sábado. 27.04.2024
Byung Chul Han

La COVID-19 ha afectado a la población mundial dependiendo de su situación social de forma dura e injusta, lo que ha disparado las desigualdades en materia de salud y bienestar dentro de cada país y por sectores dentro de este.

La enfermedad y la muerte causadas por la COVID-19 han afectado en especial a los grupos sociales que sufren mayor discriminación, pobreza y exclusión social. Se ha estimado que el año pasado entre 120 y 125 millones de personas más se vieron sumergidos en la pobreza extrema a causa de esta pandemia. Así mismo, se ha puesto de manifiesto el hecho de que hayan aumentado las diferencias entre hombres y mujeres en el empleo. Las mujeres han abandonado la población laboral activa, en mayor número que los hombres, en estos últimos 12 meses. La pandemia puede ser una oportunidad única para disminuir las desigualdades sociales y crear un mundo más justo y saludable.

En el fondo de la globalización de la enfermedad, con una propagación jamás antes conocida, está la desigualdad social, que con lleva tan diferentes niveles de calidad de los sistemas de salud en los diferentes países.

La OMS hace cinco llamamientos a la acción ante esta situación anteriormente descrita: 

Primero, Agilizar el acceso igualitario a los avances tecnológicos frente a la Covid 19 en los diferentes países y a su vez dentro de cada uno de ellos, como por ejemplo que las vacunas estén disponibles para toda la población que sea subsidiaria de ellas, para la prevención y control de la pandemia, o contar con elementos básicos asistenciales, como el oxígeno o los respiradores.

Segundo, se recomienda invertir en Atención Primaria, la gran abandonada, a juzgar por las reivindicaciones continuas de este colectivo sanitario, que se ha exacerbado en esta crisis de la Covid 19, A medida que los países vayan superando la crisis de la COVID-19, será fundamental evitar todo recorte en el gasto público de salud y de otros servicios sociales. Los gobiernos deberían cumplir el objetivo recomendado por la OMS de destinar un 1% adicional del PIB a la Atención Primaria.  Se estima que esta inversión salvaría en los países con menor desarrollo al menos 60 millones de vida y la esperanza de vida media en estos países subiría en 3,7 años en 2030.

Tercero, priorizar la salud y la protección social, ya que las repercusiones socioeconómicas de esta pandemia, la pérdida de tejido laboral, el aumento de la pobreza, alteraciones en los sistemas educativos o los problemas básicos de alimentación a la población, son más importantes que los efectos directos en la salud pública derivados del propio virus. Es fundamental garantizar que las inversiones en materia social beneficien al máximo a los más necesitados y que las comunidades desfavorecidas participen en la planificación y ejecución de los programas.

Cuarto, crear barrios seguros, saludables e inclusivos. Los responsables municipales deben invertir en vivienda social, mejorando los sistemas de trasporte, saneamientos, salud etc. Debe reducirse la desproporción actual de inversiones entre barrios ricos y pobres, que hacen imposible mejorar las desigualdades sociales. Gobiernos de coalición de izquierda han demostrado que esto es posible sin renunciar a la economía de mercado. Por otra parte, el 80% de la población mundial que vive en condiciones de extrema pobreza se encuentra en el ámbito rural. En la actualidad, ocho de cada diez personas que carecen de servicios básicos de agua potable viven en zonas rurales, al igual que siete de cada diez personas que carecen de servicios básicos de saneamiento. Es importante intensificar los esfuerzos para hacer llegar a las comunidades rurales los servicios de salud y otros servicios sociales básicos (en particular, el abastecimiento de agua y el saneamiento).

Quinto, aumentar la disponibilidad de datos actualizados y de calidad desglosados por género, nivel económico, nivel educativo, etnia, raza y lugar de residencia, para determinar donde y como atajar las desigualdades. Según una evaluación de ámbito mundial realizada recientemente por la OMS, solo el 51% de los países prevén un desglose de los datos que publican en sus informes de estadísticas sanitarias nacionales. El estado de salud de los distintos grupos suele quedar desdibujado cuando se aplican las medias nacionales. Es más, a menudo son las personas vulnerables, pobres o discriminadas las que tiene más probabilidad de no aparecer en los datos. 

En un artículo, Byung-Chul Han, filósofo surcoreano experto en estudios culturales y profesor de la Universidad de las Artes de Berlín, puso en evidencia como la pandemia del COVID-19 ha sido mucho mejor gestionada en Oriente que en Occidente, pues tal y como lo menciona en la publicación, los gobernantes en las potencias occidentales no entienden la magnitud de la crisis y levantan nuevas fronteras como solución, mientras los gobiernos en Oriente atacan el virus con Internet de las Cosas, Inteligencia Artificial y Big Data, logrando resultados asombrosos en muy corto tiempo. Byung-Chul Han afirma en este artículo: “Europa está fracasando. Las cifras de infectados aumentaron exponencialmente. Parece que Europa tiene dificultades para controlar la pandemia. En Italia, por ejemplo, han muerto a diario cientos de personas. Quitan los respiradores a los pacientes ancianos para ayudar a los jóvenes. Pero también cabe observar sobreactuaciones inútiles. Los cierres de fronteras son evidentemente una expresión desesperada…”.

Por último, compartir esta reflexión de Bob Dylan: ”no hay blanco y negro, izquierda y derecha, para mí nunca más, solo hay arriba y abajo, y abajo está muy cerca del suelo”.

La pandemia Covid19: Desigualdad social como verdadero problema de base