domingo. 28.04.2024

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos definió el edadismo, en su Informe publicado en marzo de 2022, como el hecho de valorar el estado físico, intelectual o las capacidades profesionales de una persona simplemente por su edad y atribuir, a ésta, atributos que pueden ocasionar daño, desventaja o injusticia. El edadismo, se expresa en prejuicios, discriminación, prácticas y políticas institucionales o laborales y sociales que perpetúan creencias estereotipadas.

Esta discriminación. que padecen muchas personas de más de 55 años, en incluso a partir de los 50, se manifiesta negándoles la oportunidad de participar en aquellos proyectos más desafiantes e importantes de la empresa u organización, y aparcándoles en aquellos más tediosos que otros no desean. Apeándoles de la carrera profesional, de los nuevos ascensos, o marginándolos de las ofertas de formación, con argumentos diversos, pero todos muy parecidos a: “Para hacer este trabajo se necesita energía y euforia y quizás a su edad ya no tenga suficiente”. Convirtiendo a este colectivo como el prioritario a la hora de despedir en fases de reestructuración o situaciones de crisis. Muchas veces con el falso argumento de promover el empleo en personas más jóvenes y rejuvenecer la plantilla creando un falso dilema, como lo demuestra que aquellas economías con mayor tasa de actividad de las personas mayores tienen, también, menos desempleo juvenil. Falso dilema porque el objetivo real en la mayoría de las ocasiones es abaratar el coste del trabajo con nuevos y más bajos salarios, como está sucediendo en tantas empresas que han conseguido pagar a dos personas de 25 años con el coste de la persona despedida de más de 50.

Combatir esta discriminación hacia las personas que no son jóvenes, aunque menos llamativa y más tolerada que el sexismo y el racismo, es igual de peligrosa

Combatir el edadismo debería ser un objetivo, como ya viene reclamando la Comisión Europea. Un campo vital para ello pasa por el mercado y por los centros de trabajo. Un objetivo al que deberían estar llamadas todas las instituciones públicas y privadas; también la patronal y los sindicatos incorporando esta materia en la negociación colectiva. Se deben superar los muchos estereotipos negativos que actualmente se aplican a las personas mayores y que la ciencia desmiente con rotundidad cuando nos dice que, si bien es cierto que existe un deterioro en algunas áreas funcionales como la visión o el oído, la edad aporta habilidades muy valiosas que se adquieren con el tiempo, como es anticipación, sabiduría o eficiencia en la gestión de situaciones adversas. Como afirma Montserrat Llobet, profesora del máster universitario de Sostenibilidad y Gestión de la Responsabilidad Social en la UOC: “la interacción entre los hemisferios derecho e izquierdo (del cerebro) se vuelve más armoniosa, lo que amplía las posibilidades creativas, permite resolver problemas más complejos y aporta mayor claridad de pensamiento para acertar en las decisiones”, lo que podríamos resumir como que los jóvenes van más deprisa, pero los mayores conocen los atajos.

Seguir manteniendo un vínculo causal entre la edad y la capacidad para desempeñar tareas profesionales, ignorando la ciencia, amplifica la idea errónea de que la vejez en sí misma equivale a fragilidad e incapacidad para trabajar, además de abonar una inaceptable e injusta discriminación hacia las personas mayores. Es un desperdicio de recursos en un país precisamente como España, que, junto a Italia, tenemos los mayores índices de desempleo de la Unión Europea a partir de los 55 años y dónde sufrimos ya escasez de profesionales en ciertas áreas de la economía. Y también una incongruencia cuando la legislación alarga la edad de jubilación e incentiva alargar las carreras profesionales; a la vez que se discriminan y se expulsan del mercado a las personas cuando tiene más de 55 años o se levantan barreras infranqueables a la hora de poder encontrar nuevos empleos.

Combatir esta discriminación hacia las personas que no son jóvenes, aunque menos llamativa y más tolerada que el sexismo y el racismo, es igual de peligrosa. Exige un cambio cultural y un esfuerzo de gestión responsable y sostenible a las instituciones, a las organizaciones y empresas para superar el edadismo, que es el primer motivo de discriminación laboral

La edad, el primer motivo de discriminación laboral