viernes. 26.04.2024
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Neville Chamberlain

¿Quién me iba a decir, hace muy pocos días, que en este año 2022 iba a referirme a Stalin en términos positivos? ¡Pues así es! Adelanto que apoyo sin dudas ni matices la decisión del gobierno, de nuestro gobierno de coalición progresista de España, de enviar armas, ofensivas y defensivas, a Ucrania. Y aplaudo el acierto y la valentía de Yolanda Diaz y de Jaume Asens de posicionarse positivamente con las decisiones del Gobierno, a pesar de la retórica de Pablo Iglesias, de Ione Belarra (ministra aún de este gobierno de progreso) o de Pablo Echenique. Y con bastantes dudas sobre lo que antes hubiera podido, o debido, hacerse por parte de nuestro gobierno, de la Unión Europea, de la OTAN, …

Volviendo a Stalin, quizás si Chamberlain, Roosevelt y Léon Blum hubieran asumido de forma efectiva la solidaridad con la II República española, como hizo el dictador soviético, nuestra incivil Guerra Civil hubiera tenido otro final, quizás Franco no hubiera vencido, quizás otro hubiera sido el desenlace de la segunda guerra mundial, quizás, quizás, ...

Es evidente sin embargo que lo que hoy corresponde hacer, opinar, proponer, ... no puede ser resultado de nuestros recuerdos ni añoranzas, aunque mejor no olvidarlos. Hay que responder a la realidad de hoy, distinta de la de 1936 y de 1940, ¡y también a la de 2021, a la de hace pocas semanas!

La oposición, especialmente desde una parte de la izquierda política, al envío de armas a Ucrania tiene varios frentes y argumentarios. Por una parte, los que apelan a los intereses y temores geoestratégicos de Rusia. Por otra los que consideran que “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”, aunque no se atreven a reconocerlo, y priman en su respuesta las malévolas intenciones de la OTAN, de EEUU, su historia, …, sin plantearse cuáles son los objetivos de Putin y compañía.

De hecho, en ambos planteamientos encuentro a faltar una referencia, mejor un análisis, al ultranacionalismo (imperial, hitleriano, …) de Putin y lo que expresa de esta Rusia, de sus propias dificultades económicas y políticas para asentar su poder dictatorial. Y más que respuestas, tengo más preguntas.

¿Se sentiría satisfecho Putin si arrasa Ucrania? ¿Estamos dispuestos a abandonar al pueblo de Ucrania si su derrota nos ahorra (o lo parece) una nueva guerra mundial, que inevitablemente sería nuclear? Si Putin no vence en Ucrania, como pretende y quizás como necesita, ¿estamos más cerca o más lejos de una nueva guerra mundial? ¿La resistencia del pueblo de Ucrania está condenada al fracaso? ¿Nos salvaremos si dejamos caer Ucrania en manos de Putin? ¿Lo que en realidad provoca a Putin para avanzar en su criminal ofensiva, acaso no es el miedo a provocarlo? ¿Hay que apaciguar a Putin, o demostrarle que puede perder si el pueblo de Ucrania aguanta con ayuda de los pueblos del mundo? ¿La ciertamente necesaria vía diplomática y de negociación, y la paz, avanzan si Putin vence en Ucrania, o más si no lo consigue? …

Y esto nos lo preguntamos con la respuesta, espero, que hemos mantenido históricamente los que siempre hemos defendido las razones del pueblo español para oponerse al punch franquista, y del pueblo vietnamita para resistir hasta derrotar al imperialismo yanqui. Y con la memoria de Stalingrado, recordado hoy por muchos desde el pueblo defendiéndose en Ucrania.

No creo que se pueda establecer un riguroso paralelismo, pero sí una cierta analogía de reflexiones para superar la demagogia facilona de Pablo Iglesias sobre la presión mediática (de las otras, no de la suya) que parece ha impregnado a algunas ministras que han olvidado lo que el jefe decía hace poco sobre las insuficiencias por él detectadas en la reforma laboral pactada por gobierno-sindicatos-patronal (“yo sí puedo decir …”) después de dimitir de sus responsabilidades asumiendo el fracaso de sus apuestas. Pero volvamos a la actual confrontación, allí de sus vidas, y para otros aquí (aún de opiniones), de los que aún estamos mirando sin saber hasta cuando estaremos lejos.

Por ello,a día de hoy, 4 de marzo, creo necesario dar pleno soporte a lo que ha planteado el Gobierno de Progreso de España, de apoyo directo, humanitario y en armas, y proponer a las organizaciones políticas y sociales de la ciudadanía española que nos planteemos prioritariamente como expresamos masivamente este apoyo desde los colectivos sociales y políticos, desde la calle, desde los centros de trabajo, desarrollando lo que CCOO y UGT ya han planteado unitariamente.

La respuesta solidaria, nuestra respuesta, la respuesta de la ciudadanía, junto a la del gobierno enviando armas y aplicando las sanciones económicas, apunta problemas a los que también hay que hacer frente. La concentración de Barcelona en Plaza Catalunya del 2 de marzo, con poco más de 3.000 personas, con pocos dirigentes políticos, con muy poca explicación y convocatoria a la ciudadanía barcelonesa, con la ausencia de la comunidad ucraniana por la confusa referencia a la OTAN como supuesto problema en la actual coyuntura de agresión rusa, …, son síntomas de problemas políticos que exigen respuesta. A lo que sumar demasiados textos “contra la guerra” sin señalar quién es el agresor (Putin y sus tropas) y quién el agredido: el pueblo de Ucrania y a través de él toda la comunidad internacional, los derechos humanos básicos.

Respuesta inmediata, necesaria en todos los órdenes, con todas las incógnitas de incierta solución. Y alerta, ¡los próximos días pueden ser decisivos! 

Con Ucrania: ¿Chamberlain o Stalin?