades? Porque la echan. Una multitud de factores, desde el precio de la vivienda hasta los efectos del turismo, empujan a las personas a abandonar los espacios urbanos concentrados. Poco a poco, las ciudades se vacían y envejecen. Lo extraño es que no lo notamos, porque el flujo constante de personas nos hace sentir que todo está lleno, en especial los centros históricos, reconvertidos en parques temáticos. El rentismo ha sustituido a la producción. La ciudad está en venta, se han convertido en una mercancía, neoliberalismo de libro, a la que hay que sacar la máxima rentabilidad, de la que se benefician unos pocos en perjuicio de los residentes, que son expulsados.

El rentismo ha sustituido a la producción. La ciudad está en venta, se han convertido en una mercancía, neoliberalismo de libro, a la que hay que sacar la máxima rentabilidad 

Los ciudadanos se alejan de las administraciones públicas porque estas pasan de ellos. Estas están al servicio de unos pocos. Un ejemplo puntual. Segundo revés judicial para Almeida por el caso de la cocina fantasma que durante meses amargó las entradas y salidas al colegio de cientos de alumnos del CEIP Miguel de Unamuno. El Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) ha dictado sentencia sobre la licencia que concedió a un local situado en el número 8 de la calle Alejandro Ferrant, en el que operaban varias cadenas de comida a domicilio. En su auto confirma la ilegalidad del permiso y que este espacio nunca tuvo que haberse puesto en marcha. El fallo judicial lo han dado a conocer el AFA del colegio, que judicializó el caso ante el permiso concedido por el Ayuntamiento de Madrid y su negativa a cortar las alas a una actividad que arrojaba humos sobre el patio de alumnos y consideraban peligrosa por el trasiego de repartidores en moto. “A pesar de las quejas, de los avisos sobre lo inadecuado de la ubicación y, sobre todo, de que la licencia no lo permitía, el Ayuntamiento ignoró a las familias y estas tuvieron que acudir a los tribunales”, recuerdan ahora. Era para el Ayuntamiento de Madrid más importante el negocio de una empresa privada que la salud de los alumnos. Por cierto, el colegio es público. Y el ejemplo más claro del desinterés de las administraciones hacia la ciudadanía, es el de la vivienda. Cada vez más proliferan bloques enteros en manos de fondos de inversión para uso turístico en muchas ciudades como Madrid, Barcelona, Sevilla, con el lógico encarecimiento, tanto en propiedad como en alquiler, expulsando de sus barrios a muchos de sus antiguos residentes, con el consiguiente fenómeno de la gentrificación. Cabe recordar el paquete de casi 2.000 viviendas de protección oficial que el fondo Blanckstone compró al Ayuntamiento de Madrid. Ante los temores de que algunos de los inquilinos de estas viviendas fueran desahuciados --extremo que luego se confirmó— Ana Botella, la entonces alcaldesa de Madrid, aseguró que "sólo cambiaba el casero", que el proceso de venta no afectaba a los contratos de los inquilinos, “que tienen los mismos derechos y obligaciones, en unas viviendas que siguen siendo protegidas y que se rigen por la normativa de las viviendas de protección pública”. Ustedes mismos saquen sus propias conclusiones y valoren la catadura moral de aquellos que toman estas decisiones. Hace falta tener cuajo. 

Me parece oportuno recordarle a Ana Botella, como a todos los políticos que alardean de constitucionalistas lo siguiente. La Constitución (CE) reconoce, en su artículo 47, Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derechoregulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulaciónEs muy claro el derecho a la vivienda como proyección de su artículo 9.2, Corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculos que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida política, económica, cultural y socialLo expuesto explica su ubicación sistemática del derecho a la vivienda, artículo 47, en el Capítulo III del Título I de la norma fundamental, referido a los principios rectores de la política social y económica. Por su objeto, el derecho constitucional así reconocido incide además en el goce del contenido de otros derechos constitucionales, declarados incluso fundamentales, como los relativos a la integridad física y moral (artículo 15 CE), a la intimidad personal y familiar (artículo 18 CE), a la protección de la salud (artículo 43 CE) y a un medio ambiente adecuado (artículo 45 CE); derechos, todos ellos, que guardan una relación estrecha con los valores de la calidad de vida –de la que habla el propio preámbulo de la norma fundamental– y del libre desarrollo de la personalidad en sociedad (artículo 10.1 CE). 

En nuestra constitución, la protección  de los derechos es escalonada pues resulta reforzada para los derechos fundamentales y libertades públicas de la Sección 1ª del Capítulo Segundo del Título I, ya que, además de su vinculación para todos los poderes públicos y reserva de ley para su regulación (orgánica ex art. 81.1 CE), su ejercicio puede ser tutelado mediante recursos ante la jurisdicción ordinaria y en amparo ante el TC. Un segundo tipo de derechos que asimismo vinculan a los poderes públicos, y sólo pueden ser regulados por ley; y un tercer grupo denominado "principios rectores de la política social y económica" del Capítulo III del Título I CE que han de inspirar la actuación de los poderes públicos e informar la legislación positiva. Y dentro de este último Capítulo está el artículo 47, que reconoce el derecho a una vivienda digna. Por todo lo expuesto, seña Ana Botella: ¿vender vivienda pública a fondos buitres respeta el espíritu de la Constitución?, ¿O es un ataque en toda regla a ella? 

El mercado inmobiliario español se completa con las grandes fortunas internacionales, atraídas por las visas doradas, la concesión de nacionalidad a cambio de una inversión inmobiliaria

Con estas prácticas políticas en relación a la vivienda, en la actualidad Blackstone es el mayor casero de España, junto con Caixabank, aunque se encuentra en un proceso de reestructuración. Los fondos son una parte. El mercado inmobiliario español se completa con las grandes fortunas internacionales, especialmente latinoamericanas, exsoviéticas, atraídas por las visas doradas, la concesión de nacionalidad a cambio de una inversión inmobiliaria. En la Semana Santa de 2022, Colombia estaba en el podio de turistas junto con Francia y el Reino Unido. La explicación era la más que probable victoria del izquierdista Gustavo Petro en las elecciones. Fuga de capitales. El destino es, sobre todo, la inversión inmobiliaria. Después, las pequeñas fortunas nacionales., la antigua clase empresarial, refugiada en el rentismo ante la nueva oleada globalizadora. Aunque se cierre la empresa, siempre queda el suelo. También, los pequeños propietarios, cuyo número se ha multiplicado gracias a las plataformas turísticas. Según un reportaje de Héctor García Barnés, el porcentaje de hogares con dos o más propiedades era de un 29% en 2002. En 2017 ya del 41%. El tópico del jubilado que complementa sus ingresos con la renta del alquiler es una figura minoritaria. El sector inmobiliario es la gran reserva de activos que se come la inversión que podría ir al sector productivo y, cada vez más, la propiedad es una frontera social. 

Pasamos ahora a tratar el tema del turismo, que está relacionado con el tema de la vivienda, por la proliferación de pisos turísticos, con el consiguiente encarecimiento de la vivienda. El turismo de masas es una conquista social evidente y una fuente de riqueza. Es una virtuosa consecuencia de la democratización de los placeres, es decir, de la redistribución de los derechos sociales, pero también una amenaza en las grandes ciudades y en las zonas turísticas. La industria turística no tiene fábricas que echen humo. Es invisible porque lo ocupa todo. Según Marco d´Eramo, sus materias primas son cosas que no lo eran, como el espacio urbano o natural, las tradiciones, el patrimonio o las calles, que se las apropia. El antropólogo José Mansilla lo explica: el turismo vende lo que no es suyo. Hay un aprovechamiento privado de un trabajo colectivo extendido en el tiempo. “Los visitantes de una ciudad acuden por una atmósfera que es construida por todos y todas en cada momento. Barcelona vende lo urbano, esto es, su gente, el paisaje de sus calles, el ambiente que se crea en su ocio nocturno, la animación de las playas y de los parques. La clave de esta apropiación es que destruye su materia prima”. Un ejemplo claro son las Ramblas, un lugar cuyo atractivo era el apego sentimental de los barceloneses que, hoy, casi ha desaparecido. Para ellos tomarse una caña en una terraza de las Ramblas es una heroicidad, al estar ocupadas por turistas, y de conseguirlo a precios prohibitivos y servidas por un sudamericano. Para darnos cuenta de esta saturación turística de la Ciudad Condal, con 1,6 millones de censados, recibe anualmente 12 millones de turistas.

La industria turística no tiene fábricas que echen humo. Es invisible porque lo ocupa todo, sus materias primas son el espacio urbano o natural, las tradiciones, el patrimonio o las calles, que se las apropia

Pasemos a tratar otro gran problema de las ciudades. Para el geógrafo Oriol Nel-lolas ciudades tienen que hacer frente a tres retos fundamentales: la desigualdad, la desigualdad y la desigualdad. Podemos constatar esta realidad en muchas ciudades españolas y extranjeras. Como escribió en 2008, Mike Davis, el crecimiento humano era inviable, sobre todo porque iba a darse en el Sur Global: “El puro ímpetu demográfico, aumentará la población urbana del mundo de 3.000 millones de personas en los próximos 40 años (90 por 100 de en ciudades pobres), y nadie, absolutamente nadie, incluidos los eruditos de la izquierda, tiene idea de cómo un planeta de tugurios o barrios bajos de chabolas (slums), con crecientes crisis de alimentos y energía, acomodará la supervivencia de esta población. Si para 2050, como dice Joseba Gabilondo, podemos esperar una población mundial de 9.000 millones, de los cuales el 90% vivirá en ciudades pobres, el fenómeno que ya vemos en ciudades como México, Lagos, Yakarta o Mumbai será predominantemente en el futuro: lo que el propio Davis ha denominado Planeta de ciudades miseria (slums) (2014), es decir, ciudades compuestas por barrios pobres y desorganizados. Obviamente las ciudades españolas son diferentes a las descritas por Davis en el Sur Global. Pero, eso no evita el que en las españolas existen grandes diferencias y desigualdades, con sus correspondientes secuelas nocivas. Como en Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza o Málaga. Y tras la desigualdad van detrás la pobreza y la exclusión. Otra cosa muy diferente es que estas realidades las veamos. Yo puedo observarlas directamente en Zaragoza, transitando por diferentes barrios. Hacerlo sólo por el Centro, por Fernando el Católico, Gran Vía, Independencia y Constitución, nos proporciona una visión muy parcial. Hay que hacerlo también por Las Fuentes, Torrero, Oliver, El Gancho, etc. Hay muchas Zaragozas.

Otro gran problema de gran calado es el de la soledad. Donde se da con más intensidad es en el ámbito urbano. ¡Qué terrible paradoja! Donde viven más gentes, hay más problemas de soledad. Hay que hacer una matización, que la expresó el gran poeta Pedro Garfias. “La soledad que uno busca / no se llama soledad; / soledad es el vacío / que a uno le hacen los demás”. Esta segunda es la auténticamente grave. En cuanto a la capital aragonesa, el último informe disponible, basado en el padrón municipal, data del 1 de enero de 2023. Es decir, hace justo un año. En ese momento, el ayuntamiento contabilizaba 86.621 personas residiendo solas en Zaragoza, de las 694.109 que había empadronadas en ese momento en la ciudad. Es decir, en torno a un 12% de los zaragozanos viven solos. Esta cifra concreta también ha repuntado en los últimos tiempos, según los datos de dicho informe. De esta forma, en el año 2016 había 78.167 personas en esta situación en la capital aragonesa; en 2017, el número aumentó hasta las 79.320; en 2018, hasta 81.205; en 2019, 81.776; en 2020, año en el que estalló la pandemia, la cifra aumentó hasta los 82.533; en 2021, 84.452 y, por último, en el último curso del que se conocen los datos, 2022, se contabilizaron las 86.621 citadas anteriormente. Por tanto, en tan solo un año las personas que viven solas en Zaragoza aumentaron en más de 2.000. En ese sentido, cabe reseñar que el padrón creció en este mismo tiempo en unos 10.000 ciudadanos. Miles, millones de personas pasan un año sin hablar con otro ser humano. Por eso se habla de «la enfermedad del silencio». La soledad es una auténtica epidemia. “A mayor soledad, menor integración, menor vinculación emocional y menor interrelación con otras personas así se incrementa el riesgo de sufrir más enfermedades, de padecer trastornos del sueño, alteraciones psíquicas, alimenticias y por supuesto más propenso a morir”. No es infrecuente que las muertes de muchos ancianos pasen desapercibidas para sus vecinos hasta que llega un mal olor en la escalera. Esta situación no ocurre en el mundo rural.

A pesar de todo lo expuesto, como señala Onookome Okome. “Vivimos en la edad de las ciudades. La ciudad lo es todo para nosotros, nos consume y por esa razón la glorificamos”.

 

El malestar de las ciudades