sábado. 20.04.2024
Luigi L. Pasinetti

Recibía en estos días de la Universidad de Roma (3) la noticia de la muerte de uno de los más importantes economistas de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos de este XXI. Sé que la mayoría –por no decir todos– de los que lean estas líneas no sabrán quién ha sido Pasinetti, pero eso no tendría mayor importancia si no fuera por dos cosas de menor a mayor importancia: que la mayoría de los economistas actuales tampoco saben quién fue este economista italiano, al igual que tampoco sabrán quién fue Garegnani, también fallecido no hace mucho; y lo segundo es que los dos mencionados junto con otros economistas de la escuela italiana –M. Nuti, A. Bhaduri, Spaventa, etc.- con sus maestros J. Robinson, N. Kaldor, J. M. Keynes, M. Dobb, M. Kalecki, etc. revolucionaron intelectualmente y pusieron en solfa la teoría del capital neoclásica, sus fundamentos, y con ello, toda la microeconomía que, a pesar de todo y para vergüenza de las enseñanzas universitarias actuales y de los profesores, aún se enseña en estos centros como si nada hubiera pasado, como si el Cambridge inglés no hubiera tenido lugar. También y sobre todo lo hizo el más grande y genial de todos los tiempos: Piero Sraffa, pero este economista merece capítulo aparte. 

Todo esto sucedió a comienzos de los años 50 del siglo pasado. ¿Y qué importancia tiene esto? ¿No se tratará acaso de una mera discusión académica de economistas ociosos y satisfechos fabricando currículos? La respuesta, por insólita que le parezca al posible lector, es que, detrás de esto, se haya la vigencia o no de un tipo de análisis (económico) del cual se deriva (o se puede derivar) una política económica de la cual depende –según su sentido o, incluso, su ausencia– a su vez la suerte de millones de personas, de su posibles o no empleos, de sus salarios, de sus medios de vida. 

Los economistas de la escuela revolucionaron intelectualmente y pusieron en solfa la teoría del capital neoclásica

No se trata, pues, de la moda de algunos istmos artísticos, de corrientes filosóficas más o menos de moda, de esas corrientes culturales que son flor de un día y que tan aficionado es el mundo anglo-yanqui, galo o germánico, que venden al mundo con ese complejo de inferioridad que les caracteriza respecto al pasado –y que está en el presente– del mundo clásico griego, de la explosión del Renacimiento italiano o del barroco hispánico y el hispanismo actual [1] (el español es la segunda lengua nativa más hablada y la segunda aprendida en el mundo). Y digo bien porque cualquier supremacismo denota, en sí mismo, un complejo de inferioridad cultural, aunque solo sea respecto al pasado.

Sin entrar en estos últimos temas mencionados digamos que –al igual que en un cuento o novela– todo comenzó en 1953 cuando Jean Robinson desde el Cambridge inglés se preguntaba qué es el capital y ponía negro sobre blanco la cuestión: “¿Debe valuarse el capital de acuerdo con su capacidad de proporcionar ingresos en el futuro o por sus costes en el pasado?” [2] Y es que eso del capital traía de cabeza a los economistas neoclásicos por algo que diré más tarde. Y eso es una herencia de A. Marshall, el economista maestro de economistas de comienzos del siglo XX, que en su libro Principios de Economía no fue capaz de definir qué es el capital y, cuando trata de ello, remite la cosa a Adam Smith, un economista que publicó su libro capital [3] en 1776, el mismo año que la Declaración de Filadelfia

Y el problema para los neoclásicos es que sin una teoría coherente y acertada de lo que es el capital y su relación con su retribución –esta es la verdadera cuestión, el problema– todo lo que era el análisis económico de entonces –la microeconomía actual– se venía abajo, era pura filfa, una estafa, que daba lugar a una teoría que permitía justificar que las leyes del mercado dan lugar al mejor de los mundos posibles, un Pangloss económico. Para ello los neoclásicos otorgaron –en sentido literal, es decir, gratuitamente– a los políticos un modelo que permitía intelectualmente: primero, separar el capital como medios de producción (en un primer momento) del trabajo; segundo, hacer creer que el capital y el trabajo ¡por separado tienes sus propias productividades!; tercero, que derivado de lo anterior, también tenían o deberían tener sus propias retribuciones en base a ¡supuestas productividades marginales por separado!, una entelequia, un absurdo, algo que debiera dar vergüenza a quien lo defiende, lo explica o vive de ello explicando o asesorando a gobiernos, empresas, instituciones, etc., y cuarto, que todo lo anterior llevaba a construir un modelo-justificación de una función de producciónque mantenía una relación monótona decreciente entre capital [4] y su ¿correspondiente? tasa de beneficio. 

Los neoclásicos otorgaron a los políticos un modelo que permitía separar el capital como medios de producción del trabajo

No me resisto a traer aquí las palabras de Alfredo Monza en su texto introductorio al libro de recopilación de artículos de la época [5]: “La discusión giró [6] en torno a la parábola neoclásica que sostiene que el crecimiento del capital por hombre ocupado se corresponde con una tasa de beneficio decreciente en ausencia de progreso técnico”. A raíz del artículo mencionado de Jean Robinson, Paul Samuelson invitó al mencionado instituto a la economista inglesa a defender sus puntos de vista. A partir de ahí se sucedieron artículos en diversos medios americanos e ingleses de Kaldor, la propia Robinson, Pasinetti, Garegnani, Bhaduri, Nuti, Dobb, Harcourt, etc., defendiendo la tesis de que esa relación decreciente mencionada era insostenible, que carecía de coherencia interna, que era una pura construcción matemática sin fundamento en la realidad. Entre bambalinas estaba siempre como observador en la distancia Piero Sraffa, que con su libro Producción de mercancías por medio de mercancías dotaba de basamento intelectual a todas estas críticas, aunque no solo ni estaba solo. Así, por ejemplo y trayendo a colación aquí al economista recientemente fallecido L. Pasinetti, escribió en 1969 un artículo [7] en la revista (periódico económico) Economic Journal donde demostraba que se podía dar un fenómeno en la vida real empresarial llamado de retorno de las técnicas, que consistía en que unos medios de producción y unos medios de trabajo (trabajadores) podían dar lugar a unas ganancias; que posteriormente podría ocurrir que, al aumentar la relación de estos medios en relación al trabajo empleado (nuevos medios, más instalaciones) supusieran menos ganancias (visión neoclásica), pero que, aún más tarde, podría darse la vuelta a la tortilla haciendo que ¡la tasa de ganancia aumentara a pesar de que también aumentara los medios empleados en relación al trabajo incorporado! Todo ello suponía un desastre para el modelo-justificación neoclásico del capital. Y, además de todo ello y aunque en este artículo no se menciona, estaba siempre la crítica de Jean Robinson de cómo se medía el capital para construir ese modelo decreciente entre la relación capital/trabajo y su retribución (ganancia, beneficio). Y desde esas bambalinas mencionadas –desde las que observaba sardónicamente Sraffa– estaba la cuestión de que el economista italiano había construido un modelo simplificado de la realidad –pero mucho más realista que todos los modelos neoclásicos– que permitía aventurar el retorno de las técnicas

Lo aterrador para los neoclásicos del modelo esrafiano era los supuestos tan sencillos y de sentido común de los que partía y que parecían irrefutables

Lo aterrador para los neoclásicos del modelo esrafiano era los supuestos tan sencillos y de sentido común de los que partía y que parecían irrefutables. Los diré simplificadamente: Sraffa modeliza su obra partiendo de un modelo desagregado para tipos de bienes y servicios producidos [8], considera que los precios los forman las empresas de todos los niveles añadiendo un margen de ganancia sobre los costes y, por último y más importante, que el capital (como conjunto de medios de producción en cada momento) es trabajo fechado, es decir, que esos medios han sido producidos con otros medios y trabajo en el próximo pasado y que, a su vez, esos medios del próximo pasado también se deben al trabajo y otros medios, y así ad infinitum. Aquí no hay problema de valoraciones –que obliga a sumar churras con merinas mediante los precios– del capital, no se parte de supuestas productividades marginales (lo marginal no es relevante, aunque lo sea la productividad) y las retribuciones no dependen de esas productividades. Sraffa no dice cómo se reparte el excedente –diferencia entre el monto total del valor de bienes producidos y medios empleados–, pero cabe suponer que es la relación de fuerza entre detentadores de los medios de producción y los trabajadores directos lo que determinan la distribución o reparto del excedente. Claro está que esto era demasiado revolucionario (intelectualmente) como para que fuera admitido por las corrientes neoclásicas –especialmente la austríaca–, lo que llevó a la postergación de los estudios universitarios de economía de la obra de Sraffa [9]. 

Pasinetti jugó un papel importante en la crítica a la teoría del capital neoclásica al poner ejemplos concretos de casos de retorno de las técnicas. Es decir, frente al modelo ideológico neoliberal del capital se aportaba crítica consistente y alternativa teorética. Samuelson (también Solow, Clark, Meade) intentó por todos los medios volcar la situación al modelo neoclásico con su función sustituta de producción [10], pero al final tuvo que claudicar ante las críticas de los europeos, principalmente ingleses de Cambridge e italianos. No por ello se amedrentó Samuelson y escribió un manual de economía que vino a sustituir al de Marshall –infinitamente mejor este– que pasaba por alto todas esas críticas, manual de introducción pero donde aprendieron economía –análisis económico– economistas que luego asesoraban empresas, a políticos, instituciones nacionales e internacionales, profesores, trasladando el error analítico a la política económica, defendiendo que la mejor política económica es la de no hacer nada desde lo público porque el mercado resolvería los problemas, que eso ya lo decía Paul Samuelson. Aunque para ser justos con el gran economista norteamericano, eso era una interpretación absolutamente sesgada porque Samuelson era defensor de la llamada economía mixta, donde lo público –desde los presupuetos del Estado– juega o debe jugar un papel más activo que el que le asignaba el viejo Adam Smith allá por 1776 cuando apenas había comenzado la llamada revolución industrial en Manchester (Inglaterra).

Pasinetti jugó un papel importante frente al modelo ideológico neoliberal del capital aportando crítica consistente y alternativa teorética

Y como este artículo es un homenaje a L. Pasinetti, también quiero resaltar su visión sobre el keynesianismo, porque en su trabajo sobre la teoría de la demanda efectiva [11] denuncia con mucho acierto la tergiversación dada a la obra de Keynes de 1936 [12], convirtiendo su modelo en uno de equilibrio general al modo de la obra de Walras a pesar de sus enormes diferencias. Para Keynes –según la interpretación de Pasinetti– la cosa se inicia en el mercado monetario con los empresarios evaluando los proyectos de inversión y sus hipotéticas ganancias en comparación con los tipos de interés monetarios dados de tal manera que, dadas estas evaluaciones, ambos (tasa esperada de ganancia y tipos monetarios) determinan la inversión y, como consecuencia de ello, queda determinado los niveles de producción para una demanda inicial de los bienes de consumo dados. El empleo será una consecuencia del aumento de producción en un período si este depende del consumo anterior en el caso de que se mantengan los proyectos de inversión privados. Estamos, en todo caso, en un proceso dinámico de crecimiento nada evidente si se establece un mero equilibrio entre rentas, productos y consumos (bienes de consumo y de inversión). Por ello, a partir de la década de los ochenta del siglo pasado, los neoliberales pudieron pasar al ataque arguyendo que todos los efectos multiplicadores de la producción y rentas derivados de aumentos de la inversión y gastos públicos se verían mermados por la consiguiente disminución de la producción a consecuencia de disminuciones paralelas e iguales de la inversión y gastos privados. 

En definitiva, vale entonces el aforismo de que el gato, sea blanco negro, lo que importa es que cace ratones: da igual el origen de la inversión y el gasto, sea público o privado, si la suma de ambos permanece constante. Muy diferente es la dinámica si la cosa se inicia en la inversión privada –como se deduce de la crítica de Pasinetti del modelo keynesiano adulterado– mediante evaluación de los proyectos de inversión independientemente de otras variables (sin causa) salvo la de los tipos monetarios (por comparación entre tipos monetarios y rentabilidades esperadas). Entonces y solo entonces puede darse una política monetaria expansiva que deprima los tipos de interés monetarios, ¡lo cual incentivará los proyectos de inversión privados independientemente del gasto e inversión pública! Y, sin embargo y no por casualidad, lo que ha prevalecido en los manuales es la versión adulterada del equilibrio, aunque paliada por el multiplicador de la renta a consecuencia de los posibles aumentos de la demanda (inversión y gasto, sea público o privado) [13].

Pasinetti, en su trabajo sobre la teoría de la demanda efectiva, denuncia con mucho acierto la tergiversación dada a la obra de Keynes de 1936

Antes de seguir sobre algunos aportes de Pasinetti al análisis económico querría hacer un alto y una reflexión sobre la importancia o no, sobre la oportunidad o no de los intelectuales, filósofos y las “teorías” en el devenir. En concreto es menester señalar la importancia y necesidad de tener una alternativa distinta a la ideológica dominante cuando sobrevienen las crisis, porque solo en ese momento puede operar una revolución… intelectual como la que ha sucedido temporalmente entre la crisis del 2007/8 y la del covid de hace tres años. En la anterior la ideología económica dominante en un plano meramente intelectual era el neoliberalismo, aunque luego, ante crisis parciales y/o coyunturales fueran los empresarios de empresas importantes, monopolios, oligopolios, los que traicionaran esos principios ideológicos del solo mercado (neoliberalismo) y pidieran ayuda al Estado, es decir, a nuestros impuestos. Pero si son solo problemas coyunturales la ideología dominante no es derrotada y vuelve por sus derroteros –valga la homofonía– para, una vez recibidas las ayudas, se defienda de nuevo el solo mercado, es decir, el despido libre y sin contraprestación de los asalariados. Ahora bien, si la crisis es de envergadura y se pone en cuestión la ideología dominante por los que debieran defenderla para no caer en la contradicción de pedir a la mano del político las ayudas y escupirle al mismo tiempo pidiendo, por ejemplo, el despido libre con costes cero, entonces y solo entonces tiene una oportunidad la sustitución de un paradigma –en este caso concreto de la historia el neoliberal– por uno nuevo porque no se puede gobernar en las cosas comunes –las políticas– sin una guía que, al menos, justifique el cambio obligado de paradigma. El caso que nos ocupa a raíz del covid fue la sustitución del neoliberalismo intelectual –el práctico, el empresarial ya hemos apuntado que era cínico e interesado- por una suerte de intervencionismo coyuntural pero inevitablemente… ¡keynesiano! Pero ello ha sido posible porque ¡ya existía ese paradigma en una fase de desarrollo intelectual y operativo! justo a tiempo para ser llevado a los boletines oficiales de los estados del mundo occidental y, en gran medida, en otras partes del mundo.

A raíz del covid fue la sustitución del neoliberalismo intelectual por una suerte de intervencionismo coyuntural pero inevitablemente… ¡keynesiano!

Ello explica determinadas intrusiones o incursiones en el mundo de la filosofía y lo teorético por individuos que no parecían los más adecuados, los mejores preparados para estas tareas y sí para otras. Necesidad obliga. Quizás el caso más notable sea el de Lenin cuando en los albores del siglo XX escribe y publica Materialismo y empiriocriticismo, abordando un tema tan filosófico como el de la confrontación entre materialismo e idealismo. Para Lenin las interpretaciones materialistas de Mach y Avenarius no eran las más adecuadas para hacer avanzar la concepción del materialismo dialéctico de Marx y Engels, lo cual explica la intervención del revolucionario ruso en una materia para la que no tenía la mejor preparación. También fue notable la intervención del keynesianismo y su oportunidad en la crisis del año 29 del siglo pasado. Recordemos que el libro de Keynes que aquí se ha mencionado se publica en 1936, lo cual da un bárbaro mérito al presidente de USA F. D. Roosevelt en implantar una política llamemos… keynesiana sin manual previo. Sin embargo, fue precisamente este instrumental lo que ayudó a proseguir en Europa la obra del presidente americano con el Plan Marshall por más que USA fuera el primer interesado en llevarlo a cabo para activar la demanda de productos americanos desde la Europa en reconstrucción. Pero sin el manual keynesiano se hubieran dado –en el mejor de los casos– los titubeos, contradicciones y pasos atrás de Rooselvet durante un quinquenio. Casos más concretos de intervenciones intelectuales por gente no tan preparada, aunque de forma oportunista –u oportuna, según se mire– fue el de Santiago Carrillo publicando Eurocomunismo y Estado, dando cuerpo de naturaleza del eurocomunismo al partido que presidía. Antes lo hizo Enrico Berlinguer en Italia, por ejemplo, con sus intervenciones sobre la austeridad entendida, eso sí, de forma diferente a como lo entiende el neoliberalismo, entendiéndola como una necesidad coyuntural. Los ejemplos se pueden multiplicar. De ahí la importancia de estar pertrechados de esquemas intelectuales operativos alternativos en los momentos oportunos y no de meras alternativas ideológicas que carezcan de esa operatividad. Y ahora volvemos con Pasinetti.

Es una injusticia y una vergüenza para la academia de los Nobel que Luigi L. Pasinetti no haya sido distinguido con ese honor

También logró aclarar Pasinetti el modelo ricardiano de las rentas de la tierra mediante un modelo matemático [14]. Como se sabe David Ricardo analizó en sus Principios de Economía que las rentas derivadas de la producción agrícola se repartían entre las pagadas a los campesinos que labraban la tierra, las pagadas a los capitalistas que supuestamente invertían en ellas en medios y materias primas y la de los propietarios. Pero Ricardo decía que el precio, por ejemplo, del trigo, no dependía de los costes de cosecha, recolección y transporte a los consumidores, sino que era al revés, que era el precio del trigo –determinado en los mercados– lo que determinaba la producción y, también, las tierras que entraban en la cosecha. Y dado que las tierras tenían y tienen diferente fertilidad natural –esta es la clave–, es decir, que con un mismo abono podían dar cantidades diferentes de trigo, las tierras mejores producían una renta no ganadas por los propietarios de esas tierras. Pasinetti modelizó y dinamizó todas estas ideas de manera incontestable y pasó a la historia del análisis económico. Eso sí, de nuevo los neoliberales intervinieron de dos maneras: procuraron obviar las sutilezas del análisis ricardiano y, sobre todo, generalizaron el modelo a la producción invirtiendo los resultados: para los neoliberales el modelo generalizado suponía rendimientos decrecientes a partir de un cierto nivel de producción –en todos los sectores de la economía–, dando lugar a curvas de costes muy convenientes en forma de u para llevarnos al paraíso del equilibrio general, al Pangloss mencionado, donde no se concibe ni el paro ni la crisis. El problema para los neoliberales es que la historia desmiente continuamente sus hipótesis de partida y sus consecuencias teóricas de llegada, y luego son los propios empresarios los que lanzan súplicas o críticas –depende de cada caso– a los poderes públicos para que, con nuestros impuestos, les arreglen o palien el estado de cosas.

Son muchas más las intervenciones de Pasinetti en diferentes campos del análisis económico, pero aquí solo se ha elegido tres intentando profundizar en alguna medida en ellas. Por ello es una injusticia y una vergüenza para la academia de los Nobel que Luigi L. Pasinetti no haya sido distinguido con ese honor. Aunque bien pensado, los que han quedado en evidencia son el Banco de Suecia y la Real Academia de Ciencias de Suecia, siendo esta última quien decide el premio cada año.


[1] Léase el libro de Gustavo Bueno España frente a Europa. Un caso notable donde se atisba ese complejo de inferioridad que puede sorprender al lector acostumbrado a flagelarse con complejos de inferioridad es el de Goethe en la segunda parte de su Fausto. Ahí intenta el teutón presentar a su Germania como la heredera del mundo griego, captando como personaje, por ejemplo, a Helena y otros mitos helenos. Sin embargo, el final de la obra supone la aceptación del autor del imposible de considerar a su Germania heredera de la tierra de Homero, Aristóteles, Platón, Sófocles, Euclides o Arquímedes. Alemania quedó devastada por el luteralismo y nunca pudo tener un renacimiento como el italiano ni un barroco como el hispánico. Veamos fechas: la Divina Comedia, 1304/1321; El Quijote, 1605/15; Fausto, 1808/32. Entre la obra de Dante y la de Goethe median ¡cinco siglos! Y ya si comparamos las aportaciones a la ciencia política del italiano Maquiavelo o Suárez (escuela de Salamanca) con la de Lutero la cosa es para llorar. Y un dato económico: Alemania tarda un siglo en superar al Reino Unido su PIB cuando por su situación geográfica lo tenía todo a su favor.
[2] The Poduction Function and the Theory of Capital, 1953/54.
[3] Una investigación sobre la causa de la riqueza de las naciones.
[4] Se construía la función como la relación entre ganancia y el cociente entre el capital y el trabajo.
[5] Teoría del capital y la distribución (no aparece la fecha de edición en el libro).
[6] Se refiere al Cambridge inglés y al Massachussets Institute of Technology americano.
[7] Switches of Technique and “Rate of Return” in Capital Theory. El artículo del italiano se dirige directamente contra la tasa de retorno elaborada por I. Fisher, pero supone también la destrucción de la función sustituta de Samuelson y los análisis de Solow.
[8] Sraffa se atiene a lo que llama mercancías, que son tanto los medios de producción como los de consumo, pero que es fácilmente generalizable a lo que los economistas llaman hoy día bienes y servicios. Matemáticamente Sraffa construye una matriz, es decir, un cuadro de doble entrada, donde las filas son las mercancías y las columnas son los procesos de producción. Este hecho recuerda al de Heisenberg utilizando matrices para la mecánica cuántica en lugar de la ecuación diferencial que postuló Schrödinger: las mismas matemáticas para problemas diferentes.
[9] Al menos en el mundo hispánico por lo que yo conozco. Parece diferente lo ocurrido en Italia y quizá por el hecho de que Sraffa sea italiano.
[10] Parable and realismo in Capital Theory: The surrogate Production Function, 1961.
[11] Recogido en su libro Growth and Income Distribution. Essays in Economic Theory, 1974.
[12] The General Theory of Emplo, Employement and Money.
[13] Pero un multiplicador a expensas y a consecuencia solo del gasto e inversión es lo que permite el ataque neoliberal con solo suponer que el monto total está dado debido a que los posibles aumentos del gasto e inversión públicas se ven contrarrestados exactamente por las disminuciones privadas a consecuencia de la necesidad de la financiación de lo público mediante impuestos, impuestos que van a contener estos posibles gastos e inversión privados. Da igual que lo hechos hayan desmentido todo esto como se ha visto en la crisis iniciada con el covid, donde gracias al gasto y las ayudas públicas de la mayor parte de los países occidentales se ha salvado la crisis en mucha mejor medida que la iniciada en el 2007/8 con políticas neoliberales de ¡no hacer nada! por el lado de la inversión pública pero sí con esas ayudas millonarias para bancos y empresas en crisis. La ideología neoliberal –en general conservadora– es inmune a los hechos.
[14] Una formulación matemática del modelo ricardiano, publicado en inglés en 1960. Pero no solo fue una mera matematización del modelo porque Pasinetti le añadió condiciones de estabilidad a pesar de su visión dinámica. Un notable trabajo.

En homenaje a L. Pasinetti