viernes. 26.04.2024
Gabriel Boric.

La esperanza ha vencido al miedo” proclamó Boric en su primer discurso.

Es una buena síntesis de lo que ha sucedido: el pueblo de Chile ha sabido y querido escoger entre propuestas, no entre miedos. Con enorme e ilusionada esperanza hemos saludado esta victoria desde todos los rincones del mundo. Y así me gustaría poder comentar tras próximas elecciones generales en España, sus resultados y los retos que puedan plantear.

Pero la esperanza, esa esperanza, no es pasiva, a la espera, sino exigente. Las expectativas creadas son muchas. En ese su primer discurso, Boric hizo expresa referencia a los múltiples problemas que exigen pronta respuesta, a las exigencias que asume que tiene que responder el nuevo gobierno que tomará posesión el próximo 11 de marzo. Exigencias para avanzar en las condiciones materiales de vida y de trabajo, en las libertades individuales y colectivas. Exigencias cuyos contenidos están más o menos dibujados y para los que habrá que concretar y establecer prioridades, plazos, …, equipos de trabajo a todos los niveles, negociaciones con la oposición política y social en busca de pactos coyunturales, … para ir dando contenido al nuevo contrato social que ha de resultar, explícito en determinados aspectos e implícito en otros.

Habrá que hacerlo desde un poder ejecutivo recién conquistado y sin mayoría en el poder legislativo. Y en paralelo, o interrelacionado, con el proceso constituyente que ha de culminar en una nueva Constitución, previsiblemente en este próximo año 2022, y para cuya redacción fue elegido un colectivo en el que son minoría las personas vinculadas a los partidos políticos.   

No perece fácil la tarea, ingente, pero ilusionante y apasionante, del nuevo Presidente y de su equipo, de la mayoría ciudadana que las elecciones han expresado.

Para dar respuesta a esta preocupación, supongo que no solamente mía, bueno es recordar el punto de partida de Gabriel Boric como candidato y de la estructura que le dio apoyo. Boric fue el candidato de “Apruebo Dignidad”. Esta coalición fue resultado de otras dos coaliciones: “Frente Amplio” (de los partidos Revolución Democrática, Convergencia Social -el de Boric-, y Comunes) y “Chile Digno, Verde y Soberano” (del Partido Comunista y la Federación Regionalista Verde Social), y a ella adhirieron otras organizaciones no inscritas como partidos: Fuerza Común, Movimiento Unir, Acción Humanista, Izquierda Cristiana de Chile, e Izquierda Libertaria. El 19 de diciembre llamaron también a votar la candidatura de Boric otras organizaciones políticas no integradas en ninguna de las anteriores coaliciones: Partido Socialista, Democracia Cristiana, Por la Democracia, Partido Liberal, Partido Progresista, Partido Radical, Ecología Verde, Igualdad, Partido Humanista, Ciudadanos, así como los movimientos Nuevo Trato e Independientes No Neutrales. Una heterogénea suma de organizaciones sociales y políticas que empezaron expresando su rechazo al gobierno de las derechas políticas y sociales, pero que se ha ido transformando no sólo en un rechazo, otro miedo social, sino en una positiva apuesta de futuro, en las propuestas apuntadas en el programa de Boric.

Es evidente que las elecciones y su resultado han modificado ya el punto de partida. No sé si es suficiente para olvidar las inquietudes que puede provocar esta amalgama de organizaciones partidos, colectivos, esta inevitable suma de egos que destila. Ahora, con las elecciones, su apoyo directo es mucho más amplio que la suma de siglas y colores de su coalición (y que para recordarlo he colocado en la cabecera, junto a la foto del primer discurso). Boric representa la esperanza colectiva, el apoyo entusiasta, del pueblo de Chile. Pero no se si quedarse ahí es suficiente. Pienso que Boric tiene un reto que no puede afrontar el sólo, ni con el mejor equipo que haya podido formar. Un reto que debería poder conseguir afrontar positivamente a partir de la múltiple coalición que lo apoyó hasta las elecciones, y de su resultado.

Las elecciones del 19 de abril marcan un nuevo comienzo. Boric y su equipo han de dar respuesta a las nuevas necesidades que plantea la victoria electoral.

Creo que ahora, para desarrollar la apuesta, la esperanza que supone la victoria electoral, lo esencial es la acción continuada de la mayoría social que ha sido capaz de expresarse en las urnas, la organización social y política de esta mayoría. Hemos de partir del convencimiento de que el programa de gobierno de Boric interesa a la mayoría de la sociedad chilena. Pero para transformar el objetivo interés colectivo en fuerza colectiva hace falta algo más. Algo tan sencillo y clásico como la “organización política” (partido político lo llamábamos) que lo organice, que le de forma y fuerza, que sea capaz de generar un debate que se proyecte al conjunto social, sobre las dificultades que habrá que vencer, o asumir, sobre cómo avanzar, qué hacer en cada momento, …, cómo destacar nuevos dirigentes del proyecto, desarrollar la crítica y también la confianza en los dirigentes sociales y políticos en cada momento y coyuntura, …, en definitiva, cómo organizar a la sociedad, a los colectivos sociales interesados en los cambios prometidos, queridos...

Ello supone para mí volver al esquema clásico de partido político dirigente, hegemónico. Asumiendo que no lo es aún, ni creo que pueda serlo, la coalición, la suma de heterogéneas organizaciones, que ha llevado al poder (a las puertas del poder aún) a Boric.

Organizar a la sociedad en torno a estos objetivos me parece en este momento el problema esencial de preocupación y de necesaria propuesta del colectivo que apoyó a Boric antes del 19 de diciembre, para construir, a partir de la movilización social conseguida ese día, el necesario instrumento para los muchos días y tareas que esperan. Seguramente habría que plantearse dos vías de organización: la social inmediata (unitaria, al menos de vocación), pero también la política de más largo alcance, con voluntad de dirección, de hegemonía.

Empecé titulando “Chile-España” porque en este momento, antes de las próximas contiendas electorales españolas, las generales en particular, me parece que tenemos problemas similares a los de las fuerzas de progreso de Chile, aunque menos eufóricos.

Tenemos ya un gobierno de progreso, no necesitamos derrotar a una mayoría de gobierno de derechas, pero sí consolidar una nueva mayoría de progreso en torno a una estructura capaz de dirigir el proceso político y social. Y un problema similar al de los amigos chilenos: no tenemos aún el instrumento político, con proyecto a corto, medio y largo alcance, necesario para organizar adecuadamente a la sociedad, a la ciudadanía, a la clase trabajadora en primer lugar, para tal objetivo. Me gustaría no tener que reproducir los interrogantes de estas notas después de las próximas elecciones generales españolas en el deseable y positivo escenario de un nuevo resultado electoral que posibilite un gobierno de progreso.

En Chile y en España sigue siendo de aplicación el criterio, creo, de que no es suficiente conquistar la mayoría electoral, sino que, para esto y para poder luego traducirlo en avances sociales efectivos, necesitamos partido/s político/s, capaces de asumir tal objetivo organizando: el colectivo organizado capaz de hegemonizar el proyecto.

Chile-España: ganar las elecciones no es fácil, menos aún gobernar