sábado. 20.04.2024
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@jgonzalezok y @gab2301 | Desde que Brasil dejó atrás la dictadura, en 1989, la democracia nunca estuvo en peligro. Hasta que llegó Jair Bolsonaro a la presidencia, en enero de 2019. No fueron amenazadas las instituciones en las épocas de hiperinflación, a fines de la década de 1980 y comienzos de la de 1990, ni siquiera en el truculento proceso de impeachment a Dilma Rousseff. Pero con Jair Bolsonaro en la presidencia, las instituciones fueron sometidas a embestidas continuas para socavar su legitimidad y poner en duda la separación de poderes, uno de los pilares de la democracia. Especialmente tenaz fueron las agresiones contra el Poder Judicial y contra los medios, satanizados y agredidos cotidianamente. 

En un discurso de campaña frente a sus seguidores en el estado de Minas Gerais, el pasado viernes, el presidente Jair Bolsonaro dijo que pondrá “un punto final” en lo que llamó de “abuso que existe por parte de otro Poder”. Sus palabras fueron vistas como otra amenaza velada al Poder Judicial. Desde que asumió la presidencia, Bolsonaro entró en colisión con las cortes brasileñas. Su principal objetivo es el Supremo Tribunal Federal (STF), la más alta instancia de Justicia de Brasil, que ha impuesto importantes derrotas a su gobierno de extrema derecha y funcionó como un freno para sus delirios autoritarios. 

Además de la Justicia, otras instituciones de la sociedad y los medios, cada uno a su modo, siguen actuando como contrapeso a los movimeintos del presidente contra el orden democrático. El día 11 de agosto, un acto reunió en São Paulo a empresarios, sindicalistas, juristas, artistas y movimientos sociales en la lectura de un manifiesto firmado por 1,1 millón de personas en defensa de la democracia.

Bolsonaro también embistió contra otras estructuras institucionales, debilitando los órganos oficiales de protección al medio ambiente, de fomento a la cultura, de defensa de los publos indígenas. En los últimos meses, con las encuestas indicando su derrota frente al ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, el presidente dirigió su artillería contra el sistema electoral brasileño, plantando sospechas infundadas sobre la seguridad de las urnas electrónicas, que son usadas en Brasil hace 25 años. 

En otro ejemplo de falta de respeto a los procedimientos que deben regir en cualquier estado de derecho, Bolsonaro intentó interferir en la Policía Federal

El gobierno consiguió la lealtad de los dirigentes de las dos cámaras legislativas gracias a un acuerdo con el llamado Centrão -grupo parlamentario mayoritario conocido por hacer alianzas a cambio de presupuesto público- garantizando que todos los pedidos de impeachment -más de 150- fueran desestimados o archivados a la espera de su estudio, cosa que nunca sucedió. El Poder Judicial, especialmente el STF, fue la única barrera que se encontró Bolsonaro entre los poderes constituidos. 

Siguiendo la cartilla de los líderes que flirtean con la autocracia, el presidente elevó la tensión con la Justicia a límites inéditos en el país desde la redemocratización. En las conmemoraciones del día de la Independencia, el 7 de septiembre de 2021, casi llegó a la sedición al afirmar que no cumpliría órdenes de uno de los jueces del Supremo Tribunal Federal. 

“Cualquier decisión del señor Alexandre de Moraes, este presidente no la cumplirá”, amenazó en un discurso ante sus seguidores en São Paulo. “La paciencia de nuestro pueblo ya se agotó, él tiene tiempo todavía de recoger sus cosas e ir a ocuparse de su vida”, añadió. Alexandre de Moraes es el responsable por las principales investigaciones que afectan a Bolsonaro y su familia.

La mayoría de los ataques del presidente a la Justicia y al orden institucional se da en actos públicos y queriendo hacer ver que cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas

Un año antes, en mayo de 2020, durante una reunión con algunos de sus ministros, el presidente llegó a anunciar explícitamente que provocaría una intervención militar en el STF, según un reportaje de la revista Piauí. La amenaza -no cumplida, como muchas otras- se produjo cuando supo que la Corte podría pedir la aprehensión del teléfono móvil de su hijo Carlos Bolsonaro, en el marco de una investigación. Según la revista, el presidente estaba transtornado y temoroso de que su propio teléfono fuera también objetivo del Supremo. 

La mayoría de los ataques del presidente a la Justicia y al orden institucional se da en actos públicos y queriendo hacer ver que cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas. Con ello, Bolsonaro consigue movilizar y mantener el apoyo de su base radical. En las manifestaciones bolsonaristas son frecuentes las pancartas pidiendo el cierre del STF y la invervención militar. Se hizo famosa una frase de otro hijo del presidente, el diputado Eduardo Bolsonaro, que afirmó, antes de que el padre llegase a la presidencia, que bastaría un cabo y un soldado para cerrar el Supremo. 

En consonancia con las bases, Bolsonaro no midió esfuerzos para provocar al STF. En abril de este año, la Corte condenó al diputado bolsonarista Daniel Silveira a ocho años y nueve meses de prisión por amenazas a las instituciones democráticas. Poco después el presidente dictó un decreto librando al diputado de cumplir la pena y se aseguró de posar para las cámaras sonriendo a su lado. 

La inferioridad del presidente en las encuestas es creciente. En el último sondeo de Datafolha aparece con un 33 % de intención de voto, frente al 47 % de Lula. Sus coqueteos con la ruptura democrática, las graves denuncias de corrupción en su gobierno y entre miembros de su familia se suman a una gestión incompetente del país para aumentar su desgaste. La base política del presidente viene recomendando que el modere su discurso para evitar un rechazo aún mayor. Bolsonaro moderó levemente el tono, pero sigue embistiendo sobre todo contra las urnas electrónicas. 

Sobre este tema, el presidente provocó una nueva crisis al insistir en la participación de los militares como fiscales del proceso electoral. El ministerio de Defensa, comandado por el general Paulo Sergio Nogueira, respaldó las suspechas del jefe. Los militares llegaron a participar de reuniones en el Tribunal Suprerior Electoral (TSE) e intentaron imponer exigencias, alegando falta de confianza en las urnas electrónicas. La tensión entre los poderes amenazó escalar con declaraciones duras de los dos lados. “Quien se ocupa de las elecciones son las fuerzas desarmadas”, llegó a decir el juez Edson Fachin, presidente del TSE hasta el mes de agosto, cuando fue sustituído por Alexandre de Moraes. 

Faltando una semana para las elecciones, Bolsonaro continúa intentando desacreditar las urnas y sus seguidores inundan las redes sociales con informaciones falsas sobre el sistema. A esto se suma otro objetivo de la artillería bolsonarista: las encuestadoras. El mandatario procura descalificar la idoneidad de los sondeos que indican su derrota.

“Las declaraciones forman parte de una campaña para minar la confianza en las encuestas. La ofensiva es liderada por el presidente-candidato que alega ser víctima de un complot de las empresas encuestadoras”, escribio Bernardo Mello Franco, columnista del diario O Globo. “Los ataques obedecen a una estrategia golpista. Bolsonaro contesta las encuestas para después discutir el resultado de las urnas. Él necesita convencer a su tropa de que está ganando”, añadió. 

En julio, Bolsonaro provocó otra situación insólita para un país democrático. Reunió decenas de embajadores extranjeros en Brasilia para repetir teorías conspiracionistas sobre las urnas electrónicas, hacer acusaciones sin pruebas sobre el sistema de votación y atacar a los integrantes del más alto tribunal electoral. “¿Por qué un grupo de solo tres personas quiere provocar inestabilidad en nuestro país, no acepta ninguna de las sugerencias de las Fuerzas Armadas, que fueron invitadas?”, preguntó a una platea reunida para escuchar al presidente hablar mal del propio país. 

“La reunión de Bolsonaro con los embajadores no tiene precedentes en los anales de la diplomacia mundial. Nunca oí hablar nada parecido y tan absurdo. Es una iniciativa tan chocante y humillante para el país que ni el ex presidente de los Estados Unidos Donald Trump, que fue capaz de las mayores barbaridades, llegó a pensar en eso”, destacó el diplomático Rubens Ricupero, citado por el diario Correio Braziliense. 

Todavía en el ámbito de la Justicia, Bolsonaro aprovechó su prerrogativo de indicar dos integrantes al Supremo Tribunal Federal para colocar aliados que comulgan con su pauta ideológica, religiosa y de costumbres. En caso de que pudiera darle vuelta a las encuestas y lograr la reelección, podrá indicar a otros dos a la largo de su segundo mandato, lo que es visto como un riesgo, pues comprometería la independencia de la Corte. 

En otro ejemplo de falta de respeto a los procedimientos que deben regir en cualquier estado de derecho, Bolsonaro intentó interferir en la Policía Federal, nombrado aliados para puestos de mando en la institución, que debería tener independencia para realizar investigaciones, como las que fueron abiertas contra integrantes del gobierno y de la familia de Bolsonaro. Los nombramientos agravaron las sospechas de que el presidente hace uso de su cargo para obtener informaciones privilegiadas. 

“El presidente Bolsonaro atacó e intentó intimidar al STF, que conducía cuatro investigaciones sobre su conducta, incluyendo si interferió en nombramientos en la Policía Federal con el objectivo de defender sus intereses personales, y si cometió prevaricación en relación a un caso de supuesta corrupción en la compra de vacunas contra el Covid-19”, dijo en su informe sobre 2021 la organización Human Rights Watch.

El viernes pasado, Fernando Henrique Cardoso, que presidió Brasil en dos mandatos consecutivos (1995-2003), y pasó el poder a Lula, divulgó una nota pidiendo a los brasileños que voten en defensa de la democracia y las instituciones. No citó a ningún candidato, pero la nota fue leída como un velado mensaje para Bolsonaro. 

“Pido a los electores que voten el día 2 de octubre en quien tiene compromiso con el combate a la pobreza y la desigualdad, defiende derechos iguales para todos, independientemente de raza, género y orientación sexual, se enorgullece de la diversidad cultural de la nación brasileña, valora la educacion y la ciencia y está empeñado en la preservación de nuestro patrimonio ambiental, el fortalecimiento de las instituciones que aseguran nuestras libertades y en el restablecimiento del papel histórico de Brasil en el escenario internacional”, escribió FHC, como es conocido el ex presidente. 

El mismo día, el juez del STF Ricardo Lewandowski dijo, en una reunión con empresarios, que Brasil tiene “instrumentos institucionales para enfrentar cualquier problema, sin mayores convulsiones sociales, políticas o económicas”. Para Lewandowski, cualquiera que sea el resultado de las elecciones de este 2 de octubre, el país sobrevivirá. 

Bolsonaro puso en riesgo las instituciones y el sistema democrático