martes. 19.03.2024
refugiados
Foto: Pixabay

Da igual que tengan que abandonar su país por razones políticas, bélicas o económicas. Una de las peores experiencias que puede sufrir el ser humano es tener que vivir el desarraigo de llenar una pequeña maleta y tener que abandonar a su familia, su tierra, sus raíces para ir a pedir o peor aún, en algunos casos a mendigar pan, casa y papeles.

A eso hay que añadir los hechos que previamente a su huida han tenido que vivir. Hablamos de personas que han perdido familiares y amigos, que han visto cómo la intolerancia y la guerra han demolido sus casas. O simplemente se han desesperado al ver cómo no podían mantener a sus familias y su día a día es un infierno.

Pero no todos pueden abandonar sus países. Sólo lo hacen los más fuertes, los que disponen de dinero y fuerza mental. Dinero sí. Hace falta mucho dinero para pagar pateras, mafias que te cruzan las fronteras, autobuses o trenes que te llevan a un lugar mejor. O que ellos piensan que es mejor.

También necesitan fuerza mental para superar todo tipo de calamidades y violaciones por el camino. Y cuando hablo de violaciones me refiero a humillaciones, falta de respeto a los derechos humanos y también violaciones sexuales a mujeres y niñas.

Y desde el confort de nuestras casas mientras nos quejamos del estrés laboral o de los confinamientos de la pandemia, los vemos en televisión como intrusos que llegan a nuestros países quejándose de todo. Concediéndoles ayudas como grandes actos de solidaridad, recelando de sus actuaciones y peticiones, mirándoles sobre encima del hombro y en la mayoría de los casos negándoles estatutos de refugiados o papeles que les permitan sobrevivir en un mundo extraño para ellos.

Nos creemos que si les damos pan, casa y papeles ya tenemos el expediente finalizado pero no es así. La mayoría de estas personas desplazadas, sean cómo sean o vengan de donde y vengan, sufren numerosos problemas psicológicos que en algunos casos desembocan en suicidios.

“Numerosos refugiados presentan trastornos de estrés postraumático, que se desarrolla después de vivir situaciones muy difíciles, y otros problemas de salud mental como ansiedad, depresión, apatía o ataques de pánico", informa la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR).

La Directiva de Acogida europea obliga a los Estados europeos a “garantizar la protección de la salud mental de los refugiados”. Sin embargo, no siempre se cumple. Tras la llegada de refugiados sirios, iraquíes y afganos a Europa en los años 17 y 18 sólo un 4% de éstos recibieron ayuda psicológica en Alemania, su principal país de destino. Al mismo tiempo que el Colegio de Psicoterapeutas alemán publicaba un informe que afirmaba que la mitad de las personas que llegaron a ese país padecía un trastorno mental.

Sus síntomas son visibles: ansiedad, angustia, pesadillas, apatía, desesperanza, frustración, somatizaciones como cefaleas o dolores musculares, problemas de sueño, depresión, o trastorno de estrés postraumático. Incluso en otras ocasiones pueden aparecer trastornos más severos como esquizofrenia desencadenados por las experiencias traumáticas vividas.

Pero desgraciadamente vivimos en unas sociedades en las que pensamos que si consiguen, pan, casa y papeles ya nos pueden estar agradecidos. Y tendríamos que plantearnos si ese es el sentimiento general. ¿Nos tienen que agradecer algo? Son seres humanos como nosotros y el planeta es de todos.

Y como consecuencia de estos trastornos, nos encontramos con noticias que nos hablan de suicidios, de personas que no soportan la situación y que a veces como en el campo de Moria, en Lesbos (Grecia) se encuentran con “el peor campamento del Mundo”, según expertos en el tema. Con tiendas de campaña inundadas, con un alcantarillado que no funciona y el agua sucia del inodoro llega a las tiendas y los colchones donde duermen las familias.

Ante estos entornos y la falta de atención psiquiátrica, algunas personas deciden quitarse la vida. Se ha de estar muy mal para acabar con su vida después de haber superado miles de pruebas.

 La ONG "Médicos Sin Fronteras" denunció a finales de noviembre un número creciente de niños refugiados que habían cometido intentos de suicidio en sórdidos campos de refugiados. Niños que han llegado solos a Europa ya que sus familias creyeron que embarcándoles en una patera conseguirían una vida mejor.

El número de suicidios e intentos de suicidio entre los refugiados de Sudán del Sur que viven en asentamientos en Uganda aumentó más del doble en 2019 en comparación con el año anterior, informa ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados. Hubo 97 intentos de suicidio, con 19 muertes.

Convendría una reflexión europea ante estos hechos.

Las enfermedades mentales de los refugiados