domingo. 05.05.2024

Excelentísima Señora Alcaldesa de la Villa de Madrid

Nadie duda de que estamos padeciendo tiempos difíciles; en Europa, en España, en cada una de las Comunidades Autónomas y Ayuntamientos y en la mayor parte de nuestras familias… Y estos tiempos no son mejores en el faraónico edificio de la Plaza de Cibeles. Así lo reconocía usted el 27 de diciembre de 2011 en el discurso de investidura al afirmar que comprobaba la dureza de la crisis y reconocía una deuda de 6.377 millones de euros, dato que convierte a Madrid en la ciudad más endeudada de España (representa el 45% del débito de todos los ayuntamientos del país y entre las más alta de Europa); y a diferencia del mantra reiterativo del señor Rajoy, de sus ministros y de los altos cargos del Partido Popular acerca de “la herencia envenenada dejada por el señor Zapatero y el gobierno socialista”, usted, señora Botella, no puede culpar a ningún político socialista de esta deuda ni del derroche, despilfarro y descalabro económico que ha sufrido y sufre la Villa de Madrid y capital de España. Sólo puede culpar al anterior alcalde, hoy contestado ministro de Justicia, señor Gallardón -al que usted atribuye inmerecidamente “una brillante gestión y que piensa en grande”- y a su equipo en la alcaldía del que usted formaba parte, y muy destacada, en el Área de Medio Ambiente y Movilidad.

Coincido plenamente en que los políticos serios tienen razón en exigir que las medidas que se tomen en estos momentos de dificultades han de ser gestionadas por el sentido de la responsabilidad y en el marco de lo posible. Pero es también su obligación entender que no todo se reduce a una cuestión de economía y recortes; la obligación primera que justifica y da sentido a su cargo como alcaldesa consiste en representar al conjunto de ciudadanos que le han votado garantizándoles la gestión de:

-una ciudad, transparente y honesta en lo económico,
-tranquila y confiable en seguridad,
-limpia, saludable, habitable y ecológica en Medio Ambiente,
-cómoda y transitable en movilidad,
-suficientemente atendida en los servicios sociales;

y de estas prioridades debe responder; está de más recordarle que el poder con que gobierna emana de los madrileños y a ellos se debe.

Para conseguir estos objetivos, tener imaginación, ideas y relatos convincentes es una necesidad y una obligación; es usted probablemente de esas personas que hace tiempo se dejó olvidado en alguna esquina el sentido del ridículo, las ideas, la imaginación y el relato convincente y, desde entonces, está acostumbrada a viajar en la gestión política sin ellos. Aunque no dudo que alguna vez acertará, señora Alcaldesa, pues hasta los relojes parados dan bien la hora dos veces al día.

Pero el problema creado a los madrileños por el señor Gallardón no se reduce sólo a la deuda que nos ha legado a causa de sus veleidades megalómanas y caprichosas, - por las que cada ciudadano de la capital deberemos pagar más de 2.081 euros por persona, según datos facilitados por los técnicos del Ministerio de Hacienda-. A todo ello hay que sumar una gran estafa: el habernos dejado a usted, señora Botella, al frente de la alcaldía, sin pasar por las urnas, aunque en su citado discurso de investidura intentase justificar su puesto de regidora afirmando sin pudor que “contamos con un procedimiento legal que garantiza la continuidad institucional. Un procedimiento que mantiene la decisión sobre el gobierno municipal en los legítimos representantes de los madrileños, y que refleja el carácter parlamentario y representativo de la elección y del gobierno de la ciudad”.

Y me reafirmo en que su nombramiento ha sido “una gran estafa”, porque apelar en exclusiva a un procedimiento legal para garantizar la continuidad institucional, no significa necesariamente gozar de legitimidad ni es razón suficiente para justificar su permanencia al frente del ayuntamiento.

Usted apela al principio de legalidad; y es cierto, pues el principio de legalidad garantiza su seguridad jurídica. Pero si la legalidad jurídica hace referencia a la ley, el principio de la legitimidad política se refiere al ejercicio del poder desde la perspectiva de quien obedece, es decir, desde los ciudadanos madrileños; desde este principio sólo es legítimo aquel gobierno de quien accede al poder y lo ejerce si cumple los requisitos que los que obedecen creen que tiene que cumplir para mandar. Cumple, ciertamente, para ejercer el cargo el formalismo de la legalidad, pero carece de esa necesaria legitimidad en la voluntad de los madrileños. Le dejo constancia, señora Botella, de una obviedad: en cualquier elección y con listas cerradas, los ciudadanos no votan a personas, por desgracia, votan a partidos. Y a usted nadie le ha votado “personalmente”, han votado al Partido Popular. Sería interesante hacer con usted “la prueba del nueve”, saber cuántos madrileños habrían votado su candidatura, de presentarse en listas abiertas. Posiblemente se llevaría una sorpresa.

Le señalaba, asimismo, que para garantizar su legitimidad en el cargo es necesario acudir al principio de razón suficiente. Pensadores nada frívolos como Bertrand Russell sostenía que en virtud de este principio y de la ética democrática “ningún hecho podría darse sin que haya una razón suficiente por la que deba ser así y no de otra manera”, y en su caso, señora Alcaldesa, no había razón suficiente ni ética democrática para auparse a la Alcaldía; y más si, como muchos madrileños sospechamos, hubo dolo encubierto al situarla como número dos en las listas electorales para el Ayuntamiento de la capital.

Muchos ciudadanos preveíamos esa tramposa jugada y éramos conscientes de que se iba a producir si su antecesor conseguía un ministerio en el Gobierno de Rajoy; esa jugada era un débito del taimado Alcalde Gallardón a José María Aznar. Y sin la voluntad expresa de los ciudadanos, usted no debería haber ocupado tal cargo. Así lo anticipaba y auguraba con mordaz ironía Jesús Ruiz Mantilla en un artículo en El País de 3 de abril de 2001, titulado “A ti, gaviota reidora”: “Marzo de 2012. El PP gana las elecciones. Gallardón se ha colado en las listas del Congreso y salta a la política nacional. Rajoy le nombra ministro de algo que luzca: Fomento, que da lustre, incluso le hace vicepresidente o portavoz del Gobierno. Es muy posible, muy real. Y Ana que en su vida se vio en otra sustituye al pavo en la alcaldía. Esa es la gracia y la consecuencia siniestra que tuvo la jugadilla de este chico tan listo. Nos tragamos la broma de mal gusto los pobres vecinos de Madrid”.

Existe una convicción entre muchos madrileños, -una gran parte, incluso, votantes del PP-, de que la señora Botella, a la que llevábamos sufriendo los madrileños ocho años antes de ser alcaldesa, no tenía ni tiene altura, ni cultura, ni preparación política para desempeñar este cargo; siempre que abre la boca para hilvanar alguna reflexión, opinión o juicio, se expresa con banalidades o mete la pata; no sabe expresarse con una sintaxis correcta y al tratar de explicarse sobre temas que incumben a su cargo, ignora conocimiento básicos elementales; casi su único mérito para estar donde está es haber sido la esposa de ese señor, siempre malhumorado, franquicia del rencor, apellidado Aznar; “es una señora que, - como apuntaba Manuel Vicent, al dibujar su semblanza-, probablemente no haya leído un ensayo en su vida, ni tiene ningún interés especial por la literatura, el arte o la música (aunque escriba, con negro incluido, historias de cuentos baratos); es una señora cuya estructura mental se funda en ideas básicas conservadoras, derivando siempre hacia lugares comunes, absolutamente rancios, aunque orlados con ideas bebidas al socaire religioso de los Legionarios de Cristo. En este sentido, - escribe Vicent-, es una mujer sin fisuras. En el damero femenino, la señora Botella hace caridad con los desheredados vistiendo modelos de costura y yendo a peinarse siempre en coche oficial; es una señora que ha irrumpido en la política como el corcho de una botella de cava, haciendo ruido en el aire, liándose con manzanas y peras e ignorante del laberinto semántico en el que se metía; es una señora cuyos ideales políticos los construye con golpes de efecto y cotilleos de tertulias basura, convertidos en materia de degustación para una infinidad de marujas; ella misma dice de sí que “tiene una ideología sin nombre”.

Con parecida dureza la describe Jesús Ruiz Mantilla en el artículo citado, siendo usted responsable del Área de Medio Ambiente y Movilidad: “Si esta mujer ha comprobado impasible cómo aumentaba la contaminación en la ciudad hasta límites irrespirables sin tomar ninguna medida, si aquí nuestra amiga da lecciones magistrales sobre la gaviota reidora y presume de especies sanas en un río que es un desagüe y si vamos a tener que soportar su impaciencia, su desprecio, su ignorancia, su soberbia, su descaro, que Dios, en su infinita misericordia, nos asista. La antipatía ha debido ser la más destacada cualidad de líder aprendida en su casa, prestando atención a la cara de palo de su marido. Da miedo. Pero sobre todo rabia porque está más que claro que una mujer de tan nulas cualidades para la vida pública jamás ganaría unas elecciones y por tanto ocupará un cargo usurpado a la voluntad de los votantes. Bonita manera de entender la democracia”.

Juicios similares sostenía el concejal socialista Inurrieta, al que usted bien conoce: “Ana Botella es una mujer de una ignorancia supina que trata de argumentar cualquier asunto con banalidades o con disparos generales al presidente del Gobierno -(entonces, Rodríguez Zapatero)-. Tiene un gran desconocimiento de la maquinaria de la administración municipal y de las cosas de su propio departamento; no contesta directamente nunca a las preguntas que le hacemos y siempre usa circunloquios sobre la crisis o sobre el PSOE para defenderse. Hay, incluso, -concluía Inurrieta- risas contenidas de sus propios compañeros cuando ella habla en la comisión de Medio Ambiente”.

Hasta en su partido, señora Botella, muchos afirman sin rubor, que “no está preparada para ocupar ese puesto, le viene grande y no goza en absoluto de la simpatía de los madrileños”, circunstancia que yo mismo tengo de sobra constatada. Razón tenía Friedrich Dürrenmatt, pensador suizo, al sostener que “no hay cosa que incordie más a la inteligencia que ver medrar a los mediocres”.

Pero al margen de estas reflexiones, que no considero las más importantes para valorar su gestión, quisiera razonar el descontento - muchos lo llaman indignación- que su torpe gestión nos produce. Paso por alto la tragedia del “Madrid Arena” en la que no quiso asumir ninguna responsabilidad y por la que recibió un aluvión de críticas, parapetándose en sus segundos y terceros del barco municipal. En la memoria de los madrileños quedará la comparecencia que hizo sin que los periodistas tuvieran derecho a preguntar y su negativa a contestar a nada relativo con el caso, limitándose a delegar las preguntas a una comisión de investigación en la que su propio partido vetó hasta en dos ocasiones su propia comparecencia. Era usted la que en el discurso de investidura abogaba por la transparencia y porque la gestión municipal se iba a alimentar de proximidad a los vecinos. “Parole, parole, parole”…

Estamos hartos de palabras y promesas de paraísos futuros que se adornan con promesas incumplidas. De promesas fallidas tenemos grandes ejemplos en el Partido Popular: todo su programa electoral no ha sido más que una coartada falaz para llegar al poder y mantenerse después en él a través del incumplimiento y la mentira. ¡Qué certeramente lo describe Milagros Pérez Oliva en su artículo en el diario EL País de 16 de julio de 2013, titulado Verdad y mentira en tiempos del PP!: “Un país que desprecia la verdad está condenado a la decadencia. Quien esto sostiene es Harry G. Frankfurt, profesor de Filosofía de la Universidad de Princeton, en un pequeño libro, Sobre la verdad, editado en 2007 en España por Paidós, tan conciso como certero e inquietante. Las reflexiones que desgrana el autor son plenamente aplicables a lo que ocurre ahora mismo en España y nos advierte de las consecuencias de instalarse en la negación y la mentira como estrategia de supervivencia política. Volver sobre esas reflexiones permite encuadrar la naturaleza de unas actitudes y un discurso público que están sumiendo a la política española en una espiral de impotencia y desesperanza. Con el Gobierno tratando de negar la evidencia en un asunto tan grave como el caso Bárcenas; con unos ministros que dicen una cosa y hacen la contraria, pensando que a base de repetir que la realidad es de una determinada manera, la ciudadanía acabará creyendo que es como ellos dicen; con unos dirigentes políticos que acusan al adversario de lo que ellos practican con el mayor descaro y el permanente recurso al poder enmascarador de los eufemismos para encubrir el mayor retroceso social de la democracia, la cuestión de la verdad se ha convertido en el problema central de la crisis política e institucional que vive España.

Al inicio de mi carta le señalaba la obligación primera que justifica y da sentido a su cargo como alcaldesa, al representar al conjunto de ciudadanos que le han votado. Paso a subrayar algunas reflexiones sobre su obligación de garantizarnos la gestión sobre los siguientes puntos: a) una ciudad, transparente y honesta en lo económico, b) tranquila y confiable en seguridad, c) limpia, saludable, habitable y ecológica en Medio Ambiente, d) cómoda y transitable en movilidad y e) suficientemente atendida en los servicios sociales. Y paso a desarrollar brevemente cada uno de ellos:

a) Una ciudad, transparente y honesta en lo económico

En el “haber”, pero también en su “debe” se encuentran muchas obras realizadas por el señor Gallardón; destaco algunas: el anillo de la M30, muchos kilómetros de metro - algunos hoy demostradamente innecesarios-, la reconversión del Palacio de Correos de 1917 como sede de sus reales caprichos, con un despacho personal más grande que el Oval de la Casa Blanca en Washington, subidas injustificadas de impuestos, la persecución cazurra por conseguir en dos ocasiones que Madrid fuese ciudad anfitriona de los Juegos Olímpicos con los gastos consiguientes y nunca declarados oficialmente, etc…, son éstas algunas de las veleidades caprichosas que han ocasionado un empobrecimiento y un déficit que acumula más de 6.776 millones de euros (los ciudadanos de la capital salimos a 2.081 euros por persona de deuda, según datos facilitados por los técnicos del Ministerio de Hacienda). Esta abultada deuda pública de Madrid - la más grande de todas las ciudades españolas y entre las más alta de Europa- representa el 45% por ciento del débito de todos los ayuntamientos del país.

Y esa megalomanía enfurecida por “lo grandioso” iniciada por don Alberto, la está continuando usted, pues sin consultar a los madrileños, continúa, tozuda y caprichosa,  el costoso empeño por mor de conseguir la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos de 2020; y digo costoso empeño para los contribuyentes madrileños en estos tiempos de austeridad, con el tramposo argumento de que la mayor parte de las infraestructuras ya están construidas.

Y esto no es cierto. Es una falacia señalar que el 85% de las instalaciones ya están acabadas. Éste es el dato al que usted se agarra para convencernos de que la inversión pública a realizar será mínima. Lo que no nos dice es que el sueño olímpico lleva años gestándose, y lleva invertidos más de 9.000 millones de euros en infraestructuras. Según la información aparecida en el diario El País, el día 23 de diciembre pasado, firmada por Bruno García Gallo, el proyecto final presentado por el COI para Madrid 2020 precisa 1.470 millones de euros más en infraestructuras de transporte y deportivas, aportados a partes iguales por las tres Administraciones (Gobierno, Comunidad y Ayuntamiento). Pero esto no es todo, como afirma Manuel Llamas en el razonado artículo aparecido el 7 de julio en LibreMercado, titulado 10 razones en contra de Madrid 2020; la historia de los JJOO demuestra que éstos son siempre un negocio ruinoso y deficitario; señala que casi todas las sedes que los han acogido han arrastrado un enorme déficit, con la excepción de Los Ángeles 1984, únicos Juegos que lograron un superávit de unos 200 millones de dólares. Y como ejemplos conocidos de fracaso económico, destaca en primer lugar Montreal 1976, al que le siguen Atenas 2004, Pekín 2008, Londres 2012. Y estaremos atentos a los datos de resultados de Brasil 2016. 

No seré yo quien se oponga a estos JJOO Madrid 2020; no sabría cuantificar cuántos españoles y madrileños están a favor o en contra de los mismos, precisamente en el mismo medio (LibreMercado) y en el mismo día (7 de julio), otro informe, titulado 10 razones a favor de Madrid 2020, firmado por Luis F. Quintero, sostiene que “Pese a que la crisis ha mermado el espíritu olímpico de la sociedad española, todavía son mayoría los españoles que desean ver a Madrid con los Juegos Olímpicos. Y da unos datos que no justifica: más del 75% de los madrileños consideran que la cita olímpica sería beneficiosa para la ciudad, mientras que tan sólo un 17% rechaza esta idea. Entre los españoles, más del 80% apoya la candidatura”.

Ignoro cómo casan en estos momentos de crisis, en los que está aumentando la pobreza entre españoles, unas Olimpiadas (que pueden ser deficitarias según los datos de las Olimpiadas celebradas hasta ahora) con la austeridad a la que está sometiendo a la ciudad de Madrid; y subrayo cómo casa la austeridad que usted pretende vendernos con los viajes de una semana que se ha dado en los dos últimos años la regidora del Ayuntamiento de Madrid, acompañada siempre de los Alejandro Blanco, Víctor Sánchez, Theresa Zabell y demás miembros de la sociedad 2020 y del Comité Olímpico Español. Aparte de hacer lobby por Madrid, la Candidatura de la Austeridad también conoció las comodidades de hoteles nada austeros de Quebec (ciudad) o San Petersburgo. La recta final, en Lausana y por partida doble, no ha sido excepción; pues la segunda visita en tres semanas de la veintena de miembros de la candidatura española a organizar los Juegos se realiza albergándose la delegación en el suntuoso ‘Lausana Palace’, con vistas al Lago Lemán, a 500 € noche la suite más barata. ¡Extraña austeridad esta, que aprieta con rebajas y ajustes a los ciudadanos, mientras usted y demás miembros de la Sociedad 2020 y del Comité Olímpico Español no son capaces de tener el gesto de ir en turista o a hoteles de menos estrellas cuando el viaje y la estancia se los pagamos los ciudadanos!

Estamos hartos, señora Alcaldesa, del excesivo interés que manifiesta por traer a Madrid los Juegos Olímpicos del 2020 y el escaso que demuestra por dotar de bienestar, limpieza y tranquilidad la vida de los madrileños, que es el mejor bien y más rentable que podemos desear los ciudadanos que en Madrid vivimos.

Aunque la verdad que esconde es que la celebración de los Juegos Olímpicos, como siempre, tan sólo beneficiará económicamente, a algunos empresarios, y más  directamente, a los políticos, pues supone una gran campaña de imagen para las autoridades públicas a nivel local, regional e incluso nacional de cara a su reelección electoral. Todo ello, a costa de un enorme despilfarro público sufragado con el dinero de los demás (los siempre paganos ciudadanos). No sería de extrañar que Ana Botella se vuelva a presentar a la Alcaldía en caso de que Madrid tenga la gran desgracia, en mi opinión, de ser escogida como sede olímpica en 2020.

b) Una ciudad tranquila y confiable en seguridad

Hace días, con motivo de la 36 edición del Maratón de Madrid, aseguraba usted que la capital de España "es una ciudad segura" y que "la gente puede estar tranquila". Uno de los factores que más influye en los turistas en el orden de prelación a la hora de escoger una ciudad para visitarla suele ser la seguridad, y para los madrileños, además, la tranquilidad.

En el Estudio Mundial sobre Calidad de Vida, difundido en abril de 2012, entre los 39 criterios indicadores de la calidad de vida se encontraba la seguridad. En el ranking de ciudades tranquilas y seguras, en los primeros puestos se encuentran Viena, Zúrich, Múnich, Düsseldorf, Frankfurt, Ginebra, Copenhague, Oslo, Ámsterdam, Berlín, Hamburgo, Luxemburgo, Londres, París…, Madrid ostenta un bochornoso puesto 49.

Ignoro si existen normas suficientes para proteger a los madrileños contra el ruido y la inseguridad (el escándalo Madrid Arena es un claro ejemplo de que no es así), que deterioran la tranquilidad y la seguridad, por las que se consigue cierta calidad de vida; si así fuese, considero que esta ausencia de normas que nos protegen debe ser subsanada de inmediato. Si ya existiesen, sería el exponente claro de la dejación de un Consistorio gobernado por usted incapaz de hacer cumplir las nomas que él mismo dicta. Es hora de que los ciudadanos exijamos a las instituciones responsables de nuestra ciudad, uno de nuestros bienes más preciado: la seguridad y tranquilidad de nuestras vidas, promoviendo el respeto y el cumplimiento legal por defender este patrimonio al que todos los ciudadanos tenemos derecho, y que pagamos con nuestros impuestos.

c) Una ciudad limpia, saludable, habitable y ecológica en Medio Ambiente.

Es una constatación evidente que la suciedad avanza en nuestra capital. Basta con darse un paseo por el centro de Madrid, la zona que teóricamente más cuidada debería estar, para darse cuenta que la capital está sucia. Y si uno recorre zonas algo más alejadas del centro, la cosa no hace más que empeorar. Tal vez existan zonas algo más cuidadas (el barrio de Salamanca y aledaños de Cibeles… ¿por qué será?) pero la inmensa mayoría, además de sucias, mantienen un descuido culpable. ¡Como si los ciudadanos no contribuyésemos suficientemente en el mantenimiento de la limpieza! ¡Cuántos extranjeros al visitar las zonas del centro de Madrid (las más visitadas por su interés histórico) constatan que su visita se realiza entre basuras. Algunos hasta exclaman, con cierta sonrisa de desagrado: “¡Esta suciedad, ni en Nápoles!” –ciudad sucia donde las haya-.

Madrid es una ciudad que en estos momentos ha suspendido estrepitosamente en la asignatura de higiene, limpieza saludable y contaminación. Y de todo ello hay un responsable, la señora Alcaldesa Ana Botella. A ella le debemos declaraciones tan inapropiadas como que, tras reconocer la excesiva polución en Madrid, aseguraba: "No es nociva para la salud de los ciudadanos". "Yo no veo la boina esa de la que ustedes hablan. [...] Hasta ahora no existe un estudio científico que relacione la salud con la contaminación en Madrid". O afirmando con la tesis de su marido contra el cambio climático, durante un congreso de Medio Ambiente: "El planeta ha de estar al servicio del hombre". Y ante las denuncias de muchos madrileños por la excesiva suciedad de las calles de Madrid, se descolgó con el argumento de que los mendigos eran una dificultad añadida a la limpieza de las calles.

Es inaceptable que aquellas actuaciones de Limpieza Integral con las que en otro tiempo nos publicitaba el Ayuntamiento se hayan eliminado mientras las pintadas y grafitis continúen ensuciando de forma creciente y alarmante paredes y portales y que costras sobre costras de carteles con churretones pegajosos de cola dejen los edificios con una mugre vergonzante.

Es curioso, por no decir vergonzoso, leer el dossier oficial de la candidatura ante el COI entregado en Suiza; en el Cuestionario de la página 15 se hace referencia a la "excelente" calidad del aire de Madrid, indicando que en los últimos cinco años nuestra ciudad ha cumplido con todos los niveles de control de contaminación establecidos y que en ningún caso se han superado los niveles de alerta. Sin embargo todos sabemos que durante semestres enteros de 2012 y de 2013 la contaminación atmosférica en Madrid ha incumplido la legislación; 12 de las 24 estaciones de Madrid, que componen la red de medición de la calidad del aire, han superado el valor límite legal anual de NO2 fijado en 40 microgramos por metro cúbico. Escuchar que "Madrid está en alerta por contaminación" no es una novedad. También es frecuente escuchar que Madrid supera los límites legales de ruido, convirtiéndose en la segunda ciudad más ruidosa de Europa.

d) Una ciudad cómoda y transitable en movilidad

Pocos madrileños dudamos de que los problemas de movilidad y accesibilidad han adquirido en nuestra ciudad una envergadura enorme; muchas encuestas detectan que estos problemas se han convertido en una de las preocupaciones principales de los madrileños; no en vano afectan de modo directo a su bienestar, su salud, su economía y al medio ambiente. Es cierto que la movilidad depende de muchos factores: modo en que se localizan los centros de trabajo, las viviendas, los comercios o los colegios; las infraestructuras de transporte que el ayuntamiento y los gobiernos regional y central construyen; también, la manera en que se gestiona el transporte público a través del Consorcio Regional. Somos conscientes de que la responsabilidad y solución no recae exclusivamente en las administraciones. Los ciudadanos tenemos también que reflexionar y algunos cambios individuales que iniciar para encontrar un nuevo balance colectivo entre la circulación y la calidad de vida. Cada madrileño tiene su propio catálogo de problemas, causas de los mismos y prioridades en relación al tráfico, la movilidad y la accesibilidad. Pero sí tenemos claro que en gran medida, la solución última a dichos problemas recae en las Administraciones municipales y Autonómicas. No en vano pagamos nuestros impuestos para que ambas administraciones solucionen, entre otros, estos problemas.

A pesar de que los atascos suelen considerarse como el mayor problema de movilidad en la ciudad, hay que admitir que la congestión de los automóviles es sólo una parte de sus problemas funcionales; son otras, y más importantes, las razones cuya responsabilidad pertenece a las administraciones: la cada vez más dilatada frecuencia y reducción de horarios en muchas de las líneas del metro; la baja eficacia de los autobuses inmersos en la congestión circulatoria; el injustificado encarecimiento de ambos transportes; la falta de calidad en algunas zonas, con líneas, conexiones, horarios y frecuencias a veces insuficientes; las dificultades para caminar, debido a la inseguridad existente de las vías para los usuarios más vulnerables; la existencia de numerosos obstáculos y barreras en las calles; la desvalorización del espacio público en la gestión y en la urbanización, que hace perder atractivo a las calles para caminar o utilizar el transporte colectivo. Es penoso el estado de deterioro en el que se encuentra el enlosado y asfaltado de gran parte de las aceras y calles de la ciudad: caminar por la zona centro -es seguro que también en otras zonas- es un castigo que disuade el poder caminar y que restringe las posibilidades de desplazamientos de numerosos grupos sociales y personas con discapacidad o que portan carritos y bultos.

Pero junto a esos problemas funcionales de movilidad, o como consecuencia de los mismos, se están poniendo de manifiesto cada vez con mayor gravedad un conjunto de problemas sociales y ambientales: cada vez está más demostrada la relación entre la contaminación atmosférica y el ruido del tráfico con la salud de los ciudadanos. La Organización Mundial de la Salud ha estimado, por ejemplo, que el humo del tráfico genera más muertos cada año en la Unión Europea que los propios accidentes de circulación. Los problemas globales del medio ambiente (emisiones de gases con efecto invernadero) tienen también una estrecha relación con el modo en que se resuelve la movilidad, cada vez más dependiente del automóvil privado; las distancias cada vez son mayores para alcanzar los bienes y servicios imprescindibles, generando una sociedad dual en la que grupos como los niños o los ancianos pierden su autonomía y su capacidad de socialización en el espacio público. Las calles pasan a ser del automóvil y no de las personas. Es ya proverbial entre los ciudadanos la escasez de bancos, urinarios públicos, fuentes y zonas verdes que faciliten la comodidad a grupos sociales y colectivos más desfavorecidos (ancianos y niños).

Estoy convencido de que a su despacho habrán llegado numerosos informes con denuncias y soluciones para estos problemas. Lo que es alarmante es que llevando ya gobernando más de 22 años el Partido Popular en Madrid (1991 - 2003, José María Álvarez del Manzano, 2003 - 2011, Alberto Ruiz Gallardón, y desde 2011, Ana Botella) en lugar de haberse solucionado en gran medida esos problemas, vayamos aumentando el deterioro y degradación en la comodidad y movilidad de nuestra ciudad.

e) Una ciudad suficientemente atendida en los servicios sociales

Entre las frases que usted leyó en su discurso de investidura hizo, entre otras, las siguientes declaraciones refiriéndose a los mayores:

“Al comprobar la dureza de la crisis pienso en nuestros mayores, que apuntalaron con su esfuerzo el progreso de nuestra ciudad. Pienso en quienes perdieron su trabajo. Pienso en las personas que viven en soledad, en quienes están excluidos. Pienso en todos ellos, y me siento muy cerca de todos ellos. Atenderles y ayudarles a superar su situación es la primera tarea de una Administración sensible a la realidad. Ignorar su necesidad, o enterrarla entre otras prioridades aparentemente más acuciantes, es comenzar a perder la batalla contra la injusticia”.

“Aspiramos a conseguir un Gobierno dedicado al servicio del bien común, a vivir en una auténtica democracia y a seguir disfrutando de los derechos sociales que hemos conquistado a lo largo de decenios y con mucho esfuerzo. Queremos acabar con la corrupción porque no podemos seguir despertándonos cada mañana con un nuevo escándalo político, un nuevo recorte, una nueva arbitrariedad. No admitimos que quieran acostumbrarnos a convivir con la indecencia política. No aceptamos que la normalidad sea el clientelismo, el abuso y la mediocridad”.

 ¡Qué hermosas palabras para un discurso vacío de compromiso!

No creo que ignore, señora Alcaldesa, que el sistema público de Servicios Sociales es una pieza clave en el Estado del Bienestar; se le considera el cuarto pilar junto a la sanidad, la educación y las pensiones. En los últimos treinta años habíamos logrado un importante grado de desarrollo de los servicios sociales y una notable capacidad de respuesta a los retos derivados de la transformación de la sociedad española. Es un sistema clave para hacer efectivo el derecho de las personas a vivir dignamente procurando la cobertura de las necesidades sociales y un sistema de protección fundamental para la prevención y eliminación de las desigualdades, que favorece la cohesión social, imprescindible para una sociedad realmente inclusiva. Pero la llegada del Partido Popular al gobierno de la nación, de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid, ha producido un progresivo deterioro al someter los servicios sociales a constantes procesos de desregulación y privatización, provocando de este modo un cambio de modelo. Aquellos avances han devenido ahora en retrocesos inaceptables.

La implantación de la lógica del mercado en su gestión y la justificación de la crisis como excusa para profundizar en una línea de recortes, ya iniciada en la etapa de crecimiento económico, son los elementos que fundamentan las políticas del actual Gobierno de España y de la Comunidad y del Ayuntamiento de Madrid en materia sanitaria, educativa y en servicios sociales. Junto a ello su gestión ha derivado en situaciones de desinformación, inseguridad y desprotección entre la ciudadanía, poniendo en serio riesgo el ejercicio de determinados derechos sociales.

Es verdad que la situación de crisis económica está produciendo un importante aumento de desigualdad, de pobreza y de exclusión social por el incremento de las necesidades básicas y las situaciones de vulnerabilidad en la ciudadanía que ha generado, a su vez, un incremento en la demanda de ayudas, servicios y prestaciones, siendo en este momento más necesarios que nunca los servicios sociales.

Pero si en los momentos de bonanza económica, ni la Comunidad ni el Ayuntamiento de Madrid fueron capaces de poner contención al aumento de las desigualdades, la situación económica en la que hoy se ve inmersa la sociedad madrileña demuestra que las dificultades se agravan y las respuestas se reducen, produciéndose la amenaza de un retorno hacia modelos asistencialistas y una ruptura con los principios de responsabilidad pública, universalidad, globalidad, igualdad y de derecho que inspiró nuestro modelo de sistema público de Servicios Sociales.

Porque el aumento de las desigualdades, de la pobreza y de la exclusión social es evidente en nuestra región. El último Informe de la EAPN Madrid (Red Madrileña de lucha contra la pobreza y la exclusión social) así lo demuestra. Según la tasa de riesgo de pobreza y exclusión social, el 18,1% de la población madrileña se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social, es decir, en torno a 1.150.000 madrileños. El 55,3 son mujeres y el 21% son menores de 18 años.

Ignoro la perversa razón, aunque la constato, -hay datos que así lo confirman-, que al tiempo que aumentan las necesidades y demandas de los madrileños, disminuyen los recursos sociales, poniendo en riesgo el modelo de convivencia y cohesión social que hace años nos dimos. Tengo la firme convicción de que existen otras formas de afrontar y superar esta crisis, sin tener que recortar prestaciones sociales. Así lo prometió en su discurso de investidura: “Atenderles y ayudarles (a los mayores) a superar su situación es la primera tarea de una Administración sensible a la realidad. Ignorar su necesidad, o enterrarla entre otras prioridades aparentemente más acuciantes, es comenzar a perder la batalla contra la injusticia”. De nuevo, señora Botella, hay que recordarle lo fácil que es prometer y lo difícil que es cumplir lo prometido. Sigue usted al dictado el ejemplo de todo lo escrito en el Programa del Partido Popular: un abanico de promesas incumplidas.

Y frente a estos escasos pero contundentes datos, usted a lo suyo, empecinada en trajinar para gastar y gastar por traer a Madrid unos JJOO que no garantizan beneficio seguro para los madrileños, como le recordaba más arriba en un sencillo silogismo: la historia demuestra que estos juegos son siempre un negocio ruinoso y deficitario para casi todas las ciudades que los han acogido, con la excepción de Los Ángeles 1984.

Decía el sabio y comprometido José Saramago que los políticos discurren entre dos opciones: la ambición y las ideas; ignoro la ambición que mueve a la señora Alcaldesa para querer continuar en el cargo -aunque lo imagino conociendo la excesiva ambición que siempre ha movido a su marido-, lo que sí me consta es la escasez de ideas que, sin elocuencia, ha ido exteriorizando. De su apabullante lógica inductiva y de su “florido pensil” subrayo este ramillete de frases:

"No soy partidaria del aborto, creo que la vida hay que favorecerla en todas sus formas..." “Creo que todos hemos visto en estos últimos meses esas escenas espeluznantes de niños, porque son niños, de siete meses de gestación en las trituradoras y yo, desde luego, le digo sinceramente que a mí me produce auténtico sonrojo que aquí al lado, en cualquier sitio, un niño de siete meses entre en una trituradora".

"No quiero un mundo en el que las mujeres seamos iguales que los hombres, sino un mundo que se adapte a las necesidades de las mujeres, que son las de la sociedad en su conjunto". "La Cenicienta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar, busca consuelo en el recuerdo de su madre".
"Sinceramente creo que, con todos mis respetos, una pareja de hecho no es exactamente igual que una familia". "Un hombre y una mujer es una cosa, dos hombres es otra cosa y dos mujeres es otra cosa, como supongo que un trío también será otra cosa". "Los matrimonios de homosexuales nunca serán igual que los de heterosexuales, de la misma manera que dos manzanas dan lugar a otra manzana y una manzana más una pera nunca darán lugar a otra manzana". "La adopción por homosexuales no es una cuestión moral sino científica. Hay que proteger al menor, y de momento nadie ha dicho que los niños tengan las mismas condiciones dependiendo de quién los adopte". "No hace falta recurrir a Marte y a Venus para constatar que los hombres y las mujeres somos diferentes en nuestra biología y en nuestras emociones..."
"En la catástrofe del ‘Prestige’ sólo hay un culpable: el barco".

¡Con qué clarividencia afirmaba Sófocles!: “El futuro nadie lo conoce, pero el presente avergüenza a los dioses”. Remedando tan certera sentencia, afirmo, señora Alcaldesa que desconozco cuál será el futuro del la ciudad de Madrid, pero el presente, a mi entender, tal como está gestionada, avergüenza a aquellos madrileños que hemos luchado desde la época de la dictadura, por hacer de nuestra Villa y Corte una ciudad transparente y honesta en lo económico,  tranquila y confiable en seguridad, limpia, saludable, habitable y ecológica en Medio Ambiente, cómoda y transitable en movilidad y suficientemente atendida en los servicios sociales;

¡Basta ya, pues, de hacernos patente su incapacidad para gestionar medianamente bien la ciudad de Madrid! Y puesto que no lo consigue, y ajustándome a la frase que utilizó su marido en situaciones parecidas, yo también exijo y pido, ¡váyase, señora Botella!

Al final de mi carta hay quiero expresarle una pregunta que nos hacemos algunos madrileños que pagamos su magro salario con nuestros impuestos y que esperamos respuesta por mor de esa transparencia de la que hablaba en su discurso de investidura:

¿Permitiría la señora regidora de Madrid que los funcionarios de ese digno Ayuntamiento asistiesen a reuniones ajenas a su trabajo, o que se fuesen a escuchar conferencias (con desayuno o comida incluidos), impartidas por antiguos amigos de colegio o se desplazasen a otras ciudades para asistir a reuniones organizadas por compañeros empresarios, todo ello dentro de su horario laboral?

Si ello fuese frecuente, además de no permitírselo, estoy seguro que sufrirían, además una detracción importante de su salario el inicio de un expediente administrativo.

No entiendo, pues, cómo la seora Alcaldesa, según las reiteradas imágenes que aparecen en los medios de comunicación, se permite asistir tan frecuentemente (día sí y día también) a actos de su partido, en horas laborables en razón de su cargo, utilizando incluso los coches oficiales, sin que se le detraiga ni un euro de su salario, sin que se le abra un expediente y sin que tan siquiera considere que es una irresponsabilidad. Señora Botella: ¡hay que estar a las duras y a las maduras!

Acabo, señora Alcaldesa. No sé quién es el autor de esta frase, pero la comparto: "Los políticos, como los pañales, se deben cambiar con frecuencia, ambos por la misma razón". Y usted, señora Botella, lleva ya demasiados años en la política, y lo más triste, a mi juicio, es que aspira a perpetuarse.

Con mi saludo, atentamente,