viernes. 19.04.2024

Unidos y Organizados es el nombre del movimiento que ha lanzado el kirchnerismo para aunar a las distintas corrientes de la militancia oficialista

A pesar de que algunos sectores próximos al gobierno de Cristina Fernández recomendaron tomar nota de la importante protesta que tuvo lugar en las principales ciudades del país este pasado jueves, Juan Manuel Abal Medina, jefe de gabinete, fue tajante cuando se le preguntó si habría algún cambio: “no, en absoluto, seguimos trabajando con las políticas por las que ganamos con el 54%”. Minimizó también el caudal de manifestantes, a pesar de que claramente fue la protesta más importante desde el conflicto con el campo, en 2008, alegando que cualquier movilización de la izquierda junta la misma cantidad de gente.

Y descalificó a los manifestantes al señalar que les preocupa más lo que pasa en Miami que en San Juan, la pequeña ciudad del interior donde estaba la presidente en el momento de las protestas. “Ni deben saber dónde queda San Juan, les gustan otro tipo de cosas, otro tipo de mundos, pero lo que tienen que hacer es armar un partido, presentarse a elecciones y ganarlas”. El jefe de gabinete, uno de los funcionarios más cercanos a Cristina Fernández, afirmó que es un sector social “que obviamente está muy lejos de las mayorías en la Argentina”.

Similar reacción tuvo Agustín Rossi, jefe del grupo parlamentario del oficialismo, el Frente para la Victoria. Señaló que la protesta tuvo una fuerte carga de violencia simbólica y destacó que el rumbo fue ratificado hace 11 meses con el 54 % de los votos, en referencia a la última elección presidencial.

En el campo de los intelectuales kirchneristas, han surgido diferencias. Si el titular de la Biblioteca Nacional, Horacio González, consideró bueno que el gobierno tomara nota –aunque aclarando algo obvio, que él no estaba de acuerdo con los manifestantes-, el filósofo Ricardo Forster, el otro referente del grupo Carta Abierta, vio un ánimo destituyente en los manifestantes: “hay parte de la oposición que no se anima a decir que añoran las políticas de los '90 y se dejan construir la agenda por los monopolios mediáticos”.

Algunos gobernadores peronistas, normalmente cuidadosos de evitar cualquier enfrentamiento con el gobierno central y evitar así posibles represalias, reconocieron que la protesta fue una llamada de atención. Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires, afirmó: “hay que escuchar con mucho respeto y humildad y exigirse más para cumplir las expectativas. Hay que interpretar las nuevas demandas que se puedan ir incorporando, particularmente de la clase media y responder con trabajo”.

El gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, uno de los primeros en defender la reelección de la presidente, pidió hacer un análisis profundo: “sin lugar a dudas es un llamado de atención, fue importante y hay que hacer un análisis profundo de cuáles son sus derivaciones”.

José Luis Gioja, gobernador de San Juan, otro de los que ha defendido ardientemente la reelección y muy cercano a la Casa Rosada, se mostró conciliador: “la marcha no la vi –en ese momento era el anfitrión de la presidente-, pero respeto que cada uno pueda expresarse como quiera en democracia”.

Y hasta el gobernador de Tucumán, José Alperovich, otro fiel de la línea oficial, dijo que no había que tenerle miedo a las expresiones “porque son parte de la democracia”, y que había que prestar atención a las demandas de los manifestantes.

El dirigente sindical Hugo Barrionuevo, que fue un aliado fiel del gobierno hasta su reciente ruptura –en junio pasado organizó su propia protesta contra el gobierno en la Plaza de Mayo-, dijo por su parte que la gente salió a la calle “para que se atiendan sus reclamos, nadie quiere sustituir a nadie”.

No hay, hasta el momento, ninguna reacción de la presidente, que descansa en la patagónica provincia de Santa Cruz, como suele hacer muchos fines de semana. El despliegue de seguridad a su llegada fue inusualmente severo. Para ello hay dos motivos: evitar el menor contacto, incluso visual, con la prensa; y remarcar el conflicto con el gobernador de la provincia, Daniel Peralta, un ex kirchnerista caído en desgracia, que incluso fue acusado de mandar seguir los pasos de la presidente en sus viajes al hogar de los Kirchner.

Si bien la protesta del jueves fue una manifestación de rechazo al gobierno, también demostró que la oposición no logra salir de su deprimido lugar en que sobrevive entre la división y el apabullante impulso de la maquinaria política kirchnerista. Las elecciones de octubre del 2011 mostraron una estrella ascendente, el socialista Hermes Binner, que le disputó la segunda vuelta a Cristina Fernández. Pero su brillo se apagó y de hecho acaba de proponer a otro socialista, Antonio Bonfatti, que le sucedió como gobernador de la provincia de Santa Fe, como posible candidato para el 2015. Al lanzar esta propuesta marcó diferencias con el kirchnerismo: “el modelo se reduce a una sola persona (Cristina) y hay que reformar la Constitución para que el modelo no pierda”.

La respuesta al cacerolazo será una marcha el 27 de octubre, segundo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner. Se está convocando también a través de las redes sociales, con consignas como “Néstor Vive, la Plaza (de Mayo) volverá a ser nuestra”. O “Néstor vive en el pueblo y lo vamos a demostrar unidos y organizados”. Esta última frase, Unidos y Organizados, coincide con el nombre del movimiento que ha lanzado el kirchnerismo para aunar a las distintas corrientes de la militancia oficialista.

El Gobierno argentino desoye los reclamos del ‘cacerolazo’