domingo. 28.04.2024
Miembros del Grupo Wagner en el área de Starobeshevo, en Donetsk, Ucrania, en algún momento del verano de 2014.
Miembros del Grupo Wagner en el área de Starobeshevo, en Donetsk, Ucrania, en algún momento del verano de 2014

La conocida como Armada Invencible nunca llegó a librar su batalla contra Inglaterra porque una tempestad la desarboló en las costas de Irlanda. Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam y a la Unión Soviética le ocurrió lo mismo en Afganistán. A Francia le sirvió de muy poco su infranqueable línea Maginot y el tener un ejército muy bien catalogado en los inicios de la Segunda Guerra Mundial. Anibal humilló muchas veces a las temibles legiones romanas y coleccionó en sus dedos varios anillos consulares. Como las partidas en el juego del ajedrez, las guerras nunca están ganadas de antemano y no dependen de la presunta calidad que tengan las piezas del tablero, sino de los movimientos que se ha hagan.

Putin desplegó a su ejército con la excusa de unas maniobras militares que luego se convirtieron en una operación especial. Se trataba de liberar a compatriotas que habitaban terrenos colindantes con su patria rusa. La invasión de Ucrania parecía cosa de algunos días. Una vez tomado Kiev, un gobierno afín al oligarca ruso pondría las cosas en su sitio y contendría el avance de los territorios colonizados por la OTAN. El problema es que sus fuerzas armabas estaban compuestas por jóvenes reclutas, a los que le sorprendió no verse recibidos con aclamaciones por parte de la presuntamente sojuzgada población ucraniana. Su ardor guerrero brilló por su ausencia frente al ahínco de quienes defendían sus fronteras.

La contienda bélica en terreno ucraniano ha dado un giro inesperado. Es como esas jugadas de ajedrez donde un solo movimiento lo cambia todo de repente

Esta guerra no duró tres días, como bien sabemos. El inquilino del Kremlin tuvo que recurrir a tropas mercenarias, entrenadas para luchar a favor del quien mejor les pague y buscando su propia conveniencia. Wagner se llamó la división de las SS más odiada del Tercer Reich, un título difícil de conquistar en la Alemania nazi. Así se denomina el ejercicio personal del presidente Putin, una guardia pretoriana compuesta por ex convictos bien dispuestos a cometer las mayores barbaridades, al margen de todas las convenciones bélicas. No fueron pocas las veces que un Cesar fue por quien dirigía su guardia pretoriana.

La contienda bélica en terreno ucraniano ha dado un giro inesperado. Es como esas jugadas de ajedrez donde un solo movimiento lo cambia todo de repente. Los mercenarios del grupo Wagner se han sublevado contra Putin y ahora tiene la guerra dentro de su propio territorio. Falta ver cómo reacciona una cúpula militar que se ha visto preferida por esos mercenarios y se han debido sentir humillados por quien comanda las Fuerzas Armadas rusas. Estas impresionaban desfilando por la Plaza Roja de Moscú, pero ha resultado ser pura fachada o al menos muy ineficaz en una guarra ofensiva. Desde luego al al tifus coronel de la KGB se le da bastante mejor utilizar otros métodos, como el del veneno, para liquidar a quien considere sus enemigo.

Putin tiene al mundo en jaque y éste imprevisto puede tener un desenlace imprevisible. No sería extraño que su psicología le pidiera morir matando y decidiera generalizar el conflicto huyendo hacia delante. Más para eso necesitaría verse apoyado por su cúpula militar y esto ahora mismo es una incógnita que resulta impredecible. Quien juega con fuego se puede quemar.

Wagner contra Putin