martes. 23.04.2024

Es difícil imaginar el crecimiento económico sin innovación. Pero la innovación debe estar dirigida de manera adecuada para asegurar que lo que se produce, y cómo se produce, genera creación de valor y no trucos que faciliten la apropiación de valor (Mariana Mazzucato) [i]


Desde los clásicos, economistas de todo el arco ideológico han negado, primero, y luego, forzados por la evidencia, realizado intentos para explicar y, en algunos casos, corregir la falta de automatismo de la economía ante los desequilibrios entre oferta y demanda de inversión, consumo y dinero; el objetivo último es controlar el empleo [ii]. El mecanismo de la demanda, y su relación con el empleo, ya fue clarificado por Keynes, orientando las políticas que mantuvieron la cohesión social y unas relaciones laborales estables, en Europa occidental, entre 1945 y 1970. El de la oferta ha demostrado ser el componente menos dócil del capitalismo; a la vista están los experimentos neoliberales y sus consecuencias financieras, de la externalización de actividades industriales, la competencia salarial y el dumping social y fiscal de los estados pequeños, como Irlanda y Países Bajos, generadores de desigualdad y destructores de la cohesión social. 

Pero, los problemas que genera el capitalismo no solo vienen del lado de la demanda y el consumo, o del carácter montaraz de la oferta. La forma en que se gestiona su organización clave, la empresa, y el capital que la sustenta, también es destructiva de la convivencia social. La oferta de capital, en el siglo de la aplicación directa de la ciencia a la industria, ha sido modelada por Kaplan y Norton, como una herramienta de gestión. Su Cuadro de Mando Balanceado (BSC) [iii] aporta la adaptación del ciclo clásico del capital a la era actual de la información, considerada como un factor de producción. Contempla la empresa desde varias perspectivas [iv]: del capital productivo, capital comercial y capital financiero, tal como hacía la economía clásica, pero le añade una nueva dimensión, la perspectiva de aprendizaje y crecimiento, que las trasforma a todas ellas. El aprendizaje y crecimiento organizativo de la empresa implica que todas las áreas operativas de la misma aprenden, y se adaptan a los entornos cambiantes, auto modelando las relaciones internas que se dan entre trabajadores con habilidades diferentes. Realmente, solo las personas aprenden y plasman en tecnologías de la empresa ese aprendizaje, pero al ser un conocimiento práctico, es decir, en gran parte tácito, pierde gran parte de su utilidad fuera de las relaciones establecidas entre esas mismas personas [v].

Porque lo revolucionario de la perspectiva de aprendizaje y crecimiento, analizada en el BSC, es la creación cooperativa de conocimiento tecnológico, mediante el aprendizaje compartido de los que trabajan en las empresas. Conocimientos nuevos que trasforman la capacidad de alcanzar los fines del capital productivo y comercial, es decir, I+D de producción y de márketing, resultado de un círculo virtuoso que se da entre la organización de los procesos empresariales internos y los que relacionan la organización con su entorno de clientes, proveedores y competidores. Un proceso de acumulación intelectual que enriquece la organización, para, según la perspectiva financiera, o mercantil, crear valor para los accionistas. ¡Paradojas del liberalismo! 

Kaplan y Norton, discípulos adelantados de Milton Friedman, dan, sin saberlo, en la clave para comprender las crisis capitalistas en la era de la informatización de la economía capitalista. La tecnología que desarrolla las capacidades humanas, para satisfacer las necesidades de sus semejantes, es trasformada por el proceso financiero-mercantil en un mecanismo para enriquecer a una minoría, que ni tan siquiera participa en el esfuerzo. El proceso mercantil reconoce al individuo como único portador de derechos, pero obvia sus necesidades, pues según la doctrina liberal el mercado las satisface.

El nuevo concepto de capital intelectual, basado en la cooperación productiva del trabajo con la ciencia, puede facilitar un cambio en las estrategias sindicales, enfocado hacia la cogestión de las empresas

En el centro de todos los derechos está la propiedad. De la cual nace la legislación mercantil, que legitima la división en partes alícuotas de entes relacionales, como las empresas; de forma que sus propietarios puedan ser personas que no participan en las relaciones productivas. Otorga a los accionistas el derecho de actuar, y éstos votan decisiones que burlan el principio democrático de un ciudadano un voto, convertido en cada euro un voto. Crea una clase hereditaria, ajena a la ciudadanía del trabajo y la innovación, que se perpetua en la gobernanza de las empresas y la sociedad; en la etapa actual a través de una oligarquía de titulados universitarios [vi], que administra ambas por delegación. Una feudalización del capitalismo que determina las crisis del siglo XXI. Primero, los procesos de decisión en las empresas solo persiguen elevar el valor para el accionista; el cual no está implicado en la organización, pero la puede vender y comprar en cualquier momento. Los privilegios del accionista alimentan una visión especulativa de las empresas que anula la perspectiva del largo plazo. Los directivos son empujados a elevar el valor en bolsa de las empresas, a corto plazo y por cualquier medio, y los accionistas los premian dejándolos participar en el enriquecimiento. Resultado, los directivos tienen un índice de rotación entre empresas no visto anteriormente, y los especialistas en especulación financiera se convierten en los dirigentes principales del capitalismo actual, verdaderos héroes para la juventud dorada de la burguesía.

Sin embargo, el hecho social que define el momento es la información, cuyo desarrollo demanda una visión a largo plazo, base del avance del conocimiento, que es el principal componente actual de la riqueza. Como bien económico impulsa cambios tecnológicos fuertemente disruptivos, colocando a la humanidad, especialmente las sociedades más evolucionadas, ante la encrucijada de un cambio de civilización sin precedentes, para el cual no se ha iniciado aún la construcción de instituciones ad-hoc. La historia enseña que la esencia institucional de los cambios que vivimos, el saber humano, se acopla al poder hegemónico del momento. Por ello es tan importante que decidamos lo que queremos llegar a ser, y cómo gobernar esa forma de estar aquí. Por ahora, el capitalismo de casino [vii] es la fuerza dominante, pero también es la menos adaptativa a los requerimientos evolutivos del siglo XXI. 

En cuanto al saber humano, o conocimiento, las oportunidades de aprendizaje que brindan las nuevas tecnologías han impulsado nuevas formas participativas del trabajo y su organización en las propias empresas. Acelera la innovación, que se convierte en la competencia principal para la creación de ventajas competitivas y, con ello, de rentas financieras. Sin embargo, paradójicamente, las formas participativas de organización del trabajo encuentran su mejor expresión fuera de las empresas capitalistas, en sociedades cooperativas, núcleos aún muy minoritarios y geográficamente identificados con ciertas regiones privilegiadas de Europa [viii], donde el trabajo colaborativo demuestra su ventaja evolutiva para la innovación, y para el bienestar de las personas que la desarrollan.

El nuevo concepto de capital intelectual, basado en la cooperación productiva del trabajo con la ciencia, puede facilitar un cambio en las estrategias sindicales, enfocado hacia la cogestión de las empresas; el cual daría una nueva dimensión en lo económico al proceso democrático, hoy estancado. Porque la participación en la gestión de las empresas de las personas allí empleadas, como derecho laboral reconocido y regulado por las leyes mercantiles en los estados europeos, reiniciaría el proceso democrático como democracia económica. La movilización por ampliar la democracia a las empresas daría perspectivas a la lucha sindical europea [ix]; la cultura de la cooperación haría creíbles las esperanzas socialistas y posibles los acuerdos por una nueva relación con el planeta y su clima.


[i] Mazzucato (2019) El Valor de las Cosas. Quién produce y quién gana en la economía global Penguin, Madrid.
[ii] Hasta los prolegómenos de la Sra. Thatcher, cuando el neoliberalismo intenta generalizar la idea de la responsabilidad del desempleado en su propia situación, el empleo ha sido el leitmotiv de la Política económica.
[iii] Kaplan, R, & Norton, D (1996) “Strategic learning & the balanced scorecard”. Strategy & Leadership; Chicago; Sep/Oct. Vol 4, 5, pp. 18-23.
[iv] Karl Marx, El Capital T. II, “ciclo completo del capital”. Fondo de Cultura Económica, Mexico
[v] Nelson y Wilson (1982) An Evolutionary Theory of Economic Change. Harvard University Press
[vi] Los precios astronómicos de matrícula en ciertas universidades y, sobre todo, escuelas de negocio cumplen la función de selección de esta nueva nobleza de toga. Selección por familias y cooptación de inteligencia.
[vii] Término acuñado por Joseph Stigliz, para denunciar la volatilidad peligrosa de las inversiones financieras en la actualidad, y utilizado por ATTAC para defender el Impuesto sobre las Trasferencias Financieras.
[viii] Evidentemente, Silicon Valey, en California, es el centro mundial de la innovación, pero no podemos obviar su relación con el poder global del dólar EE UU, ni su dependencia de las inversiones de su gobierno en tecnología militar, circunstancia bien documentada por Mariana Mazzucato (2019) El Estado Emprendedor. Editado por RBA. Barcelona. Para ubicar las zonas privilegiadas de Europa donde las cooperativas han construido un ecosistema suficientemente protector, ver Jose Candela
[ix] Como se verá a lo largo de todo nuestro trabajo, nuestra perspectiva se basa en la convicción de que Europa es, hoy, el ámbito más propicio para el desarrollo de la democracia, que viene a sustituir el marco nacional de los estados europeos, cuyo tamaño y población es insuficiente para lidiar con los retos que enfrenta cualquier proyecto de avance social en profundidad en el mundo globalizado actual. Lo que los leninistas llamaban “la correlación de fuerzas internacional, o interestatales”.

Ciclo del beneficio capitalista en la era de la informática