martes. 30.04.2024
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Sacando a colación y relacionando lo que ocurre, y probablemente lo que seguirá ocurriendo en este país, lo reflejó Giuseppe Tomasi en su obra "El gatopardo", príncipe de Lampedusa, criticando aquello de:

"Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie"

Y es que la novela es una enmienda a la totalidad de esa idea. Al final, muriéndose, el príncipe constata que todo ha cambiado porque no se hizo nada para cambiarlo. 

Por mi parte considero que hay formas de salir de Lampedusa. Y estas formas, las podríamos aplicar utilizando medios con los que mejorar los desequilibrios demográficos. Si los que utilizamos conllevaran una reducción impositiva a las empresas que se trasladaran a otras comunidades, incrementáramos los salarios en aquellas comunidades en las que el costo de la vida fuera superior en otros territorios, e incluso los redujéramos en los que este costo fuera menor, estaríamos conformando una estructura económica que no sólo sería diferente de aquello que decía "Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie", sino incluso de aquello de que todo ha cambiado porque no se hizo nada para cambiarlo. 

A pesar de las garras que tiene el gatopardo, una de las formas con las que las que reducir los desequilibrios sociales que se traducen como renta disponible, riesgos de pobreza, problemas demográficos y dificultades para encontrar en algunas comunidades de este país un puesto de trabajo, no sólo podrían ser alcanzados, sino que al mismo tiempo se iniciaría la conformación de unas infraestructuras que modernizaría la estructura y la economía de este país.

Es cierto que las menores cotizaciones de las empresas y los trabajadores a la Seguridad Social en los territorios en los que se hubieran reducido los costos laborales representarían una minoración de las pensiones con las que los desplazados hubieran de cubrir sus pensiones. Sin embargo, teniendo en cuenta que estos menores salarios tendrían que ser establecidos en función del menor gasto, tanto de la vivienda como de la cesta de la compra en los inmensos predios de nuestra España Vaciada, estos menores desembolsos y estos menores salarios sólo seguirían prolongándose mientras que con el continuo desplazamiento de empresas y trabajadores fueran incrementándose tanto el IPC global de los salarios, como el de la vivienda en alquiler.

En este contexto llegaría un momento en el que habiendo disminuido las diferencias interterritoriales, nos encontraríamos con un país en el que no sólo se estarían reduciendo los problemas demográficos, sino incluso, -al integrarnos más estrechamente con la Naturaleza -, reducir el estrés, las incertidumbre. la soledad y los trastornos de despersonalización que tan comunes son en las grandes urbes.

Naturalmente, para llevar a cabo este proyecto, se habría tenido que llevar a cabo una cesión condicionada de terrenos públicos en los lugares menos desarrollados, con los que hacer posible tanto las estructuras de las empresas que desearan desplazarse, la construcción de viviendas en alquiler de protección oficial, VPOs (1) así como aumentar y mejorar la estructura logística con la que enramar todas las poblaciones de este país.

Es cierto que con estas medidas se produciría una dislocación temporal de nuestra economía, pero no es menos cierto que como consecuencia de esta distorsión se generarían unas transformaciones, tanto tácticas como estratégicas, que conllevaría una modernización del Estado y de su economía.

Sé que tendrán que ser muchos los que habrán de argüir que los gastos derivados del transporte de las mercancías destinadas a la exportación constituirían un problema que encarecería el producto final que se tuviera que pagar en los mercados exteriores; sin embargo, a mi entender, esta dificultad estaría ampliamente superada por la mayor cercanía relativa entre los centros de producción y de consumo a nivel nacional; ahorro que permitiendo a las empresas ser más competitivas tanto en el Interior como en el Exterior, facultaría al Estado sufragar parte de los mayores costos involucrados en las exportaciones.

En la necesaria asunción de que tenemos que tomar decisiones, al conllevar estas resoluciones una elección entre diferentes opciones y posibilidades, con anterioridad a éstas, deberá evaluarse si las consecuencias de estas opciones y posibilidades podrían ayudar a minimizar la representatividad de aquella dislocación temporal de nuestra economía.

A este respecto me parece oportuno sacar a colación un párrafo en el que aludiendo a lo que mencionó el economista Paul Samuelson en su magna obra "Economics", catalogó como "destrucción creativa", me tomé la libertad de incluirlo en la primera parte de la obra ¿Es posible otra economía de mercado? En él se dice lo siguiente:

"La cuestión no radica en que socialmente pueda tener o no tener lugar una aniquilación parcial del tejido económico (2). La trama está en si el nivel al que podamos llevar nuestro consumo, al par de elevar el bienestar de la comunidad, nos permitiría mantener -y en su caso incrementar- la creación de los bienes y servicios que anteriormente hubiéramos creado"

En cierta medida, el hecho de tener que decidir para salir de Lampedusa simboliza y realza lo que personifica nuestra libertad. En este contexto, cuando no tomamos una determinación, porque consideramos que para que todo cambie no es necesario hacer nada, lo que con esta falta de denuedo estamos haciendo es tratar de liberarnos de las responsabilidades que comportan los riesgos de haber llevado a cabo una elección.

El egoísmo es otra cara de la indecisión, ya que al no querer arriesgarse, considera que sin comprometerse puede obtener de su entorno un resultado mejor que el que tiene. Es el que descarta todas las decisiones que puedan representar unos sacrificios. Al pensar exclusivamente en sí mismo y en su egocentrismo no tener en cuenta a los que le rodean, ni honradamente se sirve a sí mismo ni desaprovechan servirse de los demás.

Haciendo uso de estas consideraciones y pasando a aplicarlas a lo que representa nuestro comportamiento en el "yo" individual y el "yo colectivo", con respecto a cómo asumimos el separatismo que conlleva el concepto de nacionalidad (3) como colectivo, considero imprescindible sacar a colación los análisis que con respecto a las masas llevaron a cabo tanto Gustave Le Bon en su obra "La psicología de las masas", como Sigmund Freud en "La psicología de las masas y el análisis del Yo".

"Para Le Bon, el individuo integrado en una multitud, adquiere, por el simple hecho del número, un sentimiento de potencia invencible, merced al cual puede permitirse ceder a instintos que, antes, como individuo aislado, hubiera refrenado forzosamente. Y se abandonará tanto más gustoso a tales instintos cuanto que por ser la multitud anónima, y en consecuencia, irresponsable, desaparecerá para él el sentimiento de la responsabilidad."

"El contagio en las masas es un fenómeno fácilmente comprobable, pero inexplicado aún y que ha de ser enlazado a los fenómenos de orden hipnótico. Dentro de una multitud, todo sentimiento y todo acto son contagiosos."

"La desaparición de la personalidad consciente, el predominio de la personalidad inconsciente, la orientación de los sentimientos y de las ideas por el contagio que genera la sugestión, y la tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas, son los principales caracteres del individuo integrado en una multitud. Perdidos todos sus rasgos personales, pasa a convertirse en un autómata sin voluntad».

"Por el solo hecho de formar parte de una multitud, el hombre desciende varios escalones en la escala de la civilización. Aislado, era quizás un individuo culto; en multitud, es un ser instintivo, y por consiguiente, un bárbaro. Tiene la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los heroísmos de los seres primitivos. Uno de sus rasgos más característicos es la disminución de la actividad intelectual que el individuo experimenta por el hecho de su disolución en la masa."

"Naturalmente inclinada a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella, es inútil argumentar lógicamente. En cambio, será preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez las mismas cosas."

 Esto algo que ya hizo Goebbels con prodigalidad.

"Las masas respeta la fuerza y no ve en la bondad sino una especie de debilidad que le impresiona muy poco. Lo que la multitud exige de sus héroes es la fuerza e incluso la violencia. Quiere ser dominada, subyugada y temer a su amo… Las multitudes abrigan, en el fondo, irreductibles instintos conservadores, y como todos los primitivos, un respeto fetichista a las tradiciones y un horror inconsciente a las novedades susceptibles de modificar sus condiciones de existencia».

Según Sigmund Freud:

"Si queremos formarnos una idea exacta de la moralidad de las multitudes, habremos de tener en cuenta que en la reunión de los individuos integrados en una masa, desaparecen todas las inhibiciones individuales, mientras que todos los instintos crueles, brutales y destructores, residuos de épocas primitivas, latentes en el individuo, despiertan y buscan su libre satisfacción."

Y esto es algo que aunque se ha repetido en multitud de ocasiones, se volvió a reproducir después de la declaración de independencia, aprobado en votación secreta por el Parlamento de Cataluña, con 70 votos a favor, 2 en blanco, 10 en contra y 50 ausencias.


(1) En la construcción de estas VPOs, como en la conformación de nuestra red logística, podrían participar tanto el Estados como el capital privado. El dilema que estas transformaciones conllevarían se encontraría en la capacidad del primero para financiarlas sin incurrir en un efecto inflacionario, como en los intereses que a lo largo de un moderado espacio de tiempo, éste pudiera acordar con el segundo.

(2) En el capitalismo lo que se considera como una "destrucción creativa" constituye la base que éste necesita para incrementar las actividades de su economía.

(3) No podemos olvidar que esta concepción personal de considerarse diferente no está fundamentada en un razonamiento imparcial de lo que constituye la realidad en la que tiene que desenvolverse. A mi entender representa una inducción pasiva que nada tiene que ver con lo que significa el verbo inducir. Y no lo es porque mientras que un proceso de inducción representa mover a alguien a hacer algo, y por tanto constituye un verbo en voz activa; la inducción a considerarse diferente representa una situación o estado que o bien es el resultado de unas vivencias que como efecto y consecuencia es algo pasivo, o bien, como sujeto pasivo le ha sido introyectada desde el exterior.

De las nacionalidades históricas (X)