sábado. 20.04.2024
Manifestación en Roma con la bandera de arco iris de la paz.

¿A qué esperamos en España para organizar una potente movilización pacifista? Esta es la pregunta que se hacía y nos hacía Agustín Moreno, diputado de Unidas Podemos en la Asamblea de Madrid, en el artículo titulado ¿Dónde están los pacifistas en España?

La interpelación quedó sin contestación, prendida en el aire de los interrogantes que nadie responde. Desafortunadamente, los espacios de debate público en nuestro país se achican a medida que se amplían los terrenos baldíos en los que sólo crecen las malas hierbas del relato justificativo, el discurso identitario partidista y los insultos.  

Intentaré aquí dar una respuesta tentativa a la pregunta que nos hace Agustín y aportar algunas reflexiones que propicien el diálogo entre las muchas posiciones favorables a que callen las armas en Ucrania.  

El artículo mencionado señala una buena práctica de la que aprender: la gran movilización del pasado 5 de noviembre en Roma, donde más de 100.000 personas se manifestaron a favor de la paz en Ucrania. Resumo las claves de su éxito: primera, una condena explícita de la invasión rusa de Ucrania y un apoyo, también explícito, al pueblo ucraniano; segunda, una plataforma convocante unitaria y plural compuesta por más de 600 entidades de la sociedad civil (movimientos sociales, ONG, organizaciones pacifistas, asociacionismo católico de base, sindicatos, etc.) que recogían y representaban las aspiraciones favorables a la paz de la mayoría social; tercera, la incorporación a los objetivos de la  movilización de los tradicionales y muy diversos componentes del pensamiento y la práctica pacifistas (el desarme nuclear, la contención de gasto militar o la reivindicación del diálogo, la no violencia y la diplomacia en la resolución de los conflictos); y cuarta, un llamamiento a Naciones Unidas y a la UE para que se impliquen más en la tarea de crear las condiciones que posibiliten el inicio de unas negociaciones capaces de conducir a soluciones justas y no impuestas por la fuerza.

Una buena práctica de la que aprender: la gran movilización del 5 de noviembre en Roma, donde más de 100.000 personas se manifestaron a favor de la paz en Ucrania

Esas claves del buen resultado de la manifestación de Roma constituyen un buen ejemplo del que aprender y un excelente punto de partida para impulsar la movilización pacifista en España y reactivar, poniéndolo al día, el espíritu pacifista que anidó en nuestro país al calor de la prolongada y masiva movilización de los años 80 por la paz y contra la ampliación y reforzamiento de la OTAN. 

El problema es que en España las cosas se han hecho de forma muy diferente de cara a la movilización por la paz del pasado 26 de junio y se saldaron con un fracaso movilizador del que nadie se ha hecho cargo. Hasta donde yo sé, las entidades que organizaron la manifestación estatal en Madrid nunca han hecho público un análisis que diera cuenta de sus pobres resultados. Habría sido esclarecedor que el artículo de Agustín Moreno hiciera alguna referencia a esa convocatoria que se realizó bajo los lemas de “No a la OTAN. No a las guerras. Por la paz", en vísperas de la cumbre de la OTAN. Tras una cuidadosa y larga preparación de meses, la movilización por el centro de Madrid apenas contó, según diferentes fuentes, con entre 2.000 y 4.000 manifestantes. 

Con una salvaje e injustificable guerra en Europa, resultó incomprensible que una movilización pacifista no dejara claro su rechazo a la invasión militar de Ucrania, no dijera nada contra la guerra de agresión que sufre un país europeo y centrara todo su rechazo en la OTAN y las bases militares estadounidenses. Con ese enfoque, la convocatoria quedó sin contexto, vacía de contenidos pacifistas concretos y sólo podía interpretarse como una denuncia realizada por sectores de izquierdas contra otras fuerzas progresistas y de izquierdas y contra la parte mayoritaria del Gobierno de coalición progresista. Puestos en la tesitura de una confrontación política divisoria que se revestía como manifestación por la paz, no me extrañó que la propuesta movilizadora se desconectara de los sentimientos y la cultura pacifistas de la inmensa mayoría de la ciudadanía madrileña, que no se dio por aludida y apenas participó en la manifestación. 

Con una salvaje e injustificable guerra en Europa, resultó incomprensible que una movilización pacifista no dejara claro su rechazo a la invasión militar de Ucrania

El fracaso evidente de la convocatoria por la paz del pasado mes de junio en Madrid y de la plataforma convocante provocó su falta de continuidad. La guerra de agresión contra Ucrania siguió su curso, con notables impactos económicos negativos sobre la UE, pero de aquel intento de agrupar y movilizar fuerzas pacifistas no se volvió a saber nada. De los malos ejemplos y prácticas también se pueden obtener valiosas enseñanzas que ayuden a detectar errores y no repetirlos.

En mi opinión, si se quiere promover una potente y masiva movilización pacifista, como la del pasado mes de junio en Roma, no se puede dejar ningún resquicio a que una iniciativa movilizadora a favor de paz pueda ser interpretada como una propuesta que responde a una pugna partidista diferenciadora. Un pacifismo que ante una invasión militar y una guerra de agresión es incapaz de denunciar al Estado agresor o solidarizarse con la población agredida no puede recoger las simpatías del conjunto de la ciudadanía, porque las invocaciones abstractas a la paz y la negociación parecen vacías de contenido, carecen de credibilidad y, en último término, pueden interpretarse como partícipes propagandísticos de la agresión. 

Por otro lado, si algo cabe exigir a una convocatoria pacifista que aspira a promover las condiciones que dificulten la escalada militar de un conflicto y permitan su pacificación es su capacidad para dialogar con el conjunto de la sociedad y con las ideas de muy diferente tipo a favor de la paz que predominan en la mayoría social. Y en el caso de la manifestación de Madrid dominó la descalificación y la confrontación con lo que la mayoría social considera fundamental: la solidaridad con el pueblo ucraniano y con las víctimas de todas las guerras y la denuncia de los bombardeos, la guerra de agresión y la destrucción que lleva a cabo el régimen de Putin. 

Una convocatoria pacifista debe aspirar a dialogar con el conjunto de la sociedad y con las ideas de muy diferente tipo a favor de la paz

Apuntes para el debate sobre una acción pacifista masiva y útil  

En unos días, el próximo 24 de febrero, se cumplirá un año del comienzo de la invasión militar de Ucrania decidida por el régimen de Putin. Pocas cosas hay más importantes hoy y mientras dure la guerra que intentar promover un escenario que haga posibles un pronto alto el fuego y una solución justa y duradera a la guerra.

Expondré a continuación de forma sintética un decálogo de ideas tentativas que podrían ser objeto de debate a propósito de los contenidos de una movilización pacifista capaz de conectar con la mayoría social e incidir en la tarea de facilitar la negociación y el final de la guerra en Ucrania.

1º. Toda guerra de agresión es injustificable y merece una condena inequívoca de la opinión pública y de la comunidad internacional, lo que implica la exigencia al país invasor de la retirada de su ejército del país invadido y de una negociación pacífica, entre las partes implicadas y con el arbitraje de las instituciones internacionales, de los legítimos derechos y reclamaciones en juego. Ningún país puede tomarse la justicia por su mano o imponer por la fuerza sus razones, por legítimas que puedan ser. 

Ningún país puede tomarse la justicia por su mano o imponer por la fuerza sus razones, por legítimas que puedan ser

2º. Cualquier solución justa y duradera para la guerra en Ucrania pasa por el respeto al derecho internacional y, en consecuencia, por la defensa de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania y la solidaridad con el pueblo ucraniano. Y eso vale para todas las guerras de agresión y todas las víctimas de todas las guerras. Enarbolar las banderas de la paz y la diplomacia o exigir un alto el fuego no bastan para hacer avanzar la causa de la paz, sobre todo cuando esas banderas se utilizan también para encubrir la continuidad de una invasión militar o legitimar una anexión territorial mediante el uso de la fuerza. 

3º. Una de las tareas más importantes de las iniciativas pacifistas es impulsar una cultura de paz que conecte con las preocupaciones y aspiraciones a favor de la paz que predominan en la sociedad a la que pretende activar y movilizar en la lucha contra la guerra y contra los factores y fuerzas que la promueven. Para lograrlo, la acción pacifista debe cuidar su carácter unitario y no partidista y su capacidad de dialogar con todos los sectores sociales y actores políticos, sin involucrarse en las pugnas partidistas que dividen a la ciudadanía o alinearse con un espacio político determinado. 

4º. Las propuestas de apaciguamiento del régimen de Putin no son aceptables desde un planteamiento ético ni desde el punto de vista de la eficacia política. Esas propuestas han sido repetidamente formuladas con diversas variantes, la más reciente y de la forma más cruda por el exministro de Unidas Podemos Manuel Castells en un breve artículo de La Vanguardia titulado “Putin y Hitler” del pasado 28 de enero, que terminaba así: “Si no negociamos paz por territorio, entraremos gradualmente en la III guerra mundial. Chamberlain tenía razón. Todo menos la guerra total”. Cuesta entender como un intelectual reputado pueda realizar afirmaciones tan groseras y erradas desde el punto de vista histórico, porque una cosa es que el primer ministro británico pretendiera preservar la paz legitimando la ocupación militar de los Sudetes por parte del ejército de Hitler y otra, que lo consiguiera. Lo que Chamberlain negoció realmente fue tierra por guerra: al aceptar la anexión alemana de una parte de Checoslovaquia contribuyó a reafirmar los planes de guerra del régimen nazi. Lo que parecía una obra maestra de realismo político se desveló al cabo de unos meses como la chispa que prendió la II Guerra Mundial.    

Cualquier solución justa y duradera pasa por el respeto al derecho internacional y la defensa de la soberanía y la integridad territorial de Ucrania

5º. La cuestión del envío de armas a Ucrania es un terreno resbaladizo que vale la pena abordar, aunque sea altamente improbable que se pueda alcanzar un acuerdo mínimo y haya que concluir que el tema no forma parte del consenso movilizador. La provisión de armas no tiene como misión necesaria la prolongación de la guerra y de los horrores que ésta conlleva, puede entenderse también como la única opción para que Ucrania pueda defender su soberanía e integridad territorial frente a la agresión militar, posibilitar que no sucumba como Estado soberano y mantener la opción de negociar una paz justa.  

6º. Parece necesario subrayar que Rusia es una gran potencia militar y nuclear, que cuenta con un peso económico que septuplica el PIB de Ucrania y una población que triplica la ucraniana. Y desde ese punto de vista, la petición de armas para defender su soberanía por parte de Ucrania y los envíos de armas que realizan sus aliados al país agredido son legítimos y éticamente irreprochables. Otra cosa son los debates más intrincados sobre qué tipo de armas deben enviarse, en qué cuantía o si ese suministro obstaculiza o apremia la negociación entre las partes. Se pueden borrar de un plumazo esas discusiones enojosas oponiéndose a todo suministro de armas, pero, ¿qué alternativa se propone para impedir la desaparición de Ucrania como país soberano? Bien, exigimos un alto el fuego. Pero, ¿qué se plantea mientras se consigue, en el intervalo que va desde el llamamiento a ese alto el fuego hasta el inicio de las negociaciones y, en su caso, la aplicación en firme del alto el fuego acordado?

La provisión de armas no tiene como misión necesaria la prolongación de la guerra y de los horrores que ésta conlleva

7º. ¿Nos despreocupamos de las peticiones de armas que realiza Ucrania para defenderse y persistir como nación? ¿Presionamos a Ucrania para que se rindan de una vez y no siga poniendo en riesgo nuestro bienestar y tranquilidad? Recuérdese también que España vivió en el pasado en una tesitura parecida: entre 1936 y 1939, con unas democracias europeas escondidas tras la no intervención, con la que pensaban apaciguar al fascismo, y con la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini volcadas en apoyo a los militares golpistas, las peticiones de armas de la República española a las democracias europeas no fueron atendidas y la República acabó sucumbiendo. Si no se hubiera apoyado a Ucrania mediante el envío de armas y otros apoyos su derrota ya se habría producido y, con ella, su desaparición como Estado soberano, acompañada de la indeseable victoria del régimen de Putin y de sus tesis a favor de volver a la división del mundo en bloques militares, la aceleración de la carrera armamentista nuclear que caracterizó a la guerra fría y la aceptación de la doctrina de la soberanía limitada de los países que en cada bloque quedan subordinados a las distintas potencias hegemónicas.

8º. En todo caso, el envío de armas tiene un límite: su objetivo es defender la soberanía y la integridad territorial de Ucrania, no derribar al régimen de Putin; por mucho que, en mi opinión, la Rusia de Putin sea una autocracia reaccionaria y belicista que merecería un pronto final, pero su sustitución debe realizarse por métodos pacíficos y libre decisión de la ciudadanía de la Federación Rusa. Lo que puede y debe hacer la comunidad internacional que defiende el derecho internacional es poner todos los medios posibles para defender a la ciudadanía rusa que denuncia la guerra de agresión de su Gobierno, apuesta por la paz y la no violencia para resolver el conflicto y sufre la descarnada represión del poder policial y judicial del régimen de Putin. Esa defensa de los Derechos Humanos es parte esencial de las tareas diplomáticas que se reclaman.   

La Rusia de Putin es una autocracia reaccionaria y belicista que merecería un pronto final, pero su sustitución debe realizarse por métodos pacíficos

9º. El legítimo Gobierno de Ucrania puede, cuando lo considere necesario o adecuado, hacer concesiones en aras de la paz; pero la decisión sobre esas cesiones y su alcance corresponden exclusivamente al pueblo soberano de Ucrania y a su legítimo Gobierno. En ningún caso, pueden ser planteadas por el movimiento pacifista o por la UE y el resto de países democráticos que apoyan la pervivencia de Ucrania frente a la agresión militar. La misión de los países que sostienen la resistencia de Ucrania es velar por la aplicación del derecho internacional, para que ningún Estado pueda imponerse por la fuerza ni tomarse la justicia por su mano. Dejar que el régimen de Putin se salga con la suya supondría legitimar la ley del más fuerte, arrumbar un fundamento esencial de la democracia y aceptar las consecuencias de la destrucción de cualquier tipo de civilización o principio de convivencia pacífica. 

10º. Por último, pero no menos importante, la exigencia de una mayor implicación de la UE, las instituciones internacionales y los gobiernos de todo el mundo en las iniciativas diplomáticas de pacificación y negociación es esencial. En efecto, los acuerdos entre las partes son necesarios y ya se han demostrado posibles (por ejemplo, para el intercambio de prisioneros o el desbloqueo de los puertos ucranianos en el Mar Negro que permitió abastecer al mercado mundial del grano ucraniano acumulado). Todo acuerdo que humanice la guerra o limite el uso de la fuerza militar por ambas partes tiene efectos beneficiosos inmediatos para la población y crea las condiciones para aproximar un escenario de negociación que permita alcanzar una paz justa.

Si pretendemos contribuir en algo a la construcción de una potente y útil movilización pacifista, hay que dejar a un lado la propaganda de parte y evitar parapetar el necesario debate tras abstracciones, consignas o relatos justificativos que sólo conducen a atrincherarse en verdades absolutas o utilizarlas como garrotes contra las ideas ajenas. 

Ojalá acertemos a entablar una conversación razonable que ayude a clarificar las diferentes ideas y propuestas contra la guerra y a fundamentar una acción pacifista lo más unitaria, masiva y eficaz posible. Y, de paso, contribuir a que arraiguen en el debate público la reflexión crítica y el intercambio sosegado de los diferentes pareceres y argumentos que caracterizan a las sociedades plurales, democráticas y abiertas.

De pacifismos y movilización social contra la guerra en Ucrania