domingo. 28.04.2024
ACNUR Ucrania
ACNUR

Por Mario Regidor | Hace casi un mes que Rusia invadió Ucrania y las consecuencias para la economía, la política y la sociedad española y europea se están dejando sentir con inusitada fuerza.

En lo que se refiere a España quiero resaltar dos cuestiones de vital importancia. Por un lado, tenemos el peligro de un desabastecimiento cierto y real que podría llegar a colapsar las grandes y pequeñas superficies, supermercados y redes de distribución, en especial en lo que se refiere a alimentación.

A las consecuencias directas de la guerra, no olvidemos que Ucrania y Rusia proveen de cereal a la Unión Europea en un porcentaje cercano al 20% de sus provisiones anuales, se une desde hace unos días una huelga de transportistas que no es secundada por las grandes patronales y que, sin embargo, ha obligado al gobierno a movilizar a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y escoltar a los convoyes en sus rutas habituales.

Hay dos cuestiones que no son baladíes en esta polémica. Por un lado, es cierto que los transportistas se ven en la tesitura de afrontar un alza de precios en el combustible realmente desaforada y que sitúa en grave riesgo la posibilidad de cumplir su trabajo sin asumir pérdidas. No obstante, también es cierto que el gobierno atribuye esta huelga, motivada a una organización minoritaria a la que se han adherido numerosos trabajadores autónomos y que está teniendo un éxito importante a la hora de paralizar los canales de distribución. A este respecto, la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, ha comentado la posibilidad de que la ultraderecha esté detrás de estas movilizaciones. Sinceramente, no lo sé, pero no cabe duda que las declaraciones del principal dirigente de esta organización, José Fernández, presidente de UITA (Unión Independiente de Trabajadores Autónomos) aludiendo al presidente ucraniano Volodimir Zelenski como uno de los adalides de la guerra biológica en Europa y situándose en el lado ruso de la balanza en la contienda, al estilo muy similar de los dirigentes de Vox, que han hecho declaraciones alentando la huelga, puede que la afirmación de la ministra tenga visos de razón.

Otra cuestión importante que está influyendo en Europa y en España es el cambio de paradigma en la concepción de una política exterior y de seguridad común que está personificando el Alto Representante en Política Exterior de la Unión Europea, Josep Borrell, y que parece actuar de catalizador para que la postura de los 27 países sea homogénea en la imposición de sanciones a Rusia y esté actuando como canalizador de la ayuda militar a Ucrania. Es posible que sea demasiado optimista, pero parece una primera piedra de toque para que las posiciones comunes en materia de política exterior pasen de ser la excepción a ser la norma en el seno de la UE.

Pero no podemos olvidarnos de la OTAN. En 2014 se decidió que los países miembros harían todo lo posible para situar en el 2% el presupuesto de defensa nacional. En los presupuestos de 2022 en España, el porcentaje ronda el 1%. Sinceramente, el esfuerzo es ingente y eso que en los últimos 5 años ha aumentado el presupuesto de defensa en un 20%, un 7% en 2022, pero aún es insuficiente. Sería buena idea que los partidos mayoritarios a izquierda y derecha del arco parlamentario llegaran a un acuerdo para llegar a ese porcentaje a lo largo de la presente década. Creo que nuestra seguridad como país así lo demanda.

No me cabe duda que en los tiempos líquidos y surtidos de incertidumbre en los que discurre la geopolítica en el momento actual, no conviene ser ingenuo minimizando los problemas que pueden acarrear el incremento de la situación de inestabilidad internacional en las fronteras de la UE. Personalmente, pienso que las ambiciones de Rusia para con los países que conformaban la extinta URSS e, incluso, la posterior Comunidad de Estados Independientes (CEI), tratando de menoscabar su soberanía nacional y recuperando la esfera de influencia perdida, pueden acarrear muchos problemas en materia de relaciones internacionales, máxime teniendo en cuenta las amenazas rusas a países como Bosnia, Moldavia, Suecia y Finlandia.

Por eso no acierto a comprender la toma de posición política de determinados partidos políticos de izquierda, muy semejante por cierto a la de los partidos de extrema derecha europeos, aunque por condicionamientos y motivaciones diferentes. Creo que la altura de miras debería imponerse. Hay que optar por el diálogo siempre, pero negar al pueblo ucraniano, una vez iniciado el conflicto militar, la posibilidad de defenderse en mejores condiciones de la agresión rusa, suministrando cuantas armas fueran precisas para salvaguardar la integridad territorial y, especialmente, proteger a la ciudadanía de los ataques de unas fuerzas armadas muy superiores en efectivos y armamento, deviene en fundamental para poder hacer gala de la solidaridad internacional a la que deberían aspirar todos los estados.

Haciendo una analogía y, salvando las distancias, convendría situar a los que niegan el derecho a defenderse al pueblo ucraniano ante la tesitura de preguntarles por qué hubieran apostado en 1936, cuando se sublevaron ciertos elementos del ejército contra la legalidad republicana establecida, dando comienzo a 3 años de agónica guerra civil. ¿Hubieran sido partidarios del infausto Comité de No Intervención que cercenó las posibilidades de la República de hacer frente a la sublevación con garantías mientras Hitler y Mussolini se la pasaban por el forro de sus caprichos, como hacen Siria y Chechenia, suministrando mercenarios al ejército de Putin, o hubieran pugnado por una ingente ayuda, no sólo material, sino militar, en hombres y armamento, para hacer frente a la sublevación fascista?

¿Hubieran sido partidarios de la política de apaciguamiento de Neville Chamberlain regalando Checoslovaquia a cambio de un año más de paz y de rearme del ejército nazi para que después estallara con toda su crudeza la Segunda Guerra Mundial?

La historia parece condenada a repetirse, pero lo hace precisamente para indicarnos los errores cometidos en el pasado y las sendas por las que no deberíamos volver a transitar en el presente.

Consecuencias y consideraciones de la invasión rusa de Ucrania