jueves. 28.03.2024
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Videoconferencia de Joe Biden y Vladímir Putin el pasado mes de diciembre.
 

Por Mario Regidor | Una gran catástrofe parece cernirse sobre nuestro continente.

Rusia realiza su enésima ofensiva en defensa de su antigua zona de influencia. La extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), luego convertida en Comunidad de Estados Independientes ha devenido, con el paso de los años, en una constante lucha por parte de la nación matriz, Rusia, para que “sus hijos” no se descarriaran en brazos de la Europa Occidental, antiguos enemigos durante décadas.

Conviene echar un momento la vista atrás para tratar de entender el conflicto que se nos presenta en la actualidad.

El zarismo, la Rusia comunista y ahora Putin, con su régimen autoritario no se diferencian en la esencia de la política que han venido desarrollando en el continente europeo, únicamente la formulación jurídica de cada régimen, el proceso de toma de decisiones y, si se quiere, el ornamento estético que impregna cada época son las únicas distinciones, pero si nos fijamos con atención, son muchas las similitudes en la forma de pensar y en la forma de actuar a nivel político si se sienten amenazados.

Casi inmediatamente a la finalización de la Segunda Guerra Mundial, surgió la Guerra Fría que puso en jaque a la humanidad germinando dos zonas de influencia en Europa: la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), auspiciada por Estados Unidos y el Pacto de Varsovia, coordinada por la URSS. Eran alianzas de los países que se situaban dentro de la zona de influencia de los dos colosos mundiales.

En las últimas décadas, la OTAN ha realizado sucesivas ampliaciones de naciones que antes estaban bajo la esfera de control comunista

Pasados los años, con la caída de la URSS, el Pacto de Varsovia desapareció, pero la OTAN permanece y desde finales del siglo pasado ha realizado sucesivas ampliaciones de naciones que antes estaban bajo la esfera de control comunista. Es en esta situación y en el hecho de que, al parecer, el presidente norteamericano George Bush (padre) prometió en el año 1991, justo antes de la caída de la URSS, a su último líder, Mijail Gorbachov, que la OTAN no acogería en su seno a países que antes hubieran formado parte del extinto Pacto de Varsovia. A la vista está que no se cumplió dicho pacto del que, por otro lado, no hay documentos escritos que puedan acreditar dicha versión.

Otro factor a tener en cuenta: Putin. Fue elegido como primer ministro por Boris Yeltsin en el ocaso de su mandato y lleva más de 20 años en el ejercicio del poder, con el paréntesis de Dimitri Medvedev. Es curioso, pero más allá de opositores más o menos mediáticos que aquél se ha encargado de ir neutralizando con viejas tácticas procedentes de la reconvertida KGB, luego FSB, generalmente con venenos y preparados radiactivos, como Navalny, los representantes de los partidos opositores oficiales, apenas han variado, Gennady Zyuganov, líder del Partido Comunista, Vladimir Zhirinovski, del Partido Liberal Democrático (extrema derecha) y Grigori Yablinski, del partido Yabloko (centro), este último no se ha presentado a todas las elecciones presidenciales, pero sigue ostentando posiciones de relevancia en el partido, todos ellos siguen ocupando los principales cargos orgánicos de los partidos, desde hace más de dos décadas. En las últimas elecciones, Putin obtuvo casi un 77% de los votos. Un dato que no admite excesiva controversia y que, además de ilustrar los temibles métodos que tiene el ruso para deshacerse de todo aquél que pretenda hacerle sombra, también dice mucho de la escasa efectividad de la oposición que pretende hacerle frente.

Pero, ¿qué papel juega la Unión Europea en este conflicto? La UE adolece de una política exterior común, aunque sí tenemos un Alto Representante que debería actuar como Ministro de Asuntos Exteriores, pero que, de facto, ve limitada su capacidad de acción por los diversos intereses nacionales de la práctica totalidad de los 27 países miembros. A esto se une el hecho de que no tenemos una política de defensa común ni un ejército representativo.

Con estos mimbres, vemos cómo es Estados Unidos el que debe asumir el liderazgo de la acción exterior en territorio europeo, a pesar de encontrarse en un estado de debilidad latente y de haber focalizado su atención en los últimos años en tratar de contener el auge económico y político de China y, en general, su actuación en materia de política exterior ha mirado hacia el Extremo Oriente.

Yendo al conflicto en cuestión. ¿En qué situación nos encontramos? Todas las partes implicadas coinciden en que estamos en el momento del diálogo, pero que la paciencia es limitada. En favor de Rusia, juega el hecho de que ningún país parece estar dispuesto a defender militarmente la integridad territorial ucraniana, cosa distinta es la imposición de sanciones donde sí existe un mayor consenso, pero no podemos olvidar que, si bien, Francia, España, Italia y otros países parecen alinearse con una posición firme en defensa de Ucrania, no es menos cierto que Alemania depende extraordinariamente del gas ruso, máxime cuando, por iniciativa de Merkel y a raíz del miedo a lo sucedido en Fukushima, determinó el cese de la obtención de energía por medios nucleares. Alemania posee minas de carbón que tendrá que cerrar en pocos años con lo que, si quiere mantener el nivel de suministro de energía que le exige su ciudadanía y el nivel de producción y desarrollo socioeconómico que demanda su nación, el gas es un recurso fundamental y el país que se lo puede proporcionar no es otro que Rusia por medio del gasoducto Nordstream 2.

Por si fuera poco, en este estado de guerra soterrado, llueve sobre mojado, porque durante esta década, Ucrania se ha visto invadida en dos ocasiones por fuerzas rusas: en el conflicto del Donbass y con la anexión de la península de Crimea. La pregunta es: ¿hasta dónde llegará Rusia en su afán por “defenderse”?

La respuesta es compleja porque, es cierto que geopolíticamente, es lógico que el país siberiano se sienta rodeado por potencias que no son amistosas y pueda temer por su integridad territorial, pero, en especial, por su seguridad económica ya que, no sería la primera vez que se impone a Rusia y a altos cargos políticos y empresariales sanciones por las decisiones tomadas en política exterior.

De todos modos, ¿en qué situación se queda Ucrania? Es un país soberano que tiene todo el derecho a suscribir las alianzas y acuerdos que estime conveniente con cualquier otro estado soberano o, en su caso, formalizar su adhesión a una organización supranacional como es la OTAN y el chantaje al que se ve sometido, no sólo este país, sino la totalidad de Europa y de los países que integran la OTAN es probablemente algo de lo que no nos podamos librar, aunque se supere el conflicto actual. Entonces, ¿qué podemos hacer?

Creo que conviene ponerse en el lugar del otro y más si estamos hablando de política exterior y de posibles situaciones que puedan ocasionar movimientos militares.

Así, parece obvio que estamos jugando al Juego de la Gallina, el primero que se “raje” pierde… Rusia juega a su favor con un punto importante ya apuntado. anteriormente ¿Qué países van a arriesgarse a mandar tropas para proteger a Ucrania de la ambición rusa? Probablemente ninguno. Putin lo sabe y ha concentrado más de 100.000 soldados en la frontera ucraniana que se encuentran haciendo maniobras, algo totalmente conforme al derecho internacional, pero sin duda amenazador.

Otro interrogante: La OTAN, ¿va a defender a Ucrania? ¿Debería de hacerlo en caso de conflicto si no es un país que forme parte de la alianza? No tiene mucho sentido, la verdad… Pero, si no lo hace, ¿tiene sentido la existencia misma de la organización?

Otra cuestión a plantear: Ucrania no pertenece a la Unión Europea, pero ¿va a hacer algo ésta? ¿Tiene potestad para poder intervenir más allá de intermediar entre países y tratar de fomentar acuerdos y consensos ya que no posee una política de defensa común, ni mucho menos un ejército? Seguramente, la respuesta, a pesar de los esfuerzos de Josep Borrell, sea no.

Son muchos los interrogantes que se plantean, pero me atrevería a decir que, si la OTAN no interviene como organización supranacional encargada de la defensa del Atlántico Norte, Rusia seguirá elevando el listón de las amenazas en ulteriores situaciones de conflicto y lo que es más importante, si la inacción de la OTAN continúa, es posible que tengamos que plantearnos si en realidad sirve para algo.

En el caso de la UE, no me planteo una Europa sin su existencia y su garantía, pero urge agilizar mecanismos y aunar voluntades para que podamos hablar en un futuro de una política exterior y de defensa común, sin ambages y, utilizando un poco del acervo popular castellano “todos a una, como en Fuente Ovejuna”, sobre todo porque a Estados Unidos, cada vez se le va a echar más en falta por estos lares…

Rusia y Ucrania: los porqués de un conflicto