jueves. 28.03.2024
Duelo a garrotazos. Goya
Duelo a garrotazos. Goya
 

La envidia es por una parte un sentimiento y por otra un acto racional afectivo. Puede ser unos de los sentimientos más negativos para quien lo siente y para aquél que lo inspira. La envidia es una de las emociones menos toleradas en una comunidad, en la medida que la expresión de este sentimiento negativo, se convierte en motivo de rechazo por parte de los otros. La envidia es una reacción afectiva reactiva a algo o alguien, ya que supone el deseo de poseer algo que no se tiene y que otro si tiene; en el fondo sentir envidia no es algo que ocurra de manera puntual, sino que constituye parte de los rasgos del carácter de una persona. La envidia se potencia cuando jerárquicamente es el superior en esa jerarquía el que envidia al inferior.

 Para Adler, fundador de la corriente psicoanalítica de la psicología individual, y que describió con precisión el complejo de inferioridad que todo niño tiene con respecto a la figura del adulto. Un adulto que no ha superado el infantil complejo de inferioridad, es alguien con déficits en su funcionamiento interpersonal; esto lleva a este individuo a una sobrecompensación, y por ende desarrolla un halo de superioridad que le lleva a atraer la atención sobre él e intentar manipular su entorno en beneficio propio. Ese complejo de inferioridad infantil, se supera en la edad adulta, según Adler, con una compensación, que es la lucha por el poder, en cualquier aspecto de la vida (familia, trabajo, amigos, etc.)

La causa de la envidia a nivel psicodinámico según Adler es la voluntad de poder. Por naturaleza el niño es un ser orgánica y funcionalmente inferior al adulto. Este hecho, acrecentado, a veces, por el trato familiar y escolar, crea un sentimiento de inferioridad que da lugar a un impulso de signo contrario, la voluntad de poder. Un adulto que no ha superado el infantil complejo de inferioridad es un capitidisminuido; pero si, por el contrario, su deseo de dominación no se atempera al sentimiento de comunión humana, ese adulto será un agresivo que padecerá orgullo, avaricia, odio, celos y envidia. "Allí donde hay sed de poder y de superioridad es frecuente que aparezca la envidia". La descripción adleriana, aunque parcialmente iluminadora, no se ciñe con exactitud a los hechos.

Otra interesante aportación realizada por un grupo de psicólogos israelís, utilizando en su experimento métodos de imágenes cerebrales (RMNf). Estos psicólogos estudiaron el cerebro de un grupo de voluntarios que realizaban un juego interactivo al azar. Algunos sujetos aún perdiendo dinero estaban contentos si el otro jugador, el rival, perdía todavía más. Esta envidia tenía un claro reflejo en la activación de determinadas áreas cerebrales (núcleo estriado) relacionadas con la recompensa y el placer. Así, la derrota del rival puede ser tan placentera como el éxito propio.

Existe un consenso en la comunidad científica de autores de Psicología Social, en que las condiciones que plantea el modelo social occidental actual favorecen este sentimiento

Existe un consenso en la comunidad científica de autores de Psicología Social, en que las condiciones que plantea el modelo social occidental actual favorecen este sentimiento. Así, la sociedad competitiva en la que nos movemos hace casi inevitable que la valía personal se nutra de la comparación con los otros.

Se ha dicho hasta la saciedad que la envidia es el más grave pecado de los españoles. Así se han pronunciado personalidades de la cultura de diferentes épocas: "Siempre están pensando en la envidia”, escribía Jorge Luis Borges, para decir que algo es bueno dicen: “Es envidiable”. Cervantes, en sus consejos a Sancho, la llama "raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes"; Unamuno, "la íntima gangrena española". Camilo José Cela: "el español (...) arde en el fuego de la envidia como el anglosajón (...) se quema en la hoguera de la hipocresía y el francés se consume (...) en la llama de la avaricia". Agustín de Foxá, escritor con gran cinismo, al de encontrarse con un amigo íntimo que le decía: "Menudo año llevas: te han dado el Premio Nacional de Literatura, te has casado con la muchacha más guapa de Madrid y encima recibes una herencia", respondió: "Llevas razón, fíjate que estoy haciendo correr el bulo de que tengo una úlcera de estómago grande como la palma de la mano". Foxá era consciente de que el único antídoto contra la envidia, aquí en nuestra España, es inventarte males que consuelen al envidioso y contrarresten su íntima comezón.

La verdad es que la envidia es una emoción prácticamente universal, y para no sufrirla se requiere de una sólida formación moral, que desgraciadamente no todo el mundo tiene, y aun así se puede caer en ella. Las condiciones que generan la envidia también son prácticamente universales, puesto que nadie, por más favorecido que sea por el azaro la fortuna, lo es en todos los aspectos; siempre habrá otros a quienes se les pueda envidiar, en tanto que todo bien ajeno, material o inmaterial, podrá ser objeto de envidia: el dinero, la fama, el excelente desempeño en tal o cual actividad, las buenas relaciones intrafamiliares, la salud, los talentos, la espiritualidad, el éxito en la vida sexual, muchas amistades, etc, etc. Por tanto, la envidia no es patrimonio de nadie en este país, ni en otros, ni siquiera de la clase política.

Por último, compartir esta reflexión, ya compartida anteriormente, de Winston Churchill: “En la vida hay amigos, conocidos, adversarios, enemigos y compañeros de partido”.

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