jueves. 25.04.2024
Juan Lobato en la convención del PSOE Madrid

Quién sabe dónde fue un programa de televisión de España de telerrealidad de gran éxito, presentado por el periodista Paco Lobatón y emitido por Televisión Española entre 1992 y 1998, cuya finalidad era encontrar personas desaparecidas. Hasta donde sabemos lo único concreto a la fecha en la particular esfera socialista en Madrid es que se ha encomendado a un autodenominado “Equipo Lobato” la búsqueda del voto del PSOE perdido en el territorio madrileño, excluida la capital ya que se ha dado por desechado un ticket electoral entre el candidato a la Comunidad de Madrid con la actual Delegada del Gobierno en dichos pagos y se preanuncian entre rumores y desmentidos candidatos de todo pelaje entre el mundo poético y ministerios varios. 

En esa búsqueda encomiable el llamado Equipo Lobato ha iniciado su andadura enfatizando un corazón rojo como referencia votable junto al apellido de su candidato autonómico, ya que el de la ciudad hasta el momento se encuentra en paradero desconocido. La sigla PSOE se encuentra al parecer en la misma situación y todo indica que es una epidemia transversal en nuestros aciagos días políticos donde no estar inscrito en una organización partidaria presupone teóricamente incremento de apoyos por arte de birlibirloque, sin que por ello el candidato pueda presumir de suficiente conocimiento público personal que avale esa estratagema. A la izquierda posicional del PSOE hay también formaciones subemergentes que pescan en caladeros deportivos como si no fuese bastante el desparrame de la experiencia fallida socialista del 2019. O de su propio desastre interno haciendo descarrilar estrepitosamente los antiguos “ayuntamientos del cambio” de Madrid en 2019 por un quíteme allá un tres por ciento que vaya a mi inútil candidatura.

Aciagos días políticos donde no estar inscrito en una organización partidaria presupone teóricamente incremento de apoyos por arte de birlibirloque

Pero volviendo a nuestro particular “Quién sabe dónde” ¿Alguien recuerda el paradero político desconocido de los candidatos socialistas desde 1999 a 2019? ¿Cuál fue el destino posterior a sus fracasos electorales de Don Fernando Morán, Doña Trinidad Jiménez, Don Miguel Sebastián, Don Jaime Lissavetzky, Don Antonio Miguel Carmona o Don Pepu Hernández? ¿Por dónde discurrieron los sumideros de votos desde la cúspide de 808.350 votos de Don Enrique Tierno Galván hasta las debacles de 2015 y 2019 con una pérdida neta de más de 600.000 apoyos electorales? La contabilidad real de la ciudadanía que vota es tan cruel como los balances de pérdidas de una empresa, con la diferencia de que en el primer caso nadie parece hacerse cargo ni asumir eso que se llama responsabilidades más allá del “ahí te dejo y ahí te las compongas”. Lo que incrementa la desafección posterior del electorado y a las pruebas es de remitirse.

Porque la pregunta del millón es dilucidar las causas de una desafección que nos sitúa en el ámbito de las respuestas complejas. Las modificaciones estructurales del votos y los nuevos comportamientos sociales y políticos; la incidencia de las crisis económicas y las perturbaciones sociales que generan; las respuestas a las desafecciones territoriales de los nacionalismos periféricos; el envejecimiento reducción de las respuestas e incidencia de los partidos e instituciones que engloban y forma parte de las crisis y del empobrecimiento democrático. También, y no poco, el descrédito de las viejas-nuevas-viejas formas de intervención política cuyos notorios y recientes fracasos han producido más frustración y desapego en los nuevos electorados. Por último el nada desdeñable del tradicional endoso del desgaste electoral del gobierno de la nación y de las formaciones políticas que lo componen al irredento territorio madrileño. La aventura de Don Pablo Iglesias en las pasadas elecciones madrileñas del 4 de mayo 2019 son un buen síntoma de lo que aporta o no al electorado madrileño los líderes nacionales cuando se estrellan con sus enormes paracaídas. El problema es que si no se abren antes de tocar tierra… los tortazos son descomunales.

¿Por dónde discurrieron los sumideros de votos desde la cúspide de 808.350 votos de Don Enrique Tierno Galván hasta las debacles de 2015 y 2019 con una pérdida neta de más de 600.000 apoyos electorales?

Por supuesto que afecta la manipulación en los medios de comunicación convencionales y aún más en las redes sociales que incrementan exponencialmente e abismo entre la representación política y la población. Enorme espacio por donde penetran los populismos de derecha ante el fracaso evidente de los de izquierda y centro subemergentes. Pero no es menor el que la intervención de los partidos políticos, sindicatos e instituciones de izquierda en la base de las nuevas capas y sectores sociales surgidos en los últimos veinte años (inmigrantes, autónomos, jóvenes, nuevos sectores de clases medias etc.) es escasísima cuando no nula.

Y todas las posibles respuestas a ese complejo panorama parecen resumirse para algunos en la búsqueda de una candidatura personal perfilada desde un falso concepto de representación civil o de la supuesta popularidad de un cargo público de relevancia. Cuando lo que se exige es un autentico liderazgo que provoque, desde un crédito natural y sincero, un nuevo enfoque para afrontar los procesos críticos que generan inseguridad en la población y donde la bronca partidaria diluye toda esperanza de modificar la negativa relación entre representantes y representados. 

Persistir en el error de la improvisación, en la búsqueda de líderes artificialmente inyectados en los meses previos a los procesos electorales, sin afrontar el trabajo de búsqueda y preparación de ese liderazgo natural que sustancie crédito a las propuestas de izquierda, es continuar alimentando el cementerio político “del quien sabe donde” e incrementar el stock de liderazgos efímeros y desconocidos en los abundantes almacenes de la irrelevancia política. Habrá que recordarles la frase de Albert Einstein a los inasequibles al desaliento en ese camino de perdición.

Un liderazgo del que se conozcan sus compromisos e ideas concretas y, sobre todo, su voluntad de permanencia gane o pierda para luchar por ellos

De manera que enormemente desaprovechados, por evidentes, tres de los cuatro años de carencia que las legislaturas dan a los perdedores para enmendar la plana de sus errores, mejor será no experimentar con gaseosa y asumir que es mucho mejor presentar unas candidaturas pegadas al terreno del ámbito local. Unos candidatos que resuman en un solo folio lo que proponen al electorado para abordar los problemas señalados y que prescindan de largos y procelosos documentos de decenas de propuestas. Un liderazgo del que se conozcan sus compromisos e ideas concretas y, sobre todo, su voluntad de permanencia gane o pierda para luchar por ellos.

Según tengo entendido existen unos estatutos en vigor en el PSOE que pretenden obtener el crédito político y el respaldo popular para sus candidatos a través del sistema de primarias. Si no ha sido derogado, ese es el sistema más democrático (y legal) para evaluar a un candidato y para establecer su capacidad real para el cargo. Si eso ha quedado sustituido por ucases de sacristía sobre quién debe de concurrir o no a ese trámite; o mediante de proyecciones mediáticas de candidatos de marisquería variada, poco futuro es esperable para competir con dignidad en las próximas elecciones. Y está demostrado que saber competir en deporte o política es esencial para ganar. También es condición razonable competir entre varios para afianzarse en una legitimación no digital (de dedo). De lo contrario, es posible que se incremente la ya abundante nómina de candidatos socialistas a la Alcaldía de Madrid desconocidos en busca y captura para la democracia. Quién sabe dónde… Ni cuándo

PSOE Madrid. Quién sabe dónde