lunes. 29.04.2024
El Memorándum de Budapest (1994) fue firmado por Leonid Kuchma, Borís Yeltsin, John Major y Bill Clinton
El Memorándum de Budapest (1994) fue firmado por Leonid Kuchma, Borís Yeltsin, John Major y Bill Clinton

No tengo claro si la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin me lleva a reflexionar sobre la magia de la palabra, o es la magia del lenguaje, su capacidad performativa, la que me obliga a reflexionar sobre esa infame guerra.

El lenguaje

“El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada.” (Martin Heidegger, Carta sobre el Humanismo, 1947)

Aunque, como solía ironizar un catalán ilustre, Eugenio D’Ors, a propósito de ciertos escritores de su tiempo, de Heidegger podamos decir “Puesto que no podemos ser profundos seamos oscuros”, debemos reconocer que la cita anterior tiene mucha verdad: sin lenguaje no sólo estamos indefensos ante la naturaleza, es que directamente no somos nadie.

El lenguaje, pero no cualquier lenguaje, es la condición de posibilidad de ser persona, es decir, de poder llegar a ser ciudadano. El lenguaje, el pensar y hablar, y el poderlo hacer sin hipocresía, como reclamaba el cubano José Martí (1853-1895), es la expresión de la libertad. Por eso el lenguaje es la casa del ser, porque es el lugar donde podemos llegar a ser, el claro en el bosque que nos protege, donde vemos y somos vistos, donde nos exponemos con poco temor.

Pero no cualquier lenguaje, decíamos, pues sólo nos procura libertad aquél que parece tener la curiosa propiedad de, con su gramática, hacer magia con la realidad: libertad de pensamiento, primero, y de palabra, después. ¡Ábrete, Sésamo! Y la cueva se abre. Vale. Hoy tenemos a SiriAuraAlexaSaraCortanaBixbiIrene… (que todas estas aplicaciones tengan nombre y voz de mujer… dejémoslo para mejor momento) que reaccionan a nuestra voz sin más magia que la tecnología.

El lenguaje, pero no cualquier lenguaje, es la condición de posibilidad de ser persona, es decir, de poder llegar a ser ciudadano

No es esta la magia del lenguaje. Nos referimos, en cambio, a lo que denota el hecho banal de pedir, u ordenar, a una persona que haga algo, cerrar una ventana, por ejemplo, y que al poco la ventana esté cerrada.

En inglés, magia, gramática y glamour son palabras íntimamente relacionadas, y el nexo obvio es, precisamente, el que la palabra hablada a veces parece actuar como un hechizo con fuerza para alterar la realidad. En la Escocia medieval, según explica el editor John Dempsey, la palabra latina grammar (gramático, del griego grammatikós, aquél que conoce las letras) fue apropiada por el pueblo llano creando la palabra glamar/glamor/glamour, asociándola a los instruidos en los textos de las artes ocultas, a las brujas, a los lanzadores de hechizos y a sus aprendices. Este uso fue introducido desde los escoceses a la literatura inglesa por el novelista del siglo XVIII Sir Walter Scott, y hoy el glamour nos llega con un significado distinto, pero paralelo: el sentido de la magia pervive “metafóricamente cuando hablamos del brillo y el glamour casi mágicos de lugares cautivadores como Las Vegas o la ciudad de Nueva York”. Es lo que llamamos soft power.

La performatividad

“Y sólo así el lenguaje es de ese modo misterioso y reina sin embargo siempre en nosotros” (Martin Heidegger, Carta sobre el Humanismo, 1947)

Tal vez sean las dos frases aquí citadas las únicas claras en todo el famoso librito de Heidegger. Tal vez. Al menos aceptemos que son pertinentes e inteligibles.

En el concepto denominado “contrato social” la performatividad del lenguaje encuentra una inesperada fuerza política. En ese acto del lenguaje, siguiendo el pensamiento del J.L. Austin, que designamos como “contrato social”, no solo se da la palabra, sino que ésta implica forzosamente una acción: el lenguaje deviene “realizativo” (Austin) al establecerse una obligada conexión entre lenguaje y acción. Si la realidad de la existencia del “contrato social” no es de alguna manera producto de ese modo misterioso por el que el lenguaje reina sobre nosotros, accionando sobre la realidad, que alguien venga y nos lo explique.

El apretón de manos con el que ilustramos simboliza como pocos la renuncia a la violencia en favor del pacto: según la creencia más extendida, darse la mano bien pudo ser al inicio un gesto de paz al mostrar que no se sostenía un arma. Los dioses griegos sellaban así sus tratos con los mortales y los guerreros sellaban así el fin de la contienda. Chocar los cinco también es lenguaje, y también deviene un acto de habla “realizativo”: al hacerlo cerramos el paso a un futuro lesivo, tanto para una como para la otra parte. Pero ¿cómo lo cerramos? ¿cuál es “ese modo misterioso [con que] reina sin embargo” y que obliga a que las partes cumplan lo estipulado?

Según la creencia más extendida, darse la mano bien pudo ser al inicio un gesto de paz al mostrar que no se sostenía un arma

Memorándum de Budapest [i]

La Federación de Rusia, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos de América reafirman su compromiso con Ucrania, de conformidad con los principios del Acta Final de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, de respetar la independencia y la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania;

2. La Federación de Rusia, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y los Estados Unidos de América reafirman su obligación de abstenerse de la amenaza o el uso de la fuerza contra la integridad territorial o independencia política de Ucrania, y que ninguna de sus armas se utilizará jamás contra Ucrania, excepto en defensa propia o de otra manera de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas;” (Budapest Memorandums on Security Assurances, 1994).

Para que un acto de comunicación, como es un tratado entre partes, sea consistente debe cumplir con el principio colaborativo de Grice: el texto deberá ser entendido como adecuado por todas las partes en las cuatro categorías comunicativas de cantidad, la información debe ser toda la necesaria, pero no más; calidad, la información no debe ser falsa ni falta de argumentos; relación, la información debe ser relevante; y forma, la información no debe ser oscura, ambigua, prolija o desordenada.

En el Memorándum de Budapest sobre Garantías de Seguridad, firmado por UcraniaRusiaEEUU y UK en Budapest, el 5 de diciembre de 1994 -poco después se adhirieron China y Francia- a cambio de que Ucrania renunciara a tener armas nucleares -y las traspasara todas, unas 5.000 cabezas, a Rusia- todos los firmantes se comprometieron "to respect the independence and sovereignty and the existing borders of Ukraine" ("a respetar la independencia y la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania").

Con posterioridad, el 4 de diciembre de 2009, la Federación de Rusia y los Estados Unidos de América firmaron una Declaración Conjunta reafirmando su compromiso con lo contenido en dicho Memorándum.

Siguiendo a Grice, los participantes darán por “realizativo” (o sea, que se obligan a establecer una conexión entre lenguaje y acción) ese acto de comunicación si claramente todos ellos consideran que en su redacción se ha dado el principio colaborativo, es decir, contiene información necesaria, cierta, relevante y clara.

De la lectura del Memorándum de Budapest, nunca denunciado por ninguna de las partes firmantes, y de los hechos ocurridos en el presente año de 2022 -con el antecedente de la anexión ilegal de Crimea por parte de la Federación de Rusia en el año 2014-, podemos colegir, por un lado, que dicho pacto, dicho acto comunicativo, analizado bajo la teoría de Grice y de Austin, tenía las garantías formales necesarias para ser performativo, es decir, para generar en las partes una obligación resultante de la conexión entre lenguaje y acción.

Pero, por otro lado, no fue así: a lo largo de los últimos ocho años se ha violado en Ucrania el Derecho internacional, incluidas la Carta de las Naciones Unidas, el Acta Final de Helsinki, el Memorando de Budapest de 1994 y, significativamente, el Tratado de Amistad, Cooperación y Asociación [ii] de 1997 entre Ucrania y la Federación de Rusia.

La guerra iniciada por Putin es una temible carga de profundidad contra aquello que nos humaniza, un torpedo contra la línea de flotación de aquello que nos civiliza

Pacta servanda sunt

Ait praetor: pacta conventa, quae neque dolo malo, neque adversus leges…” (“Dice el pretor: mantendré los pactos contraídos que se hayan hecho sin dolo, sin infringir las leyes…”), Ulpiano: Digesto, 2, 14, 7, 7. “Pacta et promissa semperne servanda sint” (“los pactos y promesas han de cumplirse siempre') Cicerón, De Officiis, 3, 92, 7. «Todo Tratado en vigor obliga a las partes y debe ser cumplido por ellas de buena fe» Convenciones de Viena, art. 26. [iii]

Pero no fue así.

Rusia, de facto, por medio de una violencia sostenida desde 2014, ha roto con extrema dureza la conexión entre lenguaje y acción, cuya consecuencia hoy ha sido iniciar y sostener una guerra de una crueldad detestable, y cuyo incierto resultado nos acerca cada vez más a una tragedia sin parangón posible.

Pero no sólo fue Rusia de facto. EEUU, UK, Francia y China, de iure, también violentaron la letra y el espíritu del Memorándum de Budapest al negarle al texto, al acto comunicativo, capacidad performativa. Dicho en román paladino, el resto de firmantes del pacto eliminaron de golpe esa magia con la que el lenguaje reina al no aceptar las consecuencias de verse obligados a “respetar la independencia y la soberanía y las fronteras existentes de Ucrania”, pues no es sólo no actuar contra el derecho de la ciudadanía ucraniana a no ser violentada (libertades negativas, según Isaiah Berlin) sino que también es actuar en su defensa y promoción (libertades positivas, según el mismo autor [iv]).

Y como potencia hegemon, EEUU, por boca de su presidente, vació de capacidad “realizativa” el memorándum, mostrando que el lenguaje , como le pasaba al rey del cuento, estaba desnudo y ya no reinaba: “Permítanme ser claro: nuestras fuerzas no están comprometidas y no participarán en el conflicto con las fuerzas rusas en Ucrania”, dijo Biden a los miembros del Congreso en su discurso sobre el Estado de la Unión del 1 de marzo de 2022 (fuente).

UK y Francia, al intentar vestir al lenguaje de performatividad reuniéndose con la Federación de Rusia, mostraron cuán desnudo éste queda cuando impera la ley del más fuerte.

La violencia ejercida por Putin contra la ciudadanía ucraniana no es una guerra entre el bien y el mal, ni tampoco entre autoritarios y demócratas. La guerra iniciada por Putin es una temible carga de profundidad contra aquello que nos humaniza, un torpedo contra la línea de flotación de aquello que nos civiliza. Es el peor atentado que se puede cometer contra el lenguaje y contra esa magia suya que permite, con un mero apretón de manos, sellar la paz y albergar la esperanza de poder vivir bajo el abrigo de una casa, protegidos de la inclemente naturaleza, donde reina la ley del más fuerte. Es una guerra contra la casa del lenguaje. Contra nuestra casa.

Si vis pacem…

No podemos saber qué nos deparará en el futuro más o menos próximo esta infame guerra iniciada por la Rusia de Putin, “ni lo pretendiera”, que diría Camarón, lo único que sabemos es que, si queremos la paz, entonces debemos llenar de significado performativo nuestro discurso, pues la gramática no tiene -y por mucho que se empeñen los filósofos del lenguaje: nunca ha tenido- ese glamour escocés, esa magia, ese talento para alterar la realidad como si fuera un hechizo de brujería. Un pacto, cualquier pacto, todo pacto, en tanto que acto del lenguaje, deviene “realizativo” siempre y cuando exista una coerción creíble, autónoma o heterónoma, que obligue a las partes a respetarlo.

Podemos especular con qué ocurriría en otro universo posible, pero en éste, sin legislación y sin capacidad para aplicarla, no hay posibilidad de evitar la ley del más fuerte

…para legem

Ningún Estado se halla seguro frente a otro respecto de su independencia o patrimonio. Para esto sólo hay una solución: instaurar un Derecho internacional fundado en leyes públicas coercitivas a las que todo Estado habría de someterse. Pues una paz universal y duradera lograda gracias al denominado equilibro de las potencias en Europa es una simple quimera” (Kant, Teoría y práctica)

La sociedad se basa en un pacto, a veces no escrito, pero usualmente escrito en forma de leyes, cuya base, la palabra, tiene la magia de poder concertar voluntades. Pero cuando la palabra deja de ser performativa, entonces la ley del más fuerte prevalece. Y podemos especular con qué ocurriría en otro universo posible, pero en éste, sin legislación y sin capacidad para aplicarla, no hay posibilidad de evitar la ley del más fuerte.

No apoyamos la violencia, no apoyamos la locura (MAD, por sus siglas en inglés: “Mutual Assured Destruction”), pero desde Kant algo sabemos, y no podemos ni olvidarlo ni obviarlo:

Si quieres la paz, prepara las leyes. Y prepara quien las defienda, a la paz y a las leyes.

Postdata

Todas las guerras están hechas en parte de palabras, porque es con palabras como se monta la propaganda, y en el arsenal de Putin eran tan importantes los tanques como las mentiras en Facebook. Pero en esta guerra han tenido un papel impredecible. Recuerden ustedes el enloquecido discurso de Putin en el Kremlin, cuando sostuvo que Ucrania no era un pueblo, sino una mera extensión de Rusia o del “Mundo ruso””, Juan Gabriel Vásquez, El País, 29/09/2022

Tal parece que, al final, el rey no está tan desnudo como parece, pues a pesar de que el agresor abusa de su fuerza, bien sabe que el lenguaje mantiene su poder, y ahí radica la mínima esperanza que puede nutrir nuestra creencia en un futuro menos aciago: hasta los que denigran el lenguaje saben que sin él no son nada.

[i] Fuente, último acceso el 28/09/2022.
[ii] Texto íntegro traducido: último acceso el 29/09/2022.
[iii] Fuente, Diccionario panhispánicodel español jurídico, último acceso el 28/09/2022.
[iv] “Normalmente se dice que yo soy libre en la medida en que ningún hombre ni ningún grupo de hombres interfieren en mi actividad. En este sentido, la libertad política es, simplemente, el ámbito en el que un hombre puede actuar sin ser obstaculizado por otros. Yo no soy libre en la medida en que otros me impiden hacer lo que yo podría hacer si no me lo impidieran…
“Si quiero preservar mi libertad, no es bastante decir que no debe ser violada […] Tengo que establecer una sociedad en la que tiene que haber unas fronteras de libertad que nadie esté autorizado a cruzar”
Isaiah BerlinDos conceptos de libertad, Alianza Editorial, 2005.


Pacta servanda sunt