viernes. 03.05.2024
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Eso de la democracia tiene el problema de tener que cumplir ciertas normas que suelen estar contenidas en la Constitución correspondiente. Por ejemplo, cuando se trata de cohonestar la eficacia en la elección de gobernantes con la necesidad de respetar la representatividad de las minorías. En España, y en los últimos años, se ha producido una fragmentación del Congreso de los Diputados que, a algunos, les ha hecho añorar los tiempos en los que una mayoría absoluta, o suficiente, como se dice ahora, permitía elegir fácilmente al presidente del gobierno sin que las minorías pudieran quejarse de nada, más que de obtener pocos votos. 

Esta nueva situación de fragmentación ocasiona un proceso de negociación con diversos grupos que, naturalmente, tratan de conseguir ventajas con las que retribuir sus votos, condiciones que, a veces no son aceptables por el grupo mayoritario en la negociación por parecerle excesivas. Y la negociación, y con ella el proceso, se “bloquea”. Naturalmente que la situación se puede resolver con una repetición electoral, después de la cual puede reanudarse la negociación con resultados distintos, tal como, por ejemplo, ocurrió en 2019. Por ello, no debería, ese bloqueo inicial, considerarse como un problema irresoluble y, mucho menos, que ponga en riesgo la democracia española.

Sin embargo, alguien, seguramente, bienintencionado, ha propuesto alguna fórmula para resolver lo que, a su juicio, es el verdadero problema y es la necesidad de que un partido mayoritario tenga que admitir condiciones de otro minoritario. Y, para resolver ese problema, que no el del “bloqueo”, ha propuesto alguna fórmula que automatice la elección del presidente del gobierno en casos de “bloqueo”. Seguramente, lo habrá hecho con los suficientes matices para que la cosa termine siendo constitucionalmente posible, políticamente conveniente y socialmente presentable.

Pero, el problema de estas cosas que admiten tantos matices, es que su reproducción adultera el producto. Ya se sabe que “bienaventurados los imitadores porque, de ellos serán nuestros defectos”. Y, en contra de lo que dijo el poeta, su canto, no siempre asciende a más profundo cuando, ya libre, es de todos los hombres. Sobre todo, si, cuando vuela, lleva plomo en las alas.

El único partido que en la democracia española ha permitido gobernar a "la lista más votada" es el PSOE. Lo hizo, absteniéndose, en 2016, para que Rajoy pudiese ser el, también, único presidente que dejó de serlo enseguida por un asuntillo de corrupción

En el debate del pasado 10 de julio, Núñez Feijóo propuso a Sánchez modificar la Constitución de 1978 allí mismo, delante de las cámaras de un canal privado de televisión, único donde el candidato del Partido Popular se sentía confortable para explicar a los españoles qué era eso de la derogación del sanchismo. La modificación propuesta consistía en hacer presidente del próximo gobierno de España a “la lista más votada” en las próximas elecciones generales.

Y lo hizo de manera histriónica ofreciendo al presidente Sánchez un documento que, él mismo, firmó antes. Se trataba, más que de un pacto, de un trágala. Firme usted esto, le decía con ello a Sánchez, o demostrará no ser un demócrata. No parecía admitir enmienda alguna a dicha propuesta ya que, le instaba, no a discutirla, sino a aceptarla tal como iba. El hecho incluía una ocultación de los términos del “acuerdo” a todos los españoles, supuestos beneficiarios de lo que ponía en ese papel. Imagino la cara de tontos que se nos habría quedado a todos los espectadores de aquello si el otro signatario del mismo hubiera aceptado sin más el truco o trato que le estaban ofreciendo. Primera pregunta, ¿Qué entiende Feijóo por transparencia? ¿Lo mismo a lo que se refiere cuando habla de sus ingresos personales?

El “constitucionalista” Núñez Feijóo parecía olvidar, en una muestra de insolvencia o mala fe, que la Constitución española no tiene ningún automatismo para la elección de gobernantes, ni segundas vueltas, ni listas más votadas, ni cosas por el estilo. La razón es tan sencilla como que los procesos electorales previstos en nuestra carta magna, no están hechos para elegir gobernantes, si no, representantes y, luego, son estos los que eligen, en los parlamentos, asambleas o plenos municipales correspondientes, a los gobernantes de cada lugar.

En el caso de los ayuntamientos, y en el de algunas comunidades autónomas, existen mecanismos legales para que, en caso de que se alcance una mayoría absoluta en el pleno o en la asamblea correspondiente, pueda gobernar "la lista más votada", pero nunca de manera automática solo por el hecho de haber obtenido más votos que otras, si esa victoria no se ha producido por mayoría absoluta. Y, ese mecanismo, es posible porque, en todo caso, los electores están votando en una circunscripción única, por lo que puede hablarse de una lista más votada.

Pedro Sánchez absteniéndose de abstenerse ya que dimitió como diputado para no incumplir su promesa electoral, aquella del No es No

Pero, en el caso de unas elecciones generales, no hay una sola, sino 52 circunscripciones electorales con sus 52 correspondientes listas. ¿De que "lista más votada" se está hablando? ¿De la de Madrid, Barcelona, Cuenca o Melilla?

Y, si se habla, no de "la lista más votada" sino del grupo del Congreso que haya obtenido un mayor número de diputados, ¿se deja que el líder de ese grupo, o todo, y solo, ese grupo, decidan quien va a ser el presidente del gobierno? Porque pueden elegir a cualquiera, sea o no diputado, como presidente del gobierno. Y, ¿qué hacen los demás diputados en ese acto? ¿Renuncian a su derecho constitucional y se van de copas como hizo Rajoy en tan nefasta ocasión? ¿De verdad no les parece algo disparatado? ¿Eso es fruto de la insolvencia o de la mala fe?

Y, si se lleva a cabo ese disparate, ¿cuál es el papel de todos los diputados, excepto los de los dos grupos mayoritarios? ¿Qué hacemos con los miembros de los grupos nacionalistas a los que se les ha dicho que vayan a las cortes a defender sus ideas? ¿No sería una forma de echarles del Congreso de los Diputados? ¿Eso es insolvencia o mala fe?

La única ventaja de tan ingenioso procedimiento es la investidura exprés de un presidente de gobierno. Pero, ¿cómo piensa gobernar con más de la mitad del Congreso en contra? O es que, ¿el papelito de Feijóo incluía un pacto de legislatura? Tamaño descuido, ese de olvidar que lo que tiene que tiene que hacer un gobernante, es gobernar, ¿qué es?, ¿insolvencia o mala fe?

Y, luego, viene lo de la oportunidad de la propuesta. Es evidente que tal propuesta no puede tener efectos retroactivos ya que, eso, el PP nunca lo ha aplicado anteriormente para dejar gobernar al PSOE en España cuando ha ganado las elecciones generales sin mayoría absoluta. Ni en 1993, ni en 2004, ni en 2008, ni en 2019. También es un hecho que, en el presente, no lo aplica en alguna comunidad autónoma, ni en los ayuntamientos, donde podría gobernar el PSOE en aplicación de ese principio. Pero, ¿se puede confiar en que el PP lo aplicaría en un futuro si no le viene bien? ¿Igual que cumplió el Pacto Anti transfuguismo? ¿Igual que cumplió el PP de Feijóo el acuerdo del PP de Casado sobre la renovación de los máximos órganos judiciales? ¿Por insolvencia o por mala fe?

Porque, el único partido que en la democracia española ha permitido gobernar a "la lista más votada" es el PSOE. Lo hizo, absteniéndose, en 2016, para que Rajoy pudiese ser el, también, único presidente que dejó de serlo enseguida por un asuntillo de corrupción. Lo hizo para evitar unas terceras elecciones seguidas en menos de un año. Lo hizo sin necesidad de firmar ningún papel previo con el PP. Y lo hizo con Pedro Sánchez absteniéndose de abstenerse ya que dimitió como diputado para no incumplir su promesa electoral, aquella del No es No.

Pues bien, a ese Pedro Sánchez que se negó a eso, Feijóo le proponía la firma de un papel dudosamente constitucional y escandalosamente oportunista para, presuntamente, permitirle a él gobernar si el PP obtenía esa confusa “lista más votada”. ¿Por insolvencia o por mala fe?

La cosa está clara, por insolvencia y por mala fe.

El truco de "la lista más votada”