martes. 23.04.2024

Las relaciones de EE.UU. con la región no han experimentado grandes diferencias bajo la presideencia Obama. Hasta ahora el presidente norteamericano solo ha hecho una gira por la región, aparte de la obligada visita a su vecino del sur, México. En marzo de este visitó Brasil, Chile y El Salvador. A pesar de que China ha desplazado a los norteamericanos en su relación comercial con los países de Sudamérica –no así en México y Centroamérica-, Obama no logró recuperar terreno, básicamente porque no hubo acuerdos para eliminar barreras comerciales. Tampoco se avanzó en la ratificación de los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá. Eso sí, en Brasil mejoró el clima bilateral, sobre todo porque la presidenta, Dilma Rousseff, se despegó de la política de Lula contemporizadora con Irán.

Lo que no ha cambiado de manera sustancial es el enfoque prioritario en dos temas: en primer lugar, la relación con Cuba, tradicionalmente presa de las propuestas de la extrema derecha y el exilio cubano en Miami, y en la que Obama solo pudo cambiar ciertos aspectos que facilitan los viajes y el envío de remesas. En segundo lugar, la influencia de Venezuela, donde Obama ha seguido la actitud de Bush de no hablar mucho del tema para no regalarle protagonismo a Chávez.

Relacionado con éste último punto, la derecha republicana ha logrado instalar en la agenda la preocupación por la presencia creciente de Irán en la región. Hasta hace unos años carecía de especiales lazos con América Latina, pero ahora está pisando fuerte en la región de la mano de Hugo Chávez. Los atentados anti-judíos de Buenos Aires, en 1992 (embajada de Israel) y 1994 (AMIA), en los que la justicia argentina vio la mano de Irán, fueron un revés para la República Islámica. Pero es evidente que con el apoyo de Venezuela hay un cambio de situación.

El presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad ha visitado ya todos los países bolivarianos de la región: Venezuela (varias veces), Bolivia, Cuba, Nicaragua y Ecuador, además de Brasil, siendo la primera vez que un alto dirigente iraní ponía los pies en el continente. Las relaciones económicas entre Teherán y Caracas se intensificaron con la firma de numerosos acuerdos bilaterales, incluyendo algunos de tipo militar. Venezuela, que considera una alianza estratégica sus lazos con Irán, es uno de los pocos países que apoya a Irán en su disputa con la comunidad internacional por el tema nuclear.

El subsecretario adjunto de EE.UU. para la región, Arturo Valenzuela, a punto de abandonar el puesto, reconoció haber conversado recientemente con el canciller argentino, Héctor Timmerman sobre el tema. Y res congresistas republicanos, entre ellos la cubano-americana Ileana Ros, que encabezas el poderoso comité de Relaciones Exteriores, envió recientemente una carta a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, expresando su preocupación por la posibilidad de que Argentina proporcionase tecnología nuclear a Irán, vía Venezuela. Es más, dijeron que el presidente Ahmadinejad habría pedido a Hugo Chávez que intercediese antes las autoridades de Buenos Aires, dado que las relaciones entre Irán y Argentina no se han recuperado desde los atentados en Buenos Aires.

Pero el propio Departamento de Estado fue claro al decir que no hay ningún indicio de que esto sea cierto. “Algunas de las cosas que se dicen no tienen sustento y son exageradas, pero otras son ciertas, es algo que seguimos siempre muy de cerca”, dijo el subsecretario Valenzuela en alguna de las múltiples entrevistas que estos días está dando a medios latinoamericanos, a modo de despedida.

Este mismo mes de julio, el Comité de Seguridad Nacional del Congreso norteamericano tuvo una audiencia en la que cuatro expertos en terrorismo hicieron hincapié en el presunto peligro que representaría para la seguridad de los EE.UU. las actividades de Irán y del grupo libanés Hezbollah, que se considera actúa como representante del gobierno de Teherán.

Uno de los ponentes fue Roger Noriega, encargado de las relaciones con América Latina en el anterior gobierno de George Bush, y que es considerado como un halcón. Noriega aseguró que Brasil y Venezuela son los países donde hay una mayor presencia de Hezbollah. Y destacó que la isla de Margarita, en Venezuela, desbancó a la Triple Frontera (Argentina-Paraguay-Brasil) como el principal centro de operaciones y refugio de Hezbollah en América Latina.

Noriega identifica a un libanés, nacionalizado hace 10 años venezolano y que ahora sería el número dos de la embajada de Venezuela en Siria, como el jefe de una red de lavado de dinero y reclutamiento en nombre de Hezbollah. Y señala al clérigo iraní Moshen Rabbani, ex consejero de Asuntos Culturales en la embajada de Irán en Buenos Aires, acusado de ser el organizador del atentado contra la AMIA, como supervisor de las actividades del grupo en América Latina.

Douglas Farah, ex corresponsal de varios medios, como The Washington Post y UPI, sostuvo que Hezbollah está asociado el narcotráfico y que las inmensas ganancias que obtendría irían a parar a “operaciones que representan amenazas para EE.UU.” Al tratar de asociar a Hugo Chávez con grupos radicales islamistas, Farah aseguró que el libro de Jorge Verstrynge “Guerra periférica y el Islam Revolucionario, orígenes, reglas y ética de la guerra asimétrica”, editado por El Viejo Topo, es uno de los textos de cabecera de Chávez. En dicho libro, Verstrynge justificaría el uso del terrorismo en la guerra asimétrica o de cuarta generación.

El periodista norteamericano citó esta frase del libro de Verstrynge: “Ya sabemos que es incorrecto limitar la guerra asimétrica a la guerra de guerrillas, aunque es importante. Sin embargo, no es un error hacer también uso de cosas que son calificadas de terrorismo y utilizarlas en la guerra asimétrica. Tenemos superterrorismo, dividido en terrorismo químico, bioterrorismo, que usa métodos biológicos y bacteriológicos, y terrorismo nuclear”.

Para Farah, las alianzas que ha podido construir Ahmadinejad en América Latina, le estarían permitiendo inmunidad para sus actividades encubiertas, incluyendo operaciones bancarias, puertos y aeropuertos, acceso a minerales destinados a armas de destrucción masiva y una base regional para actuar contra los EE.UU.

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