domingo. 28.04.2024
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Tribuna del Congreso de los Diputados

El bipartidismo ha sido -y todavía es- cimiento y pieza clave del sistema político español alumbrado por la Transición. A su vez el sistema electoral descrito ya en precedentes artículos de esta serie (Prontuario para electores) lo ha propiciado y lo ha sostenido.

Por muchas de sus características -entre ellas su perduración (1)- este bipartidismo puede ser hasta cierto punto asimilado al ‘turnismo canovista’ de la Primera Restauración Borbónica (1874) , que tras medio siglo entró en crisis irrecuperable, prolongada desde la Dictadura de Primo de Rivera hasta su definitivo derrumbe con la proclamación de la II República.

Por su parte, el declive de este ‘renovado turnismo’, protagonizado temprana y efímeramente  de un lado por la Unión de Centro Democrático ( UCD) —y de seguido por el Partido Popular ( PP)- , y del otro por el Partido Socialista (PSOE), como alas derecha e izquierda del tronco dinástico, tiene como origen y detonante la Gran Recesión desencadenada por la crisis financiera de 2007-2008, gran parte de cuyos efectos en la esfera social y en el plano político comenzaron a ser reconocidos y a asociarse a aquélla con retraso, al haber necesitado algunos años para manifestase de modo asincrónico en la vida social y en la política.

En el plano político, 2011 constituye sin duda a ese respecto un hito revelador y al mismo tiempo contradictorio. En las plazas y en las calles se visibiliza por entonces un intenso y extenso movimiento de impugnación del sistema político -el 15 M- no limitado ni mucho menos a la acampada en la Puerta del Sol, sino expandido en numerosas y variadas muestras de lucha cultural y de conflictividad social que se prolongan en más sostenidos movimientos de protesta y resistencia (PAH, Mareas, Gamonal, huelgas en fábricas y servicios etc.), constituyendo al mismo tiempo la oportunidad de formación de futuros líderes políticos al margen de los cauces desecados ofrecidos por los partidos políticos institucionalizados.

Y al tiempo, ese mismo año, en noviembre, los resultados de las elecciones generales lejos de reflejar en el plano político esa tremenda sacudida tan ostensible en el plano social, parece confirmar la vigencia del bipartidismo, al tiempo que proclama un triunfo incontrovertible del conservadurismo, dando la mayoría absoluta al Partido Popular (2).

Habrá que esperar a 2014-2015 para que la crisis política y su expresión en el ocaso del bipartidismo (3) se manifiesten de modo abrupto: tanto en la insólita abdicación por dimisión de un Rey, que a su vez era el mando supremo de las Fuerzas Armadas (art. 62.h) y cuyo nombre propio hasta figura todavía inscrito en la Constitución (artículo 57), como en los resultados electorales: los dos partidos dinásticos- el PSOE y el PP- entre ambos perdieron respecto al cenit bipartidista en 2008, 8,8 millones de votos (3,3 millones el PP y 5,4 millones el PSOE).

Pérdida que en escaños se tradujo en 110 diputados menos entre ambos (31 el PP y 79 el PSOE)  y eso que el sistema electoral les siguió prestando su ayuda con su premio habitual, en esta ocasión con 35 diputados extra por encima de la proporción de votos, repartidos a razón de 22 para el PP y “solo” 13 para el PSOE.

Junto a todo ello se registraron otros hechos menos llamativos pero no por ello menos indicativos de cambios profundos. Todavía en 2011 en la mitad de las provincias españolas, en concreto en las 26 cuyo número de diputados es inferior a 6, de los 99 diputados asignados a ese conjunto de circunscripciones, 97 fueron a parar a los dos partidos dinásticos ( 64 al PP y 33 al PSOE)  y solo los dos restantes a sendos partidos nacionalistas (en Navarra).

Cinco años más tarde, en pleno agrietamiento del rocoso sistema bipartidista, si bien seguían siendo hegemónico en ese mismo grupo sus viejos protagonistas, los resultados reflejaban una situación bien distinta. De 96 diputados, la pareja conservaba todavía 77 ( 29 el PSOE y 48 el PP), pero la proporción de votos reflejaba un cambio de bastante mayor profundidad : del  85,8% que concentraban en 2011, pasaron a reunir 20 puntos menos (65,1%); aunque esa caída se atenuó merced al sistema electoral que les recompensó en ese mismo ámbito territorial, con 14 escaños más (11 para el PP y solo 3 para el PSOE) equivalentes a 727 mil votos, el grueso de los cuales (682 mil) fueron sustraídos a partidos minoritarios ( 214 mil a Podemos, 287 mil a Ciudadanos y 180 mil a Izquierda Unida).

Mientras esto acaecía en las provincias de perfil más conservador (las dos Castillas, y algunas de las menores de Andalucía, Extremadura, Galicia etc.), en las más urbanas y populosas (excluidas las de mayor protagonismo nacionalista, Euskadi y Catalunya), el cambio en la hegemonía bipartidista era mucho más apreciable.

En concreto, en las 6 cuyo número de diputados para el Congreso es de 10 o más, los dos partidos que en 2011 acumulaban 84 escaños sobre un total de 96 (87,5%), en 2015 ya solo reunían 56 (58,3%) correspondientes a un porcentaje de votos sensiblemente similar (55.4 %). A su vez, en las dos nacionalidades antes indicadas, la crisis de los dos partidos dinásticos ya resultaba palmaria: en el conjunto de las 7 provincias integradas en Euskadi y Catalunya: de un total de 65 diputados, entre el PSOE y el PP en diciembre de 2015 solo sumaban 18, cifra que, en la práctica se ha mantenido casi invariable en las otras elecciones generales celebradas desde entonces (una en 2016 y las otras dos en 2019).


(1) Además de su deriva oligárquica, con el correlato de la corrupción entronizada como elemento estructural que convierte al Sistema en Régimen.
(2) La brecha entre el conjunto de fuerzas caracterizables como derecha e izquierda bate ese año un récord histórico a favor de las primeras: casi 4 millones de votos, cerca de un millón por encima de los conseguidos a la inversa  en el arrollador triunfo del PSOE de Felipe González en 1982. El Partido Popular con Mariano Rajoy a la cabeza consigue el más abultado resultado de su historia. Por su parte el Partido Socialista registra la caída más drástica, al descender de sus 11 millones sostenidos tanto en 2004 como en 2008 a los 7 millones (es decir 4 millones menos) en 2011. El bipartidismo, sin embargo, no parece haberse erosionado todavía, ya que entre ambos pese a la pérdida de 9 puntos respecto a la precedente legislatura en que alcanzó su cenit con el 84% de los votos y el 92 % de los escaños, aún concentra el 75% de los votos y el 85% de los escaños, cifras ambas en el entorno de la media de todos los comicios desde 1977.
(3) “Las huellas de la reforma de las Leyes Fundamentales (del franquismo) todavía son visibles en la Constitución de la democracia española, cuando ya han pasado cerca [ahora más] de 40 años desde su entrada en vigor. Y no en aspectos secundarios , sino en los dos elementos centrales de nuestra fórmula de gobierno: el sistema de partidos ( bipartidismo)… y la restauración de la monarquía… porque es en ella en la que encuentra explicación el bloque normativo preconstitucional respecto del ejercicio del derecho de participación  ( art. 23  CE78) que se acabará convirtiendo en el bloque de constitucionalidad con la aprobación de la Constitución. Y de ahí viene el sistema de partidos que hemos tenido desde entonces (bipartidismo) y también la crisis del mismo que empezó a ponerse de manifiesto en mayo de 2014 con el resultado de las elecciones al Parlamento europeo”
. La Reforma Constitucional Inviable”. Javier Pérez Royo. Ediciones La Catarata 2005.

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