domingo. 28.04.2024
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Detalle de un cartel alemán de 1914 del Día de la Mujer, en que se reclama el derecho de sufragio femenino. (Wikipedia)

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El Día de la Mujer no es una fecha cualquiera en el calendario de conmemoraciones internacionales. El Día Internacional de la Mujer, el 8 de Marzo, fue proclamado por la Asamblea de las Naciones Unidas en el año 1977, aunque con motivo de la convocatoria del Año Internacional de la Mujer, en 1975, la ONU ya había celebrado el Día Internacional de la Mujer.

Sin embargo, el 8 de Marzo, el Día de la Mujer viene de mucho más lejos. Se fraguó en aquellas manifestaciones que recorrían las calles de todo el mundo, hace más de un siglo, cuando miles de mujeres reivindicaban su derecho al voto, mejores condiciones de trabajo, igualdad entre mujeres y hombres.

Manifestaciones, huelgas, movilizaciones, que precedieron y fuero dando sentido a las convocatorias del 8 de Marzo. Ya en 1857 las obreras textiles de Estados Unidos fueron a la huelga para reivindicar sus derechos. El 8 de marzo de 1908, la fábrica Cotton Textil Factory de Nueva York se suma a una nueva huelga de mujeres del textil.

En este caso los empresarios deciden cerrar las puertas de la fábrica y es entonces cuando se produce un incendio en el que quedan atrapadas 120 mujeres que no pueden escapar a tiempo. Estas víctimas darán origen a la fecha reivindicativa del 8 de marzo.

Las convocatorias del 8 de Marzo nacen cuando, durante la II Conferencia Mundial de Mujeres Socialistas, celebrada en Copenhague, en 1910, la conocida feminista alemana, Clara Zetkin, consigue que su propuesta de proclamar el 8 de Marzo como Día de la Mujer sea aprobada por unanimidad.

El 25 de marzo de 1911, de nuevo en Nueva York, de nuevo en un incendio, esta vez en la Triangulo Shirtwaist Company, donde trabajaban más de 500 personas, se produce la muerte de 129 mujeres y 17 hombres. La inmensa mayoría eran mujeres jóvenes, menores de 23 años, muchas inmigrantes italianas, muchas judías procedentes de Europa del Este. El hilo con el que trabajaban en esos momentos era lila. De ahí el color morado de las banderas del feminismo.

Poco a poco, el Día de la Mujer comienza a celebrarse en muchos lugares del mundo, con manifestaciones, mítines, asambleas. Pero es tras el estallido de la I Guerra Mundial en 1914, cuando las mujeres enarbolan la bandera de la Paz, junto a la bandera de la igualdad.

Dos millones de hombres habían perdido las familias rusas en los dos primeros años de guerra. Por eso, el último domingo de febrero de 1917, las mujeres rusas decidieron convocar una huelga general para reclamar Pan y Paz. En tiempos de guerra no pocos criticaron a aquellas mujeres, pero ellas siguieron adelante.

Cuatro días después el Zar abandonaba el poder, abdicaba y el gobierno provisional decidía conceder a las mujeres el derecho al voto. Aquel domingo era el 23 de febrero en el calendario juliano utilizado en Rusia, el 8 de marzo en el calendario gregoriano, utilizado  en otros países del mundo.

Vivimos un presente de brechas salariales, de desigualdad en el trabajo y en la sociedad, de auge de la violencia de género

Hasta aquí los orígenes del 8 de Marzo. Una historia de lucha por la igualdad, la Paz, el voto, los derechos laborales, la prohibición de jornadas de más de 12 horas diarias, los trabajos penosos y nocturnos para mujeres y niños. Una historia en la que no todo está aún contado, ni mucho menos resuelto. Vivimos un presente de brechas salariales, de desigualdad en el trabajo y en la sociedad, de auge de la violencia de género.

Por eso duele que, bajo gobiernos de izquierdas, asistamos a la división en las convocatorias contra la violencia de género y en el 8 de Marzo. Y duele porque la larga trayectoria del feminismo, de la lucha por la igualdad, no debería verse empañada por los deseos de notoriedad, las ocurrencias y la pretendida modernidad que busca las enemigas en quienes se mueven a su lado, mientras olvidan las luchas y los problemas que nos asedian cada día con más intensidad.

Parece que las dos manifestaciones de Madrid transcurrirán por recorridos cercanos como Atocha, o Cibeles. Tampoco sería tan difícil hacer un esfuerzo de “transexclusivas” y “transinclusivas” para concurrir juntas y marchar codo con codo. Tal vez bastaría sustituir los lemas anunciados por una enorme pancarta que, en esta ocasión, este año, retome los orígenes del movimiento feminista y reivindique… la Paz en Palestina.

Quienes vengan en transporte público vendrán desde Atocha y todas las manifestaciones pasarán por Cibeles. Todos, todas, todes, totus, contentos de recuperar la necesaria unidad. Cada vez menos gentes sensatas entienden este debate irreconciliable “transinclusivo” y “transexclusivo”.

Sí, ya sé que son más los motivos de la división actual, pero por favor, no nos obliguéis a decidir sobre una desunión que nadie queremos, ni deseamos. Una desunión que no es responsabilidad nuestra y de la que nadie se quiere sentir responsable.

Mujer e igualdad