sábado. 20.04.2024
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Creo que se puede afirmar que los estudiosos de la economía y especialmente los que estudiamos la economía a través del prisma análisis económico nos gustaría ver integrado la obra económica de Marx en el corpus de estudio de las facultades de Económicas. Al menos en las universidades públicas. Y me atrevería decir que de ese deseo no están exentos muchos economistas que no se consideran –o no los consideramos– marxistas o marxianos. Cuando hace ya más de 40 años que acabé mis estudios de economía tuve la frustración de que Marx no fuera explicado, aunque fuera dentro de una corriente de pensamiento que algunos llaman ricardiana. Aunque Marx, acertado o no, es mucho más que un mero ricardiano: David Ricardo es una montaña del pensamiento económico, una de las más altas; Carlos Marx es una cordillera, una de las más extensas. Pero volviendo a los programas de estudios universitarios, al menos con eso muchos nos hubiéramos contentado aunque fuera tan solo para completar el currículum y, sobre todo, para comprobar cómo algún profesor se enfrentaba, por ejemplo, con la teoría de la explotación de Marx. Y elijo este momento marxiano porque si podemos considerar algún núcleo duro de Marx -limitado a su legado económico- es precisamente la teoría de la explotación. Yo diría más, si falla su teoría de la explotación o si así pudiera considerarse, nos quedaríamos sin análisis económico marxista. Podemos discutir aspectos como la transformación de valores a precios, su teoría de la acumulación, sus mecanismos de circulación del dinero y las mercancías, su ley de caída de la tasa de ganancia a lo largo de la vida del capitalismo, etc., como discutibles, de tal forma que si abandonamos algo de estos aspectos de Marx no por ello nos quedamos sin Marx. En algún caso es posible que quedara cojo o algo tullido, pero vivo. En cambio, sin la teoría de la explotación todo el Marx económico se evapora. Salvo si hacemos algo distinto como es rectificarlo y actualizarlo para que siga vivo, para que tenga algo que decir a los hombres y mujeres del siglo XXI que están en la opresión y en la miseria; incluso a los que vivimos más acomodados pero insatisfechos con la miseria de los demás, a los que buscamos más justicia y más igualdad económica, aunque solo sea para beneficio de inventario de los demás y de los que vengan. Por ello vamos a centrar el presente artículo en la teoría de la explotación de Marx. Y quiero advertir que voy a emplear matemáticas, pero espero que el lector no se espante porque no es una amenaza ni un estúpido deseo de disuasión. Voy a emplear ecuaciones de las que se estudian en el bachillerato, matemáticas elementales, renunciando a otras más complicadas. El rigor será el mismo y la claridad también, siguiendo la máxima orteguiana de que la claridad es la cortesía del filósofo. Pero antes las ideas, los conceptos y el lenguaje, antes los bueyes que el carro. Pues vamos a ello.

Aunque Marx aborda el tema de su teoría de la explotación o teoría de la plusvalía en varias de sus obras, parece que lo más indicado es partir de sus ideas expresadas en el tomo I de su obra capital El Capital, en concreto en sus secciones III, IV y V, y, en especial, en el capítulo XVI de esta última sección, donde expresa que la plusvalía relativa es el cociente entre la plusvalía y el capital variable, que en nuestro modelo vamos a identificar como las ganancias y los salarios respectivamente. Es verdad que Marx mide todo ello en horas de trabajo –socialmente necesarias, explicita– pero aquí se va a emplear unidades monetarias porque los bienes y servicios así como los salarios se pagan con dinero y no con horas de trabajo [1]. Marx era tan consciente de ello que dedicó un capítulo al problema de la transformación en el libro III, pero se equivocó en la solución. El propio Marx decía que su solución era solo una aproximación a la verdadera solución [2]. Es muy interesante todo el tema conocido por el problema de la transformación pero no vamos a entrar en ello para no alargar el texto.

         Resumimos el teorema de la teoría de la explotación diciendo lo siguiente:

  1. Para Marx la explotación surge en el seno de la empresa.
  2. El valor de lo producido depende de las horas de trabajo empleadas por el trabajador en condiciones de competencia del producto.
  3. Al trabajador no se le pague el valor de lo que produce sino solo el valor de su fuerza de trabajo, es decir, el valor en horas de trabajo de los bienes y servicio que consume él y su familia.
  4. La plusvalía es la diferencia entre el valor de lo producido y el valor de esa fuerza de trabajo más el valor del capital constante (medios de producción) incorporado y gastado en la producción. Esta sería la plusvalía absoluta; la relativa sería el cociente entre esa diferencia y el valor de esa fuerza de trabajo que Marx llama capital variable que, en términos monetarios, sería el salario.
  5. Matizamos lo anterior. Los medios de trabajo también cuentan y lo que llama capital constante se revaloriza desde el momento en que el trabajador lo usa para producir los bienes y/o servicios. El capital constante por sí solo no vale nada, es trabajo muerto. 

Todo lo anterior necesita precisarse y matizarse más, pero no hay espacio para ello, por que confío que con los 5 puntos anteriores quede aceptablemente definido la teoría de la explotación. Y lo primero sobre lo que debemos meditar es si verdaderamente y en qué media la explotación surge en el seno de la empresa, más allá de que sea la empresa o empresario el que pague a sus trabajadores. Hay un ejemplo concreto que no es una mera acnédota: los repartidores o raiders. En España, hasta hace poco, eran trabajadores autónomos –al menos jurídicamente–, pero recientemente han pasado a ser trabajadores asalariados mediante algunas sentencias y rubricado ello mediante ley. Y la pregunta es: ¿ahora son explotados por la empresa porque su relación laboral es la de asalariado y antes  no porque eran autónomos? No parece que haya cambiado sus condiciones de trabajo a pesar del notable cambio de su relación contractual en el trabajo. Otra pregunta: ¿los trabajadores que trabajaban en la URSS después de la Revolución de Octubre de 1917 dejaron de ser explotados por el cambio de régimen? Es verdad que las empresas tienen márgenes para fijar las condiciones de trabajo e, incluso los salarios, pero de forma limitada porque actúan dentro de una superestructura [3] llamada capitalismo. Otra cuestión es si pueden existir otras superestructuras donde existan empresas con trabajo asalariado y donde no haya explotación. Hasta ahora todos los intentos han sido fallidos. ¿No será acaso que la explotación no surge en el seno de la empresa y sí en las instituciones, leyes, formas culturales de dominación, etc.? Pero vayamos más lejos. Cuando muere Marx en 1883 aún no existe lo que ha sido después –sobre todo después de la II Guerra Mundial en Europa– el llamado Estado de bienestar. En tiempos de Marx apenas comenzaba en Alemania este pilar del Estado que hoy consideramos normal. Entonces la mayoría de los trabajadores morían sin jubilación, había trabajo infantil, el sector agrícola y pesquero –primario- era mayoritario en la estructura económica de los países. Dicho de otra forma y, a diferencia del momento actual, la población trabajadora y consumidora casi coincidían con la población ocupada. Además el propio Marx habla del trabajador y su familia cuando habla del valor de la fuerza de trabajo, valorada por lo que cuestan en horas de trabajo los bienes y servicios que consume toda la familia. Hoy eso ha cambiado y la población ocupada no llega ni a la mitad de la población consumidora en una parte del planeta aunque con mucha desigualdad. ¿Puede decirse en estas circunstancias ni queridas ni buscadas que la diferencia entre el valor del trabajo y el valor de la fuerza de trabajo es expropiación, es explotación? Al menos puede decirse que, si es explotación, es inevitable. Al menos una parte de esa diferencia. Por eso el propio Marx habla de “prolongación de la jornada de trabajo” en la sección de la plusvalía relativa y Michio Morishima en su obra La teoría económica de Marx [4] considera que la explotación se produce como consecuencia de esta prolongación de la jornada. En definitiva es mi opinión que, si queremos salvar la teoría de la explotación de Marx, debemos considerar el hecho de que al menos una parte de la plusvalía es inevitable, o, simplemente, que sola una parte de la diferencia entre el valor de lo producido y el valor de la fuerza de trabajo es explotación: el resto es expropiación del Estado moderno que devuelve a la sociedad mediante el gasto público.

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Queremos ahora plantear otro hecho que atañe tanto a la teoría marxista como a la teoría del capital neoclásica que es la caída de la tasa de ganancia. En la marxista se afirma que la tasa de ganancia debe disminuir continuamente porque el denominador de la tasa aumenta debido a que el capital constante o conjunto de medios de producción (instalaciones, utensilios, materias primas, etc.) llevan aumentando desde al menos la Revolución industrial y no puede evitarse por la lógica del sistema, la competencia y la búsqueda del beneficio. El problema es que no se ha podido demostrar que eso sea una ley histórica inexorable porque, entre otras razones, el aumento de la productividad con la introducción del trabajo en cadena, el maquinismo primero, la informática y la robotización después, parece haber compensado esa caída. Y hay otra razón más y es que no se puede demostrar que la relación entre salarios y ganancias estén en relación inversa necesariamente. Más bien lo contrario. La razón de ello es la consideración de la demanda relacionando las rentas salariales con la producción. La nefasta ley de Say –que combatió Keynes en su General Theory- afirmaba que no había que considerar la demanda porque esa ley consideraba que “la oferta creaba su propia demanda”. Falso porque los actores que actúan en la demanda no son todos ni necesariamente los mismos y, sobre todo, porque los motivos no son los mismos que los que actúan desde el lado de la oferta. Veamos primero como concretaban los neoclásicos –con Samuelson y Solow a la cabeza y la función subrogada de producción del primero– un modelo simple. La ecuación era:

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Donde Y es el valor total de la producción, los salarios, L los inputs de trabajo, g la tasa de ganancia capitalista y K el valor también monetario de todos los medios de producción. Y como puede comprobarse que, dado el producto Y, los inputs de trabajo L y el capital K, ¡solo es posible aumentar las ganancias g si disminuyen los salarios w! Pero veamos si, a esta ecuación tan simple que se manejaban y se manejan los neoclasicos –versión intelectual del neoliberalismo actual–, le añadimos una ecuación que relaciona la masa salarial wL con la producción  tal como:

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Obsérvese que no estamos incorporando al modelo –que intenta reflejar la realidad– ninguna ecuación de comportamiento sino que (2) solo expresa el hecho estadístico de que con los salarios w se compran una parte de la producción dado que el parámetro a es menor [5] que 1. El resto lo consumen los que dependen de las ganancias. Pues bien, si juntamos ambas ecuaciones eliminando la producción Y entre ambas nos da la ecuación despejada de la ganancia:

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En un país como el nuestro, donde las matemáticas no son muy queridas por la mayoría de la gente, donde no hemos tenido ningún gran matemático de primer o de segundo nivel, ningún Euler o Gauss, pero tampoco ningún Fermat, Cardano, Fourier, Hilbert, ningún Cantor, Gödel o Turing, un país anumérico [6], es seguro que a la inmensa mayoría de los posibles lectores la ecuación (2) les dejará fríos y considerará que esto es simple matemáticas, a pesar de la disquisición anterior sobre la llamada teoría del capital neoclásico. Pero no le ocurrió lo mismo a Paul Samuelson, gran economista y muy diestro en el uso de las matemáticas, cuando Robinson, Garegnani, Pasinetti, Kaldor, Badhuri , etc., le dijeron que su teoría del capital es una falsía, que no siempre hay una relación inversa entre ganancias y salarios, que también hay retorno de las técnicas [7] (la relación entre los inputs de trabajo L y el capital K no necesariamente es constante). Todo comenzó con Joan Robinson cuando en un artículo [8] hizo una simple pregunta: ¿cómo se mide el capital? Samuelson, contemplando algo similar a (2), dijo: “tenéis razón los críticos de la teoría del capital, esta teoría es un fiasco pero yo voy a escribir el libro que van a estudiar todos los economistas del planeta y haré lo posible por pasar de tapadillo este problema”. No es textual por lo que el uso de las comillas no es adecuado, pero era más o menos la respuesta. Y en efecto,  escribió su libro de Economía donde se han formado gran parte de los economistas que luego han arribado en instituciones como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, gobiernos, etc., que han analizado la economía con los anteojos de esta falsa teoría del capital y han tomado decisiones como lo hicieron con la crisis comenzada en el 2008. Y las soluciones propuestas y llevadas a cabo –la austeridad, bajar los salarios, parar la inversión pública– fueron un desastre para el planeta entero. Porque, en efecto, si el lector examina la ecuación (2) como cuando se mira un cuadro de Picasso o Dalí puede contemplar que ¡para que aumente la ganancia ha de aumentar los salarios!, siempre y cuando la relación a entre la masa de salarios y la producción permanezca constante. Toda la polémica sobre la teoría del capital neoclásico que tanto daño ha hecho mediante decisiones económicas equivocadas la recogió un peripatético profesor australiano en su libro Teoría del capital [9]. He puesto la fecha de publicación del libro para demostrar lo que duran las falsías con tal de mantener la desigualdad de renta y riqueza en las sociedades occidentales (con Australia, Sudáfrica y alguna otra), sociedades basadas en el egoísmo y el privilegio.

¿Y todo esto tiene que ver con la teoría de la explotación? Pues más de lo que parece. Tal es así que el mismo Samuelson, con tal de demostrar que se podía construir como parábola [10] una función donde se dedujera que los salarios y las ganancias están en relación inversa hizo el mismo supuesto –absurdo en ambos casos– que hace Marx con la constancia de la relación entre plusvalía y capital variable para todos los bienes y servicios producidos. Samuelson, al intentar construir su parábola que sostuviera intelectualmente la teoría del capital, hizo el mismo supuesto sin querer que hizo Marx y este hecho lo denunció Bhaduri en 1969 en un artículo [11].

Aprovechamos lo anterior después de comprobar que los extremos se tocan y volvemos a la discusión sobre la teoría de la explotación. Y ahora volvemos a las matemáticas de la manera más simple posible, con matemáticas de secundaria. Para ello vamos a partir de un cuadro de macromagnitudes tan simple como el que sigue:

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En (4) Y representa el valor monetario de la producción total de la economía, X el valor también monetario de los medios empleados, S la masa de salarios, las ganancias totales y R otras rentas que no son ni salarios ni ganancias, como pueden ser las aportaciones del Estado a la población (seguros sociales, desempleo, subvenciones, etc.). Y-X representa pues el excedente, y la suma de salarios, ganancias y otras rentas representaría el reparto de este excedente. Sencillez y globalidad, nada de ecuaciones de comportamiento, nada de supuestos esotéricos como hace el marginalismo diciendo que los precios se forman de acuerdo con el coste marginal, que compramos de acuerdo con la utilidad marginal o que los empresarios asignan los recursos de acuerdo con sus productividades marginales, cuando los empresarios que tendrían que hacer esto no saben lo que son estos conceptos. Y peor aún, aun cuando lo supieran, no podrían calcularlos ni ejecutarlos. Un absurdo, pero eso es lo que aún se estudia en las facultades de Economía y en las escuelas de negocios. Pero sigamos. Ahora calculamos la tasa de ganancia –una tasa, ya no estamos en el valor absoluto– a partir de la ecuación (4) y obtenemos:

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g sería la tasa de ganancia global de la economía, que se puede calcular tranquilamente a partir de los datos de contabilidad nacional puesto que tenemos datos estadísticos de todas las variables que aparecen en el numerador (y el denominador, que son las mismas). Más global imposible, más sencillo inimaginable, más aceptable ideológicamente no se puede ofrecer. La (5) la firmarían un neoclásico, un marxista y, sobre todo, un esrafiano. Y ahora vamos a añadir la misma ecuación que relaciona estadísticamente la masa de salarios con la producción, aunque cambiando algo la nomenclatura:

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Siendo S la masa de salarios (equivalente a wL que hemos visto antes), Y de nuevo el valor de la producción total en términos monetarios y a el coeficiente que relaciona estadísticamente ambas cosas. Pues bien, si ahora integramos la ecuación (5) con la (6) a través de la variable Y obtenemos la ecuación:

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Y ahora invito al lector a contemplar (7) y preguntarse qué pasa con la tasa de ganancia si aumentan la participación de los salarios en el producto, es decir, a, que pasa si aumentan la rentas R y, sobre todo, qué pasa con la tasa de ganancia g si aumentaran los salarios totales de la economía S. La respuesta no es inmediata puesto que S está tanto en numerador como en el denominador, ambos con signo positivo. Estoy seguro que si eso lo preguntaran a sus alumnos en una escuela de negocios dirían de inmediato que si aumenta la masa de salarios S debe disminuir la tasa de ganancia g. Para algo han ido a una escuela de negocios –que le cobran un dineral en muchos casos–, para justificar situaciones de privilegio y cosas como políticas de rentas o acuerdo entre las partes para bajar la inflación, etc. Argumento para bajar los salarios como hizo el anterior presidente de gobierno del PP con la reforma laboral del 2012. ¿Cómo saber qué pasa con la tasa de ganancia g si aumentan los salarios permaneciendo el resto constante? Cualquiera que haya acabado el bachillerato responderá sin ningún género de dudas que hallando la primera derivada de g respecto a S en la ecuación (7). Invito al lector atrevido que lo haga porque la respuesta es que ¡la primera derivada de g respecto a S es positiva! Adiós a la teoría neoclásica del capital, adiós a buena parte del marginalismo, adiós a la reaccionaria escuela austriaca. 

Quiero insistir en lo global y simple de los supuestos. Mejor dicho, no se hace ningún supuesto de comportamiento, con datos tomados de la contabilidad nacional que dan lugar a ecuaciones de primer grado. Y ahora vamos con la teoría de la explotación de Marx, pero todo lo anterior nos sirve porque vamos a utilizar las ecuaciones (5) y (6) para integrarles en una como la que sigue:

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Nada original. Partimos de lo comentado en la primera parte del artículo, siendo e la tasa de explotación o de plusvalía de Marx, y recordando que Y es la producción global, X el valor monetario de los medios de producción y S el total de los salarios de los trabajadores asalariados (valga la redundancia por respecto a los autónomos). Entonces Y sería el valor total de la producción aunque medida en términos monetarios (no en horas de trabajo), X sería el valor monetario total del capital constante y S el capital variable marxista o masa salarial total de la economía. Pues bien, al integrar estas ecuaciones obtenemos:

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Cuando Steedman y Morishima llegaron a ecuaciones parecidas a la anterior dijeron: tenemos un problema. Y la razón es que ¡si aumenta la masa salarial S aumenta la tasa de ganancia! Lo mismo que ocurría cuando no habíamos introducido la teoría de la explotación. Pero aquí es más contundente porque no tenemos que hacer el supuesto de que la proporción entre la masa salarial y que el producto haya de permanecer constante porque en (9) no aparece ese coeficiente: lo hemos eliminado al integrar las tres ecuaciones señaladas [12], siendo las otras variables eliminadas la producción total Y y el total de las ganancias G. Y el problema para la teoría marxista es que las ganancias no decaen porque aumenten los salarios, aunque sí decae –y esto es una buena noticia para esta teoría– la tasa de ganancia si aumenta el capital constante X. La noticia es peor para la teoría del capital neoclásico como ya hemos comentado. Al menos el marxismo puede sostener la teoría de la explotación aunque la tasa de explotación e sea menor en (9) que si las rentas no salariales ni gananciales (que es R) fueran cero. 

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Otra sorpresa para el análisis marxista tradicional (para los que no han pasado por Steedman, Morishima, Okishio, Seton, etc.) es que se cumple bajo estos supuestos el llamado teorema fundamental marxiano [13] que reza que para que exista una tasa de ganancia positiva es condición necesaria y suficiente que haya una tasa de explotación positiva. Se cumple con la variante de que si en (9) la tasa de explotación fuera cero (no habría explotación), las ganancias serían negativas. Ponemos la ecuación:

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Dicho de otra forma, ¡para que haya tasa de ganancia positiva debe haber un mínimo de explotación! Es decir que e>R/S. O bien que eS>R. Es decir, para que haya ganancias ¡la masa salarial debe aumentar S hasta que eS sea mayor que las rentas no gananciales y no salariales que es R! O visto desde el lado opuesto, que las rentas no salariales y no gananciales R no sobrepasen al producto eS. Ahora vamos entendiendo la lógica capitalista a pesar de que los propios capitalistas vayan contra sus propios intereses en vista de su ceguera. Es la paradoja de la agregación: lo que es bueno para una empresa –bajar los salarios– puede ser nefasto para el conjunto porque los salarios de unas empresas son la demanda de otras. Así ocurrió con las políticas económicas a partir de la crisis del 2008. En España se tardaron 12 años para recuperar el empleo del 2007; en cambio, con políticas ligeramente expansivas que no ahoguen la demanda el empleo del 2019 se ha recuperado en el 2021. ¿Es o no importante estar certero en el análisis y en las consecuentes medidas de política económica?

En neoliberalismo ha sido derrotado y con él debiera acabar el marginalismo y la teoría neoclásica del capital que tanto daño han hecho al aplicar sus presupuestos y conclusiones. Y por el lado del marxismo no queda otro remedio que actualizar la teoría de la explotación porque la sociedad actual es muy distinta de la que se encontró Marx. Sobre todo lo que ha cambiado es el papel de lo público y su tamaño relativo. Y esperemos que lo público se ensanche aún más. Y espero que este artículo sea comprensible. Yo al menos he hecho un esfuerzo para que así sea. Si no lo he conseguido es porque no doy más de sí. Lo siento.

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[1] Esta es precisamente una de las críticas a la forma errónea en que Marx desarrolló el problema de la transformación de valores a precios, que también los empresarios se venden unos a otros por sus precios y no por sus valores. Se considera a Bortkiewicz el primero que dio una solución satisfactoria al problema. Desde luego fue el primero pero no es satisfactoria, pero no es este el lugar para tratar el tema.
[2] Hay que decir que parte de las matemáticas que se emplean para una solución correcta aún no se habían creado o desarrollado en tiempos de Marx. Yo mismo he empleado el teorema de Perron-Frobenius para dar una solución correcta. También se puede hacer con programación lineal, con cadenas de Markov, etc. Pero casi todo esto se desarrolló posterior a Marx.
[3] Remito al concepto de superestructura de Gramsci, para no salir de los límites del marxismo.
[4] Marx´s Economics
[5] Que sea menor que 1 no supone ninguna restricción sino tan solo el hecho razonable e incontrovertible que no todo lo que se produce se compra con las rentas salariales. Otra parte se compra con las ganancias y con las rentas no salariales: los empresarios también comen y gastan.
[6] El matemático de mayor renombre en España ha sido Rey Pastor, que en Francia, Alemania o el Reino Unido no pasaría de ser un matemático de tercer nivel.
[7] El retorno de las técnicas ha pasado como la mayor crítica al modelo de producción neoclásico Consiste en que, aun aceptando que los salarios y las ganancias están en una relación inversa, esta relación no siempre es monótona. Ello significa que, cambiando de formas o sistemas de producción, unas técnicas son rentables para unos niveles de producción, lo dejen de ser para otras y vuelven a ser rentables más adelante. Para más detalle remito al lector al libro Teoría del capital de G. C. Harcourt; también la excelente recopilación de artículos sobre el tema en el libro Teoría del capital y la distribución.
[8] The Production Function and the Theroy of Capital, 1953.
[9] Some controversies in the theory o capital, 1975.
[10] Parable and Realism in Capital Theory: The surrogate Production Function, 1961. 
[11] On de significance of recent controversies on Capital Theory; A marxian view
[12] Esa constancia del coeficiente a ha sido sustituido en su constancia –no en su valor- por la tasa de explotación e, que es una tasa global, con lo cual abandonamos el exigente e insoportable supuesto marxista que esa tasa sea constante para cada producto.
[13] Este teorema lo recoge Michio Morishima en la obra mencionada (Marx´s Economics) de Okishio, que fue el primero en formularlo. Pero Morishima hace hincapié en que la explotación se produce como prolongación de la jornada de trabajo diciendo que: “el procedimiento que los capitalistas siguen para explotar a los trabajadores consiste en hacerles trabajar más horas de las que se necesitan para producir las cantidades de mercancías con los salarios que estos pueden comprar con los salarios que perciben”

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