viernes. 26.04.2024

El corazón partío de Podemos

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El movimiento de Errejón ha sido el último de una larga serie que amenaza con convertir Podemos en una nueva Izquierda Unida

Anda el partido de Pablo Iglesias con la depre, casi ya más Pudimos, que Podemos. Sometido a su enésima sacudida interna, fruto, me temo, de unos orígenes en los que se anudaban el populismo a lo Perón con las ideas y los símbolos de un puñado de desencantados o exiliados de Izquierda Unida: el nombre más irónico que ha tenido jamás un partido político.

El movimiento de Errejón ha sido el último de una larga serie -con Pascual y Bescansa entre los protagonistas- que amenaza con convertir Podemos en una nueva Izquierda Unida: muy pura, muy de izquierdas, con el ceño muy fruncido y con muy pocos votos. La sensación, al menos desde fuera, es que a Iglesias sólo le van quedando los fieles, los que llevan las siglas de su partido, sea cual sea, tatuadas en la piel como si fueran las del equipo de fútbol de sus amores.

Mientras tanto, otros muchos, menos fieles y más decepcionados, quizás, desde hace tiempo con la deriva de Iglesias, se preguntan por qué Iñigo no es Carmena, es decir, por qué lo que vale para el Ayuntamiento no vale para la Comunidad. Y sobre todo, qué ideas defiende Podemos que no defiendan Errejón o Carmena.

Unas preguntas a la que hay que sumar el hecho de que Iglesias, herido en su orgullo, haya decidido que contra Carmena no se compite, pero tampoco se la ayuda; es decir, que nadie de Podemos pedirá el voto para quien, hasta hace poco, era ejemplo vivo, con Colau, de que Podemos podía gobernar y hacerlo bien.

Como aquellos intelectuales de los setenta, el núcleo duro de Podemos ha optado por el desencanto, por dar muestras de que las próximas elecciones al ayuntamiento madrileño no van con ellos. Lo que viene a ser lo mismo que dimitir de sus responsabilidades y de la representación de muchos de quienes, en Madrid, no queremos el regreso del PP al Consistorio.

Que las formas de Errejón fueran malas, que sea percibido por algunos entre la militancia como un traidor, que Iglesias y Montero tengan el corazón partío no debería ser excusa para abdicar de su trabajo y, víctimas de su orgullo, dejar de trabajar para que las izquierdas (todas) logren sumar lo suficiente en la ciudad y en la comunidad de Madrid. Y si quieren competir, hacerlo en la ciudad y en la región; y si no quieren, no hacerlo en ningún lado. Pero sin consentir que sus (naturales) emociones personales se impongan a la racionalidad en la toma de decisiones y les lleve a alentar el desencanto y la abstención.

Quizás, en esto deberían tomar nota de Izquierda Unida, cuyo aparato regional, que aún recuerda la decepción de no entrar en la Asamblea de Madrid cuando presentaron a García Montero, ya ha amagado con integrarse en la candidatura de Errejón, por más que Garzón -cada vez más intrascendente políticamente y menos diferenciado de Iglesias, hasta el punto de que en la carta enviada a los inscritos éste se atrevía a hablar en nombre de IU- se muestre reticente a ello. Dicho sea de paso, si Izquierda Unida decide finalmente ir con Errejón, ¿qué hará Podemos?

El tiempo pasa. Tres candidaturas -PSOE, Podemos-IU y Más Madrid- pueden sumar más que dos. Pero hace falta que, cuanto antes, el discurso de todos se dirija hacia afuera y no hacia adentro, las posiciones y los pactos se aclaren más allá de estigmas personales y, sobre todo, cada uno sea capaz de movilizar a su electorado potencial. Quizás así, con suerte y si después de las elecciones las rencillas personales no dan con todo al traste, la izquierda puede conservar el Ayuntamiento y ganar la Comunidad.

El corazón partío de Podemos