sábado. 27.04.2024

Me parece muy importante a la hora de valorar la situación de la democracia en un país, hacer un análisis de los medios de comunicación. Estos son claves en una democracia. Será muy complicada la existencia de una democracia aceptable, perfecta nunca puede ser, ya que es un ideal, con unos deficientes medios de comunicación. Razonaré sobre ello. 

  1. Primera P: Propiedad
  2. Segunda P: Publicidad 
  3. Tercera P: Política 
  4. Cuarta P: Públicos 
  5. Quinta P: Producción

Según el filósofo Cornelius Castoriadis, democracia etimológicamente se compone de Demos y Kratos. Kratos quiere decir poder, Demos es el pueblo, así que la democracia es el poder del pueblo. En la concepción griega, no es el poder de una oligarquía. También demokratia significa «dominio de las masas» pero puntualizaba que «el dominio real es el poder decidir por (uno) mismo sobre cuestiones esenciales y hacerlo con conocimiento de causa» y que ahí, en el conocimiento de causa, «se encuentra todo el problema de la democracia».

Evidentemente, el conocimiento de causa está íntimamente relacionado con la participación política, pero se trata de algo difícil de analizar porque, más allá del activismo y la militancia o del grado de participación de cada individuo, nos enfrentamos al espinoso debate sobre la información y los medios de comunicación, que son el eje alrededor del que gira ese conocimiento de causa. De algún modo, los medios de comunicación coagulan la representación en forma de conocimiento. Allí donde la participación directa no es posible, necesitamos estar informados y el necesario papel de canal de transmisión de la información lo juegan los llamados medios de comunicación.

La representación de la ciudadanía se materializa en los representantes políticos, mientras que la representación del conocimiento está en buena medida en manos de los medios, que podríamos entender idealmente como representantes comunicacionales. Si los representantes políticos se la juegan en las urnas, ¿qué sucede con los representantes comunicacionales? ¿Dónde se la juegan los medios o, dicho de otro modo, a quién responden? Es una idea capital, la idea de rendir cuentas. En un sistema mínimamente democrático los representantes políticos deberían rendir cuentas ante sus electores, ante la ciudadanía. ¿Qué sucede con los representantes comunicacionales? No parece que los medios de comunicación respondan exclusivamente ante la ciudadanía. Fundamentalmente responden ante sus propietarios, que suelen ser una minoría de la ciudadanía. El sufragio comunicacional, en cierto modo, es censitario. La independencia de los medios llegará hasta ese punto en el que no perturbe a sus dueños.

Los medios se convierten en verdaderos «constructores» de la realidad, o más precisamente de lo que en comunicación definimos como construcción de «imaginarios sociales»

Un sistema de comunicación democrático debería garantizar la optimización de su representatividad comunicacional. El debate en este terreno permanece abierto. Pero, es evidente que los medios de comunicación no «reflejan» la realidad, sino que «recortan» una parte de ella y la convierten en «La Realidad», expresada en lo que denominan «Las Noticias».Así los medios se convierten en verdaderos «constructores» de esa realidad, o más precisamente de lo que en comunicación definimos como construcción de «imaginarios sociales», verdaderos esquemas mentales que nos permiten percibir/aceptar algo como real. Y esa «Realidad» creada por los medios está pensada para defender determinados intereses. Por ello, si el conocimiento de causa es clave para la participación política, el ciudadano debe llevar a cabo un esfuerzo sobrehumano, para alcanzarlo, si no se le proporciona una información veraz, que es una exigencia constitucional. Al respecto es oportuno fijarnos en el artículo 20.1 de nuestra Carta Magna en el que se reconocen y protegen los derechos: a) A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. d) A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. Para analizar tal artículo me basaré en la sinopsis realizada por Ascensión Elvira Perales, Profesora Titular. Universidad Carlos III.

Las libertades de expresión e información no son siempre fácilmente distinguibles, pero que es necesario matizar para hacer plenamente operativos los mandatos constitucionales: la libertad de expresión hace referencia a la libertad para comunicar pensamientos, ideas, opiniones por cualquier medio de difusión ya sea de carácter general o más restringido (pasquines...). Por su parte, la libertad de información se refiere a la comunicación de hechos mediante cualquier medio de difusión general, esto es, la libertad de expresión conlleva un matiz subjetivo, mientras que libertad de la información contiene un significado que pretende ser objetivo.

Evidentemente expresión e información con frecuencia no se dan separadas, sino, por el contrario, unidas puesto que con las noticias es frecuente intercalar opiniones propias del informador. De esta forma se considerará que nos enfrentamos a una manifestación de la libertad de expresión o, por el contrario, de la de información de acuerdo con el carácter predominante del mensaje. El precepto constitucional exige la veracidad en el caso de la información, lo cual se ha interpretado como necesidad de veracidad subjetiva, es decir, que el informante haya actuado con diligencia, haya contrastado la información de forma adecuada a las características de la noticia y a los medios disponibles (según han señalado diferentes sentencias constitucionales) puesto que de exigirse una verdad objetiva eso haría imposible o dificultaría en extremo el ejercicio de la libertad de información. 

Explicada adecuadamente la trascendencia de los medios de comunicación (MC) para el buen funcionamiento de la democracia, quiero detenerme en algunas consideraciones sobre el funcionamiento de nuestros MC. Una cosa es lo que deberían ser y otra muy distinta lo que realmente son. Para ello, me basaré en el artículo Condicionamientos estructurales del trabajo del periodista: las causas de una sociedad desinformada de Ramón Reig, catedrático de Estructura de la Información de la Universidad de Sevilla. Está publicado Global Media Journal, vol. 7, núm. 14, 2010, pp. 39-59 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey, México. A pesar de los 13 años trascurridos sigue de plena de actualidad. Es importante tener en cuenta que el autor ejerció como periodista, es decir, conoce desde dentro el periodismo. Es de una claridad llamativa. Suele ser una condición de aquellos autores que tienen las ideas claras. Otros, escriben para mentes selectas, con un lenguaje rebuscado, por lo que no llegan a la gente común, No es este el caso del artículo de Ramón Reig, lo cual es de agradecer. La idea fundamental expuesta es que los MC en España están en una situación muy deficiente, porque los periodistas están sometidos a unos condicionamientos, que les impide ejercer su profesión con plena libertad. El periodismo es libre o es una farsa.

Se inicia el artículo con una pregunta. ¿Qué entendemos por periodismo y, más en concreto, por buen periodismo? La respuesta es contundente. “El buen periodismo es un contrapoder, es decir, investiga y molesta al Poder, pero al Poder con mayúsculas, es decir, al poder privado y al público y, si me apuran, más al privado que al público o al menos a uno tanto como a otro porque si es cierto que hay que vigilar las actividades del poder político para que no se salga de lo que ha prometido a los ciudadanos cuando fue elegido y no se corrompa, en el mundo actual quien detenta la mayor parte de los focos de la producción y del poder es el sector privado. Por tanto, ahí se hallan focos sustanciales de posibles trabajos periodísticos. No es lo mismo gobernar que mandar, no pocos poderes políticos gobiernan, pero no mandan, exactamente, mandan las estructuras invisibles (Bourdieu, 1997) y nadie que tenga poder sobre los demás debería estar libre de la presencia profesional de los periodistas. Profesional quiere decir que sean los periodistas los que trabajen sin trabas, según sus preceptos formativos. Caiga quien caiga en esa dinámica de trabajo”. 

El periodista era parte de los ilustrados. Y el periódico estaba para ser vocero de las luchas contra las injusticias y los atropellos.

Prosigue: “También es buen periodismo el que da voz a los que no la tienen o a quienes la ven reflejada escasamente en los medios de comunicación y no porque no sean noticia sino porque sus opiniones pueden ser molestas, no comerciales o demostrativas de un mal de fondo que exista en la sociedad y que el Poder no desee airear demasiado. Eso es buen periodismo: el que elabora el periodista con toda libertad, sometido sólo a su conciencia. Lo demás, será otra cosa, habrá que añadirle un adjetivo o cambiar el concepto: puede ser periodismo vigilado, periodismo de declaraciones o instantaneismo (Ramonet, 1998). He aquí la teoría pura y dura y la teoría permite construir mundos más o menos idílicos porque, en realidad, ¿ha existido alguna vez el periodismo tal y como acaba de describirse?”

Esta definición de periodismo me recuerda la que hizo el periodista colombiano, Reynaldo Spitaletta, que ya la he reflejado en anteriores ocasiones en un artículo publicado en el periódico El Espectador de Bogotá. Periodismo prostituido, que debería estudiarse en todas las Escuelas de Periodismo y estar enmarcado en las redacciones de todos los periódicos. Dice así:

”La tía Betsabé (protagonista de mi novela El último puerto de la tía Verania), que era una señora de mucha guasa, advertía sobre tres oficios que la mayoría de gente creía que eran muy fáciles de ejercer. Los denominaba las tres “pes”: periodista, panadero y puta. Hoy quiero referirme al primero de ellos…

El periodismo nació en la modernidad en medio de la lucha entre las viejas y las nuevas ideas; la Ilustración le dio un carácter de servicio a los más desprotegidos, de servir de vocero de los oprimidos y olvidados de la historia. De ser un vehículo para la defensa de aquello que apenas surgía como una novedad revolucionaria, los derechos del hombre y del ciudadano.

Se iba aclarando que el periodismo se destinaba para narrar las desgracias del hombre, de los explotados, de los humillados y ofendidos. La prensa (aparte de tener la posibilidad en el capitalismo de ser una empresa comercial, con plusvalías y ánimos de lucro) se erigía como el “cuarto poder”, fiscalizador de los otros poderes y portador de cultura, transmisor de lo más avanzado y también de lo más vergonzoso del hombre. Cabían en sus trabajos desde las ideas de progreso y los descubrimientos científicos hasta las bajezas de un político y las desventuras de las víctimas de la guerra.

El periodista era parte de los ilustrados. Y el periódico estaba para ser vocero de las luchas contra las injusticias y los atropellos. Ejemplos históricos como Yo acuso de Émile Zola hasta los reportajes de denuncia de Upton Sinclair, o los de Reed sobre trabajadores norteamericanos, sin contar sus narraciones sobre las revoluciones de México y Rusia, pasando por sus informes sobre la guerra en Europa oriental.

Abundan, ni más faltaba, los grandes periodistas de todos los tiempos. Lo que se quiere decir es que, tras desaparecer el “cuarto poder”, absorbido por los otros, y puesto en general el periodismo al servicio de los poderosos, con lo cual la esencia del periodismo se vulneró, para ser solo propaganda, el asunto ha venido de mal en peor. Noticiarios y periódicos de baja estofa, que es más lo que ocultan que lo que revelan. Embriagados con la promoción de la estupidez y la banalidad. Y periodistas sometidos a destacar lo bobería por encima de la inteligencia. Medios que son un atentado contra la razón y el buen gusto. Con reporteros que no salen a las calles, ni son capaces de mostrar los entresijos de la ciudad, las causas de la violencia, las brechas sociales, las infamias del sistema de salud, las injusticias cotidianas. Nada. Solo bazofia y superficialidad. El periodismo, en general, ha perdido su esencia combativa, su capacidad crítica y de poner en calzas prietas al poder. Y se ha mudado a la otra posición, la de servir de mampara de los desafueros oficiales. No revela; tapa. No cuestiona; bate incienso. Se ha prostituido, aunque, como decía la tía, tampoco es fácil el ejercicio de vender la carnita…”

Con la misma filosofía sobre el oficio de periodista son las palabras de John Berger en su artículo Sin importar lo que traiga el futuro:

“Vayan al lugar de los hechos, observen, investiguen, informen, rescriban, redacten una versión final que se publicará y será leída en extenso (aunque uno nunca sepa en realidad qué es lo ancho y qué lo angosto). Vuélvanse escritores controvertidos, uno de los que son amenazados con frecuencia, pero que también reciben respaldo: alguien que escriba del destino de millones de personas, mujeres, hombres, niños. Los acusarán de arrogancia, pero sigan escribiendo, sigan desmadejando esos proyectos de los poderosos que provocan más y más inmensas tragedias evitables. Hagan notas, crucen y vuelvan a cruzar el continente, sean testigos de la evidente desesperación, continúen publicando y arguyendo una y otra vez, mes tras mes, hasta que los meses sumen años”.

Continuó con el artículo de Ramón Reig. Señala: “El origen del periodismo está vinculado a intereses empresariales y mercantiles. Los primeros medios de comunicación “periodísticos”, los avisos, las gacetas…, eran “periodismo empresarial y económico”, impulsados por quienes tenían intereses comerciales y además sabían leer. La “prensa de masas” aparece a finales del siglo XIX y las masas son atraídas no por el buen periodismo, exactamente, sino por el pseudoperiodismo sensacionalista y por el periodismo de sucesos (como el crimen de Fuencarral, en Madrid). .. Hay un control consciente y planificado (como los pool de periodistas en los conflictos bélicos, que comenzaron o se acentuaros precisamente en los ochenta, con la guerra de Las Malvinas). El periodista ha ido perdiendo libertad de acción conforme han pasado los decenios. No trabajaban igual de libres en una guerra Hemingway o Iliá Erenburg (en los años treinta) que los periodistas desplazados a los diversos conflictos protagonizados por las potencias occidentales en los años noventa y en la primera década del siglo XXI”

¿La información que recibimos en España sobre la guerra de Ucrania es veraz? ¿O está controlado por el aparato mediático de la OTAN?

Creo que acierta de pleno. ¿La información que recibimos en España sobre la guerra de Ucrania es veraz, en el sentido expuesto al principio? ¿O está controlado por el aparato mediático de la OTAN?

 Y entro en el meollo del artículo. Lo expuesto nos lleva a formular nuestra tesis de las 5 P que, en la actualidad, aunque el fenómeno no sea nuevo, están incidiendo en que el periodista no pueda desarrollar convenientemente su trabajo. Las 5 P determinantes. Determinante o condicionante es aquí lo que define cualquier diccionario: “Que determina”, que limita, que condiciona; es decir, que obstaculiza el deseo de hacer libremente algo. Y eso es lo que planteamos con nuestras 5 P. Llamaremos a dichos cinco elementos las 5 P. ¿Qué y quiénes condicionan el trabajo del periodista? La Propiedad de los medios, la Publicidad, la Política, los Públicos y la Producción de la información.

Primera P: Propiedad

Según Ramón Reig: Donde hay patrón no manda marinero”, afirma el dicho popular. Esto es aplicable a todas las profesiones y trabajos, pero en el periodismo tendría que ser distinto porque por encima del “patrón” (que en periodismo en policéfalo) deberían situarse las leyes que garantizan el derecho de los ciudadanos a una información veraz y no sesgada por unos intereses concretos. Habría que dejar a los periodistas trabajar en paz, según su profesionalidad, su librepensamiento y su conciencia (y esto sucede muy pocas veces, la autonomía de que goza el periodista se refiere sobre todo a cuestiones formales, superficiales y de matices). En 1991, Alberto Moncada llamaba la atención sobre lo siguiente: creíamos que los medios de comunicación, mientras más fuertes e importantes fueran, más libres serían. Y añadía: craso error. Mientras más fuerte e importante eres, más intereses estructurales tienes detrás”. 

Este comentario de Alberto Moncada encaja perfectamente con el concepto usado por Luigi Ferrajoli en su libro Poderes salvajes. La crisis de la democracia constitucional. Las empresas de comunicación son poderes de hecho, influyentes sobre los asuntos públicos y con agendas que no responden necesariamente a los intereses de la sociedad. Según Sánchez Noriega “tienen capacidad en el espacio político para boicotear leyes o difundir determinadas demandas y, a la vez, una gran resistencia a las imposiciones del poder político”. Pueden forjar o derribar a su libre albedrío el liderazgo en un partido político con encuestas, editoriales, artículos de opinión, selección de determinadas noticias. Son el desafío principal para la democracia en nuestros días.

Si nos fijamos, por ejemplo, en Atresmedia o Mediaset en quiénes son sus propietarios, podemos comprobar que no van a ser criticados. Carlos Herrera en la COPE-propiedad de la Conferencia Episcopal, ¿ha criticado en algún momento los abusos sexuales a menores por parte religiosos?

Segunda P: Publicidad

Sigue diciéndonos Ramón Reig“Los medios se autocensuran para no molestar a las empresas e instituciones que más dinero les entregan a cambio de publicidad. En España, una gran empresa puede invertir al año casi doscientos millones de euros en publicidad a repartir entre todos los medios de comunicación que considere de interés para sus fines comerciales. A veces, los anunciantes son además propietarios de los medios. Se cuenta que en cierta ocasión le preguntaron a un editor poderoso que por qué no fundaba un periódico en lugar de editar sólo libros. Y respondió que porque le salía más barato comprar periodistas. Se refería, no a darles dinero, sino a que, como invertía mucho en publicidad, con eso se garantizaba la docilidad de los medios. El periodismo no investiga, va por detrás de los acontecimientos, y es que, con sólo tener en cuenta a los propietarios y a la publicidad, al periodista ya le han hurtado la mayor parte de su trabajo y lo han reducido a un correveidile, un mentor sensacionalista de sucesos, un copista de notas de prensa y de despachos de agencia y un reportero simplón que nos aporta como “exclusivas” que en invierno hace frío y que en verano hace calor”.

Creíamos que los medios de comunicación, mientras más fuertes e importantes fueran, más libres serían. Craso error. Mientras más fuerte e importante eres, más intereses estructurales tienes detrás

 Nos proporciona Ramón Reig los siguientes datos sobre la publicidad:

Los veinte primeros anunciantes en 2008 (España) El primer anunciante de 2008 fue Telefónica, que gastó 173,8 millones de euros en los medios convencionales en ese año, el 2,6% del total. La suma de las inversiones publicitarias de los veinte primeros anunciantes de 2008 representó el 21,4% del total. Entre esos primeros veinte anunciantes se encuentran siete del sector de la automoción, tres del de las telecomunicaciones, tres del de la belleza e higiene y dos más que se enmarcan en el de los transportes, viajes y turismo. Los cinco restantes pertenecen a sectores distintos. Son los siguientes: 1 TELEFÓNICA, S.A.U. (173,8 millones) 2 PROCTER & GAMBLE ESPAÑA, S.A. (131,9 millones) 3 L'OREAL ESPAÑA, S.A. (107,7 millones) 4 EL CORTE INGLÉS, S.A. (96,4 millones) 5 VODAFONE ESPAÑA, S.A. (87,5 millones) 6 VOLKSWAGEN-AUDI ESPAÑA, S.A. (86,6 millones) 7 RENAULT ESPAÑA COMERCIAL, S.A. (69,7 millones) 8 DANONE, S.A. (67,6 millones) 9 ING DIRECT, N.V., SUCURSAL EN ESPAÑA (61,4 millones) 10 FRANCE TELECOM ESPAÑA, S.A. (58,4 millones) 11 VIAJES EL CORTE INGLÉS, S.A. (54,1 millones) 12 GENERAL MOTORS ESPAÑA, S.L. (52,8 millones) 13 VIAJES MARSANS, S.A. (51,4 millones) 14 ORGANIZACIÓN NACIONAL DE CIEGOS DE ESPAÑA (50,0 millones) 15 CIA. SERV. BEB. REFRESC. S.L. (COCA COLA) (47,5 millones) 16 FORD ESPAÑA, S.L. (45,1 millones) 17 AUTOMÓVILES CITROËN ESPAÑA, S.A. (44,0 millones) 18 JOHNSON & JOHNSON, S.A. (42,4 millones) 19 SEAT, S.A. (42,0 millones) 20 PEUGEOT ESPAÑA, S.A. (40,1 millones) Fuente: elpais.com - Madrid - 25/02/2009

Con estos datos, podemos concluir que determinadas empresas no serán criticadas en determinados medios. Un ejemplo. El 24 de abril de 2013: la muerte de 1.130 personas en el derrumbe del Rana Plaza, una fábrica textil de Bangladesh. El escenario de la tragedia fue un edificio de ocho plantas en Savar, a las afueras de Dhaka, en el que unos 5.000 trabajadores, sobre todo mujeres, cosían para cinco contratistas locales que abastecían a una treintena de marcas internacionales. Entre ellas, Inditex, Mango, El Corte Inglés… La noticia pasó muy desapercibida para los grandes medios.

Ahora mismo. Nuestra ínclita Ana Rosa Quintana o Susana Griso en sus programas matutinos prácticamente todos los días muestran actos de okupación de viviendas. Callan que en la mayoría de los casos son propiedad de los bancos. Y sus programas publicitan la compañía de seguridad Securitas.

Tercera P: Política

Según Ramón Reig: “Luego están las presiones políticas. Los políticos, conscientes de que la inmensa mayoría de la población se educa y es educada por los medios, presionan a los propietarios y a los periodistas para que se les trate de una manera adecuada a sus intereses. En España, los medios más consultados poseen claras tendencias e intereses partidistas (incluso de sectores partidistas) que se anteponen a la ecuanimidad teórica del periodismo, que debería ser necesaria y habitual, no la excepción. Un receptor no tiene por qué consultar varios medios de comunicación para enterarse de la actualidad y, sin embargo, se ve obligado a hacerlo porque las líneas editoriales van mucho más allá de las páginas de opinión”. 

Un ejemplo de ahora mismo. La mayoría de prensa capitalina- la Brunete mediática- trata con extraordinaria benevolencia a Isabel Díaz Ayuso. No solo eso, todavía más, la muestran como si fuera una gran política, que llegará a eclipsar a Margareth Thatcher. ¿Cuántas subvenciones reciben estos medios del gobierno de la Comunidad de Madrid?

Cuarta P: Públicos

Sigue diciéndonos Ramón Reig: “Las tres P que hasta ahora se han citado son y han sido bastante analizadas en el mundo académico. Pero la cuarta lo ha sido menos: los Públicos. En efecto, por regla general, la gente no busca en los medios que le digan “la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad” (aunque sepamos que sea muy complicado, es una forma de hablar) sino una parte de esa verdad, es decir, un enfoque y unos datos concretos relacionados con el acontecimiento sobre el que desea “informarse”. Por eso, los periodistas que trabajen para unos medios u otros no podrán narrar todo lo que ha sucedido, sino que deberán enfocar la noticia de una forma determinada y, si es necesario, callársela, para que el público al que se dirigen –y que es el cliente, el consumidor del producto- no abandone tal condición. Como norma genérica, los públicos persiguen una información que reafirme sus creencias…”

No creo sea necesario añadir nada. Es suficiente claro. El público condiciona al periodista. Este escribe para determinado público, y este lee a este medio para reafirmarse en sus propias convicciones. Lo grave son los efectos tóxicos en el público generados por determinada prensa. Según Josep Pulitzer: «Con el tiempo, una prensa mercenaria, demagógica, corrupta y cínica, crea un público vil como ella misma».

Quinta P: Producción

Termina la exposición de Ramón Reig, igual de evidente: “La quinta P que condiciona la calidad del periodismo es la Producción informativa. Por varios motivos. Las nuevas tecnologías son imprescindibles en todas las escalas de la producción. Pero eso es una cosa y convertir al periodista en maquetador, corrector, editor, etc., es otra. El periodista –y cualquier ser humano- está obligado a conocer las nuevas tecnologías, pero no a ser una especie de experto en ellas hasta el punto de cerrarles el camino a otras personas en el mercado de trabajo. Donde antes trabajaban dos o tres profesionales de la comunicación, hoy trabaja uno o ninguno. El copiar y pegar noticias que llegan desde las agencias o desde los gabinetes de comunicación y las empresas de servicios en comunicación, no es periodismo, es una especie de entreguismo a los demás, un acto de fe en “el otro” que puede hacer cualquier persona despierta”. 

Los grupos de comunicación que esperan que les lleguen las noticias de partidos, administraciones y los lobbies se vuelven redundantes, ­ergo irrelevantes

Por ello, observamos que determinadas noticias están redactadas igual en diferentes medios, al ser noticias de agencia. ¿Cómo pueden hablar de la guerra de Ucrania determinados periodistas desde el ordenador de su despacho? 

Yo no soy experto para dar soluciones a los graves problemas de nuestros medios de comunicación, con el grave daño que generan en nuestra democracia, perfectamente expuestos por Ramón Reig. No obstante, me tomo la licencia de una alternativa para corregirlos. No es mía. La explico

Entre las entrevistas que he leído últimamente me llamó poderosamente la atención, la realizada por La Vanguardia a Diana Owen, analista de medios; politóloga; e investigadora en la Universidad de Georgetown. El titular era impactante “Ni anuncios ni quioscos; hoy un diario lo salvan los suscriptores”. Lo fundamental de la entrevista la reflejo a continuación.

Un fenómeno, que se ha producido en los últimos años en la prensa escrita tradicional, ha sido el haberse visto sometida a graves problemas económicos por la reducción de los ingresos de la venta directa de ejemplares y de la publicidad, sobre todo, por la competencia de la prensa digital accesible a través de la red, lo que ha supuesto una reducción dramática de las plantillas, así como la precarización del trabajo periodístico. Que se haya roto esta dinámica negativa me llama poderosamente la atención, tal como señala Diana Owen, que ha analizado la decadencia de la prensa convencional y está estudiando el auge de la digital, que hoy sirve para defender a la democracia. Señala que, tras una década de recortes en plantillas y sueldos, los grandes diarios centenarios de referencia han cambiado su modelo de negocio y ya son rentables en la sociedad digital. Pero no por la publicidad, que ya no es su fuente principal de ingresos-ni volverá, ni por la venta en los quioscos-que son ya una antigualla del pasado-, sino gracias a miles de nuevos suscriptores digitales. Se ha renovado así la relación del diario con sus lectores: ya no son sólo compradores, sino que se sienten orgullosos de suscribirlo y de influir a través de él. Los diarios de referencia digitales hoy son plurales y fiables, - no tienen nada que ver con los grandes diarios generalistas de antaño analógicos, que eran claramente de partido- se han convertido en la garantía frente a las fake news y la información interesada que, precisamente por serlo, ahora ya se regala al instante en las redes. No son sectarios, las cabeceras renovadas de referencia no son partidistas en absoluto. Los lectores que pagan su suscripción agradecen puntos de vista que no son los suyos, pero que merecen conocerse por su rigor y argumentos. Y así pueden tener acceso directo en primicia a contenidos originales de calidad y a un periodismo de investigación que determine la agenda pública. Los cientos de miles de nuevos suscriptores digitales de The Washington Post y The New York Times y de otros legacy media financian hoy su periodismo de investigación. El equipo de David Fahrenthold en The Washington Post, por ejemplo, ha investigado durante dos años hasta revelar las finanzas e intereses ocultos del clan del presidente Trump. El periodismo de investigación ya no es una opción sino la opción. El suscriptor se siente parte de ese esfuerzo y paga su cuota si todo el diario le ofrece contenido original de calidad. Poco a poco se consolida así un vínculo entre el diario y sus suscriptores que es más personal que el que existía si lo compraba en el quiosco. El nuevo suscriptor vivirá mucho mejor si las noticias las tiene de una fuente de su confianza, que sabe que está financiando y que hace mejor a su sociedad y a su país. El periódico ya no es un producto más; el suscriptor se identifica con él mucho más que antes. Nunca la prensa legacy había tenido tanta influencia. No sólo las redes, también las cadenas de televisión por cable que informan a la mayoría de los norteamericanos en esencia se nutren de esos diarios. Los suscriptores también lo saben y están orgullosos de ver que sus noticias marcan la agenda pública. Lo esencial es que los diarios que investigan y sacan noticias marcan la agenda y vuelven a ganar dinero e influencia. Los grupos de comunicación que esperan que les lleguen las noticias de partidos, administraciones y los lobbies se vuelven redundantes, ­ergo irrelevantes, y acaban por cerrar. Las tertulias, el género más barato para llenar horas de tele y radio, que estiran cada tuit de Trump durante horas sin aportar nada a la audiencia: ¿quién quiere pagar por suscribirse a un medio que sólo hace eso? Están en decadencia. En cambio, sobrevivirán, ya lo están demostrando esos grandes diarios de referencia y, además, con un cuerpo de suscriptores orgulloso de serlo y que modularán su línea editorial. Creo que la democracia saldrá fortalecida, porque habrá más periodismo de investigación y más rentable.

Pero ese periodismo de investigación requiere esfuerzo, y exige luchar contra muchas barreras poderosas. Lo señalaba ya Henry David Thoreau en 1854 en Walden: “Asentémonos y esforcémonos para hundir profundamente los pies a través del lodo y del barro de la opinión, del prejuicio, la tradición, el engaño y la apariencia -ese aluvión que cubre el mundo-, de París y Londres, de Nueva York Boston y Concord, de la Iglesia y del Estado, de la poesía, la filosofía y la religión, hasta tocar fondo duro, rocas estables que podamos llamar realidad”.

Las 5 “pes” causantes de una sociedad desinformada