domingo. 28.04.2024
sinead_oconnor
Sinead O’Connor

Unceta F. |

Me he acordado así a bote pronto leyendo una noticia de un hecho que pasó, si me permiten aderezando con un poco y sólo un poco de mi opinión blasfema, a relatarles a continuación.

Corría el mes de octubre de 1992 y una joven cantante, que había crecido en reformatorios en una Irlanda en permanente conflicto, estaba siendo desbordada por un éxito meteórico.

En una ocasión siendo invitada a uno de los shows televisivos de más audiencia de EEUU, cantó versionando un tema de Bob Marley teniendo la osadía de variar varias palabras de la letra, cambió “racism” por “child abuse”, y sacó una foto de Juan Pablo II mientras pronunciaba “evil” y “fight the real enemy” rompiéndola y arrojando los pedazos a la cámara.

La cadena de televisión se saturó al momento de llamadas de queja, y numerosos actos públicos de protesta se sucedieron con quemas de fotos de aquella chica y de sus discos por todo aquel país.

Días después de ocurrir el hecho un actor salió en aquel mismo programa con otra foto del Papa diciendo, y siendo aplaudido por ello, que él habría abofeteado en directo a la cantante.

Las emisoras de radio se negaban a emitir las canciones de la joven y la sociedad estadounidense, del país “de la libertad y hogar de valientes”, pedía que abandonara los escenarios para siempre.

En plena polémica, lo cierto es que ella lo era hasta por su peinado o más bien la ausencia de éste, dos semanas después fue invitada junto a un gran elenco de estrellas musicales a actuar en un concierto.

El concierto conmemoraba los 30 años sobre un escenario de una de las personas más influyentes de los últimos 100 años según la revista Time, de apellido real Zimmerman.

Zimmerman había en sus inicios sido abucheado y tildado de traidor por provenir del mundo del folk y haber abrazado una guitarra eléctrica. En los 60, para darle más pistas al lector si aún no ha caído, un tema de este hombre se convertiría en todo un himno popular por los derechos civiles.

Los tiempos están cambiando, cantaba. Está claro que en 1992 los tiempos aún no habían cambiado en los Estados Unidos de América en según qué cosas, nada o muy poco apenas en las formas fanáticas de cuando sometían a escarnio público y ejecutaban mujeres por “brujería” en Salem.

Sigamos. En el concierto de aniversario de Zimmerman miles de personas silbaron y gritaron, volviendo a la joven, a nuestra protagonista hasta tal punto de impedir el desarrollo de su actuación.

Tras unos largos minutos en que cortó dos veces a sus músicos al iniciar su tema, miró fijamente al público que la abucheaba. Pidió a los técnicos que subieran el volumen de su micrófono y gritó con rabia el mismo tema que había causado la polémica, dejando de lado aquel del homenajeado al que iba a poner su voz.

Cantó sin música y cortó justo después de donde había denunciado el abuso a menores en aquel programa de la tele semanas antes.

Soy de la opinión, que es como los culos que todo el mundo tiene el suyo, que nuestra cantante no había pretendido que su acción constituyera ningún ataque a la religión, ni tan siquiera a la Iglesia, si no que escenificó visibilizando su indignación realizando un acto de protesta por los abusos sexuales a niños de supuestos representantes de Dios en la tierra silenciados por otros supuestos representantes de Dios en la tierra, lo que no es lo mismo.

Silenciados, por hombres, todos malvados, que tanto lo es quien mata como quien tira de la pata.

Tras dejar de cantar, entre los ensordecedores abucheos la joven se aproximó a la línea del escenario, miró unos segundos al público, y se fue.

Nadie dijo nada en su defensa, solamente un abrazo del presentador del evento al irse.

Ella era cristiana. De la Irlanda católica.

Y nunca se repuso.

De 1964 en que fue lanzado el himno de Zimmerman, a 1992 en que la quema pública de herejes volvió contra aquella joven de la mano de aquellos admiradores del Madison Square Garden tan comprometidos con los derechos civiles del tema de su ídolo, a hoy día y en España -que es lo que más cerca nos cae- en donde ya no llega a ejecutarse a nadie por bruja pero nuestra legislación penal y la judicatura que la aplica contempla y admite respectivamente cosas muy cuestionables y que son muy cuestionadas por una gran parte de la sociedad, ha llovido mucho.

Ay España… Mi país, donde existen “abogados cristianos” que con ardor nacionalcatolicista van Ustedes persiguiendo la opinión y la expresión, denunciando a quienes tienen algún papel en la retirada de cruces prostituidas de esa misma cuerda ideológica y criminal, prostituidas como aprovechan y prostituyen también un articulado con sus denuncias -el de las ofensas a los sentimientos religiosos – ideado para proteger la libertad de culto de las personas especialmente la de aquellas que forman parte de minorías a las que tanto odio también les tienen, pero lo que no ven ni verán es que denuncien abusos a menores y a menores cristianos.

Pues bueno, que eso, que sin pagar derechos de autor (Dios me perdone) me he permitido el lujo de traer a Bob Dylan (Zimmerman) y a Kris Kristofferson (el presentador del abrazo) a este texto que ha sido inspirado por unos hechos recordados cuya protagonista, Sinead O’Connor, se nos ha ido a los 56 años de edad esperando encontrar, supongo ya que está, la paz del reino celestial.

Señores representantes de Dios en la tierra, Ustedes que tienen línea directa, háganme el favor de favor de decirle a San Pedro que permita a Sinead pasar de la puerta.

El verdadero enemigo