martes. 14.05.2024
dibujo discurso

Y tomándose el discurso sin dejar hablar al adversario. Porque, entonces, si hay una sola voz, la mentira aparece como verdad. Importa desde el punto de vista del debate, del golpe a los ojos, del proceso de lavado cerebral.  Importa menos desde el contenido porque, aunque sabemos que lo que dice el auto monologante gritón, son mentiras, lo importante es que en los cerebros queden como verdad. En los que tengan alguna duda. En los “nuestros”, en nuestros “fundamentalistas radicales”, lo que cuenta es el apabullamiento, al contrario, el dejarlo con el “¿Se dieron cuenta? ¡No sabe ni vale un carajo! Eso sale mejor si, previamente, le hemos hecho una campaña de demonización en los principales medios que nos respaldan para ningunearlo, y hacer que nuestras lavadas mentes escojan entre él y la patria. Porque la idea que vamos dejando es clara: Él y los que como él piensan y, peor, los que le votan, no son patria; por lo menos no merecen vivir en ésta. Los siglos que vieron nacer a nuestros antepasados y sus glorias nos pesan con la verdad encima. Las Cruzadas nos liberaron de los infieles y nos hicieron grandes. La Inquisición y la expulsión de moros y judíos, purificaron nuestras costumbres y nuestros genes que ahora vienen con la verdad escrita en sus códigos. En América, mandamos al cielo millones de almas, a cambio de un mísero trabajo en las minas o en la Encomienda. No vamos a perder esa herencia por estos renacientes torcidos que aspiran a una igualdad que no está en el evangelio. ¡Siempre poniendo como sujetos sociopolíticos a los pobres! No entienden que si Cristo dijo que de ellos es el Reino de los Cielos, para ganarlo tienen que ser pobres. ¿Y la siempre quejumbrosa clase media que también la meten en eso? ¿Y que vive con miedo de ir para abajo? Pues que se agarre bien y suba. Es mejor subir que bajar; es mejor ser alto que bajo. ¿O no?  

Y quieren que todo el que llegue a España, tenga los mismos derechos que nosotros los descendientes de los visigodos. Y que las mujeres sean iguales a los hombres. Que sean sacerdotes, inclusive. ¡Como si se jugara con lo sagrado! Y que pueden amarse las y los del mismo sexo, ¡Imagínense!

O sea, quieren institucionalizar Sodoma y Gomorra. Y encima, ¡qué barbaridad! Dicen que el sexo es algo que puede escogerse. ¿Adónde hemos llegado? Isabel Fernando, El Cid cuya imagen nos arrastra, y Torquemada, deben estar protestando en sus tumbas. Bueno, no exactamente desde allí, sino desde el cielo.

Esos representantes de la grotesca Modernidad quieren imponernos sus creencias y gobernar.

Seguir gobernando. Pero, no podemos permitirlo. Por eso nos hemos unido, derecha y extrema derecha, porque somos la misma cosa. Si no lo fuéramos, no compartiríamos gobiernos. La única diferencia es que unos asistimos a los debates y otros no.  Los que tenemos programas, en los gobiernos, accedemos a la cultura: eso nos permite decir qué pueden ver los ciudadanos, qué pueden leer, qué pueden decir y, cuando manejemos la Inteligencia Artificial, que será muy pronto, qué pueden pensar.  Y desactivarlos si están pensando mal.

Los invitamos a votar (las mujeres están incluidas en el “los”) por España que es una, grande y libre. No más aumentos de salarios como los han dado estos que gobiernan; los aumentos de salarios provocan inflación. Ya ven, todos la sufrimos. No más impuestos a los creadores de riqueza y de empleos; nada de renta básica o algo parecido para los desempleados porque esos no buscan empleo. Nada de autonomías por diferencias. Sobre el ser español no puede haberlas. Los sindicatos no tienen sentido. Eso es herencia comunista que va contra la libertad de trabajo. ¿Leyes sobre violencia familiar? Sí, siempre y cuando el hombre, también, figure como víctima. Ya es hora de que políticamente se deje de apostar a la igualdad. Esta es imposible. Si todos fuéramos iguales, ¿Quién trabajaría? Otra cosa: la libertad de pensamiento y de expresión no tienen sentido. Si todos nos identificamos con España, sobran. Eso para empezar.

Habrá que promover, desde la cultura en las todavía autonomías, y luego en el Congreso si tenemos mayorías, la revisión profunda de los textos de historia para que los estudiantes no sigan aprendiendo sandeces. El alma de España nos da la verdad y, por lo tanto, la razón.

Y las urnas, también. Ahí estaremos…

Ad. Pido mi ciudadanía, para votar por la izquierda. Soy un “modernista” irredimible. Eso no significa que no respete a España. Con todas las diferencias, resultado de los muchos pueblos que llegaron o pasaron por ahí. La historia no puede ser invención pura.

Ganar mintiendo