lunes. 29.04.2024
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Si hay una palabra que pueda definir lo ocurrido en Palestina desde que Reino Unido y Estados Unidos decidieron fundar allí el estado del Israel, esa palabra es muerte. No hay ni un solo año de paz, ni un solo periodo de justicia, ni un esfuerzo serio para facilitar la reconciliación entre dos pueblos que durante siglos convivieron sin el menor problema. Dice Benjamin Netanyahu que desde la incursión de Hamás, Israel que “esto no es una operación ni una escalada, que estamos en guerra”, y no hay nada nuevo en sus palabras que vienen a reiterar con más sangre, con más muerte, con más dolor lo que ha ocurrido en la zona desde la fundación del Estado de Israel en 1948.

Gaza es lo más parecido al infierno que existe en un planeta lleno de infierno

Gaza es un pequeño territorio de 41 km de largo por unos ocho de ancho, más o menos la tercera parte del termino municipal de mi pueblo, Caravaca, provincia de Murcia, sólo que mi pueblo tiene 26.000 habitantes y en Gaza viven más de dos millones de personas, lo que convierte al territorio palestino en el más densamente poblado del planeta. Según los acuerdos internacionales, Gaza goza de soberanía y tiene un gobierno propio, en este caso liderado por Hamás, grupo islamista que ha ido ganando conforme la pobreza, la desesperanza y la destrucción han ido ganando terreno, año tras año, década tras década sin descanso, sin piedad. Sin embargo, el gobierno de Gaza está bajo tutela sistemática de Israel que es quien prohíbe pescar a los palestinos, quien controla sus pasos fronterizos y autoriza o no la entrada de personas y mercaderías, quien deja entrar agua y electricidad o la corta según su conveniencia, quien dirige a la policía y al ejército que sistemáticamente entran en el territorio sin tener en cuenta el mínimo respeto a los derechos humanos. Gaza es lo más parecido al infierno que existe en un planeta lleno de infierno, un minúsculo país que tiene a más de la mitad de sus habitantes en paro, que sufre temperaturas próximas a los cincuenta grados, que no tiene materias primas que interesen a nadie, con enfermedades erradicadas en Occidente hace décadas, sin ninguna esperanza que contar a sus hijos, sin otro futuro que el designado por Alá. Como con todos los pueblos machacados y destruidos a lo largo de la historia, Dios es el único camino, el más allá la única esperanza.

Hecho el desastre en 1948, se pudo haber obligado a ambas partes a aceptar dos estados, a convivir, pero esa no era la intención, el petróleo ya era el combustible imprescindible y a Estados Unidos convenía tener un estado satélite en la zona. Se impuso a sangre y fuego y así ha seguido siendo hasta la fecha. Ni un día de paz, ni un día de fraternidad, ni un día de amistad, odio aventado por intereses geoestratégicos, mentiras, exterminio. Hace unas horas el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, sin el menor complejo, sin una pizca de humanidad ha dicho lo siguiente: “He ordenado un asedio completo de la Franja de Gaza. No habrá electricidad, no habrá comida, no habrá combustible. Nada entrará y nada saldrá. Estamos luchando contra animales y actuaremos de manera acorde. Trescientos mil soldados de uno de los ejércitos mejor pertrechados del mundo se disponen a hacer lo que quieran con los habitantes de Gaza, de momento ya no funcionan los hospitales, ni los comercios, ni las escuelas. Gaza vive en la oscuridad y piensa en Alá, mientras en el eco del tiempo suenan como metralla las palabras bíblicas del ministro de la Guerra israelí que todavía espera la llegada del Mesías. Guerra de dioses, de dioses inventados por los hombres para joder a los hombres, para arrebatar vidas, para impedir el sueño, para convertir a unos en amos y a otros en esclavos.

¿Qué le queda a los palestinos aparte de Dios, de esperar que la vida después de la muerte sea un poco mejor que esta mierda?

Netanyahu, criado entre la guerra contra el moro y el Instituto Tecnológico de Massachusetts, como una parte considerable de la nomenclatura judía, clama venganza, se mesa los cabellos y promete hacer con los palestinos aquello que hicieron con su pueblo los nazis, propagar la ira divina hasta que aquella tierra santa esté preparada para la próxima llegada del Mesías, al que siguen esperando después de cinco mil años sin que dé señales de vida. No habita en él alma alguna, empatía, amor, sólo la soberbia irascible con la que hablan los elegidos por Dios. Asegura que no quedará vivo ni un sólo miembro de Hamás, una organización criminal que surgió después de décadas de humillación, de bombardeos, de ocupación, de barbarie, también bajo la protección divina. ¿Qué le queda a los palestinos aparte de Dios, de esperar que la vida después de la muerte sea un poco mejor que esta mierda? La Autoridad Nacional Palestina gobierna, es un decir, en Cisjordania. Optó desde los tiempos de Arafat por una vía intermedia, dialogar con Europa, con Estados Unidos, con China. Nada ha cambiado, nada ha conseguido, Israel ha seguido promoviendo asentamientos en Cisjordania, el territorio bajo su autoridad es cada vez más pequeño y la vida de los palestinos allí está a merced de las demandas de los colonos.

Gaza es un campo de concentración de 360 kilómetros cuadrados construido por Israel con el apoyo de Estados Unidos y la anuencia de Europa. La inmensa mayoría de la población vive de las medicinas y alimentos enviados desde el exterior, que entran en el país siempre y cuando quiera el Gobierno israelí, que además es el encargado de decir cómo han de comportarse los palestinos, cuándo pueden encender la luz, cuándo abrir el grifo y cuándo respirar. La actitud occidental está haciendo que lo que queda de Palestina y la mayor parte de países de Oriente estén derivando desde la guerra de Irak hacia el islamismo radical, que había sido superado en la década de los años setenta del pasado siglo. Cuando se mata la esperanza de los pueblos, cuando la única alternativa que dejan a los palestinos es la resignación cristiana, ver como mueren padres e hijos cuando no les tocaba, contemplar cómo se destruyen sus casas una y otra vez, cómo los más jóvenes se radicalizan o huyen al extranjero, ¿qué puede esperar Israel, qué esperar Occidente? ¿Un suicidio colectivo masivo o el silencio de la esclavitud a cambio de una ración de humus?

¿Algo nuevo en Palestina?