jueves. 25.04.2024

Adentrados en el tercer mes de la agresión militar a Ucrania no se ve el final del salvajismo y la devastación que causa la guerra. 

Resulta imposible vislumbrar qué escenario se afirmará tras el final de la guerra abierta o sobre qué bases puede lograrse una desescalada del conflicto y un armisticio. La fatiga, los desastres humanitarios provocados y los riesgos que genera la continuidad de la guerra alientan la búsqueda de un extremadamente difícil acuerdo diplomático que permita a corto plazo un alto el fuego. Parar la guerra cuanto antes es el principal objetivo. Y para lograrlo sería imprescindible un acuerdo limitado en su alcance que permitiera diversas lecturas y narrativas parcialmente airosas para las partes enfrentadas.

En todo caso, si se pretende una paz duradera, el alcance de las posibles cesiones debe ser definido y aprobado por el pueblo ucraniano. Y corresponde a la comunidad de países democráticos garantizar la seguridad, la integridad territorial y la supervivencia de Ucrania como nación soberana. El precio a pagar por la paz no puede ser la rendición de Ucrania ni abandonar al pueblo ucraniano a su suerte frente a un régimen dictatorial que pretende imponer su voluntad a bombazos. Tampoco, un reconocimiento formal de las pretensiones territoriales del régimen de Putin o la legitimación de una guerra de agresión que pretende imponer su voluntad a un país vecino porque lo considera parte de su zona de influencia o parapeto defensivo frente a hipotéticas amenazas.   

Si parar la guerra por vías diplomáticas parece un objetivo difícil de alcanzar, la victoria militar no es menos complicada. Ucrania resiste, pero no puede ganar la guerra. Rusia ha ocupado por la fuerza parte del territorio ucraniano, pero no puede hacer que Ucrania desaparezca ni convencer al pueblo ucraniano de que el gobierno de su país o el trazado de sus fronteras se decida en el Kremlin. Las sanciones económicas occidentales a Rusia siguen su curso y van a hacer mucho daño a la economía y a las condiciones de vida del pueblo ruso, pero no parece que tengan suficiente potencia para hacer caer al régimen de Putin o impedir en un horizonte previsible que mantenga su agresión militar. La suspensión o reducción de suministros de materias primas rusas a los países de la UE puede dañar severamente a las economías comunitarias y añadir nuevos elementos de fricción en la UE, pero no pueden doblegar la solidaridad con el pueblo ucraniano ni impedir la entrega de armas a la resistencia ucraniana. La continuidad de la guerra está servida y no se puede descartar que vaya a prolongarse durante mucho tiempo.

Europa afronta una situación inesperada de enorme potencial destructivo. De nada sirven las consignas, los esquemas interpretativos de otro tiempo histórico o las inercias mentales

En ese contexto, un posible alto el fuego y una congelación del conflicto militar en las posiciones actuales podrían constituir a corto plazo precarios puntos de encuentro para evitar en los meses venideros la continuidad de una nefasta escalada militar y más desastres humanitarios, económicos y sociales. Desastres que acabarían afectando a toda Europa, dañando más gravemente que hasta ahora a las economías y las condiciones de vida del conjunto de la ciudadanía europea y debilitando el papel internacional que puede jugar Europa en la construcción de un nuevo orden mundial más democrático y equitativo que cualquiera de los que lo han precedido, basado en reglas e instituciones multilaterales que impidan las imposiciones de las grandes potencias y hagan prevalecer la ley, el cumplimiento efectivo de las reglas acordadas y la resolución pacífica de los conflictos.  

Esperar a que se agote la resistencia popular y nacional ucraniana frente al ejército agresor o confiar en que el régimen de Putin no pueda mantener su esfuerzo militar son las vías más seguras para que siga viva la guerra durante mucho tiempo y aumente la probabilidad de que acaben utilizándose armas nucleares. De poco valen los cálculos que estiman una escasa probabilidad al escenario de una conflagración nuclear, la posibilidad existe y será tanto mayor (por mero accidente, provocación o resultado lógico de su creciente utilización como amenaza) cuanto más se prolongue la agresión militar y más lejos se observe la salida del túnel de la guerra.

Europa afronta una situación inesperada de enorme potencial destructivo. De nada sirven las consignas, los esquemas interpretativos de otro tiempo histórico o las inercias mentales. Atenerse a los hechos y a lo posible conforman las guías básicas para iniciar un camino viable que permita darle una oportunidad a una paz duradera cuando todavía es posible. La consecución de la paz en Ucrania es el afán de nuestro tiempo, la tarea que debería concentrar la atención de todas las fuerzas democráticas, pacifistas y progresistas. 

Sectores marginales y obsoletos de la han encerrado en una burbuja de búsqueda obsesiva de justificaciones y explicaciones de los muchos factores que han originado la invasión militar de Ucrania, pero olvidan lo esencial: hay un régimen agresor y una nación y un pueblo agredidos y cobardemente machacados por las bombas rusas. Empeñados en la construcción de exotéricas conjeturas teóricas o geoestratégicas que difunden sospechas, niegan verdades y convierten hipótesis poco o nada fundadas en hechos probados, su contribución en las tareas a favor de la paz es nula: justifican la agresión militar del régimen de Putin como respuesta preventiva a hipotéticas futuras agresiones militares de EEUU; proporcionan un nuevo sentido y una nueva misión a la OTAN; refuerzan los argumentos a favor de una nueva carrera armamentista y una nueva versión de la confrontación entre bloques militares que puso al mundo al borde de la extinción en varias ocasiones durante la Guerra Fría. Legitiman la utilización de la guerra para conseguir objetivos políticos o territoriales y no aportan nada a la paz.

Celebrar el 9 de mayo para reivindicar la paz

Desde hace 77 años, el 9 de mayo se celebra en Rusia el Día de la Victoria sobre la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, en conmemoración de la firma del acta de la rendición oficial de Alemania ante el mariscal del Ejército Rojo, Zhúkov. La URSS jugó un papel esencial en la derrota del nazismo, tan decisivo al menos como el de EEUU y el Reino Unido o las fuerzas democráticas y antifascistas que, en las naciones europeas ocupadas por el ejército nazi o subyugadas por dictaduras fascistas, lucharon por la recuperación de las libertades democráticas y la soberanía de las naciones europeas. 

La victoria sobre el fascismo merece ser recordada y seguir siendo motivo de agradecimiento hacia todas las fuerzas y las personas que la hicieron posible. Un día a celebrar por parte de Rusia, pero también por parte de toda Europa y de todos los países, fuerzas políticas y personas defensoras de la paz y la democracia. Nada permite al régimen de Putin presentar la invasión de Ucrania como continuidad de la guerra contra el nazismo que emprendió la URSS en junio de 1941 para repeler la invasión de la Unión Soviética por parte del ejército nazi. Putin y su régimen son ahora los invasores y los que utilizan la guerra para imponer su voluntad a Ucrania y a su pueblo.

La Unión Europea sigue tratando de adaptarse a los nuevos vientos y fuerzas de nuestro tiempo y cambiar y administrar el desordenado mundo del siglo XXI surgido de la crisis financiera global de 2008

El próximo lunes, 9 de mayo, los países de la Unión Europea también celebran la paz y la unidad de Europa en recuerdo del célebre discurso que ese mismo día de 1950 pronunció el ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Robert Schuman para exponer la idea de un nuevo método de cooperación política y económica entre los estados europeos que hiciera imposible una nueva guerra en Europa y fuera garantía de un futuro compartido de paz y desarrollo económico. Aquel mundo de 1945 o 1950 ha desaparecido, pero la idea y el objetivo de preservar la paz y sustentarla en un futuro compartido de prosperidad, solidaridad y cohesión económica, social y territorial arraigó en la ciudadanía europea y pervive. 

Hoy, la Unión Europea sigue tratando de adaptarse a los nuevos vientos y fuerzas de nuestro tiempo y cambiar y administrar el desordenado mundo del siglo XXI surgido de la crisis financiera global de 2008, la pandemia de 2020, el cuestionamiento del modelo neoliberal de globalización que ha reinado en las últimas décadas y la reciente agresión militar contra Ucrania por parte del régimen de Putin que ha vuelto a traer la guerra a Europa y a las puertas de la UE.  

No se trata tan sólo de festejar el Día de Europa y lo mucho logrado desde 1950. Se trata también de señalar las incoherencias e insuficiencias institucionales y de política económica de la UE que aún deben ser superadas y corregidas. Más que nunca, como señaló Schuman en su discurso de hace 72 años, hay que afrontar los factores que amenazan la paz, la prosperidad y la unidad en Europa con esfuerzos creadores a la altura de los peligros existentes. “Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho”. Y, entre esas realizaciones, parar la guerra en Ucrania es la prioridad. En esa tarea se definirá el futuro de Europa, que es también nuestro futuro. 

La Agrupación Europeísta Cuidar el Futuro del Ateneo de Madrid celebrará el próximo lunes, 9 de mayo, el Día de Europa en el Salón de Actos del Ateneo (Calle del Prado, 21) a las 19 h. La entrada será libre hasta completar el aforo. Celebrar el Día de Europa para reivindicar la idea de la paz que está en el origen de la UE. Festejar lo logrado por la UE para seguir avanzando, cambiar lo que no funciona y mejorar lo que funciona deficientemente. Respaldar todos los esfuerzos que pretenden lograr un alto el fuego en Ucrania que dé una oportunidad a la paz.

A la búsqueda de una oportunidad para la paz en Ucrania