domingo. 28.04.2024

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Tras la aprobación de la Constitución de 1978, (al objeto de descentralizar las funciones del gobierno central), se creó el estado de las autonomías; y con ellas, el traspaso de un buen número de competencias con las que facilitar su gobernanza dentro del Estado. Lo que ha ocurrido desde entonces ha constituido para algunas de ellas un desarrollo espectacular; mientras que para otras representó una disminución de su población, así como una mengua de su única fuente de sostenibilidad: las labores del campesinado autóctono. En éstas, la descentralización ha generado unas enormes diferencias que ninguno de los gobiernos que hemos tenido desde el 78 han sabido o querido enmendar. Y como prueba de las escazas influencias que este campesinado tenían sobre estos gobiernos, considero que lo que ahora están manifestando con sus exigencias en todas las carreteras de este país, lo que nos está mostrando es que la entereza con la que las pequeñas empresas agrícolas han afrontado las adversidades que han venido soportando durante las últimas décadas -su competición con las grandes empresas agropecuarias, con los productos procedentes de otros países, con las dependencias que las cadenas de distribución imponen tanto a los productores como a los consumidores, en función de haber cuasi eliminado las pequeñas y medianas empresas que comercializaban productos agrícolas y ganaderos, además facilitan la venta de lo que han adquirido a través de Internet-, ha colmado lo que como soporte de las adversidades representó aquella entereza. Mientras que no se rompan esas múltiples cadenas comerciales que condicionan la vida de los que tienen que trabajar en el campo, y no se cree (de crear y creer), una estructura en la que participen directamente productores y consumidores, los intermediarios que han proliferado desde la descentralización de las autonomías, tanto aquéllos como los otros seguiremos siendo desplumados.

La descentralización ha generado unas enormes diferencias que ninguno de los gobiernos que hemos tenido desde el 78 han sabido o querido enmendar

Examinando los orígenes y las consecuencias de esta descentralización, volvemos a encontrar que estas diferencias están prioritariamente fundamentadas en factores económicamente geográficos. Lo cual, a pesar de ser un factor globalmente generalizado, no podemos asumirlo como incontestable. Unas resultas que sociológicamente tienen que ser evaluadas y consecuentemente solventadas por aquellas autonomías, que en parte, debido a sus expensas, han logrado un mayor desarrollo.

La distribución del Producto Interior Bruto (PIB) per cápita refleja los enormes desequilibrios económicos que se han producido desde que se inició el proceso que cristalizó con las competencias otorgadas a las comunidades autónomas. Entre las que han experimentado un mayor crecimiento económico y las que han quedado al margen de este proceso se sitúan aquéllas que concentran actividades industriales -altamente productivas- con dotaciones de parques empresariales y tecnológicos, servicios especializados, o aquéllas en las que se ha desarrollado la actividad turística; entre las segundas, lo sufren aquéllas cuyas incipientes economías han sido saqueadas. Tanto en medios humanos como en un aislamiento que tanto económica, cultural como de asistencia social, constituyen lo que hemos dado en llamar la España vaciada. 

Uno de los indicadores que pone de manifiesto los desequilibrios económicos y sociales en España es la renta disponible de los hogares por habitante. En paralelo, la tasa de riesgo de pobreza realza estas desigualdades, pues es más alta en las regiones económicamente más deprimidas, o en aquéllas donde la existencia de grandes latifundios, la distribución de la riqueza es más desigual. 

Si se analiza la densidad de la población a escala autonómica, los mayores contrastes se producen entre Madrid y las Comunidades situadas en el entorno del Mediterráneo. El mapa de densidades municipales muestra que el 96,6% de la población española se concentra en tan sólo el 39,7% de los municipios, lo que indica que dos de cada tres municipios están casi despoblados. También los movimientos migratorios han incrementado, en algunos casos, las disparidades demográficas, ya que los recién llegados se asientan básicamente en los lugares con una economía más dinámica, puesto que en esas zonas suele ser más fácil encontrar un puesto de trabajo.

En concordancia con todo lo que ha sido expuesto, me pregunto si el Partido Socialista tiene capacidad para reducir estas desigualdades (y aquí no me estoy preguntando si el PP y Vox la tienen, sino hasta dónde éstos pueden incrementarlas), o si como consecuencia de estar aquel Partido maniatado por las demandas de las nacionalidades históricas, seguiremos intentando cambiar todo para que nada cambie.

Lo que está ocurriendo con las coacciones que están imponiendo algunas comunidades a los distintos gobiernos que han malvendido a este país, y la inconsciencia con la que una gran parte de sus ciudadanos ha asumido lo que está ocurriendo, me recuerda la alegoría de la Caverna de Platón. Un espacio en el que la mayor parte de los que lo habitan, atados y obligados a mirar en una sola dirección, sólo ven las sombras que proyectan sus cuerpos. Una alegoría que se completa con la liberación y la huida hacia el exterior de uno de los encadenados, que al salir del espacio de las sombras, se percata de lo que es la realidad.

El mapa de densidades municipales muestra que el 96,6% de la población española se concentra en tan sólo el 39,7% de los municipios

No voy a entrar en lo que ocurrió cuando volvió a penetrar en la caverna para liberar a sus compañeros, por ser un episodio que se ha repetido innumerables veces a lo largo de la historia. Lo que sí quiero enfatizar es que esta reiteración está fundamentada en esa tendencia innata con la que los que han sido liberados, propenden a advertir a los que viven en las sombras, que tienen que salir de su estática y emboriada realidad; que los que consideran que las sombras son tan solo un producto de una luz que no ven, su realidad sólo es posible aprehenderla a través de un conocimiento que hundiendo sus raíces en su capacidad de razonar, les permita que a pesar de que lo que no se ha visto no se puede recordar, el que solo recuerden que existe una luz que no ven, solo puede permitirles continuar viviendo en las sombras.

En concordancia con lo que con este episodio se concita y observando lo que está ocurriendo en este país, comienzo a ponderar si el proyecto de los que en el pasado contemplaron resolver el mal funcionamiento del Estado Central a través del establecimiento de las Comunidades Autónomas, no ha hecho más que multiplicar por diecisiete, lo que en el 78 se trató de resolver. Soy consciente que con su creación se solventaron muchas de las deficiencias, cacicadas y crímenes que se han venido produciendo en Hispania desde don Pelayo hasta el momento de la Transición; pasando entre estas dos efemérides, la llegada desde Francia de los Borbones y del monstruoso dictador que apellidó sus infamias como El Glorioso Alzamiento Nacional. Pero a la vista de que gobernar a España desde un Parlamento en el que se ha conseguido que las reivindicaciones de todas estas comunidades puedan ser debatidas y consensuadas democráticamente, hemos llegado a un punto en el que hay que afrontar, en primer lugar, no solo las concesiones que, como he señalado en otro lugar, les fueron concedidas a estos territorios los reyes, los condes, la iglesia y los señores de las tierras; sino incluso competencias que los gobiernos actuales se vieron obligados a otorgar, debido a la conformación de una democracia en la que los votos de los partidos  que representan estas comunidades son decisivos para la gobernanza de este país. Unas concesiones y unas competencias que como consecuencia de los derechos que se atribuyen estas dos comunidades a las que se les ha conferido la etiqueta de Nacionalidades Históricas [1]; obviando la discriminación que esta reseña representa para el resto de las nacionalidades del Estado Español, tienen que financiarse equitativamente por el conjunto de todas ellas.

Se habrá de argüir que tanto el País Vasco como Cataluña, porcentualmente aportan una mayor contribución al Estado, que aquel resto de las nacionalidades españolas. Pero esto, aunque también lo saben, parecen no entender una serie de concausas que por su importancia y complejidad, se necesita resaltar muy detenidamente. Y esto es lo que trataré de enfatizar -por falta de espacio-, en el siguiente artículo.


[1] A este respecto remito al lector a lo que mencionado en el artículo anterior hace referencia a la Paz de Westfalia.

Nacionalidades históricas (VIII)