jueves. 25.04.2024
antonio miguel carmona
Antonio Miguel Carmona.

Atendiendo algunos editoriales de medios prestigiosos, llevo días reflexionando sobre las puertas giratorias, esa figura que trata de representar el modo en que los profesionales pasan del sector público al sector privado al cesar en sus funciones. Solo después de esa reflexión pausada me atrevo a hacerla pública, a riesgo de que volcanes, declaraciones catastrofistas de Pablo Casado o abucheos patrióticos al presidente del gobierno, conviertan el tema en obsoleto.

En principio, casi todo el mundo usa una puerta giratoria cuando finaliza su oficio público ya que vuelve al sector privado, del que generalmente provenía. Hay dos excepciones a esta regla general: aquellas personas que pasan directamente de la universidad al cargo público y aquellas otras que, para que nos entendamos, no han pegado un palo al agua en su vida. Ni en lo privado, ni en lo público, por mucho que tengan un coche oficial a su servicio.

Pero, salvo estas dos excepciones, el resto de los que alguna vez hemos trabajado en lo público, pasamos por una de esas puertas giratorias. Por eso, siendo tan normal el asunto, llama la atención que ahora, precisamente, se haya puesto de moda hablar de puertas giratorias.

La causa se llama Carmona. Antonio Miguel Carmona Sancipriano, concretamente. Como, a estas alturas, todo el mundo sabe, Carmona ha sido nombrado consejero de una compañía eléctrica, como otros socialistas antes que él, aunque en un momento en el que el sector está en crisis de reputación ante la opinión pública e Iberdrola en plena batalla con el Gobierno. Por cierto, ¿no sería mejor reflexionar sobre el verdadero poder de los gobiernos sobre el sector eléctrico? (*).

Pues bien, sea o no justa esa fama de la puerta giratoria de Carmona, nos va a servir para reflexionar sobre esa figura laboral. Hagámoslo y tomen nota:

Inspectores de hacienda que pasan al sector privado a asesorar a grandes, y medianos, contribuyentes, para "optimizar" sus impuestos. Abogados del Estado que cambian de bando para defender a empresas en sus relaciones con la administración pública. Jueces que, siguiendo los mismos pasos que los abogados del Estado, hacen lo mismo. Y fiscales. Pilotos de aviación formados en el ejército que pasan a volar en aviones comerciales. Médicos de la seguridad social que alternan su trabajo con consultas privadas. O arquitectos, ingenieros y técnicos de todo tipo, funcionarios públicos, que son contratados por empresas privadas para usar sus conocimientos técnicos, además de su agenda. Especialmente en los sectores de la energía, la industria, el comercio o las obras públicas. Y, eso, sin contar con los periodistas que vuelven de sus gabinetes de prensa oficiales a los medios de donde procedían. O a otros igualmente privados.

¿Es un “y tú más” esta reflexión?.¿Tenemos que reflexionar sobre todo eso? O ¿solo sobre Carmona?

Y, en general, ¿no son giratorias todas las puertas que comunican ambos sectores público y privado? Pues, si la respuesta es negativa, definamos cuáles sí y cuáles no. Porque, entre el caso de Carmona y el del barrendero municipal que pasa al sector privado a hacer una función parecida, seguro que los expertos en comunicación nos dirán dónde poner el límite.

Por ejemplo: Cuando Rafael Arias Salgado pasó, en cuestión de horas, del Ministerio de Fomento a la presidencia de Carrefour España, ¿usó una puerta giratoria o, simplemente, su mismo coche oficial?

Por ejemplo: Cuando Baltasar Garzón se ocupó de instruir un sumario contra sus excompañeros de gobierno, ¿lo hizo recuperando su judicatura girando? ¿O no fue un asunto privado lo que estaba resolviendo?

Por ejemplo, Juan Carlos de Borbón, que vino de Roma y se ha ido a Abu Dabi ¿cuenta como puerta giratoria?

Por ejemplo, ¿estamos esperando, para atizarle como se merece, a que Tezanos, cuando acabe su mandato en el CIS, vuelva a ocuparse de lo que lleva haciendo durante toda su vida?

Bueno, podemos reflexionar todo lo que queramos sobre las puertas giratorias pero lo que va a seguir girando es el mundo tal como está. Hay un precedente en el caso de las tarjetas black. Lo que pasó sirvió para encarcelar a algunas personas, pero no para cambiar un sistema que sigue funcionando: el de las tarjetas de crédito, personales, vinculadas a cuentas bancarias de empresas e instituciones. Lo cual fue el origen de ese famoso caso.

Así que esperemos a ver cuál es la próxima cabeza que corona la picota de nuestros medios para volver a hablar de puertas giratorias.

(*) “La mano que mece la cuna del mercado

Puertas giratorias